Ciertamente, Gustavo Petro contará con mayorías en el Senado (63 votos potenciales de 108) y la Cámara de Representantes (¡09 de 188), pero ello no autoriza a pasar por alto una serie de tareas que deben ser resueltas antes de cantar victoria en un escenario desconocido.
En primer lugar, no se puede pasar por alto el hecho de que entre el mundo político y la sociedad en su conjunto perdura una brecha que la victoria electoral del Pacto Histórico y las alianzas que ha sabido tejer con la mayoría de las fuerzas políticas no se borra de tajo. En este sentido, el primer obstáculo a remover para recuperar la legitimidad es recuperar la confianza en las instituciones y, en primer lugar, en el terreno legislativo el cual goza de poca estima entre los colombianos. Según datos publicados por las firmas encuestadoras, el grado de desaprobación del Congreso supera el 80% entre los colombianos que critican tanto los exorbitantes privilegios de los congresistas como su resistencia a cambiar el orden de las cosas.
En segundo lugar, unida a la tarea mencionada, es vital llevar a cabo la revolución política anunciada desde hace años por la izquierda, la cual comenzaría por limitar los periodos de permanencia en el Congreso, recortar el receso parlamentario, disminuir las rentas de los congresistas y hacer más severo el régimen de pérdida de investidura por ausentismo. Estos cambios son inseparables de las reformas al sistema de partidos y al mecanismo electoral por lo que no pueden pensarse sino de forma gradual y ajustada a la Constitución.
En tercer lugar, el cumplimiento de las tareas a resolver pasa por la desactivación del antipetrismo sin defraudar las bases de este último, es decir, concretar en la práctica el Acuerdo Nacional. Las acciones llevadas a cabo hasta ahora por el presidente electo han sido bien recibidas en general por quienes tenían demonizado al líder de la izquierda. Con particular beneplácito fueron recibidos los nombres de José Antonio Ocampo quien tendrá a su cargo sacar adelante la necesaria reforma tributaria y de Álvaro Leyva como canciller cuya tarea será negociar con el ELN. Sin embargo, algunos sectores del petrismo, si bien reconocen que sin alianzas es imposible hacer reformas desde el Congreso, han manifestado reparos a la política de acercamiento a las fuerzas tradicionales que se ha llevado.
Petro le ha apostado a conservar cierta estabilidad en el país y para ello, ha buscado conformar mayorías en el Congreso con el propósito de contar con la indispensable gobernabilidad que requiere el trámite de sus reformas económicas, políticas y sociales. Su planteamiento es sensato, pero no puede ignorar que la bancada del Pacto Histórico no es una bancada homogénea dirigida por un jefe único. Tampoco se puede pasar por alto que, como lo ha recordado Juan Lozano en una columna titulada Bolívar vs, Roy, el hoy presidente electo “…no habría sido elegido sin una base popular de gente muy joven hastiada con los viejos políticos, indómitos y beligerantes que no está dispuesta a entregarles a aquellos contra quienes combatieron los importantes espacios de poder que han conseguido…Pero tampoco se habría elegido Petro sin los políticos tradicionales y las organizaciones políticas de la vieja guardia reclutadas por Armando Benedetti y Roy Barreras….Bolívar y Roy son el agua y el aceite del Pacto Histórico. Encarnan las dos vertientes que marcharán en sentido contrario por los corredores de la Casa de Nariño a partir del 7 de agosto”.
Ante la realidad presente, la habilidad, el arte y la sensibilidad con que el presidente del Senado maneje la dinámica política que se configure después del 7 de agosto son fundamentales para llevar a buen puerto las reformas anunciadas. Desde la misma cúpula del poder se ha afirmado que los cambios anunciados deben tomar cuerpo, según lo previsto, durante el primer año de gobierno, es decir, mientras dure la luna de miel.
Rubén Sánchez David
Foto tomada de: El Tiempo
Tiberio Gutiérrez says
Rubén Sanchez David no menciona para nada la madre de las reformas, la reforma tributaria que es la que le da factibilidad, viabilidad financiera a los cambios prometidos, y con el ministro José Antonio Ocampo, parece que el “neoliberalismo progresista” va a continuar campante con leves retoques al estilo gatopardismo, que todo cambie para que todo siga igual. Vamos a ver cuando el ministro presente la reforma el 7 de agosto y entonces hablamos.