La segunda de las primeras opciones (de derecha), el NL, paradójicamente insiste en el vínculo entre economía de mercado y democracia, señalando al contraste obvio entre las dos Coreas, como aquel entre las dos Alemanias Pero, como lo muestran estos dos casos, la cosa es mucho más complicada pues las economías de Alemania occidental y Corea del sur no siguieron la senda de absoluta libertad y dependencia de mercados de mercados que predica el NL[1]. Así como China muestra que no es cierto como lo pretende éste que una economía de mercado genera democracia. Pero esta manifestación de la ideología globalista, la que liga NL con democracia, persiste en ideólogos de la cruzada liberal como Fukuyama, y en el discurso de los organismos financieros internacionales y de los globalistas hegemonistas en USA/UK (los neocons a los cuales debemos Iraq, Siria Libia y ahora Ucrania)[2].
Sin embargo, aunque no tan discutido como el peligro que representa el populismo para la democracia, el implicado por el NL no es (por más mistificado que esté) menos amenazante: la pluto/tecno/cracia que acompaña la marketización de toda la realidad social; la disolución de todas las relaciones y mecanismos sociales a intercambio de mercancías; la supresión del espacio democrático generando concentración de poder económico y político.
Como el argumento NL primordial es que el NL no existe, conviene considerar tres críticas a éste, finalizando con la que muestra cómo, contra el argumento convencional de que el mercado construye la democracia, lo que hace, en el extremo NL Hayekiano, es destruirla (desarrollado lucidamente por la politóloga de Berkeley W Brown). Las dos primeras son la económica y la histórica. La económica se basa en la ubicuidad de la falla de mercado y como el modelo de equilibrio general walrasiano, y su extensión al análisis del bienestar del optimo paretiano (su fundamento teórico), está basado en tal variedad de supuestos tan heroicos para excluir esa falla que ese análisis muestra más bien su irrelevancia. Los resultados del proceso de mercado son óptimos excepcionalmente debido a múltiples fenómenos fundamentales en una economía industrial (externalidades, estructuras no competitivas, rendimientos crecientes estáticos y dinámicos, externalidades difusas y dinámicas).
El argumento critico histórico es igualmente simple y contundente: sus resultados. Las críticas a estos abundan destacando como su aplicación no ha generado más crecimiento sino más inestabilidad y concentración/exclusión (agudizado con la globalización NL). En general fue esto lo que sucedió en Latinoamérica; e incluso los países más fundamentalistamente NL como UK, USA y Chile, los cuales tuvieron episodios de crecimiento, pero estos resultaron excepcionales en medio de severas crisis, y generaron severa inequidad (concentración). En general no más crecimiento, pero si más inestabilidad e inequidad. Y ese fundamentalismo llevó a aplicar a los mercados financieros los mismos principios generando una epidemia universal de crisis que periódicamente siguen a cada episodio de desregulación, siendo el caso más patente la gran recesión de 2009. Esta proclividad, así como los niveles de concentración/exclusión que ha generado la globalización NL en la cual sus beneficios se concentran en quienes están ya integrados en las redes productivas (capacidades), financieras y tecnológicas (conocimiento) ha sido señalada por muchos autores[3]. Otro argumento es el conocido de Piketty de que una tasa de beneficios/acumulación mayor que la de crecimiento proviene/resulta de/en ascendente concentración (también de poder político).
El argumento de Brown va en la dirección de la crítica de la escuela de Frankfurt (la racionalidad tecnocrática derivada de la modernidad se devora su otra derivación, la democracia). Se trata de la aplicación del principio hayeckiano de que el mercado es el mecanismo primordial de coordinación social, resultante en la marketizacion de todo elemento de la polis; una forma de reduccionismo de lo sociopolítico a lo económico que disuelve éste en el mercado como principio organizador fundamental de la sociedad. Y dicha fe en el mercado conduce a la erosión del contrato social pues quienes concentran el poder económico controlan el político de manera que los ideales democráticos de igualdad se esfuman inexorablemente.
En el caso colombiano la mezcla de populismo de derecha y NL que se extendió por varias partes del mundo tuvo su perfecto exponente en el Uribismo, el que en realidad es una forma de caudillismo (capacidad de movilización masas y de agentes antidemocráticos que su líder llegó a tener[4]). Discutiendo si el Uribismo es un fascismo (¿Es el Uribismo un fascismo? Portafolio) concluí que, si bien comparte con éste varios elementos, se trata de uno de esos populismos de derecha que se extendieron (Filipinas, Turquía, India, Hungría y USA/UK); pero con notas derivadas del contexto colombiano de lucha por la tierra, con violencia guerrillera, y paramilitar como resistencia de los terratenientes (la base social de Uribe) extendida a la expropiación violenta de la tierra de los campesinos. Asimismo planteaba que estos populismos, particularmente su versión caudillista, están caracterizados por: i) Tribalismo fundamentalista paranoide en fanáticos seguidores en reacción a una amenaza más imaginaria que real (el castrochavismo o el empresariado) ; ii) el culto a la personalidad del caudillo (característicos de la segunda mitad del siglo XIX en Latinoamérica y del siglo XX en España), y su capacidad de movilizar a masas y a grupos violentos, en el que la hipnosis mediática lograda mediante la deformación propagandística de la realidad (medios y bodegas uribista o petristas) juega un papel fundamental; iii) la pretensión ignorante de que problemas de enorme complejidad se pueden resolver mágicamente con fórmulas simplistas que en lo económico, se traduce en una omnipotencia violatoria de las leyes de la economía (algunas reformas de Chávez o de Petro); iv) lo cual termina imponiendo enormes costos económicos y sociales a sus poblaciones en aras del objetivo para el cual el iluminado líder considera haber sido llamado; v) la erosión de las instituciones del estado democrático mediante formas de movilización popular y de delegacionismo (a la calle o a las comunidades) supletorio y sustituto de los canales de la institucionalidad democrática.
Pero el Uribismo no está solo caracterizado por estas notas generales, sino que articula niveles de violencia de nivel fascista (incluso criminalizada). Como también la privatización del estado para beneficiar a amigos y la colonización de sus organismos de control como instrumentos de protección de estos corruptos beneficiarios de la repartición de prebendas. Así mismo, su NL, su obsesión antichavista (que redujo el trascendental para Colombia problema de Venezuela a uno de antipatía personal), su debilitamiento de las instituciones del estado de derecho, su delegación de la violencia estatal contra izquierdistas a grupos paramilitares, como de otras instituciones desplazadas por esquemas de participación popular demagógicos. O sea que la mezcla de neoliberalismo y populismo caudillista de derecha que significo el Uribismo resulto devastadora para la democracia colombiana.
Pero perjudicial puede resultar también el impacto de un populismo caudillista de izquierda, más cuando el líder es un megalómano mesiánico que en algunas de sus estrategias fundamentales adopta una postura totalmente ideologizada para la discusión de los problemas a atacar con esas estrategias y de sus soluciones; sin atender a objeciones y sugerencias de expertos en el aspecto económico de los respectivos temas. El problema es que Petro se quedó atrapado en la vieja oposición irreductible entre estado y mercado apareciendo así su populismo como el reflejo simétrico del NL, para el cual el estado es la fuente de todos los problemas y el mercado su solución. Desconoce así, similarmente a su opuesto simétrico, que los casos de desarrollo más dinámico de la segunda mitad del siglo XX se basaron en desarrollos institucionales que construyeron mecanismos en los que el mercado y su regulación gubernamental se imbricaron para lograr esos milagros económicos[5]. Petro está atrapado en un estatismo trasnochado que presenta riesgos enormes en el caso prototípico la estatización de la salud; la cual es en realidad (según la reforma propuesta) la politización de la salud, el hacer de ella un botín burocrático más en el que los recursos dirigidos a la provisión de servicios de la salud se disiparan en las roscas políticas regionales.
En El despropósito de la salud (Portafolio) critiqué la reforma por desconocer principios fundamentales de la economía. Ignora la necesaria acumulación de capacidades y aprendizaje colectivo institucionales; desconoce la importancia de la estructura de incentivos y el alineamiento de estos con los objetivos (cree que la política regional está blindada contra, y no caracterizada por, la corrupción); tiene una fe ciega en el manejo centralizado de la información (talón de Aquiles de la economía de comando centralizado); desconoce la importancia del costeo y de los precios; prescinde de un mecanismo de racionamiento racional para instaurar uno de colas que abrumarán un sistema caracterizado por exceso de demanda; y agrego uno fundamental: no incluye una manejo adecuado del riesgo mediante su aseguramiento. Para concluir que la reforma no puede funcionar, de manera que es probable que destruya elementos que mal que bien están funcionando, como mercados simulados de riesgos y de servicios en las EPS que sobrevivieron la competencia (que desde luego son necesarios de regular adecuadamente y de complementar para alcanzar un cubrimiento adecuado), sin lograr este último objetivo tampoco. Lo cual es una lástima pues la reforma contiene algunos elementos muy positivos cuya implementación incrementaría la capacidad del sistema para atender las necesidades de la población desatendida.
El caso de la reforma de la salud es pues ilustrativo de un desconocimiento de principios económicos fundamentales, algo que se refleja también en la total indolencia acerca de las expectativas empresariales, de las cuales depende la actividad económica (en particular la inversora, el motor del crecimiento) afectadas por declaraciones radicales rimbombantes (como si a Petro le costara la transición de caudillo a estadista). Como lo es de una ideología estatista anti empresa según la cual el desplazamiento de la iniciativa empresarial por la burocrática politizada soluciona problemas en vez de agravarlos. En cuya dirección es típica la cruzada personal de la Dra. Corcho contra las EPS las cuales, con todo y los defectos del sistema debido a una regulación insuficiente e inadecuada, constituyen un ejemplo de los mencionados esquemas institucionales imbricando mercado y estado en mercados simulados que estimulan la competencia a la vez que previenen la marketización de la salud (que Petro con razón abomina). Pero ahora no se trata de la forma como el simplismo populista afecta a la economía sino de cómo afecta a la democracia, acerca de lo cual el procesamiento de esa reforma es muy ilustrativo: secretismo que reduce el acceso a la información que debería circular para que se hubiera podido dar la discusión que tanto demanda la envergadura y trascendencia (vidas humanas) del problema; satanización del disenso o como traicionero o como antidemocrático como si la Dra. Corcho fuera la iluminada que guía a una secta[6]; el desprecio por los argumentos técnicos presentados por los economistas en el gabinete, entre los cuales se destaca la forma como unas monumentales demandas sobre el fisco pueden desorganizar las cuentas fiscales y por consiguiente la macroeconomía, con todos los costos en devaluación, encarecimiento y deterioro de la deuda, inflación, etc.; el mecanismo tan caro a los populismos de derecha, incluido el fascismo, de sacar adelante, al menos como una amenaza, las políticas por movilización popular en las calles en vez de por las vías institucionales del estado de derecho, (una regresión del presidente estadista al candidato populista radical); el gnosticismo de funcionarias iluminadas que no admiten cuestionamiento a sus políticas a pesar de que estas tengan boquetes conceptuales severos en economía.
Por otra parte, el PND muestra metas ambiciosas en temas tan claves como paz, medio ambiente, subsidios o ingresos para los más pobres y vulnerables, centrales a la agenda progresista del PH por la cual votamos. Así, aunque Petro ha mostrado habilidades notables para la creación de consensos, como no ha mostrado que sus tendencias autoritarias se traducen en abusos como los del Uribismo (incluido Duque), si preocupa que la excepcional oportunidad histórica que tiene la izquierda en Colombia no tenga el alcance que la convierta en una opción estable capaz de enmendar el daño causado por esos abusos a la democracia en el país, e impulsar sostenidamente una versión inclusiva (socialdemócrata[7]) de ésta.
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[1] Ver Latinoamérica frente a la Globalización: Una estrategia alternativa de Desarrollo (UAM 2007)
[2] En realidad, las intervenciones y presiones de los imperios anglosajones representan un claro y presente peligro para las democracias de todos los países.
[3] En Latinoamérica frente a la Globalización: Una estrategia alternativa de Desarrollo se presenta una crítica del NL en términos de las consiguientes tres brechas en los tres aspectos; y una propuesta basada en arquitectura institucional compensatoria de la falla de mercado en la superación de ellas, ilustrada por su aplicación en Alemania y el Noreste Asiático.
[4] A la que contribuyó el capital político ilimitado que le dio haber confrontado a la guerrilla.
[5] Latinoamérica frente a la Globalización: una Estrategia alternativa de Desarrollo
[6] Y quienes votamos por Petro le hubiéramos firmado un cheque en blanco que compromete al silencio aprobatorio de la totalidad de su gestión.
[7] Un indicador de progreso social para el año 22 muestra 8 de las socialdemocracias del norte de Europa como los superiores entre los 10 con mejores índices. Ni rastro de los paraísos del NL, USA/UK, los que en indicadores sociales como la calidad de vida de los niños caen bien por debajo al nivel de países mucho menos desarrollados.
Ricardo Chica
Foto tomada de: Larepublica.co
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