- Todo el proyecto está plagado de ideología.
- Es un proyecto que solo beneficia a las élites del sindicalismo
- Es un mal momento para tramitar la reforma porque la economía está estancada
- El aumento en los costos laborales será demoledor para las pequeñas empresas y sus negocios.
- Se desestimulará la creación de nuevos empleos por la pérdida de competitividad del país.
- El proyecto no plantea cómo se va a formalizar a más de 10 millones de colombianos ni tampoco sobre cómo se va a incentivar la creación de más de 5 millones de empleos.
- No incluye ni una sílaba con relación a las necesidades de empresarios e inversionistas
El aumento de costos es demoledor
Vargas Lleras no ve a los trabajadores como seres humanos, como ciudadanos de una supuesta sociedad democrática, como personas que tienen necesidades de diversa índole. Desde su óptica, en esta columna, los trabajadores asalariados son un costo, así como el costo de las máquinas, o de la luz, o las materias primas. Esto es lo corriente, lo común en la sociedad en que vivimos y Vargas Lleras lo toma como un simple dato, como un hecho dado que no le genera ninguna pregunta. Y evidentemente, desde esta perspectiva, es claro como el agua, que hay un conflicto serio de intereses entre el capitalista y el trabajador asalariado; si suben los salarios (ya sea el salario directo o indirecto) aumentan los costos para el capitalista (y también para aquellos que compran trabajo asalariado para su uso doméstico). Si éste no puede subir los precios, resulta simplemente que del total del valor agregado, le quedará una parte mayor a los trabajadores y una menor a los capitalistas.
Lo cual, obviamente, no les gusta a los capitalistas. Pero no se trata de todos ellos: Vargas Lleras se refiere solo a las pequeñas empresas, no a las medianas y las grandes, de las cuales dice que son 1,8 millones, si citar fuente alguna; en estas 1,8 millones de pequeñas empresas seguramente se encuentran muchas que no contratan trabajadores asalariados, pero para Vargas Lleras fijarse en estos detalles no es algo que le preocupe mucho. Pero el punto es que su argumento principal consiste en que el efecto sería demoledor para este grupo de empresas, así que asumimos que para las medianas y grandes no lo sería, de hecho no lo dice.
¿Pero, en qué consiste el efecto demoledor?[2] Tampoco lo precisa. Un hombre de Estado serio y técnico (no un ideólogo) como él debería mostrar algunas cifras para sustentar su afirmación. ¿La aprobación y puesta en marcha de la reforma implicaría que estas empresas ya no tendrían ninguna ganancia para el patrón? ¿O que se reduciría a un nivel poco atractivo? Ni una palabra sobre esto. Es muy probable que efectivamente para muchas empresas pequeñas que contraten trabajadores asalariados el mejoramiento de su salario directo e indirecto tenga un impacto fuerte.
En la práctica, miles de pequeñas empresas han “resuelto” parcialmente esta dificultad simplemente no cumpliendo plenamente con las mandatos de ley, como ocurre con tiendas de barrio, peluquerías, librerías pequeñas, cafés, restaurantes, lavanderías, talleres de reparación, talleres varios, droguerías, marqueterías, etc. En la práctica, en el conflicto entre los pequeños patronos y sus trabajadores asalariados, los primeros han venido históricamente, en muchos casos, no pagando lo obligado por ley (lo cual ocurre no solo en las pequeñas empresas). Y además, en muchos casos, los propios trabajadores entienden o aceptan con resignación la situación porque ante las dificultades de conseguir empleo, es mejor tener algo a no tener nada. La ley de la oferta y la demanda, en un contexto de exceso de oferta de fuerza de trabajo, ya ha actuado: esto explica por qué muchos asalariados trabajan en empresas informales y tienen ingresos inferiores al mínimo. La estructura y la dinámica económica ya han condenado a estos trabajadores a no obtener un ingreso digno.
En las empresas medianas y grandes los efectos de la reforma no serían tan demoledores o por lo menos, no lo dice Vargas Lleras. Pero tampoco se presentan cifras sobre esto. De acuerdo con datos del DANE, en 2021[3], por ejemplo, en la industria manufacturera en el valor agregado para el total de empresas con 10 y más empleados, la participación de los pagos salariales (sueldos y salarios más prestaciones) es de apenas 20%. En las pequeñas empresas (de 10 a 49 empleados) es de 25%, en las empresas medianas (de 50 a 199 empleados) es de 24% y en las empresas grandes (más de 200 empleados) es de 19%. En este conjunto de empresas, es evidente que los capitalistas se llevan una enorme tajada (que obviamente tienen que repartir con capitalistas financieros y el Estado) y por tanto habría margen para aumentar un poco los costos laborales. Algo similar debe ocurrir en las empresas en sectores como comercio, servicios, banca, etc.
En estos casos el proyecto de reforma debería ir más allá y no solo fijarse en el monto absoluto del salario, sino en su participación relativa, proponiendo que aumentara la participación de los trabajadores.
Sobre la ideología
Vargas Lleras califica tajantemente de ideológico el proyecto de reforma. Qué entenderá por ideología. ¿La propuesta política y de lineamientos de acción pública de un determinado partido o movimiento? O más bien un conocimiento falso de una situación. Parecería que piensa que es lo segundo. Para él todo lo que atente contra la fuerza dominante en la sociedad, es decir los capitalistas, es ideológico, es decir falso, contrario a un conocimiento técnico. Pero curiosamente, lo que precisamente hace Vargas Lleras es defender una ideología, es decir la propuesta del capitalismo, y al tiempo decir verdades a medias y mentiras evidentes.
Sobre los otros argumentos no presenta evidencias. Repite la afirmación sin pruebas que el aumento en los costos laborales desestimulará la creación de nuevos empleos por la pérdida de competitividad del país. Pero resulta que con los bajos costos laborales existentes (tanto en términos absolutos como relativos) tampoco es que en el país se haya creado históricamente mucho empleo y menos empleo de calidad. Millones de personas han tenido que migrar y otros millones están permanentemente en el desempleo y el subempleo. Lo que le interesa a Vargas Lleras es promover la equidad por lo bajo y por eso el ataque a las élites sindicales: lo que quisieran Vargas Lleras y los capitalistas es que se redujeran los salarios de los trabajadores que ganan más del mínimo. ¿Para qué necesitan ganar más si está demostrado que millones de trabajadores pueden subsistir con el mínimo y incluso menos? El desprecio por los trabajadores es evidente en Vargas Lleras.
Señala Héctor Vásquez en Revista Sur[4] que las reformas realizadas en los gobiernos de Gaviria y de Uribe tenían como propósito reducir los costos: “Ni la reforma laboral de Gaviria y Uribe (ley 50 de 1990), ni la reforma de Uribe (ley 789 de 2002), se hicieron para crear empleo y reducir la informalidad. Sus objetivos fueron muy distintos. La reforma laboral de 1990 o ley 50, se hizo en el contexto de la apertura económica y las negociaciones de los tratados de libre comercio que se iniciaron durante el gobierno de César Gaviria, y se hizo para asegurar costos laborales bajos, pues la patronal consideraba que costos laborales bajos constituía la más importante “ventaja competitiva” del país. Y la ley 789, vigente desde diciembre de 2002, se hizo en el contexto de la implementación de la política de “seguridad democrática”, la que demandaba del gobierno un esfuerzo financiero adicional para el fortalecimiento de las fuerzas armadas. Con este propósito, el gobierno de Uribe expidió el Decreto 1838 de 2002 que creaba un impuesto adicional para la seguridad democrática del 1.2%, liquidado sobre el valor del patrimonio líquido poseído a 31 de agosto de 2002 por parte de los “sujetos pasivos declarantes en 2002”. Esta reforma se hizo entonces para compensar el dinero que los más ricos debían pagar por este tributo, por lo que al final, los mayores recursos para la guerra terminaron pagándolo los trabajadores, que vieron disminuir sus ingresos en aproximadamente $1,8 billones anuales por la supresión del recargo nocturno entre las 6 y las 10 pm, y por la disminución del recargo por trabajo en días dominicales y festivos, que bajó del 100% al 75%. Al final, fueron también los más pobres las principales víctimas de la confrontación armada entre el ejército, los paramilitares y las guerrillas, pues son los pobres quienes abrumadoramente componen estos ejércitos.”
Vásquez hace una exposición clara y completa sobre los efectos negativos de todas las reformas anteriores sobre la situación de los trabajadores y sobre las acciones adelantadas por los patronos y los gobiernos para debilitar a los sindicatos. Muestra cómo se trata de una evidente lucha de clases en la cual la fuerza la han tenido los capitalistas. Pero atribuye las causas de esta situación a una “cultura premoderna” y antisindical de los patronos: “En este sentido, la mayoría de los patronos tienen una cultura premoderna de las relaciones laborales, pues conciben que el trabajador no es un sujeto de derechos sino de órdenes; una cultura que considera que sólo los patronos tienen derecho a asociarse pero los trabajadores no…”. ¿Y a qué se debe esta supuesta cultura premoderna? Desde que el mundo capitalista existe, los patronos han hecho todo lo que Vásquez explica en su artículo. La racionalidad capitalista consiste en reducir lo más posible el salario y su participación en el valor agregado y en impedir que se organicen para defender sus derechos. Y les ha ido bastante bien en su proyecto ideológico. El problema de fondo se encuentra en los trabajadores que no logran contrarrestar la fuerza capitalista: de hecho ni siquiera cuentan con un partido que defienda los intereses de los trabajadores.
Critica finalmente al proyecto por no proponer cómo formalizar a más de 10 millones de colombianos y cómo crear más de 5 millones de nuevos empleos. Esto es otra cosa, se pueden mejorar la situación laboral de los actualmente empleados y además pensar en cómo lograr estos objetivos. Supondría uno que Vargas Lleras sabe cómo hacerlo: ¿por qué no comparte la fórmula con el gobierno?
Mauricio Vargas, también en El Tiempo[5], tercia en el debate. Reitera la tesis de que Gustavo Petro está dedicado a atacar a las empresas privadas, las cuales son víctimas a diario de la satanización. La argumentación de Vargas es digna de una clase sobre la superficialidad de nuestros columnistas. Reconoce en primer lugar que “Que ciertos empresarios privados han cometido pecados, algunos bastante graves, resulta indiscutible. Que algunos han abusado de su poder y han maltratado a sus trabajadores es claro. Que unos más han actuado de manera indebida en la financiación de campañas políticas también es evidente. Que otros más han contribuido al deterioro del medio ambiente es bien sabido.” Es decir, son unos diablos. Pero, son, en opinión de Vargas solamente unas manzanas podridas, como los militares, políticos y empresarios que promovieron el paramilitarismo y el asesinato de miles de personas inocentes para mostrar resultados en la guerra contra las guerrillas.
No generalicemos dice Vargas, son muchos más los buenos: “Pero resulta injusto generalizar esos comportamientos en miles de colombianos que, contra viento y marea, y muchas veces amenazados por los violentos, han activado la economía y han creado millones de empleos.” “Esos miles pagan puntualmente sus impuestos, mientras sus fundaciones trabajan en la nutrición de los niños, la educación de los jóvenes, la lucha contra el cáncer de quienes no pueden pagar costosos tratamientos, el impulso a la pequeña empresa familiar, a la vivienda social, a la protección de bosques y ríos.” Y reitera: “Los empresarios no son angelitos, y hay unos bien diablos, pero la gran mayoría ha ayudado enormemente en la construcción de un país mejor. Convertirlos en los malos de la película es un peligroso discurso populista.”
Y para rematar su enorme esfuerzo para decir tonterías señala que “Ese desprecio por la empresa privada quizás se explique en el hecho de que Petro jamás ha generado empleo.” Afirmación que incluso resultaría tonta en un almuerzo de domingo con su familia.
Mauricio Vargas examina la realidad social en términos de buenos y malos lo cual evidencia su precario nivel intelectual. No comprende para nada que existe una estructura social que determina un marco para la actuación de sus agentes. El asunto no es que los capitalistas sean buenos o malos en su comportamiento cotidiano en las empresas y por fuera de ellas; claro que esto es relevante para la situación de sus trabajadores en las empresas, pero aún los capitalistas “angelitos” explotan a sus trabajadores. Esta es una determinación general que condiciona su comportamiento. Todo capitalista sabe que sus trabajadores son un costo laboral y que para ganar más tiene que limitar la magnitud absoluta de los salarios y su participación relativa. Está obligado a hacerlo si quiere mantenerse con vida en la competencia. Que además de esto sea dominado por la avaricia y la pasión del dinero, es un elemento adicional para entender ciertas particularidades.
______________
[1] https://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/german-vargas-lleras/columna-de-german-vargas-lleras-la-ultima-coca-cola-802175ecto de ley preparado por la dirigencia sindical del país y encubierto como reforma laboral.
[2] El director de Portafolio, Francisco Miranda tampoco tiene datos sobre el efecto demoledor pero señala que es necesario tenerlo en cuenta: “Segundo, el paquete de reformas, que actualmente impulsa el Gobierno, no puede implementarse desconociendo este mapa empresarial conformado por iniciativas muy pequeñas. Por ejemplo, los cambios en las normas laborales deben incorporar los efectos que elevar los costos de contratación y despido tendrían sobre un tejido, marcado por la informalidad.” https://www.portafolio.co/opinion/editorial/la-corta-vida-de-las-empresas-editorial-588634
[3] https://www.dane.gov.co/index.php/estadisticas-por-tema/industria/encuesta-anual-manufacturera-enam
[4] https://www.sur.org.co/las-objeciones-a-la-reforma-laboral-y-la-cultura-antisindical-de-las-elites-empresariales/?utm_source=rss&utm_medium=rss&utm_campaign=las-objeciones-a-la-reforma-laboral-y-la-cultura-antisindical-de-las-elites-empresariales
[5] https://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/mauricio-vargas/columna-de-mauricio-vargas-empresas-malas-criminales-buenos-802174
Alberto Maldonado Copello
Foto tomada de: Zona Cero
Deja un comentario