No exagero: basta con revisar las hemerotecas que guardan la información periodística de los siete últimos meses para comprobar hasta que extremos de obediencia o complicidad apenas disimulada con el sionismo han llegado los gobiernos de los Estados Unidos, la Gran Bretaña y Unión Europea. No solo se han bloqueado las diversas propuestas de alto al fuego en Gaza y a la incorporación de Palestina como miembro de pleno de la ONU presentadas al Consejo de Seguridad y la Asamblea general, sino que se han negado a prohibir el envio de armas a Israel, romper relaciones diplomáticas con su gobierno criminal o por lo menos suspender, en el caso de la UE, los tratados que le conceden un estatuto privilegiado. Ni siquiera han excluido a su representante del festival de Eurovisión del cual excluyeron desde hace dos años a Rusia, a raíz de su invasión de Ucrania.
La conducta de los jueces de las más altas cortes de justicia internacional no ha sido en realidad muy distinta. Es cierto que la Corte Internacional de Justicia admitió a finales del año pasado la demanda presentada a finales del año pasado por Suráfrica contra Israel por la comisión por Israel del delito de genocidio en Palestina. Pero su respuesta a la misma, se limitó a reconocer la existencia de indicios de que podría haber cometido dicho delito de lesa humanidad y le concedió el plazo de un mes para tomar todas las medidas necesarias para impedir la consumación del mismo. Han transcurrido tres meses desde entonces y la política genocida de Israel no se ha corregido ni un ápice. Al contrario, al momento de escribir estas líneas, las tropas israelíes atacan inmisericordemente a Rafah, la ciudad del sur de la Franja de Gaza donde se hacinan centenares de miles de refugiados expulsados de sus hogares en el norte y en el centro de la misma por devastadores bombardeos israelíes.
La Corte Penal Internacional por su parte no admitió a tramite la denuncia contra Alemania de complicidad con el genocidio, presentada por Nicaragua, y continúa aplazando la emisión de una orden de captura contra Benjamín Netanyahu y sus ministros de Defensa e Interior por la comisión de crímenes de guerra. Dilación que contrasta crudamente con la celeridad con la que emitió una orden semejante en contra del presidente Vladimir Putin porque ordenó la evacuación de la zona de guerra de decenas de niños ucranianos. Al momento de escribir estas líneas suman más de once mil los niños palestinos muertos por causa de los bombardeos israelíes en Gaza.
A todos estos hechos incontrovertibles hay que añadir la conducta encubridora de los medios hegemónicos de Occidente. Durante los siete meses que dura la operación de limpieza étnica en Gaza, han escamoteado sistemáticamente la realidad de la misma, llamándola la “guerra de Hamas con Israel” y concediéndole entera credibilidad a las engañosas declaraciones de altos funcionarios norteamericanos y del propio presidente Biden, de critica o de oposición a las brutales operaciones militares israelíes en Gaza, omitiendo el hecho de que las han realizado mientras simultáneamente lograban la aprobaban por el Congreso de su país de un paquete de ayuda militar a Israel por un monto de 23.000 millones de dólares.
Creo que basta este balance sumario de la respuesta dada por Occidente al genocidio del pueblo palestino para demostrar, en primer lugar, el extraordinario peso del sionismo en la política occidental y, en segundo lugar, que si tiene dicho peso es porque esa política no renuncia al genocidio como instrumento de dominación mundial. Si la principal misión del fascismo histórico fue la de liquidar los partidos y las organizaciones obreras en los países metropolitanos, la del sionismo consiste en liquidar los logros históricos alcanzados por los pueblos oprimidos en un siglo largo de luchas por la liberación del yugo colonial.
Carlos Jiménez
Foto tomada de: Reuters
Deja un comentario