Es una realidad innegable que las clases dominantes siempre han estado prestas para unificadamente sostenerse en el poder. Aunque muestren fisuras y temporales divisiones por sus particulares intereses, siempre terminan uniéndose en defensa de lo suyo, lo cual es fortalecer su capacidad económica y política para continuar con sus privilegios de clase.
En repetitivas ocasiones han acudido a la violencia para defender lo que precisamente oprime a las mayorías. No importa que tan cruel se sea con tal de no ceder ante los reclamos de quienes se sienten excluidos. Ante lo anterior se han respaldado en la represión oficial o como se ha visto, llegan a conformar y financiar ejércitos irregulares y toda índole de grupos armados criminales.
Como resultado sobresaliente de lo anterior, los pueblos en todos los tiempos han terminado acudiendo a la resistencia civil y luego armada. Las transformaciones no han sido en términos generales de manera pacífica. Algunos de estos levantamientos insurrectos han culminado con la victoria y otros tantos han sido avasallados por el poder ya establecido, o como se ha vivido en Colombia se han logrado acuerdos para buscar la edificación conjunta del país con una paz duradera.
En este siglo, la llamada sociedad civil, tan diversa en sus manifestaciones como la naturaleza, ha venido cimentando espacios para unificar fuerzas que la conlleven a la obtención de sus reclamos y el alcanzar la sociedad deseada. Es una construcción que requiere mucho esfuerzo, mucha paciencia, pero por igual no soporta más espera para iniciar la transformación requerida.
En los procesos históricos sociales y políticos, así como se presentan unidades que aportan al avance de los sectores, también es constante que se van dando divisiones o incisiones, que conllevan a depurar las respectivas coaliciones, por las contradicciones propias que conllevan a que los sectores preponderantes se fortalezcan y las minoritarias se desvanezcan. Y esto no quiere decir necesariamente que los victoriosos sean quienes representan digna y fielmente los ideales que se propusieron en sus inicios. Eso ha sido lo idealizado, pero no ha sido la realidad predominante cotidiana e histórica.
En los últimos años se ha ido conformando un movimiento diverso y un poco disperso que, coincidiendo en reiterados anhelos, en algunos puntos básicos, poco a poco se ha ido encontrando y ha tenido la capacidad de impulsar organizaciones sociales y políticas, reunidos en lo que se ha llamado “Pacto Histórico”, que hoy ostenta el gobierno nacional en cabeza de Gustavo Petro y Francia Márquez.
Pero este logro no ha sido suficiente para impulsar con fuerza las reformas necesarias que conlleven a la sociedad colombiana a un mejor vivir con justicia y en paz. Aunque el proceso electoral ha sido un salto adelante en busca de una buena administración nacional, lo cierto es que la composición del parlamento, por donde pasan las reformas presentadas por el gobierno, la coalición conformada por este con diferentes agrupaciones y expresiones políticas, no ha contado con los suficientes votos para que las mismas sean aprobadas oportuna y debidamente.
En ese gran arco iris político que representa el “Pacto Histórico” y los que inicialmente se declararon como partidos de gobierno, no solo se ha ido desvaneciendo o simplemente disminuyendo, sino que han aparecido individualidades que parecen tener su propia agenda nada amigable con el gobierno del cambio. Los “Infiltrados, Colados, Esquiroles”, van apareciendo día a día.
Y no solamente se va visibilizando en el parlamento e inclusive en los ministerios y entidades descentralizadas a nivel nacional, sino que en las regiones, en las localidades, no solamente viejos renegados con sus prácticas corruptas, alejados de los verdaderos objetivos progresistas, sino que nuevos advenedizos venidos de agrupaciones relacionadas con el establecimiento corrupto y criminal, pretenden ahora convertirse en falsos lideres para conseguido sus objetivo electoral, continuar con las viejas prácticas que tanto hemos rechazado.
Concluyendo temporalmente, debemos reflexionar y decidir con prontitud, a quienes debemos apoyar y con quienes debemos aliarnos para transformar lo más profundo posible nuestros territorios. Los tiempos se agotan y la falta de decisión nos puede pasar factura. Avanzaremos con firmeza o no lo lograremos. Contar con claridad individual y colectiva es sumamente necesario para no equivocarnos en esta coyuntura tan importante para que el gobierno del cambio sea una realidad en nuestros entornos.
John Elvis Vera Suarez
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