Para no retrotraer las trastadas de Mussolini, Franco, Hitler, a los poderes públicos, que ya van cumpliendo cien años, hechos más contemporáneos sirven de ejemplo, como el asalto al congreso de los Estados Unidos por republicanos ultramontanos, azuzados por Donald Trump, en un intento por revertir por la fuerza su derrota en la urnas; o, en este 2023, la asonada contra el parlamento brasileño por los seguidores de Jair Bolsonaro, con el mismo fin: desconocer su fracaso electoral, y evitar la posesión de Luis Ignacio Lulla da Silva. Ambas expresiones, teñidas de un tropicalismo subido de tono, fueron defendidas por sus correligionarios en Colombia, los militantes del partido de Uribe, que sirvieron de altavoz a la arenga intransigente de esos enemigos de la democracia.
Se debe recordar que, a semejanza del eje Roma – Berlín- Tokio del nazismo del siglo XX, en años recientes estuvieron constituyendo el eje Trump – Duque- Bolsonaro, como avanzada antiliberal (enemiga del Estado de Bienestar), racista (contra negros e indígenas), negadora del cambio climático y depredadora de la naturaleza, entre otros antivalores. Dado que el alineamiento de los reaccionarios criollos no podía ser sólo teórico, así se tuvo en el Congreso de la República de Colombia una intentona de toma, a semejanza de la norteamericana, que sirvió de modelo a la brasilera, esta vez más caricatura de las anteriores, como corresponde a cualquier copia.
La guachafita de los hermanitos Uzcátegui, hijos de un criminal de guerra, primer general condenado en la Corte Suprema de Justicia por una masacre de civiles, es, hasta ahora, la versión macondiana de la arremetida ultraderechista al parlamento. Ellos, con absoluto desprecio a la democracia, lanzaron una asonada al Congreso de la República, cuando se desarrollaba el debate de moción de censura que su mismo partido había promovido contra el Ministro de Relaciones Exteriores.
No tuvieron un líder con cachos en la cabeza, al menos no visibles, pero sí la misma actitud grotesca, la misma motivación, y una argumentación deleznable, como corresponde a quienes no tienen razón. Para ello instigaron a un grupo de familiares de militares y policías enjuiciados por delitos de lesa humanidad, en su mayoría, a quienes pretenden hacer pasar por víctimas, para que asaltaran la sesión plenaria de la cámara de representantes, acto que se quedó en intentona, dada la oportuna reacción de la seguridad del congreso, y la ponderación en su respuesta del presidente de esa corporación David Racero.
Este hecho que merece repudio de los defensores de la democracia, fue ignorado por los medios de comunicación de los emporios económicos, y por la Fiscalía General de la Nación, que en manos de un copartidario de los atacantes despliega complicidad, como los periodistas corporativos. Toda esa escenificación demuestra que no se trató de ningún accidente, sino de un acto premeditado de ataque al congreso, que falla por su precaria capacidad de convocatoria, no sólo en el acto de perfidia de hacer pasar a victimarios como víctimas, sino porque la pretensión de hacer de las fuerzas armadas un apéndice de su partido político tampoco les ha cuajado.
Se proclaman defensores de los que deben defender a la sociedad, pero son expresión del sector corrupto que se ha enquistado en las Fuerzas Armadas, que no sólo ha victimizado al movimiento social, civiles, sino que ha deslegitimado las armas de la República ante la comunidad, y ha impedido que la oficialidad honesta se proyecte dentro de las instituciones castrenses.
Los métodos que usan demuestran la ilegitimidad de su causa, que no es ninguna defensa de quienes portan las armas oficiales, sino que es un engatusar a estas para poner al ejército y a la policía como brazo armado de su grupo político, que quiere el monopolio de la fuerza para impedir que otros sectores lleguen a gobernar. No en vano son los enemigos, ya declarados, de la paz. Con suma sabiduría del constituyente primario ha prohibido en la constitución la militancia partidista de las fuerzas armadas, porque implicaría escalar la guerra civil entre colombianos.
Así como su práctica política no es decente, las razones que la mueven tampoco. El concepto de democracia, como gobierno del pueblo (del griego demos: pueblo, cratos: poder), en su boca no pasa de ser una coartada, porque ellos se autonombran pueblo y poder, el resto no existe, por despreciable. Estos reaccionarios criollos se llenan la boca diciendo que defienden las instituciones, y por instituciones entienden sus privilegios, su impunidad, sus negocios. Para la muestra el botón de la reforma a la salud, alegan que si las corruptas EPS dejan de manejar la plata de la salud, esta se acaba, cuando justamente ellos, con su defraudación a los recursos de la salud han creado la crisis actual, pero vociferan que el remedio es el mal, y el mal es bienestar: Su argumentación es el engaño.
Cuando razonan desde la falsedad lo que tratan de tapar es la ilegitimidad de su causa, corrupta, depredadora, excluyente, violatoria de los Derechos Humanos, racista… que pretenden vender como justa mediante un periodismo prepago, pero la mayoría de los colombianos se informa de otro modo, saca sus propias conclusiones, y tiene claro que no es justa esa causa.
Este no fue cualquier sabotaje al parlamento, ni un incidente menor, es un paso más para ambientar el golpe de estado, blando o duro, para mantener los intereses mafiosos que se han enquistado en el poder político, y que el gobierno del cambio está removiendo. Por eso, a pesar de la inacción cómplice de la Fiscalía General, es necesario que la justicia actúe sobre los fanáticos coautores de este asalto, que de seguro se ha de repetir.
José Darío Castrillón Orozco
Foto tomada de: El Espectador
Blanca Echeverri says
Ese día citaron la turba para que asaltar, con ellos a la cabeza, la Casa de Nariño el miércoles 19 de abril. ¿Qué pasaría que no llegaron?
Soy optimista, creo que sus intentonas fracasarán.
Hernan Pizarro says
Triste realidad la de Colombia. ¿Cuándo los grupos de derecha van a aceptar la democracia?
Su mente cerrada le ha hecho mucho daño al país.