¡Había nacido Santo Domingo Vidal!, ese 19 de julio de 1841, en una de las tantas casas rústicas de ese pueblo de rio y ciénaga que era entonces Chimá. A pesar de existir versiones que aseguran la falta de progenitores de Santo Domingo porque él es hijo de la ciénaga, lo cierto es que su padre fue un campesino de nombre Gaspar Villadiego y su madre una panadera de nombre Rafaela Vidal, de quien tomó su apellido.
Era mestizo pero se destacaban sus rasgos indígenas.
2 De sus primeros años es poco lo que se conoce. Solo que a la edad de siete una misteriosa y breve enfermedad le paralizó casi todo el cuerpo, dejándolo acostado boca arriba, con las piernas encorvadas, el brazo derecho inmóvil, moviendo apenas dos dedos de la mano izquierda.
Ya adulto alcanzó a medir un metro y cuarenta centímetros. Era delgado, de rostro fileño, cabellos negros con entradas, ojos pardos, boca pequeña, labios delgados y nariz recta. La tradición lo recuerda como un hombre sobrio, sencillo, de buenos modales y hablar pausado, comprensivo, noble, enemigo de las lisonjas y las exageraciones. Leía y meditaba mucho. Devoto creyente de San Emigdio, patrono del pueblo. Sensible y carismático. Vidente. De risa dulce pero enigmática. La soledad de la parálisis le impidió hacer muchas cosas pero le benefició en la capacidad de la reflexión profunda y serena.
3 Nadie sabe cómo aprendió a leer y escribir. Ni cómo fue que se hizo maestro, pintor y escultor. Por declaraciones de sus últimos alumnos, muertos hace mucho tiempo, es sabido que le gustaban mucho las matemáticas y averiguar el porqué de las cosas de la vida. De sus cuadros, pintados en madera, cartón y tela, han sido recuperados dos: San Emigdio y Santa Verónica. Se habla, incluso de un autorretrato que no ha podido hallarse. Algunos suponen que los elaborados en madera los deben conservar familias de pueblos de Córdoba, de Bolívar y del exterior. De su obra como escultor no tenemos todavía ninguna prueba.
Germán Morales, pintor con estudios universitarios y paisano del santo, le encuentra a su pintura un gran parecido con lo que estaba haciendo en Europa por estos mismos años el maestro de arte moderno Paul Klee. Asegura que la calidad, los temas místicos y la expresión del rostro y las manos son aspectos donde coinciden de manera sorprendente.
Las tres últimas décadas del siglo pasado y la primera del actual fue la época grande de Chimá, en especial cuando el río Sinú pasaba por el pueblo. Llegó a convertirse en el pueblo más importante de la zona. El arribo de grandes barquetones y barcos de regular calado era cosa frecuente, lo mismo que la visita de personajes de Cartagena y el exterior. Con muchos de ellos se entrevistó Domingo Vidal: educadores, pintores, sacerdotes, filósofos, bohemios, charlatanes. Las casas de balcones con dos pisos y las mujeres vestidas con la elegancia de las cortesanas, complementaban este cuadro de grandeza y bonanza, hoy desaparecido del todo.
Mientras el mundo era esto en sus alrededores Domingo Vidal, sujeto de por vida a una cama sencilla, mantenía su cabeza sobre un leño que le servía de almohada, una tabla de cedro colocada sobre el pecho hacía las veces de mesa, escritorio y taller y con dos garabatos de distintos tamaños espantaba las moscas y rascaba las partes del cuerpo.
4 En vida comenzó a hacer milagros y a recibir la adoración de la gente. Siempre le disgustó que lo llamaran santo, que lo sobaran para alcanzar la paz y la salud y le prendieran velas que lo hacían sudar copiosamente.
Cuando murió el sábado de gloria de 1898, hubo una gran consternación en Chimá y en todos los pueblos de los alrededores. Tres días y tres noches duró la velación, sin sufrir su cuerpo ninguna clase de descomposición. La devoción aumentó produciendo la exasperación de la Iglesia católica, sobre todo de los sacerdotes de Lorica. La incomprensión de este comportamiento, típico de los pueblos de ciénagas con fuerte penetración indígena y el celo exagerado de la iglesia ocasionó desde antes de la muerte de Domingo, agrios y peligrosos enfrentamientos con los creyentes del santo.
Durante muchos años sus restos no encontraron quietud de ninguna clase. Primero los depositaron en una bóveda particular, luego dentro de las paredes del lado sur de la iglesia, más tarde en el suelo dentro de la iglesia, después en casa de Antonio Oliveros, con el paso del tiempo le construyeron una casilla de techo de zinc en la misma plaza y por último una pequeña capilla en una esquina del cementerio. Actualmente lo encontramos en el mismo sitio pero la capilla ha crecido considerablemente en tamaño y belleza.
A pesar de contar Chimá con una de las iglesias más bellas que existen en el departamento, la capilla o casa de Santo Domingo es el lugar por excelencia de la devoción popular, el encuentro alegre, la recreación sana, donde disfrutan la vida que corre feliz por el jardín y en cada risa y cada promesa de los enamorados que en las noches visitan el lugar. Por ser tan dados a la vida los creyentes de Santo Domingo perdonaron ya al padre Lácides Caferino Bersal Rossi de Lorica por cometer contra el santo el acto brutal y bárbaro que nadie haya cometido en Chimá: el despedazamiento que hizo con hachuela y martillo del cadáver intacto el mismo día que lo sacaron de la fosa donde había permanecido por varios años.
5 Los creyentes son incalculables. Los consiguen en cientos de comunidades, pertenecen a todas las edades y condiciones sociales, vienen solos o en romerías, muchos llegan arrodillados, con las carnes destrozadas pero con la conciencia y el alma en absoluto reposo. Siempre lo han hecho así. Desde las primeras ferias que le organizaron en el pueblo, pasando por las fiestas donde exponían y “jugaban” el ganado, hasta llegar a la fiesta de la Candelarita el 2 de marzo, utilizada para hacerle visitas tumultuosas. Cada vez que lo visitan para solicitarle o pagarle milagros realizados le llevan flores, velas, dinero, le rezan oraciones y le entregan figuritas de oro o plata donde representan el milagro recibido.
Normalmente el creyente que llega saluda a los que están en el recinto, se dirige al centro donde reposan los restos en una urna de concreto y sobre ella un cuadro pintado por el desaparecido pintor Ulianov Chalarca que representa al Santo. Se detiene delante de él, le musita unas oraciones, le toca una parte del cuerpo, deposita el dinero que desea en una alcancía, le enciende velas, entrega las figuritas correspondientes, anota en el libro de registro de visitas su nombre, la petición que desea formularle, lugar de donde vino, fecha y motivo por el que está ahí.
La petición que hace es amigable, dulce, como a un viejo amigo o a un padre comprensivo. Algunos de los que prenden velas las apagan cuando van por la mitad, las llevan para conjurar los malos espíritus y los suestes devastadores. Otros llevan algodón, lo soban y lo guardan para aplacar algunos malestares. Y hay quienes llevan agua en botella para después usar en caso de dolores de cabeza y del estómago.
6 El 2 de enero de 1956 los creyentes y simpatizantes del santo se reunieron para designar la “Junta de canonización de Santo Domingo”. Además de esta función tendrían la de mejorar y embellecer el lugar, recibir e invertir los bienes y dineros obsequiados y acrecentar la devoción y el reconocimiento al santo. Actualmente los miembros de la Junta son 10 personas conocidas ampliamente por la comunidad. Después de un tiempo las figuritas son vendidas a precios razonables según disposición de la Junta.
Los milagros que más le solicitan o pagan son:
– Porque no me vuelva a dar la apretazón que me daba.
– Porque me quites la bolita del cuerpo que me está creciendo.
– Por ser más atento en el estudio.
– Por la venta de la casa.
– Porque nuestros cultivos salgan bien.
– Porque el niño salga bien de la operación.
– Te traje cinco fracciones de la lotería La Sabanera, el número 8589, ¡partimos si gano!
– Te traje un coco y la manotada de arroz por el milagro que me hiciste.
– Te pago 12 manos de maíz, es decir, 60 mazorcas.
– Te felicito por tu cumpleaños, hoy 19 de julio. Para que me mantengas bien de salud y borres mis tristes pensamientos.
– Te traje seis paquetes de velas, te quedo debiendo cinco.
– Porque mi carro marche siempre bien.
– Por ayudarme en ese combate.
– Por vender la finca.
– Por salvarme del paludismo cerebral.
– Por salir bien del parto.
– Porque tuve la niña que deseaba.
– Por haberle expulsado el hueso que tenía atravesado en la garganta
– Porque me cures del flujo que tengo.
– Porque apartes a todo el que me desee mal.
– Porque me protejas en el trabajo fuerte que tengo y de la Policía.
– Cúrame pronto de todos mis males del cuerpo, te dejo una foto mía de recuerdo, la promesa que te hago es traerte un paquete de cigarrillos Kent y dejar de fumar en toda mi vida.
– Por los 31 años que he estado como empleado oficial sin tener ningún tropiezo en mí camino.
– Porque le quites esa postema que le salió a Luisito en la nalguita.
– Porque mi tío se encuentre bien en Venezuela.
– Mi corona de matrimonio a cambio de tu bendición toda la vida.
– Porque ganen mis gallos de pelea.
– Porque reanuden rápido las clases en los colegios este año.
Nota. Tomado del libro Relatos de nosotros los cordobeses. Montería, marzo 2017
Víctor Negrete Barrera: Centro de Estudios Sociales y Políticos Universidad del Sinú