En este escenario han emergido nuevos agenciamientos en la práctica política que le exige a las ciencias sociales la elaboración de nuevos contenidos y categorías conceptuales para su estudio y comprensión; uno de estos espacios sociales tiene al campo de la política como una posibilidad de exploración a través de las dinámicas sociales de grupos poblacionales de la sociedad contemporánea (organizaciones de mujeres, jóvenes, grupos étnicos, ambientalistas, defensores de animales, población víctima de la violencia de la guerra, LGTBIQ+, entre otros), lo cual ha venido configurando un ejercicio político novedoso en la medida en que se interpela al Estado y a la sociedad desde referentes no convencionales, provocando cambios en la agenda política superando la democracia representativa y generando posibilidades de asociación y articulación con los partidos, en un contexto en donde el ciudadano y la organización social puedan representarse a sí mismos.
Estas nuevas Tecnologías de la Información y Comunicación (Tics) y en especial, las plataformas de redes sociales, juegan un rol fundamental en la medida en que posibilitan la construcción no sólo de redes de información que fortalecen el tejido social, los grupos de trabajo colectivo, sino además desde un ejercicio novedoso la conformación de grupos de investigación, que desde un enfoque colaborativo, facilitan el análisis y la comprensión de los problemas sociales, políticos, culturales, económicas y que, a partir de una permanente crítica y análisis contribuyen a “nuevas” formas de abordar las problemáticas y recrear la producción de saberes.
Ahora bien, los diferentes dispositivos tecnológicos se convierten en medios, herramientas que utilizan los actores sociales fundamentalmente para el agenciamiento de nuevas prácticas políticas, para gestionar sus demandas particulares; de esta manera, vienen definiendo unas formas singulares y emergentes en lo político, contribuyendo en novedosas prácticas de agenciamiento como las denominadas “primeras líneas” y de grupos de jóvenes que, a través de la articulación de las expresiones artísticas visibilizan las problemáticas sociales contemporáneas, como la exclusión y la marginalidad.
Sin embargo, en estas redes se comparten noticias, relatos, datos, informaciones que son distribuidos y apropiados, que van configuran una especie de memoria que se socializa y generan un arraigo, un sentido de pertenencia que va moldeando una especie de individualismo, que nos dice que el individuo libre, auténtico e independiente es la base fundamental de la actual sociedad “democrática”.
Y desde este escenario, se observan actitudes de angustia y ansiedad generadas por la pérdida o ausencia de acceder a un dispositivo tecnológico (celular, Tablet, portátil…); esta especie de “mutilación”, de algo valorado como una extensión del cuerpo, incrementa el estado de angustia y zozobra que puede inclusive provocar procesos de somatización, causante de cierta inestabilidad emocional, que afecta las relaciones e interacción con las demás personas.
Y es así, como las relaciones humanas se han tornado complejas, los individuos al separarse de la tecnología se observan fuera de su lugar habitual, como huérfanos, separados de su memoria individual y de su propia historia de vida, como desarraigados de su grupo social de referencia con el cual se identifica, espejo de sus propios ideales e intereses.
En este contexto paradojal, nos preguntamos: ¿Se convierten estas redes en vehículos para huir de un presente que no es deseable? ¿Fortalecen el invidualismo y se convierten en una limitante para la transformación colectiva de la humanidad?
O, por el contrario, podríamos afirmar que, ¿con las actuales tecnologías y especialmente con las redes sociales se generan las posibilidades de rebasar la supremacía del dato e información y potenciar la producción de nuevos relatos, que se traducen en nuevas prácticas sociales de relacionamiento con el otro y de construcción colectiva, para realizar las transformaciones hacia sociedades libertarias y democráticas?
Cuando realizamos una búsqueda, una consulta, un encuentro virtual, por ejemplo, lo hacemos por motivaciones personales para obtener más seguridad y consolidar nuestra personalidad. Sin embargo, si esta búsqueda es realizada de manera auténtica, implicaría trascender los intereses particulares en favor o servicio de intereses colectivos o del bien común. Estos medios tecnológicos, permitirían adaptarnos mejor y ser menos vulnerables sin perder nuestra identidad ni renunciar al mundo de hoy.
De acuerdo con Hara (2021) “Antes, la experiencia del ser en el mundo estaba dada con relación a la colectividad: el individuo se difuminaba en colectivos y el significado de su existencia estaba en cosas más grandes que él mismo, para las cuales vivía y en las cuales se disolvía”[1].
Las actuales tecnologías de la información y comunicación y, en especial, las redes sociales abren mundos posibles para compartir y construir con el otro, con los otros; redes colaborativas que permitan el intercambio y el dialogo para generar conocimiento y espacios de poder para hacer de lo deseable y probable proyectos de vida digna.
Es hora de elevar el ancla del mundo “del individualismo “y, dar vida a una nueva forma de pensar las nuevas tecnologías como medios para transitar a “hacer de la experiencia personal una experiencia colectiva”.
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[1] Hara, Luis Alberto. (2021) Qué es el individualismo y cómo impide la transformación colectiva de la humanidad. https://pijamasurf.com/2021/01/que_es_el_individualismo_y_como_impide_la_transformacion_colectiva_de_la_humanidad/
Luis Angel Echeverri Isaza, Trabajador Social, MG en Investigación en Problemas Sociales Contemporáneos.
Foto tomada de: Pinterest
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