Pareciera que estos partidos de oposición cabalgaran sin fijarse en las condiciones de vida de los colombianos. Durante años han gobernado, fortalecido sus músculos y endurecido su resistencia al cambio, defensores a ultranza de su interés y del statu quo.
¿Qué han construido?, un país que se debate entre la guerra por más de 50 años, debido a la concentración de la propiedad de la tierra, de la incapacidad de las élites gobernantes de aceptar y entender la oposición política, prefirieron la violencia a la concertación y al diálogo; una sociedad donde mueren centenares de niños por inanición, por falta de agua potable y de condiciones sociales que garanticen la vida; una nación sin vías para transitar, en cada época de lluvias los territorios quedan incomunicados y los costos de vida se incrementan; donde sus habitantes están sometidos al paseo de la muerte y a filas infinitas para acceder a un servicio de salud; donde para entrar a la universidad a los jóvenes, el Estado les presta a través de un crédito con las mismas condiciones a las del sistema financiero; en donde las pensiones de la mayoría de personas que han entregado la vida en sus trabajos sólo alcanza para pagar una habitación y comer dos veces al día.
Un país que importa más bienes y servicios que los que exporta, con una deuda externa de $683, 46 billones de pesos, es decir que cada colombiano debe a la banca internacional la cifra de $13.883.000[1] pesos. Un país endeudado, en donde anualmente se roban 50 billones de pesos del erario público y, aun así, estas dirigencias rancias y politiqueras siguen argumentado que este gobierno está acabando con lo que con sudor en sus bolsillos han edificado a costa de una Colombia oculta y olvidada y de unas zonas urbanas marginadas, donde pulula la miseria, el hambre y la pobreza.
Lo cierto es que esta dura realidad ha sido producida por unas minorías con frecuencia exiguas.
En este contexto, cabe preguntarnos, es ético ¿qué una clase dirigente convoque a un paro nacional para “defender” el estado de cosas construido por sus gobiernos de turno?
Claro que no. Lo convocan para defender sus intereses económicos a ultranza y sus posiciones obtenidas en las altas esferas del Estado, continuar con el nepotismo y la plutocracia que les representa los miles de millones de pesos usurpados del erario público.
Aun así, los partidos convocantes del paro, en términos políticos ¿le apuestan a entorpecer y obscurecer las propuestas de reformas sociales con el prurito de que van a acabar con lo ya construido?
Por supuesto que sí. Por encima de la realidad tozuda y contundente que se evidencia en más del 40% de la población colombiana que vive en condiciones de pobreza y miseria. No les importa las condiciones de vida, por el contrario, han “construido” su emporio político y económico sobre la base de hacer rentable la pobreza y hacerse elegir con los recursos del erario público y los dineros del narcotráfico.
¿No esta acaso el país urgido de las reformas sociales?
Si. Donde los dineros previstos para la inversión social puedan ser usados para sacar de la miseria y pobreza y del hambre a millones de conciudadanos; para invertir en la prestación de los servicios de salud; para tener una pensión que dignifique y recompense el trabajo de millares de colombianos; para garantizar trabajo decente y con ingresos que permita vivir en condiciones dignas y humanas.
Y, ¿Por qué son tan costosos los cambios sociales en Colombia?
Pues, ya lo sabemos, por los altos costos económicos y políticos que afectan los intereses de las élites y sus partidos políticos. Porque como dije más arriba, habrá férrea oposición a los proyectos de ley, de reforma estructural a la salud, al trabajo y al sistema pensional.
Ahora bien, para contrarrestar esta aptitud política carente de visión, es necesaria la movilización y organización política que garantice la legitimidad social que requieren estos cambios para hacer de Colombia, una potencia mundial de la vida.
En este sentido, se cuenta con las garantías para que este proceso democrático de deliberación se acompañe como se viene haciendo desde la sociedad civil y partidos y movimientos políticos sin ambigüedades, con debates, diálogos y consensos que garanticen la transformación estructural que el país requiere con urgencia para reivindicar y dignificar la vida.
Lo dicho: Y, de esta manera, parar la danza y la fiesta de aquellas minorías que han vivido de la miseria de los colombianos y, que hoy, no compiten en el campo político con propuestas de cambio.
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[1] Monto calculado sobre la base de una población de 51 millones de personas.
Luis Angel Echeverri Isaza, Trabajador Social, MG en Investigación en Problemas Sociales Contemporáneos.
Foto tomada de: El País Cali
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