En torno a la posible sede de las deliberaciones de la conferencia ambiental se ha presentado una decente y respetuosa discusión entre los alcaldes de Bogotá, Carlos Fernando Galán y Alejandro Eder, alcalde de la ciudad de Cali. Aquí los argumentos para que la capital del Valle sea la sede de la COP 16:
La selva amazónica-que compartimos con ocho países en Sudamérica, Bolivia, Brasil, Ecuador, Guyana, Guyana Francesa, Surinam, Perú y Venezuela y del que Brasil ocupa el 67% de su área total y nuestro país el 6.4%, equivalente al 41% de nuestro territorio- es un bioma de importancia planetaria que hoy se encuentra amenazada por la acción antrópica del hombre.
En la Amazonía colombiana se presentó entre el 2016-2021 un incremento sustancial de la reforestación lo que represento el 62% del total nacional. La extensión de la frontera agrícola y el hato ganadero le causan gran daño al bioma amazónico colombiano. Entre 2017-2021, la ganadería en el Amazonas se incrementó significativamente alrededor de la reserva forestal de Chibiriquete, en donde se encuentran los municipios con mayor deforestación, con un aumento de más de 9400.000 cabezas de ganado en una zona donde se depredaron 374.000 hectáreas. Las áreas protegidas de la Amazonia tuvieron la mayor pérdida neta de bosques entre 2000 y 2015 principalmente en Tinigua, La Macarena, Picachos y Chibiriquete. Además, desde diciembre de 2020, las autoridades de Parques Nacionales fueron expulsadas de nueve de los doce parques de la región amazónica.
Los recursos requeridos para deforestar y establecer latifundios tienen con frecuencia su origen en la minería ilegal y los cultivos ilícitos, auspiciado por el narcotráfico. La guerra que se libra en su territorio también pasa la cuenta.
El gobierno Petro y su ministra de ambiente han hecho un ingente esfuerzo por tratar de contener este dañino fenómeno: La deforestación se redujo en un 29.1%, pasando de 174.103 en 2021 a 123.517 hectáreas en 2022, la cifra más baja en nueve años. En la Amazonía el decrecimiento fue del 36.4% y en los parques nacionales del 12.8%. Esta debe convertirse en una tendencia sostenible en el tiempo.
La deforestación y los efectos del cambio climático y el calentamiento global son mortales para la preservación del bosque amazónico. De su preservación depende la disponibilidad hídrica de Bogotá, Lima, Quito, la Paz. Bogotá depende en un 80% de los páramos del Parque Natural Chingaza que a su vez depende de la humedad generada por los ríos voladores del sistema amazónico.
Según el científico brasileño Carlos Nobre, en un solo día el bosque amazónico aporta a la atmósfera 20.000 millones de toneladas de agua. En ese mismo lapso de tiempo, el rio Amazonas descarga en el Atlántico, 17.000 millones de toneladas de agua. Es decir, en la Amazonia hay más agua en el cielo que en la tierra. Sin los ríos del cielo se secan los de la tierra.[1]
Como se ve, la Amazonia es un bioma de importancia global, sin embargo, sobre ella recaen enormes amenazas. Dada las distintas fuentes que confluyen en su deterioro y ponen en riesgo su sostenibilidad, en 2018, mediante la sentencia STC 4360, la Corte Suprema de Justicia declaro la Amazonía colombiana sujeto de derechos. La cumbre universal de la COP16 debe aprovecharse para visibilizar sus problemas y concitar el respaldo internacional, sobre todos de los países más ricos, en su preservación.
En ese sentido y en estricta consecuencia de justicia ambiental y en función de nuestra rica biodiversidad, una ciudad como Leticia, ubicada en la esquina colombiana de la selva amazónica, debería ser, sin atenuantes, la sede de la COP16. Pero dada sus limitaciones logísticas y dado el enorme flujo de visitantes que implica su realización- se estima que vendrán al país delegaciones de más de 150 países y permanecerán en la cuidad sede durante diez días- es prácticamente imposible que la capital del Amazonas cumpla esa función.
Igualmente se podría argumentar de Buenaventura, de Quibdó, de Tumaco, en el Pacífico colombiano, un cruce de caminos entre centro y Suramérica que alberga páramos, bosques de niebla, selvas húmedas tropicales, manglares, ciénagas, litorales rocosos, extensas playas donde cohabitan infinidad de especies, muchas de ellas endémicas que mediante múltiples interacciones conforman un verdadero paraíso natural donde habitan comunidades indígenas y negras que se benefician de sus recursos sin destruirlos.
Lo que demuestra que es posible vivir en armonía con el entorno natural y preservar ese ambiente privilegiado, una geografía particular que maravilló a viajeros, científicos y naturalistas desde los tiempos de Humboldt y que dado su régimen de lluvias configura el Chocó Biogeográfico, un área de 175.000 km cuadrados, un 2% de la superficie terrestre, pero que alberga el 10% de la biodiversidad del planeta.
El alcalde de Bogotá, Carlos Fernando Galán, aspira legítimamente a que la ciudad capital sea sede de la COP16, pero dado los argumentos aquí presentados, Cali, en su condición de capital del Pacífico colombiano, la ciudad de los siete ríos, centro del valle geográfico del rio Cauca, merece, con toda justeza, albergar en su amable y biodiverso territorio la sede la de la COP16, tal y como su alcalde Alejandro Eder lo reclama. En estos tiempos, donde se agitan las banderas de una mayor descentralización, descentralicemos la COP16.
Siendo Cali la sede de la conferencia internacional de biodiversidad, se podría pensar en que ciudades como Buenaventura sea sede de varios eventos de la conferencia internacional; buscar alguna forma de hacer partícipe de sus eventuales beneficios económicos a instituciones y poblados críticos del andarivel Pacífico, como la RAP Pacifico, o mediante obras por impuestos.
Como señala con su acostumbrada lucidez el exministro de Medio Ambiente, Manuel Rodríguez Becerra, “la COP16 es una oportunidad para que Colombia y los países amazónicos reiteren al mundo por qué se requiere de una sustantiva inyección de recursos económicos para detener la deforestación de la gran selva amazónica y adelantar su restauración: están en juego el 30% de la biodiversidad mundial y la estabilidad climática y del ciclo del agua; la pérdida de estos bosques ya está teniendo graves consecuencias ambientales en diversos confines de la tierra. La gestión de un aporte masivo de recursos internacionales para proteger la Amazonía es uno de los temas prioritarios planteados por el gobierno del presidente Petro en su ambiciosa agenda sobre cambio climático, biodiversidad y agua, como parte central de su propósito de consolidar a Colombia como Potencia Mundial de la Vida.”
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[1] Julie Hernández, Ríos voladores: ¿Por qué se seca el Tíbet cuando arde la Amazonia? La Silla Vacía, marzo de 2017. Ver también: Manuel Rodríguez Becerra, Presente y futuro ambiental del medio ambiente en Colombia, Debate, Bogotá, 2022, Págs. 131- 185, Salvemos los bosques. La mayoría de los datos aquí presentados de esa fuente.
Fernando Guerra Rincón
Foto tomada de: Alcaldía de Cali
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