Los mismos expertos en cambio climático han advertido que el peligro que sobrelleva nuestro planeta es de tal calibre que incluso para ellos mismos resulta difícil de prever su evolución.
En cuanto a la inflación, ¿qué relación hay entre esta y el colapso climático? Pues que el segundo incide en la primera de forma indirecta, si bien se está intensificando y acelerando económica y socialmente.
Organismos internacionales y Gobiernos
Se encuentran cada vez con más obstáculos para dar una respuesta efectiva con la urgencia que el problema demanda. De hecho, cada día que pasa se multiplican la aceleración del cambio climático y sus consecuencias de forma grave.
La profundidad con que se producen los sucesos climáticos excepcionales es cada vez más evidente y afecta ya a decenas de millones de seres vivos. Sin embargo, seguimos mirando hacia otro lado y los Gobiernos no aplican los objetivos prioritarios para conseguir una actuación eficaz.
Objetivos ineludibles para frenar el colapso climático
En primer lugar, hay que movilizar de forma extraordinaria recursos financieros, materiales y humanos. Ahora mismo, deberíamos gastarnos 5,2 billones de dólares anuales hasta 2030, además de invertir, también anualmente, 460.000 millones para compensar lo que no se ha hecho hasta ahora. Por el contrario, se destinaron 726.000 millones a combustibles fósiles en 2020. Es fundamental crear nuevas infraestructuras y destruir el capital destinado a las fuentes del calentamiento global, lo cual supondría un coste de 800.000 millones de dólares anuales solo en electricidad, petróleo y gas natural. Es fácil concluir que no hay suficiente ni con la iniciativa privada ni con la gubernamental.
En segundo lugar, la respuesta estatal como único recurso sirve de muy poco, como pudimos constatar con la COVID-19. Solo la respuesta global puede frenar la destrucción planetaria. Todo lo demás nos aboca a una solución imposible.
En tercer lugar, no se puede consentir que la transición energética quede en manos de quienes provocan el cambio climático. Tampoco en las de los Gobiernos, porque protegen a quienes lo provocan.
En cuarto lugar, es del todo insuficiente frenar las emisiones relacionadas con la energía. También hay que actuar sobre los modos de producir y utilizar los materiales y bienes y entrar de lleno en el decrecimiento, por muy duro que sea el sacrificio: estamos ante la supervivencia o la desaparición.
Finalmente, debe inculcarse en la población mundial la idea de que el cambio climático es un «mal común» que hay que sustituir por un conjunto de «bienes comunes», lo cual no es óbice para que dejemos de esperar y empecemos a actuar. Enfrentarse a un «bien o mal común» implica recurrir a la norma internacional que viene de arriba y que impondrá una conducta determinada. Sin embargo, en este caso, ya no es suficiente. La única respuesta eficaz es la que potencia el enfoque «policéntrico», que es el que promueve acciones a nivel individual, comunitario, regional, nacional y global.
Cómo gestionar los bienes comunes
Elinor Ostrom, la primera mujer en recibir el Premio de Economía del Banco de Suecia, estableció una serie de principios que facilitaban dicha gestión.
El primer principio exige que los límites físicos y sociales estén bien definidos. El segundo, que las reglas adaptadas localmente definan el acceso y el consumo de recursos. El tercero, que las personas más afectadas por las reglas puedan participar en su elaboración. El cuarto, que los monitores de recursos sean responsables ante los usuarios de recursos. El quinto, que se puedan imponer sanciones graduadas a los infractores. El sexto, que las instituciones de gestión de conflictos sean accesibles. El séptimo, que las autoridades reconozcan el derecho de la ciudadanía a autoorganizarse. El octavo y último, que los sistemas complejos se organicen en capas de gobernanza anidada.
No obstante, no se han seguido ni los objetivos prioritarios ni los principios para una gestión efectiva a nivel general y la temperatura del planeta ascendió 1,2ºC en julio de 2022, superando el récord más caluroso desde que se tienen registros.
El cambio climático como detonante de la fractura económica mundial
En el Acuerdo de París (2015), se decidió el establecimiento de un cambio progresivo para frenar el cambio climático, pero la evolución seguida y la situación actual lo han hecho insuficiente. Solo una transformación amplia, rápida, sistemática y a gran escala nos pueden salvar de la desaparición.
La fractura económica mundial que el cambio climático está provocando conlleva un mayor riesgo y unos costes enormemente elevados. Por tanto, exige cambios más radicales y una transformación «urgente e integral» de todos los sectores y sistemas económicos y sociales. Si de verdad queremos evitar una catástrofe que no solo sería climática exclusivamente. Por tanto, hay que abandonar las transformaciones graduales y moderadas, a saltos, sin compromisos efectivos y escasamente financiadas.
Solo deteniéndonos y cambiando radicalmente la forma de producir, distribuir y consumir bienes y servicios podremos garantizar la supervivencia de la vida en el planeta.
Pepa Úbeda
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