En este piso de la vida debo decir que siento una profunda decepción de la política en mi país, por lo cual no votaré en las elecciones de octubre de 2023.
Ahora bien, si la ciudadanía vende su voto o si por falta de cultura política elige equivocadamente, debe pagar el costo de sus errores o ignorancia. Así ha ocurrido en los últimos 52 años hasta la llegada del presidente progresista.
De los partidos tradicionales no se sabe cuál ha sido más bárbaro, si el partido conservador de Laureano Gómez o el Centro Antidemocrático de Uribe. Y Cambio Radical, el Partido de la U, y el liberalismo de Gaviria, no tienen mucho que ver con el Partido Liberal de López Pumarejo, Gaitán, de los Lleras, Gabriel Turbay, y de otros más de esa generación, aunque sus diferencias internas y el crimen de Gaitán le entregaron el poder a la ultraderecha conservadora. El partido Liberal tuvo todo para convertirse en el gran partido del cambio, pero no lo logró.
Mientras tanto, la izquierda azotada por la violencia, dividida como dividida estaba antes de la caída del Muro de Berlín. Incluso, algunas fuerzas se han desplazado al centro, que poca inteligencia despliega y escasa conciencia política y social muestra, con un Partido Verde que nada tiene que ver con los sueños del país de todos los verdes de Aurelio Arturo.
La decadencia de la dirigencia política y económica tradicional hizo posible el triunfo de Petro. Pero, como fuerza de gobierno, el progresismo no ha podido consolidar una coalición de sus entrañas ni una coalición más amplia, puesto que el impuro centro se cree el abanderado para construir sobre lo construido cuando a lo construido no es posible deconstruirlo. El progresismo tiene mucho enemigo agazapado e infiltrado, que es una especie de traidores públicos contra el Estado y sus instituciones. Por eso debe formar una estructura política, intelectual e ideológica.
El centro no está en capacidad de entender y asumir la crisis y el cambio nacional y la complejidad mundial. Por eso, cuatro mujeres del centro, dos de las cuales hicieron parte de la primera coalición de gobierno, fueron las voceras para la creación en la Cámara de Representantes de una innecesaria subcomisión para “concertar” la reforma de la salud, cuando se sabe que todo se centra en quien manejará, en qué cantidades y con que dudosos controles los billones del presupuesto público girados a las EPS. No les interesan los aspectos fundamentales de la reforma: transparencia con los recursos públicos entregados a las EPS, salud preventiva con acceso universal, fortalecimiento de las IPS públicas, de la investigación científica y de la autonomía tecnológica en industrias de salud, y más y mejores médicos, enfermeras y auxiliares. Son acciones que vinculan al sistema de salud con los sistemas de educación superior, de ciencia y tecnología, de industria, y al ministerio de Hacienda.
En medio del eclipse del contexto macro político nacional se adelantarán en octubre las elecciones regionales. Es inmensa la lamentable masa de candidatos mediocres sin principios éticos. Pocos se salvan: están en el Pacto Histórico, y contados en una mano en otros partidos, aunque no en el uribismo y en el partido de Vargas.
Preocupa la perspectiva de Bogotá por tratarse de la capital desde la cual se proyecta Colombia. Los inmensos y acumulados problemas, y las potencialidades de transformación no está suficientemente clara en la cabeza de los candidatos. Machos, remachos y otras especies conforman la carpeta. Las mujeres ausentes en la capital y en la mayoría de ciudades donde han conquistado importantes espacios contra un patriarcado machista, violento y rezagado, que es también el patriarcado del clientelismo, de la corrupción y la barbarie.
La Avenida 68 y otros proyectos de nunca acabar
Esperamos que las obras que adelanta Bogotá se terminen a tiempo, porque embarcada la ciudad en un frenesí de cemento, hierro, piedra, tubos y ladrillo, hay que esperar con confianza, aunque matizada por la incertidumbre porque siempre aparece la mala noticia de una demora más y de un sobre costo adicional. Es la estrategia de políticos y de las firmas de ingeniería e interventoría: vivir de los dineros públicos a través de contratos interminables.
Las modalidades son dos: proyectos que se piensan y proponen incompletos para que las obras sean eternas; y proyectos que se contratan al 100%, que sin embargo se ejecutan en tres periodos de alcaldes o gobernadores, por eso terminan costando el doble o el triple. En cada nuevo contrato hay un peaje de corrupción.
Es la inquietud que genera la construcción de la troncal de Transmilenio por la Avenida 68: la contrató Peñalosa, Claudia López la entregará con un desarrollo del 55 al 60%, y el que gane en octubre la terminará si no llega con la intensión de revisar todo para justificar cambios, elevar la cuantía y extender el tiempo de la obra.
Esta troncal, según el cronograma expuesto en la valla ubicada en la carrera 15 con calle 100, indica que en año y medio estará lista, y su avance no llega al 50%, porque ni siquiera el puente de la calle 100 con carrera séptima se ha empezado. Son troncales que no conectan con otros grandes proyectos de ciudad. Por ejemplo, lo correcto con la primera línea del metro elevado o metro tugurio, era que llegara hasta la calle 100 para conectar con la nueva troncal de la avenida 68 y con la segunda línea del metro. Pero no ocurrió así.
La alcaldesa le debe una explicación a Bogotá de por qué se dividió en nueve tramos la construcción de la 68. ¿Quién pone de acuerdo a nueve contratistas en un país donde la cooperación no está en la cultura de políticos, firmas de ingeniería y en la burocracia, sino en la corrupción?
Claudia dejará muchas obras en construcción, y si el avance de estas no es superior al 80%, seguramente serán suspendidas hasta que la nueva administración las revise. Y las que no han empezado, nunca serán realidad porque más importantes serán las del nuevo mandatario. Pasarán los años y Bogotá no logrará consolidar su desarrollo, porque la gente pobre y de menores recursos hará su ciudad, la que pueden hacer desde la fuerza de su marginalidad; y la ciudad del norte, la del poder, se densificará y extenderá según le de la gana a los constructores que la habitan. Las ciudades son la perfecta distribución de informales y formales.
La renovación de la Caracas una visión imposible con el metro tugurio
Un recorrido por la Caracas desde la Primera de Mayo hasta la calle 80, muestra un desastre urbano. Solo un profundo proceso de renovación puede rescatar algunos espacios, como el barrio Carvajal, la iglesia del Voto Nacional, y sobre todo la aglomeración de hospitales, en su mayoría públicos, ubicados en el entorno del San Juan de Dios, que no escapa a convertirse en ruina.
Hace doce años se pensó que esa zona se podría desarrollar como una aglomeración de salud, para lo cual se adelantó el proyecto Ciudad Salud Región con el fin de atender pacientes de menores y bajos ingresos con servicios de calidad de alta complejidad, hacer investigación, impulsar el emprendimiento en temas de salud, recreación, cultura y educación.
Ese proyecto le ha quedado grande a los alcaldes: Solo Clara López lo entendió y apoyó en su corta administración. Petro avanzó hasta recuperar para Bogotá el San Juan de Dios que estaba en manos de la Beneficencia de Cundinamarca. Peñalosa no lo miró, e hizo lo único que sabe hacer: tumbar el barrio San Bernardo para darle oportunidad a alguna constructora. Claudia no supo que hacer en la ciudad de la salud.
Sería bueno que el candidato del Pacto Histórico, Gustavo Bolívar, de la mano de la exministra Carolina Corcho, lo revise, porque sería un ejemplo de revitalización y de recuperación de un espacio público para la salud social de alta complejidad.
La figura muestra los hospitales (H) ahora localizados y los nuevos que se construirían con el correr de los años. También están los centros de investigación (verde), un centro de emprendimiento y espacios para pymes de una industria de salud de alta tecnología (amarillo). La importancia de la cultura y la recreación en torno a la salud, utilizando el generoso espacio público que va de la carrera décima hasta la Caracas, donde hay importantes edificaciones que son patrimonio histórico.
Desde la aglomeración de hospitales hasta llegar a la calle 26, y salvo una que otra pieza arquitectónica, lo demás es una terrorífica imagen de deterioro urbano, imposible de recuperar.
Avanzando por la Caracas a partir del costado norte de la 26, está el complejo de edificios conocido como Centro Internacional. De ahí hasta la calle 80, por la misma Caracas, una que otra pieza arquitectónica, uno que otro edificio nuevo sin ninguna generosidad urbanística en sus espacios públicos, lo demás hay que tumbar. Sin embargo, se están construyendo nuevos edificios, dando por sentado que no hay en la Alcaldía la menor intensión de pensar una reforma del eje de la Caracas hasta la calle 80.
El entorno urbanístico de la Caracas está destruido un 80%. En estas condiciones, el alimentador aéreo de Peñalosa y de Claudia para los buses rojos de Transmilenio, sería un corredor aún más horroroso y peligroso porque no habría condiciones para un nuevo proyecto de ciudad en los costados oriental y occidental de la avenida, que derive en una nueva ciudad en el centro de la localidad de Chapinero.
No solo se trata de tumbar edificaciones en pésimo estado para reemplazarlas por nuevos y feos edificios, que ya aparecen, sin ninguna generosidad estética y urbanística. Se trata de pensar un mega proyecto de ciudad del futuro que recupere también la carrera 13 – otra vía que no vale nada -, e integrar otras piezas y zonas de la ciudad: Museo Gaitán, Teusaquillo, y el distrito de las artes del barrio San Luis.
Además, habría que hacer una intervención igual por la carrera 15 desde la calle 72 hasta la calle 100. Un proyecto para los siguientes cien años.
Asimismo, este corredor de la Caracas, de la calle 26 hacia el norte, se integraría con la Carrera Séptima, otro sueño que le ha quedado grande a los alcaldes y a la ciudadanía asentada entre las calles 67 y 100.
Entonces, un tramo subterráneo o elevado de la primera línea del metro vale la pena hacerlo si la Caracas se piensa como parte de una nueva ciudad. Se densificaría con generosidad multidimensional: espacio público, vivienda de calidad, cultura, arte, educación, investigación, emprendimiento, ciclo vías, y motos eléctricas silenciosas. La nueva ciudad de Chapinero se integraría con el viejo centro, el de siempre.
Las elecciones de octubre serán otra más de la corrupción y el clientelismo, porque Colombia no dispone de una visión y de un proyecto de nación, pues así lo prefiere la dirigencia política y económica para sus precarios propósitos.
De la crisis global de las instituciones no es culpable el progresismo, son culpables el centro y la derecha, así lo entiende la ciudadanía y por eso responde a los llamados del presidente Petro a defender el proyecto progresista en las plazas y en las calles como se vio el 27 de septiembre.
Jaime Acosta Puertas
Foto tomada de: Infobae
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