Los populismos, como los varios de de la epidemia por el bandazo antiglobalización, incluso estos colombianos, tienen varias características en común (con variaciones en la intensidad de unas u otras en cada caso): i) Tribalismo fundamentalista paranoide en fanáticos seguidores en reacción a una amenaza más imaginaria que real (el castrochavismo o el empresariado) ; ii) el culto mesiánico a la personalidad del caudillo en el que la hipnosis mediática lograda mediante la deformación propagandística de la realidad juega un papel fundamental; iii) la pretensión ignorante de que problemas de enorme complejidad se pueden resolver mágicamente con fórmulas simplistas que en lo económico, se traduce en una omnipotencia violatoria de las leyes de la economía, lo cual impone enormes costos económicos y sociales a sus poblaciones en aras del objetivo para el cual el iluminado líder considera haber sido llamado; iv) la erosión de las instituciones del Estado democrático mediante formas de movilización popular y de delegacionismo (incluso de la seguridad) sustituyen la institucionalidad democrática.
En la misma forma en que elementos del fascismo que se imbricaban dentro del Uribismo, y la colonización privatizante del Estado y sus recursos por el Duquismo, debilitaron las instituciones democráticas, la megalomanía caudillista de Petro y el tribalismo de sus seguidores puede profundizar esa erosión. En la primera dirección en una columna de Portafolio, ¿Es el Uribismo un fascismo?, identificaba cuatro notas en los populismos recientes de derecha: uso del temor, nacionalismo, propaganda irreal, y autoritarismo anti liberal; concluyendo que efectivamente se trata de un populismo caudillista de derecha con elementos fascistas: criminalización de protesta y críticos (ley y orden como solución a todos los problemas) y uso de la violencia y el control social que el temor a esta genera; y uso de mecanismo cooperativistas de cooptación política. Una peculiar mezcla de caudillismo anacrónico y políticas neoliberales maquillada como movimiento popular (a pesar de representar objetivamente los intereses de la clase terrateniente) cuyo autoritarismo represivo erosionó las instituciones de la democracia y del Estado de derecho. Como lo discutí en un artículo anterior (Populismo, Neoliberalismo y Democracia) acá, ambos, populismo y neoliberalismo, son un peligro para la democracia. El Uribismo lo es pues por doble concepto: por neoliberal y por populista.
En la segunda dirección el mencionado desconocimiento de las complejidades y de los principios económicos involucrados en esas soluciones puede generar enormes costos económicos, los que además se pueden traducir en un bandazo derechista antidemocrático. Cuatro problemas se destacan en esa dirección: el ignorar totalmente las condiciones institucionales que suponen o requieren las políticas como si el desarrollo de ellas no estuviera sujeto a prolongados y costosos procesos de acumulación de capacidades y de aprendizaje colectivo y las instituciones se pudieran expandir como mecanos (la mejor forma de destruir una institución es regularla inadecuadamente); confusiones conceptuales severas como aquella entre un problema/solución referente a externalidades globales y una estrategia de asignación de recursos local con un impacto despreciable en los primeros; la total omisión del role crucial de la estructura de incentivos y de procesamiento descentralizado de información; la insolente desconsideración de la importancia de las expectativas empresariales para el funcionamiento de la economía (imprudentes declaraciones que han hecho daño a la inversión por la incertidumbre que generan).
Los costos de estas iniciativas que no toman en consideración principios económicos básicos son particularmente agudos para quienes los líderes populistas intentan ayudar pues soluciones simplistas efectistas con base en esquemas institucionales mal diseñados no van a funcionar: “Proyectos políticos que ignoran las leyes de hierro de la economía terminan imponiendo a sus supuestos beneficiarios ingentes costos sociales” (Los Chávez y los Mugabes. Portafolio 2008). Es la paradoja de proyectos progresistas que mal ejecutados queman oportunidades históricas únicas pues en América Latina (y menos en la ultra goda Colombia) la historia da muy excepcionalmente oportunidades para lograr incluir en el desarrollo a las masas marginadas por un capitalismo excluyente. Muy difícil no caer en la tentación del maximalismo de intentar hacer todo al tiempo, y en su totalidad, sin suficiente consideración de las complejidades y de las condiciones involucradas. Con la gravedad de que un deterioro de la economía puede frustrar el avance en la construcción de una verdadera democracia, en razón tanto de la pauperización resultante como del bandazo antidemocrático de la reacción derechista, siempre atenta a torpedear el proyecto progresista democrático.
Ricardo Chica
Foto tomada de: Infobae
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