Decía Pasolini que no es cierto que la historia vaya siempre hacia adelante: hay periodos en que se producen súbitas involuciones y se desvanecen en el aire conquistas históricas de la humanidad. Estamos ante un momento así, pero actuamos como si no tuviéramos conciencia de ello.
La tozudez de la realidad nos obliga a analizar los resultados de las elecciones europeas del 9 de junio. No hacía falta tener un doctorado en demoscopia para ver venir el peligroso ascenso del neofascismo, aunque no se modifique la relación de fuerzas gobernante en la Unión Europea. Que la ultraderecha sea primera fuerza política en Francia, Italia, Bélgica, Austria y Hungría y segunda en Alemania tendrá repercusiones en la agenda europea y en el plano interno de cada país (elecciones en Francia) y en nuevas mayorías de gobierno. Pero lo más preocupante es que la derecha vaya asumiendo postulados de la ultraderecha en temas como la guerra, las migraciones, el negacionismo climático, el ataque a las libertades y a los derechos de las minorías.
En España, el PP se ha llevado un planchazo en su estrategia de convertir el 9-J en un plebiscito sobre Pedro Sánchez con un juego muy sucio y con el apoyo de determinados jueces. Feijóo apenas ha recogido el voto de Ciudadanos, mientras que el PSOE ha resistido la ofensiva a costa de comerse parte del electorado de su izquierda. También aparecen nuevas expresiones de la ultraderecha, por lo que no podemos olvidar que esta democracia se ha levantado con materiales de derribo del franquismo y con la desactivación política de sectores populares
Los resultados de la izquierda son malos. En las elecciones europeas de 2019, Unidas Podemos sacó 2.258.857 votos, un 10,07% y 6 escaños. En las elecciones generales del 23 de julio, Sumar (con Podemos dentro) obtuvo 3.044.996 y un 12,33%. El 9 de junio, entre Sumar y Podemos han sacado 1.383.447 votos y un 7,93%. Es mala poesía hablar de que es la más dulce de las derrotas para Podemos y la más amarga de las victorias para Sumar. Lo cierto es que ha sido un desastre para ambos. Y ello obliga a asumir entre todos la responsabilidad del naufragio.
Pero esto no es lo peor. Porque se puede perder, pero salir con ilusión, programa y unidad. Aquí y ahora, ni lo uno ni lo otro. Con los resultados de la izquierda del 9 de junio, es solo cuestión de tiempo. Si seguimos así, en cuanto se convoquen elecciones generales, el resultado sería el fin del Gobierno progresista, un gobierno de la derecha-ultraderecha y la vuelta a los tiempos de la motosierra sobre lo público, los derechos sociales y las libertades.
Este horizonte de debacle se debería fundamentalmente a la división a la izquierda del PSOE. División que tiene tres consecuencias principales: desinfla la ilusión de la militancia y el electorado, reduce la participación y el número de votos en términos absolutos, y produce una fuerte caída en número de escaños por la no optimización de los resultados en las circunscripciones electorales provinciales.
¿Cómo se ha llegado aquí? Es la pregunta que hay que hacerse para saber, corregir y no repetir errores. Si hacemos una lista sin ánimo de exhaustividad habría que poner en ella la falta de diálogo, la ausencia de participación real, la voluntad mutua de ir al choque de trenes y las campañas descalificadoras de la otra parte, el envenenamiento en las redes sociales, la incapacidad de gestionar la unidad conseguida a trancas y barrancas para el 23 de julio de 2023. En suma, falta de flexibilidad y de generosidad.
Por poner algún ejemplo, ¿no se podía haber hecho más esfuerzo de integración con los portavoces parlamentarios?; ¿no podía haber seguido Ione Belarra de ministra de Derechos Sociales, algo que hizo bien (aunque Bustinduy pueda ser un buen ministro) si con ello se invertía en unidad?; ¿no podía haberse pactado a la vez una lista unitaria entre Sumar y Podemos con Irene Montero para Europa? ¿No se podía haber asegurado que saliera Manu Pineda, a quien conozco desde hace más de treinta años del Sector Crítico de CCOO? Son posiciones que he mantenido y he explicado a quién me ha querido escuchar.
Pero también lo digo con rotundidad: llega un momento en el que nos debe dar igual quién empezó primero o quién tiene más culpa. Porque lo realmente importante es intentar, aunque solo sea por pragmatismo, recuperar el diálogo, la capacidad de acordar, de recomponer las fuerzas, de evitar más desastres en el futuro.
Soy consciente de que no es nada fácil reconstruir la unidad, porque una vez que se ha soltado el tigre del sectarismo es muy difícil volver a enjaularlo. Pero la izquierda no puede convertir las diferencias, por notables que fueran, en odios estables que les impida pactar, para mayor gloria y regocijo de la derecha y el bipartidismo.
Lo primero, sería tomar conciencia objetiva de los peligros que acechan a la democracia y, directamente vinculado a lo anterior, apostar por la unidad del espacio a la izquierda del PSOE. La izquierda no tiene arreglo si no aprende de una vez por todas que unidos se puede ganar, o perder menos, pero divididos se pierde siempre.
En segundo lugar, la izquierda debe tener organización. No se puede funcionar solo con estrategias de comunicación política, como viene sucediendo. Tiene que arraigarse en los territorios. Debe contar con una militancia activa y para ello debe haber democracia interna, porque sin participación no hay estructura estable.
En tercer lugar, ha de contar con un programa político avanzado que proponga reformas estructurales para la modernización y el avance social de este país. Que dé solución a los grandes problemas de la gente: empleo y salarios de calidad, vivienda, servicios públicos como educación y sanidad de calidad, y tener un decidido empuje feminista, pacifista y ecologista. ¿Es tan difícil ponerse de acuerdo en un programa transformador, en unas reglas de juego democráticas, en una voluntad de entenderse y de cuidar a los aliados?
Yolanda Díaz ha dimitido asumiendo su responsabilidad por los resultados y entiendo su decisión, pero también le ha podido pesar el haber estado sometida a una sostenida campaña de descalificación personal y política desde la izquierda. Así no se puede construir nada. Se trata de abandonar el proceso autofágico y no de firmar la derrota de nadie sino la paz de todos. Si la izquierda es incapaz de hacerlo, pierde toda autoridad moral a la hora de pedir el voto o la participación a los trabajadores y a la ciudadanía.
Creo que no se puede dejar ni la política ni la calle a la derecha, pero hay muchas maneras de participar en ella. Seguramente la menos agradable es la política partidista e institucional. En la política institucional solo he estado dos años en la Asamblea de Madrid a los que me comprometí como independiente en Unidas Podemos. También desde mi independencia coordiné un grupo de trabajo de educación de Sumar de setenta personas para elaborar un proyecto de modelo educativo. Me comprometí a ello porque me parecía importante ayudar a que se aglutinara toda la izquierda del PSOE (algo que, aunque con dificultades y malestares, finalmente se produjo) y frenar con ello un gobierno del PP-Vox. No seríamos justos si no reconocemos que hoy no nos gobiernan Feijóo y Abascal gracias al papel jugado por Yolanda Díaz y a la generosidad de todos los partidos de aquel Sumar.
También lo hice para impulsar la elaboración de un programa potente en educación para Sumar (consenso que se logró en el documento del 19 de diciembre de 2022), pero que no se recogió en el programa electoral ni en el acuerdo de Gobierno. Por ello, y porque no se nos consultó, dimití de coordinador el 24 de octubre de 2023.
Mi activismo lo dedico actualmente a Ecologistas en Acción. Creo que la movilización por toda buena causa y los movimientos sociales, que son imprescindibles para ensanchar la calidad de la democracia. Apoyaré a quién defienda de verdad una red única de educación pública, laica y de calidad. Como también digo que no se merece el apoyo de las gentes de la izquierda quién no haga un esfuerzo sincero de búsqueda de la unidad.
No sé si tenemos conciencia de la gravedad de la situación, pero lo cierto es que los bárbaros están a las puertas y la izquierda sigue ensimismada en sus diferencias y disputas. Por ello, solo os pido, y creo que coincido en esto con muchas personas, que por difícil que sea os sentéis a hablar los partidos de Sumar, Podemos y todo el espacio para construir un nuevo horizonte de unidad en la izquierda. Que contéis con los movimientos sociales y con la mayoría social. Mientras tanto, nos vemos en la calle por la paz, por Palestina, por la educación y la sanidad pública y por la República.
Fuente: https://blogs.publico.es/dominiopublico/62680/un-nuevo-horizonte-de-unidad-de-la-izquierda-o-una-debacle-anunciada/#md=modulo-portada-bloque:section;mm=mobile-medium
Foto tomada de: https://blogs.publico.es/dominiopublico/62680/un-nuevo-horizonte-de-unidad-de-la-izquierda-o-una-debacle-anunciada/#md=modulo-portada-bloque:section;mm=mobile-medium
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