Junto a columnas como la de Escobar que intentan explicar con seriedad el asunto, se encuentran otras que evidencian una superficialidad en crecimiento. William Ospina nos ofrece, cuál vendedor de utopías, el “método gratuito para salvar el mundo”: basta con cambiar las costumbres. Y Héctor Abad Faciolince, con mucha seriedad nos explica que el problema es la cantidad de gente: bastaría con reducir la población mundial para superar los problemas. Parece increíble, pero es cierto. Los invito a leer sus columnas, con seguridad se divertirán.
Arturo Escobar: ¿Por qué hablar de decrecimiento[1]?
Escobar afirma que después de siglos de capitalismo y décadas de promover el desarrollo no han disminuido la desigualdad y la pobreza. Pero, ¿este es el objetivo del sistema capitalista?
En mi opinión Escobar no apunta a lo esencial. El fundamento o razón de ser de la economía capitalista no es la búsqueda del crecimiento sino la obtención de plusvalor; en la búsqueda de este objetivo supremo las economías capitalistas han crecido y desarrollado extraordinariamente sus capacidades productivas. Pero esa economía, contrario a lo que plantea Escobar, no solo sabe crecer y acumular, sabe, y muy bien, cómo extraer excedente a los trabajadores en beneficio de los capitalistas.
Escobar no va a las raíces. Lo característico no es la obsesión productivista y desarrollista de gobiernos, empresarios y políticos. Los Estados capitalistas pretenden mostrarse interesados por el desarrollo y la productividad, pero realmente están interesados en apoyar a los capitalistas en la obtención del plusvalor. Escobar no da en el blanco. Además, no se trata del desarrollo en general, sino de desarrollo dentro del capitalismo, lo cual establece unos límites precisos a lo que se puede alcanzar dentro del sistema.
Escobar pretende que creamos que ha habido décadas de política económica desarrollista, lo cual no es cierto. Con todas sus contradicciones, crisis y conflictos, el desarrollo capitalista ha logrado su finalidad: concentrar la riqueza en un extremo, generar un plusvalor inmenso año tras año, concentrar los ingresos en los capitalistas más ricos, generando un polo de inmensa riqueza y lujos que coexiste con una enorme masa de asalariados de bajas ingresos y trabajadores por cuenta propia, con niveles extremos de pobreza y de miseria. La razón de ser del capitalismo, la búsqueda insaciable de ganancias, se ha venido cumpliendo.
Escobar señala las consecuencias negativas del desarrollo capitalista, pero no explica realmente a qué se deben. Le da mucho peso a enfoques de política que no han cumplido con sus objetivos, no va al fondo del asunto.
Plantea unos objetivos generales en los cuales difícilmente alguien estaría en desacuerdo. Pero qué hacer para lograrlo no es claro. Propone estimular economías alternativas, ecológicas, feministas, comunitaria y populares. La propuesta no es concreta, siguen siendo objetivos más que acciones concretas. No plantea qué implica esto en términos de cambios sociales y políticos. Escobar piensa con el deseo.
Punto interesante: los “recursos disponibles pueden compartirse e invertirse de manera diferente, para asegurar una vida plena para todos con menos dinero, menos explotación y menor degradación ambiental”. Efectivamente con los recursos disponibles en la sociedad colombiana podría garantizarse a todos los colombianos una vida más sabrosa, pero esto no es posible dentro del capitalismo.
Ospina y su método gratuito para salvar el mundo[2]
“Ese podría ser el método gratuito para salvar la vida en el mundo: que no sean los Estados los que nos digan cómo vivir. Que escojamos libremente lo bello, lo gratuito, lo natural, lo simple, lo saludable, lo necesario. Es más fácil que eso salve al mundo; no los Estados, no las burocracias”.
La superficialidad de Ospina no tiene límites. Su tesis central en esta columna es que el deterioro ambiental es responsabilidad de las costumbres de los seres humanos. El daño ambiental está en la dieta humana, en la costumbre de usar plásticos, en el consumo desaforado de energía, etc. Exculpa a la industria: “claro que la industria es responsable, pero somos nosotros los que la sostenemos”.
Su solución mágica es, en su opinión, una revolución verdadera: basta con cambiar las costumbres. El asunto es muy simple: debemos cambiar la dieta, no usar plásticos, etc. ¿Por qué no se le había ocurrido a nadie? Afortunadamente Ospina es muy generoso y ofrece gratuitamente la solución para salvar al mundo. Solo falta esperar que todas las sociedades del mundo la acojan. Supongo que luego ofrecerá la solución para terminar la violencia: bastará con que cambiemos de costumbres y dejemos de matar, secuestrar, etc. Es genial Ospina, lástima que haya demorado tanto en compartir su solución.
Es justo reconocer que duda de su enfoque. “Las costumbres, la cultura, nos pueden salvar pero…también nos matan”. Obviamente, la dieta es cultura, el uso de plásticos es cultura, etc. Todo es cultura. Todo es costumbre. Con lo cual no explica nada en concreto. No se pregunta por qué razón los seres humanos tienen ciertas costumbres y no otras. No le da curiosidad tratar de entender cómo se hace para cambiar las costumbres. Él está satisfecho con haber encontrado la fórmula mágica. Esto es suficiente.
Abad Faciolince le compite a Ospina en superficialidad[3]
El desastre ambiental se podría reducir y prevenir si disminuye sustancialmente la población. Abad Faciolince hace un gran descubrimiento: “el decrecimiento de la población produce una inmediata disminución en el consumo de combustibles fósiles”. Es decir, si reducimos a la mitad la población mundial, habremos resuelto buena parte del problema; si reducimos la población mundial a una décima parte, habremos resuelto el problema. Si no hubiera seres humanos, no habría problema ambiental y tampoco nos enteraríamos. Entre Ospina y Faciolince han encontrado las soluciones mágicas: el primero, encuentra que basta simplemente con que cambiemos las costumbres (no usar plástico, etc.); el segundo no pide cambiar tantas costumbres, simplemente una, la de reproducirnos, especialmente los pobres.
El gran problema: “uno de los grandes problemas humanos es nuestra manía de tener muchos hijos”. Mejor dicho, sobra gente. “Hay consenso entre muchos estudiosos en que el decrecimiento más importante para moderar el cambio climático es congelar o reversar el crecimiento de la población” (¿Cuáles serán esos estudiosos? Abad Faciolince no los menciona).
Y envalentonado con su gran descubrimiento decide aplicarlo también al “problema de la pobreza”.
Nos dice seriamente: “ Puede sonar cínico, pero no lo es: una manera práctica de que haya menos pobres es que nazcan menos pobres…” El razonamiento (si se le puede llamar así) es simple y preciso: si no naciera un solo pobre más, dejaría de haber pobres en un tiempo cercano. Si los pobres terminaran con esa manía de tener hijos el problema estaría resuelto. La culpa de la pobreza son los propios pobres. Es posible que una de las manías de Faciolince sea no estudiar y decir lo primero que se le viene a la mente, pero, ¿no sentirá algo de vergüenza? ¿No pensará antes de escribir? ¿No se le ocurrirá leer algo? ¿No consultará a algún amigo? Ni siquiera Susanita, la amiga de Mafalda, logra decir tantas tonterías.
Lo que si queda claro es que Faciolince es un defensor del capitalismo. Al final de su columna incluye el siguiente texto de Joseph Pla: “El capitalismo es irracional, caótico, desordenado, injusto , doloroso, triste, absurdo…exactamente como la naturaleza. El capitalismo ha nacido de la vida humana por las mismas razones que en la primavera nace la hierba de la tierra. Esta naturalidad de pensamiento y de manifestación no prejuzga la moralidad o la inmoralidad del sistema. En la naturaleza no hay nada intrínsecamente bueno ni intrínsecamente malo. En la naturaleza no hay más que pura cosmografía, absoluta indiferencia.” Utiliza muchos adjetivos calificativos sobre el capitalismo, pero no plantea nada sustantivo. Evidentemente, Faciolince no tiene idea de qué es el capitalismo.
Pero comparte la tesis de que es algo natural, tan natural como que nazca la hierba en primavera. Lástima que el límite de la columna no le permitió continuar y explicarnos en qué prado, árbol o montaña nacen los capitalistas y en cuáles los trabajadores asalariados, productos de la naturaleza como el propio capitalismo. Tantos historiadores que se quemaron las pestañas investigando los orígenes del capitalismo y evidenciando la manera en la cual se desarrollaron históricamente las clases sociales que constituyen su relación fundamental. Si hubieran leído antes a Abad Faciolince se habría ahorrado mucho tiempo y esfuerzo.
La naturaleza produce de todo: hasta columnistas como Ospina y Faciolince. Bastó que Uprimny planteara la necesidad de enriquecer el debate sobre el decrecimiento para que estos dos connotados intelectuales contribuyeran, meritoriamente, a su empobrecimiento.
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[1] https://www.elespectador.com/opinion/columnistas/arturo-escobar/por-que-hablar-de-decrecimiento-buen-vivir-y-vivir-sabroso/
[2] https://www.elespectador.com/opinion/columnistas/william-ospina/el-metodo-gratuito-para-salvar-el-mundo/
[3] https://www.elespectador.com/opinion/columnistas/hector-abad-faciolince/contra-el-capitalismo/
Alberto Maldonado Copello
Foto tomada de: El Español
Luis Eduardo Vargas Rojas says
Cuando los costos de producción ,frente a las utilidades, son mas altos. Se disminuye la producción a costos razonables y menos utilidades empresariales con beneficios colaterales para la humanidad. Luis Eduardo Vargas Rojas
Néstor says
Pregunta a Maldonado: En cada articulo que escribe, le apunta siempre a la esencia del capitalismo. En este caso señala “la obtención de plusvalor como objetivo supremo de las economias capitalistas”. Pero no se debe olvidar que esta tesis tiene un matiz señalado por Polanyi en “la Gran Transformación”. Y es el mercado. Su reproche a Marx- el de Polanyi-,y en este caso a Maldonado, se dirige a indicar que las relaciones sociales no se pueden reducir a relaciones de producción -extraccíon de plusvalia-. Por eso a Maldonado le cuesta reconocer que “ha habido décadas de desarrollismo- Estado de Bienestar-. ¿ Su enfoque, señor Maldonado, no es acaso economiista?.
En cuanto a las criticas que hace a Ospina y Faciolince, me parecen acertadas. Sobre todo a este último. Argumenta con una lógica que se antoja facista.