En el terreno político y burocrático compiten también por el control del Estado y sus recursos, llegando a extremos aparentemente irreconciliables como la pugna entre el uribismo y el santismo. Pero tan pronto llega al poder político un progresista que abandera algunos intereses concretos de los trabajadores y sectores populares, velozmente se unen con el fin de lograr neutralizarlo y si es necesario derrocarlo.
La clase capitalista cuenta con un partido único que tiene claro su objetivo de defender la organización capitalista y garantizar las ganancias más altas posibles. Este partido único se divide formalmente en diversas facciones que se diferencian en algunos asuntos, pero comparten el fin fundamental. En el fondo, no hay diferencias significativas entre el partido liberal, el partido conservador, el centro democrático, cambio radical y el partido de la U. Además, hacen parte activa de estos partidos los medios de comunicación, con facciones beligerantes y agresivas como la revista Semana, y miembros de la burocracia, de la justicia, de los órganos de control y de las fuerzas armadas, así como el partido de los economistas, según la expresión de Alberto Casas en la W.
El poder de este partido único es inmenso. Lo cual no logra impedir que en ciertas circunstancias se les cuele un progresista. Las terribles condiciones de vida de la mayoría de la población, el desencanto y frustración de las clases trabajadoras, la permanente corrupción, abren espacios para que los trabajadores se ilusionen y en determinados momentos elijan alcaldes, gobernadores, o incluso un presidente como Petro que no hace parte de los círculos tradicionales del poder y que promueve reformas y acciones que buscan aumentar la participación de los trabajadores en la riqueza total.
Pero Petro, como los gobiernos progresistas, dirige un gobierno que tiene que administrar un Estado capitalista en una sociedad capitalista. Enfrenta, por tanto, límites de sistema insuperables y tiene la enorme dificultad de generar expectativas de resultados por parte de los trabajadores que no puede cumplir. La Constitución Política ofrece, entre muchas cosas, algunos resultados fundamentales: un ingreso adecuado para todos, un trabajo digno para todos, propiedad para todos e igualdad. Los capitalistas saben que esto no se puede cumplir y el trabajo de sus políticos es generar la ilusión y engañar a los trabajadores, tarea en el cual los acompañan los economistas, especialmente de Los Andes y Fedesarrollo (miembros destacados del partido de los economistas, afiliado al partido único pro capitalista).
No es posible resolver estos problemas en el marco del capitalismo. No han podido los “mejores economistas” del país como José Antonio Ocampo, Cecilia López, Armando Montenegro, Mauricio Cárdenas, etc.; ni siquiera el sabio Jorge Iván González. Y no es por incapacidad intelectual y técnica (aunque puede estar presente en algunos casos), sino porque el capitalismo se basa precisamente en los bajos ingresos de los trabajadores para aumentar las ganancias, en la existencia de un desempleo permanente que les permita a los capitalistas un mayor dominio sobre los trabajadores, y en la creciente concentración de la riqueza y del ingreso en manos de unos pocos capitalistas.
El margen de acción se limita a compensar los ingresos de los trabajadores y a paliar algunas de las situaciones más extremas en las condiciones de vida de la gente, como el hambre y la desnutrición, o el acceso adecuado a la salud, lo cual es importante y necesario. Dentro de este margen es posible lograr algunos resultados positivos. Pero aún aquí enfrentan los gobiernos progresistas serias limitaciones en la medida en que la prestación de servicios sociales por parte del Estado es también uno de los campos de la inversión privada en busca de mayor rentabilidad. La decidida oposición de los dueños de las EPS y de los fondos de pensiones, entre otros, no es más que la férrea defensa de su mezquino interés por la ganancia.
Por tanto, el riesgo de perder la confianza de la gente y que se genere una gran frustración es enorme. El gobierno de Petro no debería concentrar sus mayores esfuerzos en las reformas constitucionales y legales. Debería enfocarse en generar mejoramientos concretos y alivios masivos en ciertas condiciones de vida de la gente, como medio para atraer a sus filas a una proporción mayor de los trabajadores. Debería hablar menos y hacer más en cosas concretas y específicas. Quizá esto le permitiría aumentar el respaldo popular por la vía de las movilizaciones, que lamentablemente han estado muy lánguidas en respuesta a las últimas convocatorias presidenciales.
Y de fondo, debería trabajar en serio por la organización de los trabajadores y, principalmente por la educación política, comenzando por mostrar e ilustrar sobre los límites de una gestión progresista en el marco de un Estado y una sociedad capitalista. Debería mostrar a los trabajadores que la única perspectiva de un mejoramiento sustancial en sus condiciones de vida se encuentra en la superación del capitalismo y en la eliminación del trabajo asalariado. Debería decir con franqueza y claridad que lo que tanto temen los capitalistas, el socialismo, es la única solución para los problemas de fondo de los trabajadores.
Pero esto es pedir demasiado. Petro no es socialista. Para infortunio de los trabajadores, su propuesta política de fondo es defender el capitalismo promoviendo un capitalismo humano y respetuoso del ambiente. Con lo cual, mantiene la ilusión de que es posible resolver los problemas de los trabajadores en el marco de la sociedad actual. Tampoco ha demostrado Petro en su carrera política que le interese la organización política de los trabajadores. Invita a movilizarse, pero poco hace para formar y organizar militantes en todo el país.
Del Pacto Histórico y de su bancada en el Congreso hacen parte comunistas que deberían realizar análisis marxistas de la sociedad colombiana y promover el objetivo de la transformación hacia el socialismo. Deberían aprovechar su presencia en el Congreso para informar y ofrecer elementos de análisis a los trabajadores. Pero, desafortunadamente nunca se les escucha un planteamiento en esta perspectiva.
Refiriéndose al sufragio universal y la participación en las instituciones burguesas en Alemania a finales del siglo XIX decía Engels: “Con la agitación electoral, nos ha suministrado un medio único para entrar en contacto con las masas del pueblo allí donde están todavía lejos de nosotros, para obligar a todos los partidos a defender ante el pueblo, frente a nuestros ataques, sus ideas y sus actos; y, además, abrió a nuestros representantes en el parlamento una tribuna desde lo alto de la cual pueden hablar a sus adversarios en la Cámara y a las masas fuera de ella con una autoridad y una libertad muy distintas de las que se tienen en la prensa y en los mítines.” (Introducción a la Lucha de clases en Francia).
¿Por qué el silencio de los comunistas? ¿Por qué no aprovechan esta tribuna?
Alberto Maldonado Copello
Foto tomada de: La Silla Vacía
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