La aprobación en la plenaria de la Cámara de Representantes de la ponencia de reforma a la salud con 93 votos a favor y 43 en contra ha llevado a algunos a pensar que la oposición de ciertos directores de partidos ha sido superada y que la coalición del Gobierno ha recobrado un nuevo aliento, sobre todo porque el presupuesto, elemento vital para alcanzar las metas propuestas, ha avanzado en las comisiones económicas. Esta consideración es en parte cierta, pero pasa por alto dos hechos de innegable importancia.
En primer lugar, es de reconocer que a pesar de que los partidos políticos no han llegado a ninguna decisión sobre la naturaleza y el alcance del acuerdo nacional, el Gobierno ha conseguido los votos necesarios para algunas de sus propuestas lo que es un indicador positivo de su gestión. Sin embargo, un factor que debe ser contemplado en los actuales momentos es la proximidad de las próximas elecciones regionales la cual favorece una mayor autonomía de los políticos respecto de sus dirigentes. En efecto, dada la naturaleza de los partidos políticos colombianos convertidos en máquinas electorales controladas por clanes regionales y las consiguientes disputas electorales centradas en la lucha por el poder local, las coaliciones que se tejen en el ámbito regional no coinciden siempre con las que se arman a nivel nacional, circunstancia que incrementa la hostilidad entre sectores y profundiza las diferencias entre los integrantes de las colectividades políticas. Incluso aquellos ciudadanos que se preocupan poco por el curso de la política han registrado la pugnacidad creciente entre miembros de un mismo partido que se enfrentan permanentemente en los medios de comunicación y en las redes sociales. Solamente después de las elecciones de octubre se sabrá si el Gobierno ha podido recuperar las adhesiones que perdió cuando por cuenta propia disolvió la coalición que controló el Congreso al inicio del mandato del presidente Petro. En este punto, no puede obviarse la importancia de la elección en Bogotá donde ha ganado fuerza la apelación al “voto útil” para derrotar al Pacto Histórico.
En segundo lugar, a la dificultad de cohesionar los equipos que se necesitan para consolidar los proyectos del Gobierno y sentar las bases de un acuerdo nacional que supere la fragmentación de la sociedad colombiana, se suma la imagen negativa del presidente que los medios de comunicación refuerzan todos los días. Para la administración es clave contar con mayorías en el Congreso que le permitan sacar adelante sus propuestas, y para ello evitar que sus generales peleen entre ellos, pero también lo es que su Jefe Supremo refleje la imagen positiva de un líder capaz de ganarse la confianza de los que llama a un acuerdo nacional, fijar objetivos y establecer una estrategia. Ya lo han expresado varios pensadores: sin liderazgo, las instituciones pierden su rumbo y un acuerdo es el fruto de un consenso que se construye, no una imposición que emana de la mayoría que tiene las riendas del poder para someter a la minoría.
Gustavo Petro ha convocado a sus seguidores para que vuelvan a la calle a acompañarlo, para que la gente “exprese en directo sus necesidades” y “marche por la vida”, lo cual tiene algo de sentido, pero sea lo que sea, no es en la calle donde se tramitan las reformas sino en el Congreso sujeto, a su vez, a ciertas dinámicas y formalidades que no pueden ser pasadas por alto en una democracia; expuesto también a juegos políticos y traiciones producto de cálculos interesados y mezquinos, lejanos del interés general.
Rubén Sánchez David
Foto tomada de: Focus Noticias
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