Es un libro con mucha información, incluyendo un esfuerzo por construir series para un período largo, y poca explicación. Se inscribe claramente dentro de una corriente de análisis económico que no se hace preguntas de fondo e ignora olímpicamente elementos fundamentales del modo de producción capitalista. Menciono algunos aspectos que los autores destacan:
- El PIB per cápita se multiplicó por doce veces en el período de más de cien años analizado. El crecimiento de la economía, medido por el aumento del PIB es continuo, aunque hay algunos años de decrecimiento o estancamiento. En su conjunto, el crecimiento es mediocre, tesis que ya ha planteado Ocampo en libros anteriores.
- El comportamiento del crecimiento económico es cíclico. Los ciclos están asociados al comportamiento de la economía cafetera, el surgimiento y desarrollo de la industria manufacturera como motor de crecimiento, desde la década del 30 y principalmente entre 1946 y 1974; el sector petrolero como principal sector exportador desde finales del siglo XX, los ciclos de financiamiento externo y el auge en décadas recientes del sector servicios.
- Señalan dos grandes rasgos de dicha evolución económica: a) la desindustrialización prematura; y b) la reprimarización exportadora. Le echan la culpa principalmente al Estado de estos hechos, que consideran obstáculos del crecimiento: la desindustrialización se debe principalmente a un cambio en la estrategia de desarrollo desde los años noventa.
- Mencionan los cambios en la estructura productiva entendida como la proporción de los grandes sectores en el total de la actividad económica; a comienzos del siglo XX la mayoría de la producción era agropecuaria y a finales tiene un mayor peso el sector servicios, al tiempo que la industria manufacturera que fue dinámica entre 1946 y 1974, pierde peso posteriormente.
- Ha habido mejoramiento en muchos indicadores sociales. El índice histórico de desarrollo humano se multiplicó por 7 veces durante el período analizado y hubo mejoramientos significativos en esperanza de vida, tasa de fecundidad, mortalidad infantil y tasa de analfabetismo. Las coberturas en servicios públicos (aunque todavía no alcanzan el 100%), en educación y en afiliación al servicio de salud, aumentaron significativamente.
- Sin embargo, en lo fundamental, no ha habido mejoramiento sustancial: “…si bien las condiciones de vida de los colombianos se han transformado radicalmente, estos indicadores esconden profundas desigualdades en el nivel de ingreso de las personas, como se ejemplifica en la evolución del coeficiente de Gini, el cual muestra una tendencia al deterioro durante buena parte del siglo XX, con algunas mejoras parciales en algunos períodos, así como en el acceso a los servicios públicos en las ciudades y en el campo.” (p. XXI).
- “Con las nuevas estimaciones del coeficiente de Gini se encuentra que durante los años veinte el indicador se reduce por el auge de las obras públicas, pero se deteriora entre los años treinta y los sesenta, reflejando la elevada migración de mano de obra rural no calificada hacia las ciudades, la inequitativa distribución de la tierra y la violencia rural. Este deterioro es sucedido por una mejoría del coeficiente desde 1973 hasta 1983, gracias a la reducción de los diferenciales de ingreso por nivel educativo y entre las zonas urbanas y rurales. Las reformas de comienzos de los noventa y la crisis de fines del siglo XX generan un nuevo deterioro. Por último, el coeficiente de Gini desciende levemente desde 2009 hasta 2019, pero menos que las mejorías que experimentaron varios países latinoamericanos en las primeras dos décadas del siglo XXI.” (p. XXIII).
- El panorama laboral es desastroso: “La reciente Misión sobre este tema, la cual entregó sus resultados en 2021, señaló que el mercado de trabajo colombiano era disfuncional. Uno de cada diez integrantes de la fuerza de trabajo está desempleado y la mayoría de los que trabajan lo hacen por cuenta propia o laboran en pequeñas empresas con baja productividad. De esta manera, seis de cada diez empresas están en la informalidad, entendida como la ausencia de contribución a la seguridad social, y ocho de cada diez empresas tienen entre uno y tres trabajadores. (p. XXII).
- La pobreza disminuye porcentualmente, pero la riqueza crece más rápido: “…la pobreza afectaba al 89% de la población en 1905 y todavía al 23% en 2019. Si bien este indicador se ha reducido en más de un siglo, también es cierto que la riqueza se mantiene en pocas manos.” (pp. XXII-XXIII). Según el DANE la tasa monetaria de pobreza nacional fue de 32,3% en 2019 y actualmente está en 36%.
El enfoque teórico de Ocampo
Ocampo y Romero examinan el componente material de la producción en forma general, sin considerar ni darles la importancia debida a las formas sociales en las cuales se produce, a las relaciones sociales de producción. Buena parte del libro se enfoca en medir la magnitud y variaciones del producto interno bruto (total y per cápita), para el conjunto de la economía y para los diferentes sectores, sin mirar la forma en la cual dicho producto es elaborado. Parecería en algunos momentos que Ocampo y Romero tuvieran en mente una sociedad socialista cuya finalidad es producir valores de uso para satisfacer necesidades, producción que además puede ser planificada u orientada por el Estado.
No cabe dentro de su marco teórico considerar que la producción es realizada mediante relaciones capitalistas, que hay una clase dueña del dinero y los medios para producir, y otra clase subordinada que solo cuenta con su fuerza de trabajo, que debe vender obligatoriamente a los primeros. Al referirse a la estructura de la producción a comienzos del siglo XX mencionan el peso del sector agropecuario, pero ningún dato o caracterización sobre la forma de producción, el peso de la economía capitalista y por tanto del trabajo asalariado. A estos investigadores no les merece siquiera una mención uno de los principales cambios en el período estudiado: la transformación de los trabajadores campesinos, artesanos y pequeños productores en general, en una enorme masa de trabajadores asalariados.
Pero más grave aún, no mencionan el papel directivo de los capitalistas y su motivo propulsor: la obtención de excedentes bajo la figura principal de la ganancia industrial, comercial y financiera, pero también de rentas de la tierra. Ocampo y Romero ni siquiera se toman la molestia de mencionar, así fuera para criticarla, la tesis de que el modo de producción capitalista está organizado alrededor de la obtención de la ganancia. No hubiera sido necesario siquiera recordar las lecturas de Marx, que tan juiciosamente hizo Ocampo hace décadas, o leer el reciente libro de Shaikh en el cual postula la ganancia como motor y eje del desarrollo económico capitalista; hubiera bastado con preguntarle a Luis Carlos Sarmiento quien les hubiera dado una lección magistral sobre la relevancia de la ganancia para el sistema capitalista.
A partir de los vacíos anteriores, derivados de una mirada distorsionada debido a los lentes teóricos utilizados, Ocampo y Romero no se preguntan por el reparto del producto interno bruto entre la clase asalariada y los capitalistas, por las tendencias del capitalismo a reducir los salarios al mínimo posible, por el conflicto en la distribución del excedente entre los capitalistas industriales, comerciales, financieros, los terratenientes y el Estado. Mucho menos se preguntan por las consecuencias de la acumulación capitalista en un marco de competencia feroz que conduce a la concentración y centralización del ingreso, pero principalmente a la generación de un desempleo permanente y a relegar a millones de trabajadores a actividades precarias de baja productividad. Por tanto, tampoco tienen respuesta alguna sobre estos fenómenos típicos del capitalismo. Ocampo y Romero ven los hechos, pero en forma aislada y en la superficie, no se preguntan ni por tanto entienden las conexiones internas de los fenómenos, y se quedan, por tanto, simplemente, en un nivel extraordinario de superficialidad.
Caen en afirmaciones banales impropias de un personaje de la talla intelectual de Ocampo, del estilo el crecimiento económico muestra cosas positivas, pero también negativas, lo cual genera retos que tenemos que superar. Parece un análisis hecho por un motivador de ejercicios de planificación estratégica en las empresas.
Los datos de Ocampo y Romero muestran que después de 100 años de crecimiento económico capitalista: 1) La riqueza está concentrada y la desigualdad de ingresos es muy alta y ha mejorado poco; 2) Los ingresos de la mayoría de los trabajadores son muy bajos, lo que hace que viva en la miseria, la pobreza y la vulnerabilidad un porcentaje grande de trabajadores; 3) El desempleo es persistente, el trabajo precario e informal es la mayoría, la mayor parte de los trabajadores están en empresas muy pequeñas y de baja productividad, una parte grande de trabajadores migra al exterior en busca de oportunidades. En términos constitucionales no se garantizan derechos fundamentales a la mayoría de los trabajadores.
Ocampo y Romero no consideran que la causa de todo esto es el modo de producción capitalista. Tratan de consolarse, como hacen todos los defensores del capitalismo, mostrando que la tasa de pobreza monetaria ha disminuido y que han mejorado algunos indicadores sociales. En 1905 había 4,1 millones de personas en Colombia (DANE, Estadísticas Sociales en Colombia, 1993) y la tasa de pobreza era 89%, es decir un total de 3,7 millones de pobres; en 2019, después de un crecimiento ininterrumpido por décadas el resultado es de 23% (El dato del DANE es 32%) de la población en pobreza, es decir, cerca de 10 millones de pobres, muchos de ellos en miseria. El dato de pobreza para 2022 es mucho peor y si se suman los vulnerables empeora la situación: cerca de 30 millones de personas son pobres o están en riesgo de caer en la pobreza. Es innegable una mejoría en ingresos reales y acceso a bienes de consumo individuales o colectivos y su impacto en algunas condiciones de vida; pero al mismo tiempo la condena de millones de colombianos a la pobreza y la miseria. Lo fundamental es que el modelo económico consolidó durante el último siglo un mecanismo permanente de extracción de excedente a los trabajadores en beneficio de los capitalistas.
Ocampo y Romero cumplen una labor muy importante con su investigación: desviar la atención sobre la naturaleza del capitalismo, ignorar los elementos centrales de dicho modo de producción, y evadir el hecho de que los bajos salarios e ingresos, la desigual distribución de riqueza e ingresos, la pobreza y la miseria, el desempleo y el trabajo informal, son consecuencia de dicho modo de producción. Pero lo más importante es ocultar la otra cara de la moneda: durante esos cien años y pucho, un puñado de colombianos se han enriquecido extraordinariamente y continúa haciéndolo. No hay solución a los problemas de los trabajadores en el marco del capitalismo. Pero Ocampo y Romero pretenden generar ilusiones sobre el papel del Estado.
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[1] Publicado por el Banco de la República, 2023.
Alberto Maldonado Copello
Foto tomada de: CNN en Español
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