En los primeros seis (6) meses se logró aprobar una reforma tributaria relativamente progresista y el plan nacional de desarrollo. José Antonio Ocampo en MinHacienda y Jorge Iván González en el DNP hicieron bien la tarea. Petro nombró a Alejandro Gaviria como MinEducación y a Cecilia López Montaño como MinAgricultura, quienes asumieron posiciones conservadoras. Gaviria se opuso al aspecto central de la reforma a la salud (sin que fuera tema de su cartera) y la López se mostró temerosa frente a las pretensiones de entrega de tierras del presidente Petro.
Tal parece que esas diferencias y otros cambios de ministros y altos funcionarios nunca se tramitaron con espíritu democrático y respeto. Desde entonces aparecieron aspectos de la personalidad de Petro que se han ido convirtiendo en un problema visible y, que, con el paso de los meses, se ha vuelto un aspecto determinante en el funcionamiento de su administración. Todos los funcionarios de alto nivel han hecho conocer ‒en su momento‒ que el presidente es hermético, distante y seco, y que sólo tiene una relación cercana con su círculo más cerrado e íntimo. Ello puede explicar los malos nombramientos y la improvisación creciente.
La reacción del presidente frente a la pequeña rebelión que le armó un grupo de jóvenes en la Sesión Conjunta del Subsistema de Participación Juvenil, que fue de intemperancia y soberbia, me acabó de alertar sobre algunos aspectos de la personalidad de Petro que, parece, en su ejercicio de gobierno se han vuelto inmanejables y, por tanto, refuerzan la narrativa que la oposición y los “medios prepagos” han construido en cuanto a que “no escucha”, que “se cree infalible” y que “no tiene sentido de humildad y autocrítica”. Ello contrasta con su “discurso de humanidad”.
A mitad de período el gobierno “hace agua”
¿Qué es lo grave que podemos observar desde la distancia y del no saber cómo se mueven los hilos del gobierno? Además de los escándalos de corrupción que se han destapado en los últimos meses al interior de la UNGRD, del ejército, y del Congreso, que tienen en la mira al presidente del Senado y de la Cámara de Representantes, y a otros altos funcionarios muy cercanos al presidente Petro, lo que se puede afirmar es que los resultados a mitad de su período constitucional son bastante mediocres e insuficientes para poder hablar de “cambio”.
El mismo presidente se queja del bloqueo y saboteo institucional. Dice que va a denunciar ante las Naciones Unidas que el Estado colombiano no quiere cumplir los acuerdos de paz firmados con las Farc en 2016, lo que puede ser cierto, pero también es un reconocimiento de su fracaso como gobernante. Las reformas sociales no avanzan en el Congreso y los llamados del presidente a organizar “asambleas populares” como parte de un “proceso constituyente” parece no encontrar eco en el conjunto de la población. Sólo algunos dirigentes de organizaciones sociales tímidamente han convocado una “asamblea nacional” pero sin vocación destituyente[1].
Lo ocurrido con los servicios de salud del magisterio parece colmar la paciencia de la gente. El ministro de Salud le echa la culpa al director de la Fiduprevisora y el Superintendente de Salud interviene el Fondo Nacional de Prestaciones Sociales del Magisterio FOMAG para tratar de que esa transición se haga en forma ordenada y se le garanticen los servicios de salud a los maestros. Mientras tanto, los educadores protestan en muchas ciudades y regiones, y reclaman con todo derecho que se atienda con oportunidad y calidad a cientos de miles de afiliados y beneficiarios.
Todo apunta a que este nuevo “impasse” administrativo va a reforzar la oposición a la reforma a la salud que el gobierno va a presentar de nuevo, mientras en temas de seguridad y “paz total”, las cosas no pintan bien. Los grupos armados como el EMC se han envalentonado y realizan ataques y atentados simultáneos en el Cauca y Valle (Morales, Suárez, Jambaló, Jamundí y Dagua); el ELN pretende hacer una “pequeña constituyente vinculante” consultando a sus supuestas bases sociales organizadas (cerca de 10 mil personas); y la 2ª Marquetalia se ilusiona con una ANC y respalda imprudente y torpemente a Petro con esa pretensión.
Por otro lado, el ministro de Defensa parece no dar pie con bola mientras el presidente cambia de comandante del Ejército echando mano de un general (Cardozo) que había sido descabezado en el pasado. Todo se reduce a “órdenes” que se quedan enredadas en los vericuetos de la burocracia. El ministerio de la igualdad no arranca, aunque salen a relucir pagos de primas millonarias a funcionarios de alto nivel. Se dictaminó bajar las tarifas de la energía eléctrica y no ha pasado nada. Se ordenó construir el tapón en Caregato para resolver la inundación de miles de hectáreas en La Mojana, y tampoco ha ocurrido nada. Se decidió hace unas semanas la ofensiva contra el EMC en el Cauca mientras la mayoría de los helicópteros de combate están parados y varados por falta de mantenimiento. Órdenes, órdenes y más órdenes que caen en el vacío y desgastan la autoridad de Petro.
La personalidad de Petro y sus efectos negativos
Después de casi dos (2) años de gobierno lo ideal sería que existiera una comunicación permanente y una coordinación creativa entre el presidente, su círculo íntimo, sus ministros y principales funcionarios, y entre ese conjunto de personas e instituciones y los gobiernos locales y regionales y las comunidades organizadas de diversas regiones. Esa dinámica no existe y tal parece que no es algo que le preocupe al gobierno y al jefe de Estado.
Es evidente que la escogencia de los principales colaboradores del presidente Petro, tendría que ser algo de máxima importancia y de cuidado especial en el primer gobierno progresista (y/o de izquierda) de Colombia. No ha sido así. La inestabilidad en esos cargos ha sido la nota predominante. A pesar de los esfuerzos discursivos del presidente que son inspiradores y emotivos en cada posesión de sus funcionarios, en la práctica no ha logrado consolidar verdaderos equipos de trabajo, situación que también le ocurrió en su paso como alcalde de Bogotá. Es decir, no es algo casual, es un comportamiento reiterado y repetitivo.
Para poder construir equipos de trabajo estables y efectivamente productivos se requiere no solo de paciencia y visión de mediano y largo plazo, sino de un espíritu realmente democrático basado en la interlocución crítica y el respeto pleno por la opinión ajena. Al contrario, en el caso de Petro existen evidencias de que prefiere y se rodea de funcionarios que se limiten a “hacer caso”, que no cuestionen sus órdenes así no las cumplan, como parece ocurrir recientemente con el Ministro de Salud.
Todo apunta a que Petro está muy pendiente de los aplausos y tiene una gran necesidad de reconocimiento público. Su exagerada atención a las encuestas y sus reacciones inmediatas a toda crítica a través del Twitter (Red X), dejan ver que a pesar de la validez y claridad de su discurso no muestra ninguna preocupación por la facticidad de sus políticas en la gestión gubernamental, como afirma Jorge Iván González, exdirector del DNP. La gente lo dice de una forma sencilla: “Del dicho al hecho hay mucho trecho”.
Hemos llegado a un momento crítico en que se hace necesario que lo más avanzado de la sociedad colombiana, que los dirigentes más conscientes y comprometidos tanto del Pacto Histórico como del Movimiento Social, se junten y actúen frente al presidente Petro, para hacerle ver que algunas de sus actitudes y costumbres deben ser revisadas y superadas. Como buenos amig@s, compañer@s y colaboradores tanto del gobierno como del primer mandatario debemos ser sinceros y francos, verdaderamente leales a la causa que él lidera y en gran medida representa, y, por tanto, pensando en su beneficio y el de nuestro pueblo, debemos sacar a Petro en esa especie de burbuja que ha ido construyendo y que lo aísla de la gente.
Se que este llamado de atención es fuerte y crudo, pero es necesario y es solidario. Quedan dos (2) años de gestión que no se pueden dilapidar. Y no es serio y responsable que el Pacto Histórico haya empezado ‒torpe y extemporáneamente‒ a promover precandidatos presidenciales para 2026 cuando la tarea fundamental es conseguir que el gobierno acepte y evalúe sus errores y fracasos, y que se rectifique en todos las áreas y niveles en donde lo que se observa es desorden, improvisación y un excesivo espíritu burocrático.
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[1] Para construir un verdadero “proceso constituyente” se requiere de un movimiento “destituyente”, que lo cuestione “todo”. El “estallido social”, sobre todo el de octubre-noviembre de 2019, tuvo componentes destituyentes. “No queremos cambiar al gobierno, queremos cambiar la sociedad” coreaban los jóvenes bogotanos. En cambio, a pesar de las apariencias, el estallido social de 2021 fue canalizado por la “institucionalidad” que le ofreció a los jóvenes “trabajo y estudio”, aislando a la minoría de la “primera línea” que todavía no sabe qué quiere, y que de alguna manera fue instrumentalizada tanto por el gobierno guerrerista de Duque como por grupos armados ilegales que confluyeron en generar dinámicas violentas. (Nota del Autor).
Fernando Dorado
Foto tomada de: El Espectador
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