De la Praxis a la Filosofía de la Praxis
“Buscar, no suponer la unidad, y exponer genéticamente, pero no deducir las diferencias.” I. Kant.
Es Antonio Labriola una figura intelectual relevante para Antonio Gramsci, escritor de los Cuadernos de la Cárcel, y de modo particular. Lo es para el debate esclarecedor contra Benedetto Croce, intelectual orgánico de la burguesía italiana, y defensor del orden político nacido del Risorgimento, esto es del fascismo, porque garantizó con su función la conexión del norte con el meridion italiano, poblado de grandes masas campesinas sometidas a un proceso de revolución pasiva de larga duración.[1]
Señalo que Labriola y Gramsci son modernos, para tratar, enseguida, de modo particular la problemática de la filosofía de la praxis, cuyo corazón es la acción política, su precursor Nicolás de Maquiavelo, y la hegemonía su concepto teórico práctico fundamental.
La ponencia que presento a este Coloquio Internacional ¿Por qué Gramsci en América Latina? se ubica en la lectura actual de los Cuadernos de la Cárcel, en los apartados de notas que tocan con “los intelectuales y la organización de la cultura”. Este fue el primer nombre dado a uno de los seis volúmenes temáticos de la primera publicación italiana (1947-1951), que controló Palmiro Togliatti.
A Croce lo bautiza Gramsci como un papa laico, porque como liberal planteó no solo la necesaria separación entre iglesia católica y Estado, sino la necesidad de darle entidad a la secularización de la sociedad italiana en procura de la modernidad burguesa de la sociedad civil premoderna italiana.
Francisco Piñón, estudioso mexicano de la obra de Gramsci, en su libro La Modernidad de Gramsci, se aboca al estudio de Antonio Labriola con notable provecho analítico. En particular, él cita Los problemas de la filosofía de la Historia (1887), donde Labriola explicita su incompatibilidad teórica con la visión teleológica de Hegel, sin que niegue la unidad de la historia humana.
Pero, eso sí, Labriola afirma que aquella unidad no preexiste, sino que se forma en un proceso histórico que integra las formas y las diferencias genéticamente. Dice Piñón que, con tal enfoque, Labriola se acerca a la psicología social en formación, de modo específico, a los precursores Lazarus, Stenthal y Bastian, quienes, a su vez, son los seguidores de la obra pionera de Humboldt y Herbart. (Labriola, 159)
En todo caso, Labriola tampoco ignora, no desecha el elemento dialéctico presente en la filosofía hegeliana; así que, “el proceso histórico…no es solo momento de una serie…sino punto de revolución necesaria.” Al hacerlo se aproxima a una forma de pensamiento de ruptura. Además, Labriola propone un entendimiento holístico, la historia de los hechos se ilumina con la historia de las ideas. (Labriola, 160-61)
El método genético
Labriola, corresponsal de Federico Engels, no acepta el desprecio de los positivistas por Hegel, y como respuesta al interior del materialismo histórico elabora el concepto de método genético como central a su teorización de la historia. Este método, por igual, “deja desprejuiciada cualquier particular formación porque abraza “el contenido real de las cosas en proceso.” (Labriola, 162).
De otra parte, Labriola aclara que, la esencia del método marxista no es la dialéctica… (que) es solo una forma de pensamiento: una virtuosidad lógico-formal. No es contenido real. (162)
En suma, el método dialéctico debe subordinarse al método genético porque incluye la formulación de “un ritmo de pensamiento, que reproduce el ritmo más general de la realidad que está en proceso.” (162) Al afirmar esto, Labriola anticipa claves metodológicas de Gramsci, cuando en los Cuadernos de la Cárcel, se refiere a cómo estudiar la obra de Carlos Marx, un pensador no sistemático.[2]
En materia de métodos, Labriola tampoco olvida a Marx, en el sentido que la exposición de argumentos es diferente formalmente de la investigación. En su Correspondencia ejemplifica esta diferencia entre la génesis concreta, p.e., la acumulación inglesa, y la génesis abstracta, el análisis de la mercancía en El Capital. La dialéctica es una fórmula sintetizadora post festum.
Anota Piñón que, a propósito de lo concreto,[3] Hegel incluye la expresión con-crescere, algo concreto, determinado, finito, constitutivo del espíritu universal. En suma, el búho siempre va detrás de la historia. La experiencia metafísica hegeliana era el aullar con los lobos. (163)
Ahora, para Labriola, la filosofía de la praxis y su método genético es el núcleo del materialismo histórico: “inmanente a las cosas mismas que filosofa”. De ahí que siempre exista el riesgo de substantivizar un proceso a los términos del mismo.
Así que algunos acusan a Labriola de fatalismo objetivo, pero, él es un comunista crítico que no moraliza, no predica, no anuncia nada ( ). En todo caso, Gramsci, ante su maestro, criticará y meterá la subjetividad en las cosas, lo que es un elemento importante. Al hacerlo vuelve sobre su maestro Maquiavelo, quien postuló en su obra moderna acerca de la política, “la verdad efectiva de la cosa”. De este modo, el núcleo duro de la economía también se historiza, y en los Cuadernos, al estudiar Gramsci la hegemonía, postula que en últimas toda hegemonía es económica.[4]
Según Labriola, “la crítica verdadera de la sociedad está en la sociedad misma” (167). El pensamiento es praxis activa y creativa; no existe un progreso preseñalado. En ese sentido, anota Labriola: “No se puede reducir la historia a categoría económica, el concepto de última instancia exige análisis y reducción, mediación y composición. (170,71) Con lo dicho, Labriola hace profesión de fe en la inmanencia, y avanza en el recorrido hecho por Spinoza como materialista metafísico, y filósofo de la inmanencia.
Para el filósofo Francisco Piñón, con quien establezco la interlocución sobre Labriola y Gramsci, en tanto modernos, los grandes interlocutores de Gramsci son Hegel y Croce, para quien, “la dialéctica es un nuevo modo de pensar, una nueva filosofía e inclusive una nueva técnica.”(178) Gramsci lo escoge para avanzar en la respuesta a las críticas que Croce le hace al materialismo histórico, después que fuera destacadísimo discípulo de Labriola, como lo fuera también Giovanni Gentile, su compañero de viaje en la revista La Crítica social.
En su crítica al materialismo histórico, Benedetto Croce llamaba a la estructura en el marxismo,[5] una ingenua representación de un “dios escondido”. (178) Croce intenta suprimir como pensador liberal trascendencia y teología, pero a su historia le falta la carne y la sangre. Por eso, dice Piñón, que Gramsci piensa que el idealismo italiano fue un paso atrás con respecto a Hegel, quien no desecha la realidad histórica con su naturaleza conflictiva, con su tiempo de guerras.
Para Hegel la filosofía es concreta o no es (179). Es el saber pensante de aquello que hay en el tiempo. Un individuo no domina su tiempo. Sería más bien su hijo, del mismo modo que no puede salir de su piel. (179)
Gramsci, quien ve a Hegel a través de Croce…recoge las dos tradiciones, el progreso y el devenir, la francesa y alemana. No las divide: “Ellas han nacido juntas, como política (en Francia), como filosofía (en Alemania), después desarrollada en Italia.”(Il materialismo storico, 1971, p.39).
Pero, claro, Gramsci incorpora también una tercera fuente, la crítica de la economía política para explicar el “misterio” de la hegemonía que está presente en la contribución política, el pensamiento de ruptura que ofrece la revolución rusa conducida por V.I. Lenin y los bolcheviques.
La idea de progreso es ideología
Gramsci piensa que la idea de progreso es una “ideología”, que corresponde a la conciencia difundida de que se ha alcanzado un estado que implica una cierta relación entre la sociedad y la naturaleza, ha servido “políticamente” a la formación de los modernos estados constitucionales. Es la modernidad, en la cual se ha perdido la fe “en la posibilidad de dominar racionalmente la naturaleza y el destino.”
Para Gramsci, sin embargo, los campesinos siguen sin comprender el progreso de la experiencia burguesa liberal radical. Atrapados por “las fuerzas naturales y del destino, conservan una mentalidad mágica, medioeval, religiosa.” (180). Él dice que, “En el devenir se ha tratado de salvar aquello que hay de más concreto en el progreso”: el movimiento, y mejor, “el movimiento dialéctico”. (181)
Según Piñón, la filosofía política de Gramsci consiste en el desarrollo de dos elementos: devenir y progreso fusionados en una dialéctica, en estructura e ideología, es decir, en lo histórico-político y lo filosófico-especulativo:
“En el párrafo sobre el `materialismo francés´ del siglo XVIII (La Sagrada Familia) está abundante y claramente bien acentuada la génesis de la filosofía de la praxis: es el “materialismo” perfeccionado por el trabajo de la misma filosofía especulativa y fundido con el humanismo.” (Il materialismo, 51)
El devenir y el progreso son el marco teórico de su bloque histórico, señala Piñón. Sin embargo, Gramsci supera y continúa el idealismo activo, proponiendo el materialismo activo de Marx. Es cierto que, no piensa eliminar toda clase de filosofía, como piensa Croce. Sí identifica, en concreto, la filosofía con la historia de la filosofía y a ésta con la política. (181) Al hacerlo es un continuador de la senda abierta por Maquiavelo, como pensadores de ruptura, [6]que van más allá de la crítica filosófica.
Gramsci plantea también la historicidad de la filosofía y niega la filosofía absoluta o abstracta y especulativa, o sea, la que nace de la filosofía precedente y hereda los así llamados “problemas supremos”. (181)
En Gramsci, la preeminencia pasa a la práctica, en tanto praxis, a la historia real de los cambios de las relaciones sociales, de los cuales, por consiguiente, nacen (o son presentados) los problemas que el filósofo se propone y elabora. ( 182) Al respecto, está reconocida la relevancia de la lectura de las Tesis sobre Feuerbach, que Gramsci conoció como parte del apéndice al trabajo de Engels titulado Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana.
El concepto materialista de historia
En Croce el concepto de historia es especulativo, en Gramsci es una cosa práctica; es una identificación real, entre el ser y el pensar, entre filosofía y política, entre filosofía e historia. De ahí que la filosofía clásica alemana tiene un solo heredero: el proletariado. (182). Estas son las premisas de la filosofía de la praxis, la complejización y completez de la praxis materialista, el materialismo activo preconizado por Marx.
Gramsci busca una unidad dialéctica, dice Piñón, en el acto histórico concreto, y lo responde al preguntarse por el significado del monismo: “No ciertamente el materialista, ni aquel idealista, sino identidad de los contrarios en el acto histórico concreto, o sea, actividad humana (historia-espíritu) en concreto…Filosofía del acto (praxis, desarrollo), pero no del acto puro, sino del acto impuro, real, en el sentido más profano y mundano de la palabra.” (Il materialismo, pp: 52, 53)
Al respecto, Gramsci reprocha a Bernstein que afirme:
“…el movimiento lo es todo y el fin no es nada, bajo la apariencia de una interpretación “ortodoxa” de la dialéctica, esconde una concepción mecanicista de la vida y del movimiento histórico: las fuerzas humanas son consideradas como pasivas y no conscientes…”(Il mater, 190)
La crítica a Croce no es porque en lugar del concepto de “sistema” haya puesto en evidencia el concepto de “problema filosófico”. Para él, “los problemas que el filósofo debe resolver…son aquellos propuestos por el desarrollo histórico actual.” (184)
Para la respuesta crítica de Antonio Gramsci, Croce se quedó a medio camino, en particular, por no comprender el concepto de estructura, históricamente: “el conjunto de las relaciones sociales en las cuales los hombres reales se mueven y obran, como un conjunto de condiciones objetivas que pueden y debe ser estudiadas con los métodos de la filología y no de la especulación.” (Il Mater, 226)
La filosofía de la praxis deriva de una concepción inmanentista de la realidad, que propone transformar el mundo. No se trata de un inmanentismo metafísico, en tanto historia, historicidad, puro humanismo. “Es la concepción historicista de la realidad, liberada de todo residuo de trascendencia y teología…el historicismo croceano, en cambio, permanece todavía en una fase teológica-especulativa.” La anterior es la crítica que Marx le hace también a Hegel en los Manuscritos económico-filosóficos. (185)
El de Croce no es un verdadero historicismo, porque ha quedado prisionero de una visión estática, especulativa. La dialettica dei distinti responde a una “real exigencia metodológica”, pero es una solución puramente verbal. Sus distinzioni resultan causas de abstracción, de antihistoricismo, por su aplicación formalística.
La historicidad y no la definitividad de las filosofías se justifica por principios genéricos. Lo hace a través del principio general del devenir; por la otra reafirma el principio que la filosofía no es una cosa abstracta…es la resolución de los problemas que la realidad en su desarrollo incesante, presenta” (Il Mater, 229)
Pero, según Gramsci, no es con principios abstractos y genéricos con los que se justifica la historicidad de las filosofías. Porque entendidos de forma especulativa, espíritu y naturaleza humana son “punto de partida” en lugar de ser un “punto de llegada”. (186)
Croce, en cambio, nunca deja de pensar la realidad histórica con conceptos especulativos “externos” y “yuxtapuestos” al devenir histórico… Así, “Croce le preparó el terreno espiritual a un Giolitti, en 1912, con el pacto Gentiloni, para una alianza con los católicos,” inmersos, sobre todo, en las masas campesinas. (187)
Para Gramsci, la filosofía de Croce es una filosofía (una dialéctica) de las ideas, no una filosofía de las cosas. En síntesis, Croce confunde el “devenir mismo” con el concepto del devenir. (Il Mater, 258)
En lo metodológico, el concepto de dialéctica de Croce no es precisamente la de “los opuestos” o “contrarios”, sino aquella, jamás definida satisfactoriamente, “dialettica dei distinti”. Para Gramsci no se trata, tampoco, de dilucidar la esencialidad de aquella dialéctica. “Podría provenir del concepto de homo economicus. La primera distinzione puesta por Croce es históricamente la del “momento de la economía o de la utilidad” que no puede coincidir con la de los economicistas, el momento de la utilidad o económico.” (188)
Porque Croce incluye una serie de actividades humanas, irrelevantes para la economía, como el amor. En suma, Croce y su concepción del mundo, su filosofía se encerraría: ¿en el mismo devenir o en su concepto? (188)
Piensa Gramsci que, “realidad en movimiento y concepto de la realidad, si lógicamente pueden ser diferentes, históricamente deben ser concebidos como una unidad inseparable.”(Il mater, 259). Si no sucede lo que a Croce:
“la historia se convierte en una historia formal, en una historia de concepto, y en última instancia, en una historia de los intelectuales. Más aún, en una historia autobiográfica del pensamiento de Croce.” (188) Para Gramsci, es el devenir el que condiciona el concepto. No al revés. Las leyes del devenir…En cierto sentido, son simples instrumentos de trabajo en orden a ser investigadas, profundizadas… (188)
La forma intelectual
En Croce la historia se convierte en la historia de los intelectuales…el momento de la expansión cultural o ético-política, que margina el momento de la lucha, esto es, el momento “en el cual se elaboran, se juntan y se alinean las fuerzas en contraste”. Este es el momento “en el cual un sistema de relaciones sociales se desajusta y decae y otro sistema surge y se afirma.” (Il Mater, 192)
Para Gramsci, la dialéctica de Croce no baja a la realidad. Trata de conservar la tesis en la antítesis…acentuar la tesis convertida en el orden establecido, en el sistema, disminuyendo con las reformas, el choque con la antítesis – lo negativo, el momento revolucionario -. O, peor aún, negar la antítesis (las contradicciones) para conservar intocable la tesis. En suma, es la mutilación de la dialéctica. (189)
Croce, al prescindir del momento de la lucha revisa la historia de Italia y Europa, en donde los momentos especialmente cruentos desaparecen. Croce empieza a narrar la historia en 1871, y después de 1815 en el segundo…al servicio de la ideología que no propicia una “voluntad colectiva…nacional popular.” (190)
Hay, pues, una semejanza en la crítica juvenil de Marx a la especulación hegeliana, y la crítica de Gramsci, que no la conoció. (190) Hegel, según Marx, formula no la lógica de las cosas, sino las cosas de la lógica, cambiando el sujeto por el predicado, haciendo de lo real una mera consecuencia del espíritu. (190)
La crítica de los Manuscritos y de los Quaderni es la misma: una crítica de la historia concebida como idea, o aquella que camina solamente por las ideas o por sus “intelectuales”. Un movimiento que, en el fondo, no es sino el movimiento de la conciencia misma.
Croce afirma que no hay infinito sin finito o que éste no es mediado por el infinito…el verdadero sujeto del devenir es el espíritu, y su verdadera explicación. (191)
La identidad de historia y filosofía de Croce es diferente de la inmanente en el materialismo histórico, por la influencia, entre otras, de Labriola. Además de la identidad de historia y filosofía preconizada por Croce/Hegel, está también la identidad de historia y política e inclusive también llegar “a la identidad de política y de filosofía”. (Il mater, 259)
Gramsci plantea que si se admite la identidad entre política y filosofía, ¿cómo distinguir las ideologías de la filosofía? La distinción será posible por grados, cuantitativa, no cualitativa. De modo más radical, “Las ideologías, más aún, serán la “verdadera” filosofía, porque ellas resultarán ser aquellas “vulgarizaciones” filosóficas que conducen a las masas a la acción concreta, a la transformación de la realidad…” (192,193)
Al respecto, la crítica de Gramsci es la de un Anti-Croce y un Anti-Gentile, y su filosofía del acto puro que obligó a Croce a un mayor realismo. Esta operación de Gramsci es una polémica contra la filosofía especulativa, y también contra el positivismo y el mecanicismo y las formas deterioradas de la filosofía de la praxis. (Il Materialismo Storico, 52)
Gramsci le critica a Croce su concepción de los distinti, en oposición al término de Hegel de filosofía de los contrarios. Croce solo acepta de la tríada, la síntesis. Su dualismo es de síntesis reales. La Realidad es una unidad, no de contrarios sino de distintos.
Todo elemento distinto tiende a la unidad, lleva sí un elemento de división que no romperá esa unidad, una unidad de tipo espiritual. Para Croce, el espíritu se desarrolla en momentos distintos: arte, filosofía, momento económico, ético, que encuentran su totalidad en la existencia del espíritu.
Según Gramsci, este es un viejo recurso que apela a la naturaleza humana. Sin embargo, Croce permanece en una filosofía especulativa y teológica:
“Es una exigencia real distinguir los opuestos de los distintos, pero es también una contradicción en los términos, porque solo existe dialéctica de los opuestos…si el movimiento de Hegel a Croce-Gentile, no ha sido un paso atrás, una reforma “reaccionaria”…Hegel no puede ser pensado sin la revolución francesa y Napoleón sin sus guerras” (Ibíd, 288)
Dice Gramsci: La proposición de G.B Vico “verum ipsum factum”…que Croce desarrolla en sentido idealístico de que el conocer sea un hacer y de que se conoce aquello que se hace, en donde “hacer” tiene un significado particular que después no significa otra cosa que conocer, es decir, se resuelve en una tautología.” (ibíd., 38)
Conclusiones provisorias
“la historia no se reconstruye con cálculos matemáticos y, por otro lado, ninguna fuerza innovadora se realiza inmediatamente, sino que es, precisamente, racionalidad e irracionalidad…es vida, es decir, con todas sus debilidades y las fuerzas de la vida, con sus contradicciones y sus antítesis.”(Il mater, 263) El historicismo de Croce, en últimas, no es otra cosa que un reformismo político, una dialéctica de la conservación y de innovación…Para Gramsci, es una dialéctica de progreso, una dialéctica de conservación donde la innovación conserva el pasado superándolo, pero el pasado es complejo, vivo y muerto, y la elección no es arbitraria, un solo individuo o corriente.
Si la elección se hace sobre el papel, no es historicismo, sino un acto de voluntad arbitrario, no puede ofrecer fundamento a una ciencia, sino a una ideología política inmediata. (196)
El historicismo croceano es una historia por diseño. El suyo es un liberismo reformista. Si la síntesis conserva algo de la tesis no se puede afirmar sin arbitrariedad aquello que será conservado. No es un juego deportivo, donde se deben respetar las normas lealmente y con su árbitro. (195) Se trata de reducir la dialéctica a un proceso de evolución reformística, “revolución restauración”, en el cual solamente el segundo término es válido. (196)
Benedetto Croce no es el intelectual imparcial y su contemplación de la historia humana no es desinteresada. Su historicismo es una concepción liberal reformista, que quiere conservar la forma liberal del Estado que postula la libertad de todas las fuerzas políticas, con una condición: las fuerzas en lucha deben “moderar” sus propias fuerzas.
Por lo ya dicho, la propuesta gramsciana debe ser dimensionada en toda su riqueza política y teórica. El planteo de la necesidad de partir desde el sentido común – y no hacia, lo que supondría bajar al nivel de las masas -, para su transformación.
Sumado a lo anterior, están las virtudes que se le reconocen – su capacidad para identificar la causa exacta y para evitar el pseudocientificismo – y a la idea de que todos los hombres son filósofos, constituyen definiciones filosófico políticas fundamentales al interior del pensamiento materialista
Este acercamiento a la obra del filósofo liberal, el neohegeliano Benedetto Croce, es pertinente es los escenarios políticos de los neoprogresismos de Gustavo Petro y Gabriel Boric, quienes conducen procesos políticos que confrontan el sentido común dominante, la vulgata neoliberal que aún campea en los ejercicios económico político de la coyuntura glocal.
Aquí el talento de Gramsci, posibilita una progresión en el entendimiento político de la crisis de hegemonía neoliberal, donde es condición necesaria quebrarle el espinazo ideológico a la reproducción del capitalismo político que es manipulado por el bloque dominante bipartidista que quiere extender el curso de la revolución pasiva regresiva que se abrió con el curso reaccionario impreso al orden constitucional colombiano inaugurado en 1991.
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[1] La noción de revolución pasiva la toma Gramsci de la obra publicística del revolucionario napolitano Vincenzo Cuoco, quien participó de la fracasada experiencia de la República Partenopea, pero transformó dicho noción.
[2] Giuseppe Cospito, discípulo de Gianni Francioni, estudiosos rigurosos de los Cuadernos de la Cárcel, titula su trabajo El ritmo del pensamiento de Gramsci. Una lectura diacrónica de los Cuadernos de la Cárcel.Traducción de Juan Jorge Barbero. Peña Lillo. Ediciones Continente. Buenos Aires, 2016.
[3] Es importante recordar aquí, que en las Tesis sobre Feuerbach, Marx reconoce que el idealismo hegeliano es activo, no contemplativo de la realidad, como sí pasa con el materialismo de Ludwig Feuerbach. De ahí que el filósofo Marx propenda, de modo explícito, por lo que denomina materialismo activo. Para el tiempo de su doctorado en Jena, donde presenta un ejercicio comparado de filosofía natural, e introduce la noción de clinamen.
[4] Este postulado, como es sabido, es revisado y “corregido” por la pareja de Ernesto Laclau y Chantal Mouffe, quienes aceptan ser llamados así, posmarxistas. Amén de proscribir el principio de la lucha de clase en la explicación materialista de la historia humana,
[5] Ver Materialismo histórico y economía marxista (1900).
[6] Ver Herrera-Zgaib, Miguel Angel. Antonio Gramsci y el Pensamiento de Ruptura. Colección Gerardo Molina. Universidad Nacional, Unijus. Bogotá, 2017.
Miguel Ángel Herrera Zgaib, PhD
Foto tomada de: Bloghemia
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