La política consiste en una dura y prolongada penetración a través de tenaces resistencias, para la que se requiere, al mismo tiempo, pasión y mesura.
Max Weber
Mesura proviene del latín mensura, que significa medida, moderación, pero también templanza, compostura. Esta virtud moral constituye un principio esencial en la política. De ella surge la prudencia, que no es más que una disposición que permite conocer lo que es más conveniente en cada situación. La mesura no es, pues, una supuesta ubicación intermedia entre dos puntos opuestos que los superficiales asumen como centro en la política. Es, por el contrario, la contención o freno en la conducta, de modo que la acción no se anticipe al pensamiento. Se reacciona con lentitud a todo estímulo, se analiza y se examina con cautela antes de abordar algún suceso. Pero la política es también pasión. Esta es el lado subjetivo y personal, la energía vital que mueve a la voluntad, el principio que anima la propia convicción, el contenido real del propio fin. “Nada grande se ha realizado en el mundo sin pasión”, (Hegel, 1982).
Hablar de una política neutral, o invocar, como hacen los tecnócratas, un espíritu desapasionado e imparcial vertido en simples cifras, sumergido entre datos, barras y modelos, equivale a declarar una indiferencia imperturbable y la ausencia de toda pasión o inclinación. El “centro político” (hijo posmoderno de la objetividad científica positivista) pretende ofrecer la imagen de un grupo sereno e impasible, pacífico y tranquilo; es incapaz de dar una definición positiva de sí mismo: su identidad tiene un carácter meramente negativo. Lo que es lo determina afirmando que no es como los otros: los extremos. Con ellos cree referirse a las antípodas; a la oposición perfecta entre dos bandos completamente desiguales. Su virtud política reside en una falsa equidistancia entre dos grupos contrapuestos que considera extremos radicales. El “centro” considera a los políticos como fanáticos exacerbados; como energúmenos militantes “ideologizados”. Su “ciencia” de gobierno es la tecnocracia: el ideal del político purificado, el administrador aséptico pasado por la criba sin ningún tipo de sesgo.
El centro biempensante, virtuoso y moderado, está convencido de que sus filas se componen de técnicos expertos capacitados para administrar con objetividad a través de reglas imparciales. Suprimen el quehacer político al abolir la ideología para reemplazarla por una impersonal racionalidad técnica “al servicio del Estado”. Sin embargo, su neutralidad axiológica es ella misma un tipo de valoración: el fin de la neutralidad ideológica es ocultar su propia ideología, esconder su propia inclinación. No obstante, a través de esta cortina vaporosa se vislumbra la intencionalidad que los motiva, su razón económica marcadamente neoliberal.
El “centro político” no comprende el juego astuto de la oportunidad, no tiene sentido de la ocasión. Su voluntad de poder está bloqueada, no por falta de ambición, sino porque carece de un programa capaz de declarar abiertamente su propia convicción, que disfraza. Lo caracteriza un tipo de oportunismo nómada. Esta vulgaridad ideológica, incapaz de reconocerse en el conflicto, incapacitada como está para oponerse, para luchar declarada y frontalmente, obliga al “centro” a hacer maromas y lo impulsa a tener que decidir frecuentemente entre los extremos que tanto aborrece. Se acomoda, se congracia, se distancia, pero vuelve siempre, ladino y sigiloso, a su centro de equilibrio… al lado de la derecha.
Esta es la razón por la que se ve a un Daniel Carvalho festejando con la elección de Federico el regreso de la “institucionalidad” a Medellín; a una Juvinao brincando y arengando al lado de Polo Polo; a una Katherine Miranda intercambiando subrepticiamente mensajes de WhatsApp con Jota Pe; a una Claudia López alineando su agenda de gobierno con la de Peñalosa; a una Angélica Lozano apoyando al candidato de Vargas Lleras; a un Julián Rodríguez (“el concejal más joven de la galaxia”) apoyando a Juan Daniel Oviedo; a una Jennifer Pedraza votando por Robledo, un aliado de Fajardo que le mendigó a Rodolfo Hernández, inhabilitado ayer por doce años. Y así re repiten casos y más casos dentro del Partido Verde y dentro de otros partidos con menos “Dignidad”: celebran con frecuencia los triunfos y posturas de la extrema derecha, ajustan su agenda electoral, concilian intereses y coordinan su actividad legislativa y gubernamental. Quien afirme que no se identifica con la izquierda ni con la derecha, no solo está mintiendo, sino que está muy próximo a convertirse en traidor de su consigna. “La prudencia, escribe Maquiavelo, consiste en conocer la naturaleza de los inconvenientes y adoptar el menos malo por bueno”. El mal menor del centro generalmente es la derecha.
La imposibilidad de concebir un centro en la política se confirma siempre en el momento necesario de la decisión. Después de dilatar y aplazar por mucho tiempo se ve empujado a última hora a hacer lo que es incapaz de realizar desde el comienzo: asumir una postura y por fin comprometerse con programas y partidos, con valores y principios. El centro político (una expresión contradictoria y aberrante) tiene por destino ser un agregado tardío de alguna de las fuerzas en disputa. El desgaste, fruto de su cobardía, lo inclina a llevar una existencia subsidiaria al servicio del que va ganando. Y es que ¿cómo puede pretender alguien ocupar un lugar neutro en la política, si ella misma es, como afirma Weber, una actividad que se enfrenta a grandes resistencias, si su naturaleza es manifestarse como fuerza?
De acuerdo con Aristóteles, la virtud moral es el justo medio entre dos extremos. Por ejemplo, la valentía es el justo medio entre la cobardía (defecto) y la temeridad (exceso). Asimismo, el generoso es el justo medio entre el avaro (que no gasta nada) y el derrochador (que gasta lo que tiene). Como se ve, el justo medio es una posición intermedia entre el exceso y el defecto. Si el “centro” es la moderación entre dos extremos radicales, ¿cómo puede haber un punto medio entre dos excesos sin defecto?
David Rico
Foto tomada de: Canal 1
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