La Matrix fue armada con precisión y refinamiento milimétrico desde hace décadas. Aquí no hay nada más que hacer: o los millones de colombianos que elegimos a Gustavo Petro como presidente nos pronunciamos y exigimos respeto, o callamos resignadamente, y dejamos que la extrema derecha siga manoseándonos y retome el poder total. Es claro que iban a la segura y a estas alturas ya ni las apariencias les importan. Por más que el presidente Gustavo Petro los confronte, no va a poder vencer solo a semejante estructura de criminales de toda suerte. El presidente ya tuvo esa misma experiencia cuando fue alcalde de Bogotá. La Procuradora ya mostró también sus garras y colmillos y no se va a detener; y seguro empezará a abrir nuevas investigaciones a otros altos funcionarios del gobierno por parte de esta heredera, que a su vez es otra corrupta impenitente, del sacrosanto y quemador de libros Ordóñez.
La criminal Mancera, si la CSJ sigue haciendo lo que ya empezó a hacer, pronto atacará con otro proceso penal al presidente Petro por financiación ilegal de su campaña y lo denunciará ante la Comisión de Acusaciones de la Cámara, que saldrá de su eterno silencio sin importar que haya o no pruebas, eso es lo que menos importa, pues quien decide es dicha Comisión y está hará simplemente lo que le ordenen, pues todos sus miembros, por acción u omisión, también están vinculados a esta monumental estructura mafiosa. Creo que nadie en este país, calculó la dimensión real de esta poderosa estructura de corrupción, impunidad y criminalidad; y menos la capacidad ilimitada que se consolidó para violar todo el ordenamiento institucional y para garantizar que fuera imposible enfrentarla y vencerla. La institucionalidad colombiana, fue pacientemente sometida, acomodada, domesticada o creada, para generar la sensación o idea de que el país avanzaba en el marco de su democracia a partir de 1991, y ello lo expuse en un artículo publicado en la Revista Ensayos de Economía de la Universidad Nacional Sede Medellín que titulé “Instituciones y conflicto en Colombia: la metáfora del espejo” (2017)[1], en el que mostraba la hermosa y moderna imagen que se reflejaba de nuestra institucionalidad, mientras la realidad era una fila interminable de todo tipo de crímenes, violencia, corrupción e ilegalidad: en el espejo se vía todo un arsenal institucional para que se respetaran los derechos humanos para que se hiciera justicia, o para que en nuestra democracia siempre hubiera elecciones; nos veíamos como una sociedad pluricultural; entramos a lo OCDE que es el club de los países ricos; y más, y más, atributos modernos. Afuera de la imagen en el espejo, la realidad era atrozmente todo lo contrario y las pruebas ya eran irrefutables, pero estas al llegar a la institucionalidad, se corroen, desaparecen, se pierden, se voltean ilegalmente a favor de los criminales y en contra de los fiscales que terminan refundidos en algún rincón de lo muchos olvidados en el país, con denuncias penales en su contra, y con apertura de procesos disciplinarios, algo absolutamente aberrante, humillante e indignante. Y como se derrumba una fila de dominó, en los últimos tiempos, los criminales Barbosa y Macera, sin vergüenza alguna e irrespetando a todo al país, precluyeron, aplazaron, se hicieron los locos, embolataron, perdieron, buscaron vencimiento de términos, y numerosas artimañas más, para cerrar los procesos o casos de la mamá del duquecito ladrón y criminal, de la misma vicefiscal, de la esposa del mismo fiscal, del genocida de Uribe y muchos más, llegando al extremo de investigarse a sí mismos e encontrarse totalmente inocentes y pulcros.
Invito a todos a que nos sumemos para exigir respecto como ciudadanos y/o constituyentes primarios como señala la convocatoria a la movilización prevista para el jueves 8 de febrero en Santiago de Cali. Los 11’281.013 votos, que corresponden al 50.51 % de los votantes, y con los cuales el Presidente fue elegido como el más votado en la historia de Colombia, nos hizo sentir sin duda a todos un aire fresco y libre de la podredumbre que ha significado la dirigencia política en el país. La dignidad individual o social, no es algo que se regala, es algo que se gana, y eso fue lo que sucedió en las pasadas elecciones presidenciales. No permitamos que ese perfume de democracia e inclusión que es real, lo desvanezca la extrema de derecha de este país. No dejemos que de nuevo seamos humillados y pisoteados después de haber sentido lo que significa no permitirlo.
Hagamos que sea real que iniciamos con pie firme, seguro y decidido, el inicio del fin de la barbarie a que hemos sido sometidos los colombianos y en especial los más vulnerables y excluidos por quienes han dirigido el país históricamente; o no permitamos que los de siempre, pongan fin a lo que empezó a tomar forma el año pasado con la llegada al poder ejecutivo de nuestro presidente Gustavo Petro, que logró renovar nuestras esperanzas y sueños. No hay otra opción.
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[1] En: http://www.scielo.org.co/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S2619-65732017000100037 Fecha visita: 29.01.2024
Álvaro Albán Moreno
Foto tomada de: La Silla Vacía
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