El M-19 representa, en cierta forma, una ruptura con jóvenes pertenecientes a una élite ilustrada del país, pero que además, tenían una fuerte conexión con las fuerzas armadas. El M-19 nace por el robo de las elecciones, por parte de Misael Pastrana, último presidente del Frente Nacional, al General Gustavo Rojas Pinilla, líder de un movimiento político revolucionario, la Alianza Nacional Popular, ANAPO. Movimiento que recogió a parte de un sector demócrata de las fuerzas armadas y donde militaron jóvenes intelectuales como Álvaro Fayad y Jaime Bateman Cayón, co-fundadores del el M-19.
El General, quien era el legítimo ganador de las elecciones de 1970, pero que sufrió el fraude gestado por el bipartidismo a favor de Misael Pastrana, y la represión del estado de sitio decretado por el entonces presidente Carlos Lleras Restrepo -quien para acallar a la oposición suprimió las comunicaciones y censuró hasta la prensa-, tuvo que huir al exterior para salvaguardar su vida y la de su familia.
Por eso, y en un hecho inédito, nació en 1974, como un acto de memoria histórica para recordar el fraude de las elecciones del Frente Nacional, el movimiento 19 de abril, M-19. Un movimiento revolucionario que, contrario a cualquier movimiento de izquierda, vino al mundo a defender la democracia liberal, tanto de la represión política del Frente Nacional, como de la corrupción electoral que llevó a Misael Pastrana a su ilegítima presidencia un 19 de abril de 1970.
Carlos Pizarro Leongómez, el más recordado comandante del M-19, y quien muy seguramente hubiera sido elegido presidente de Colombia en 1990, si no hubiera sido asesinado por las mismas fuerzas donde confluyeron, tanto ayer, como hoy: narcotraficantes, paramilitares, políticos y empresarios corruptos, era hijo del Almirante Juan Antonio Pizarro, único miembro de la Armada Nacional que ha sido comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas. Pero además, su abuelo materno, el Coronel Eduardo Leongómez, como jefe de la Casa Militar, fungió como edecán presidencial de Enrique Olaya, Eduardo Santos y López Pumarejo.
Pizarro era un estudiante de la Javeriana y tal como lo describe Carlos Fuentes: “Pizarro, como muchos otros jóvenes latinoamericanos, sintió la necesidad de luchar por la justicia y se lanzó a la lucha revolucionaria. Igual que Simón Bolívar”
Y Antonio Navarro, el co-presidente de la Asamblea Nacional Constituyente, es nieto de un General y sobrino de varios militares. Navarro Wolf, al igual que Pizarro, militó en el M-19 juntos a todos sus hermanos. Por la época de los inicios del M-19, Navarro era un destacado ingeniero, con posgrados y especializaciones en universidades de Inglaterra y Canadá, y hasta becario de la Fundación Rockefeller.
Su íntima, pero conflictiva relación con esa parte demócrata, pero rebelde de las fuerzas armadas, que inspiró en ellos el General Rojas Pinilla, fue lo que muy seguramente los llevó un 17 de enero de 1974, a robar la espada de Simón Bolívar, y a dejar en la Quinta del Libertador un comunicado con el que anunciaron su nacimiento: “Bolívar no ha muerto. Su espada rompe las telarañas del museo y se lanza a los combates del presente. Pasa a nuestras manos. Y apunta ahora contra los explotadores del pueblo”
El M-19 irrumpió con un mensaje refrescante, frente a una izquierda sectaria y dogmática. Sus golpes de opinión eran espectaculares y llenos de un profundo contenido político-cultural. Por un lado, interceptaban la señal de televisión para emitir sus mensajes, y por otro denunciaban el naciente monopolio financiero del grupo Santo Domingo, que empezaba con fuerza a acaparar los medios de comunicación, o revelaban la manipulación mediática que empezaba a ejercer el grupo Ardila Lülle. Un día robaban un camión de leche y repartían su contenido en barrios marginales de Bogotá y de inmediato lanzaban una crítica profunda a la enorme desigualdad social de la época.
El M-19 tuvo por esto una enorme popularidad y la atención absoluta de los medios de comunicación, ya que su actuación no era marginal, ni estaban en las zonas rurales, su accionar revolucionario era en la Capital de la República y las principales ciudades de Colombia. Pero esto cambió cuando osadamente lograron robar del Cantón Norte cerca de 5.000 armas, dentro de las cuales se encontraba el fusil de Camilo Torres. A partir de ese momento, el M-19 se convirtió en un punto de honor para un gobierno de talante autoritario y sin escrúpulos, como el de Julio César Turbay, que emprendió una persecución feroz de sus familias, sus amistades y sus simpatizantes.
Eran los tiempos del tenebroso Estatuto de Seguridad Nacional de Turbay. período con el cual se inauguraron las desapariciones forzadas masivas, la tortura y los mal llamados falsos positivos, donde miles de inocentes fueron masacrados y mostrados como bandoleros dados de baja en combate, hechos denunciados por un valiente senador del Nuevo Liberalismo, Rodrigo Lara Bonilla. Pero también el período donde se inició el contubernio entre narcos, políticos, paramilitares y empresarios. El periodo donde los narcos tuvieron presencia en el Congreso, entre ellos Pablo Escobar, en nombre del turbayismo liberal, y cuotas burocráticas estratégicas para el negocio de la cocaína, como la Dirección de la Aeronáutica Civil.
Por esto, cuando analizamos la responsabilidad histórica por la violencia en Colombia, hay que mencionar un dato que obvian, por ignorantes o por mañosos, algunos periodistas y columnistas: el origen de las FARC. Esta guerrilla tan sanguinaria, tiene como procedencia directa el Partido Liberal, que armó a campesinos, como Tirofijo, para defenderse de los pájaros y chulavitas (los paramilitares de la época) del Partido Conservador, que los masacraban, descuartizaban y desplazaban. Incluso con la bendición de un sector de la Iglesia Católica. El episodio, que ha sido numerosamente documentado, es conocido como: “La Violencia” (1948-1953).
También sería pertinente recordar que esos jefes liberales y conservadores sellaron la paz y crearon una alianza de represión política y social llamada el Frente Nacional, que se dedicó a perseguir a los campesinos, a reprimir a los sindicatos, a hostigar al movimiento estudiantil y a ilegalizar la protesta social y las expresiones políticas por fuera del bipartidismo. Mientras se repartían el poder político y económico bajo esas formas de corrupción y clientelismo que tanto daño le han hecho y le siguen haciendo a Colombia. El Frente Nacional se convirtió en una perversión antidemocrática y en un foco de corruptelas bipartidistas, lo que generó diversas respuestas por parte de la sociedad colombiana, entre ellas las guerrillas, a las cuales se incorporaron miles de jóvenes, motivados por el rechazo al sistema político impuesto y a la simpatía que por las revoluciones se expresaba en todo el mundo.
En este ambiente, hasta Plinio Apuleyo Mendoza fungía como revolucionario y un sector de la Iglesia católica ayudó a crear el ELN, en respuesta a los jerarcas que pusieron a Cristo a respaldar las atrocidades iniciadas por Laureano Gómez, llamado por esto “El Monstruo”. Por esta época Alfonso López Michelsen funda el Movimiento Revolucionario Liberal, MRL, se opone radicalmente al Frente Nacional y se declara a favor de la Revolución Cubana. Y, como vimos, el General Rojas Pinilla también se revela contra el establecimiento y funda la Alianza Nacional Popular, ANAPO, la cual toma gran protagonismo por destapar el mayor episodio de corrupción de todo el Frente Nacional, más conocido como el escándalo “Fadul y Peñalosa”.
Corría el mes de julio del año 1969 y Enrique Peñalosa Camargo, ministro de Agricultura como cuota del Partido Conservador en el Frente Nacional, era el seguro sucesor de Carlos Lleras Restrepo para ocupar la Presidencia de la República. Pero, el aguerrido senador anapista Luís Ignacio Vives, destapó lo que él llamó: “los vulgares negocios del ministro de Agricultura con los latifundistas”. Con documentos en mano, Nacho Vives denunció, en sendo debate parlamentario, que fue transmitido por la radio, el tráfico de influencias a favor de los sectores más pudientes de la sociedad, los negociados del ministro Peñalosa con el director del IFI, Miguel Fadul, y el descaro de beneficiar, con los dineros de la reforma agraria, no sólo a sus amigos, sino a ellos mismos a través de la firma Fadul y Peñalosa, mejor dicho, el Agro Ingreso Seguro de la época.
La indignación y descontento contra el Frente Nacional fue apabullante, el presidente Lleras ofreció su renuncia, pero paso seguido, prohibió las transmisiones radiales, e intentó tapar un escándalo que afectaba su imagen y la del Frente nacional, a pocos meses de las elecciones. La aplastante bancada del Frente Nacional absolvió a Peñalosa, que al final sólo tuvo como castigo la expulsión del Club del que fungía como accionista. Pero el escándalo no terminaría ahí, el Frente Nacional designaría como su candidato, según el convenio bipartidista, al conservador Misael Pastrana Borrero.
En este ambiente de desesperanza, y siendo todavía un adolescente, Gustavo Petro entra como militante político al M-19, formándose como líder comunitario, personero y concejal del municipio de Zipaquirá. A mediados de los 80 es capturado por el Ejército y condenado irregularmente por un Tribunal Militar, sufriendo como preso político las torturas y demás violaciones de la Colombia de la época. Posteriormente volvió a la libertad y a la vida política, hasta convertirse, a finales de los años 80, en pieza clave del proyecto de paz que terminaría con el proceso Constituyente de 1991 y la nueva Carta Política.
Petro comparte con este hecho, la situación vivida, por la misma época, por quien fuera la presidenta del Brasil, Dilma Rousseff, quien fue guerrillera de la Vanguardia Armada Revolucionaria Palmares, y por esto fue detenida y condenada por un Tribunal militar, período en el cual fue cruelmente torturada. O la historia de Nelson Mandela, quien luego de ser condenado a cadena perpetua en los años 60, por ser el líder de la guerrilla de MkontoweSizwe (La Lanza de la Nación) que se oponía al Apartheid, fue liberado en 1990 para convertirse en el Presidente de la nueva Nación Surafricana.
En 1991 nació, gracias, entre otros actores, al M-19, un nuevo país, con una Carta Política construida desde la diversidad. Una Constitución promotora de los Derechos Humanos, de la democracia participativa, de la pluralidad política y que dejó atrás años de barbarie institucional heredados del Frente Nacional y los estados de sitio. Una Constitución, que si bien, no acabó con la violencia, si consolidó la democracia y deslegitimó la lucha armada como una forma de llegar al poder.
Por lo anterior, de darse el triunfo de Gustavo Petro el próximo 19 de junio, será el triunfo de la rebeldía de los 80, de la intención de construir la paz de los 90, de la valentía de inicios de siglo, y de la reconciliación que hoy nos merecemos todos los colombianos, después décadas de guerra y de violencia. Por eso, más que invitar a votar por una persona, cumplamos con el reto que nos demanda la historia de votar sin odio y votar sin miedo, es la única forma de derrotar al viejo país de la violencia, la exclusión y la corrupción frentenacionalista.
Rebeca Landschaft
Foto tomada de: Pulzo
dolores arango restrepo says
Yo era miembro de la Unión Revolucionaria Socialista, divorciada del Bloque Socialista -eramos muy dogmáticos_ y simpatizaba con el Eme, como se le decía. Difiero en lo de las FARC como una guerrilla muy sanguinaria. Nunca usaron motosierras ni cosas parecidas. Los sanguinarios han sido los mafiosos y los paramilitares al servicio de todas las oligarquías y desgraciadamente nuestros propios militares con la MASACRE DE LOS INOCENTES, más de 18 mil según los últimos recuentos. Salud y alegría. gustavitor.