Mejor un gobierno fuerte que un matrimonio frágil por conveniencia, y es aquí donde el nuevo gobierno debe valorar:
- La arquitectura institucional diseñada para conservar el estado de cosas y, en el caso de la política pública social, hacer del padecimiento humano un negocio; es, en esta racionalidad en donde, el gobierno del cambio, desplegará toda su gestión para el cumplimiento de la propuesta programática para la transición democrática, por la cual, las mayorías de colombianos votamos;
- La institucionalidad que ha sido instituida para preservar la pobreza y la exclusión, como una estrategia política y electoral para sostener un regimen político que se sustenta en las prebendas, la clientela y el asistencialismo;
- El legado que recibe este nuevo gobierno, es de un país con 26 millones de personas que viven mensualmente con un ingreso entre $161.099 y $354.031 pesos, es decir, cerca del 52% del total de la población colombiana y, 21 millones de habitantes con deficiente ingesta de alimentos y, por ende, mal nutridos; ni que decir de los niños y niñas que mueren diariamente por falta de alimentos y de condiciones de salubridad publica adecuada;
Ante esta realidad, tener certeza absoluta del camino emprendido hacia una Colombia mejor, es tener la capacidad de superar versiones enigmáticas que llevan a despedazar, a destrozar y quizás a aniquilar toda posibilidad de transformación.
Las presiones generadas por las élites, a través de la matriz mediática para descalificar, generar zozobra y angustia frente a unos cambios estructurales que requiere la sociedad colombiana -y que no por “azar” no se han dado- y, con ello, crear un manto de malestar y fijar en la mente de las personas ideas de un “presunto” engaño, del gobierno que lidera la transformación, es una falacia.
Por tanto, es perentorio que los nombramientos de los servidores públicos sean realizados con celeridad; se requiere templanza, compromiso, experiencia profesional, conocimiento de la gestión pública, de los sectores productivos y sociales desde donde se liderará el cambio, para hacer del ejercicio del servicio público la transformación propuesta en el programa de gobierno, la cual, no puede ser víctima de funcionarios que obedecen a lógicas partidistas de los sectores hegemónicos que le apuestan a obstruir el cambio.
Este gobierno no necesita servidores públicos que hagan de su gestión, una costumbre oculta y maliciosa que vaya en contra del proyecto renovar; hoy, por “casualidad”, muchos de los que aún están en sus cargos desde el gobierno anterior se autoproclaman “progresistas, demócratas, libres pensadores e incluso de izquierda”, ante esta realidad, el gobierno debe tomar las decisiones para impedir que la transformación se vea truncada, máxime cuando el periodo presidencial es de cuatro años y el tiempo es tan fugaz, que no se puede caer en galimatías y en confusiones que generen desorden.
En este sentido, debe existir una política desde el gobierno que lo proteja del riesgo que puede producir un contraproyecto desde adentro, que impida o minimice el cambio. Los servidores públicos que posesione este gobierno deben dar la plena garantía del proyecto de cambio por el cual, fue elegido el presidente de la República.
Tener la mente relajada y tranquila para poder avanzar en este proceso; separarse de las versiones que se difunden en los medios de comunicación y redes sociales, para generar zozobra y oscuridad; empoderarse y responder a los anhelos de cambio y transformación implica tener la capacidad de discernir entre la verdad y lo ilusorio, por eso no es suficiente en este mundo de hoy, quedarse con las voces que pretenden acabar con lo que no ha nacido.
El cambio, tema complejo y profundo lleno de significados y promesas incumplidas, donde se juega el deseo de un país y de millones de personas para tener una vida mejor.
Hay que concentrar la gestión y el servicio público, en la agenda de transformación para la transición democrática, que contempla la lucha contra el hambre, la jurisdicción agraria, la reforma tributaria, el marco jurídico para la paz y la seguridad humana; la reforma al sistema de salud, la reforma política y laboral, las políticas de “protección social”, la transición energética, que llevarán al cambio y para ello, se debe tener convicciones firmes y conocimientos suficientes para lograrlo y, que permita madrugar más temprano en este presente vigoroso que no se corresponde con los tiempos del pasado, hoy que tenemos gobierno.
Luis Angel Echeverri Isaza, Trabajador Social, MG en Investigación en Problemas Sociales Contemporáneos.
Foto tomada de: El País Cali
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