Los humanos contemplan asombrados lo que pasa como si fuera algo inevitable, con el mismo asombro con el que conocieron tardíamente del holocausto del pueblo judío en la Alemania nazi y otros tantos genocidios, con la misma perplejidad ante la explosión de los hongos que volatilizaron la vida en Hiroshima y Nagasaki, a los que la magia mediática del poder hizo aparecer como algo parecido a un fenómeno natural, inevitable, sin exigencias de perdón, sin responsabilidad moral ni jurídica, legitimando el hecho desde el poder nuclear, militar, económico.
Multitudinarias manifestaciones, en diferentes lugares del mundo, muestran a humanos conmovidos ante el genocidio de Gaza, como ayer ante otros crímenes, impotentes, llorando, lanzando alaridos de dolor al viento, alaridos de manada herida, hermosos cantos para exorcizar con la belleza los demonios, calmar el llanto de los niños, consolar a las madres, cantar la esperanza, sin remedio. Hace ya tiempo que las guerras del capital y el negocio de la guerra, la lucha por la hegemonía geopolítica, el asalto a los bienes naturales del mundo por los dueños del poder y del capital corporativo transnacional, producen el dolor y la destrucción de los pueblos. Excluyen a minorías sociales y culturales, las someten al exterminio, al holocausto, luego crean países artificiales para evadir sus responsabilidades, a costa de la negación de los derechos y del exterminio de otros pueblos.
Al parecer los poderes de facto no piensan detenerse hasta el sacrificio final porque no hay nadie que los detenga, la religión que profesan es sacrificial, es el homenaje de acumulación al dios capital que exige sacrificio y convierte toda relación humana en mercancía. Cada humano debe donar al dios capital el plus-valor de su trabajo hasta el extremo, cada nación sus bienes naturales y los bienes públicos con los que sostiene el bien común, cada continente su sometimiento total, cada Estado su soberanía política, su institucionalidad, su aspiración al bien común como horizonte colectivo irrenunciable. Cada ser humano está obligado a renunciar a la función política que lo define como ciudadano para convertirse en consumidor, en subjetividad cooptada, en sujeto sujetado que presenta su ofrenda al dios capital ante los sumos sacerdotes del mercado. La voracidad de este dios y de sus sacerdotes es infinita pulsión de muerte, de terror. Quizá no se detengan hasta que su modelo insostenible y depredador haya llevado a la humanidad al apocalipsis de la guerra total y de la desaparición de las especies. Quizá millones de años después de este desastre, otra humanidad más amorosa, con el corazón y la cabeza en armonía, resurja y cumpla el Sueño Feliz de ser UNIDAD en la DIVERSIDAD fraterna.
La ciencia ha establecido el origen africano de la especie HOMO, cuya antigüedad se estima en 2.5 millones de años. Los modernos humanos llamados HOMO SAPIENS-SAPIENS surgieron hace 200.000 años aproximadamente, al parecer de un mismo núcleo poblacional en el sur de África, en territorios de grandes humedales y ricos ecosistemas que garantizaron la supervivencia de la especie, cuya adaptación y primeras migraciones se dieron primero al interior de África. La colosal expansión humana que se apropió del planeta azul, partió del CONTINENTE MADRE hace 70.000 años aproximadamente y se dirigió primero al Oriente Próximo, de donde se originaron las poblaciones de occidente, luego a Oceanía, a Asia Oriental y por último a la actual América, nuestra Abya Yala, donde los humanos se establecieron hace 40.000 años, aproximadamente.
Como consecuencia de estas gigantescas migraciones, nacieron las grandes civilizaciones de la antigüedad de las que se derivan todas las culturas que han dejado su huella en todos los órdenes de la vida. En los mitos que amamantaron los sueños y la palabra poética de las culturas recién nacidas, está cifrado todo y todo es la evidencia de que somos naturaleza que solo sobrevive en la fraternidad, no en la pulsión de muerte, no en el individualismo extremo. El humano es el único ser que tiene conciencia clara de su finitud, de su propia muerte y esa conciencia lo hace más intenso en el amor, en la amistad, en el compartir, en el crear. Un segundo amable puede ser eterno, por eso el humano siente la necesidad de habitar poéticamente el mundo en comunión anticipada con la totalidad que nos contiene. Por eso el nihilismo es pulsión de muerte, placer ante la destrucción del otro, fábrica de guerras, del capital y de las otras, de las que nadie sale vencedor, las guerras envilecen. La patria es el otro, dijo alguien, porque somos la alteridad que nos constituye o no somos, somos en el reconocimiento del otro o no somos, somos en la naturaleza que nos contiene, en el “soy porque somos” de nuestros pueblos originarios de América y de nuestros hermanos africanos, de ese CONTINENTE MADRE que nos parió a todos, así los Terroristas del Mercado y los Sumos Sacerdotes de la muerte no lo quieran reconocer. Como dice el Profesor Rafael Bautista: “Las estructuras de la vida son comunitarias o no son”. Viva la vida, vivan TODOS los pueblos.
¡VIVA PALESTINA LIBRE Y SOBERANA!
Yolanda Martínez Santacruz
Foto tomada de: Euronew.com
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