Una Cumbre que se vendió para buscar la paz en Ucrania sin tener en cuenta a Rusia. Se infló la Cumbre y en la medida que la mentira quedó al descubierto, fue bajando su protagonismo. Grandes medios occidentales dijeron que asistieron ciento sesenta países, mentiras, solo llegaron noventa, al final la declaración la firmaron sesenta, once se abstuvieron, entre ellos Brasil, Colombia y México, y de Asia muy pocos asistieron.
Los presidentes fueron menos de los esperados, y muchos enviaron a personajes de menor nivel. El anfitrión fue Zelensky. El de las fotos fue Zelensky. Los abrazos de Bóric y Millei fueron con Zelenzky. Y sigo sin entender el discurso de Bóric centrado en los derechos humanos, como si fuera la guerra por los derechos o contra los derechos de la humanidad. Toda guerra arrasa con los derechos humanos. Basta ver el monumental genocidio en Gaza, Irak, Afganistán, Vietnam, África, o las guerras eternas de Colombia.
Las posiciones de los presidentes de Brasil, Colombia y México, contundentes. Ninguno fue y las palabras de Lula las hizo desde la Cumbre del G7, no desde la Cumbre de Zelenzky, como lo mostraron para engañar al mundo. Cuando Petro supo que Putin no estaría, canceló su participación porque entendió que la cumbre era para apoyar la guerra en Ucrania, confrontación que puede demorar años, los años que occidente considere para soñar con un Kremlin rendido.
Putin envió un mensaje el día anterior a la cumbre de la guerra, diciendo que una línea roja era que la OTAN no podía quedar en la frontera con Rusia. Ese fue el detonante de la invasión de hace dos años. Ucrania se estaba prestando para servir a la OTAN de frontera con Rusia. Y sigue como razón principal de la guerra.
Mientras las batallas avanzan, le cuelgan más elementos para una negociación de paz, en su mayoría determinados por Rusia en la media en que va consolidando sus objetivos territoriales. El 20% de Ucrania ya está en poder de Putin, incluida la estratégica península de Crimea. Setecientos mil hombres tiene en Ucrania. No necesita enviar más tropas para una guerra que Estados Unidos y la Unión Europea quieren alargar para agotar a Rusia, a pesar de que todos los intentos por debilitarla económicamente, han sido infructuosos, porque Rusia crece mucho más que las economías europeas. Ahora el instrumento de presión es usar las reservas rusas en bancos occidentales: son trescientos mil millones de dólares para comprar armamento. Los primeros cincuenta mil millones que le darán a Zelenzky, son los intereses de esas reservas que no les pertenecen. Es decir, occidente está sosteniendo una guerra con recursos rusos. Un arma de doble filo, porque los países entienden que tener reservas en dólares y en euros, es un riesgo, porque mañana, ante cualquier situación inventada por las potencias occidentales se quedan con la plata de los demás. En todo caso, el nuevo armamento que se produce masivamente en las grandes economías, es a costa de los presupuestos para inversión social. Es lo mismo que hizo Colombia para financiar su locura eterna: privatizar, endeudarse, restringir los derechos sociales y la inversión. Es lo que hicieron durante 31 años, desde Gaviria a Duque.
Detrás de la geopolítica de la guerra, están las batallas por la fabricación y venta de armas. Los fabricantes están felices porque los países que se involucraron políticamente en la guerra, están comprando armas de última generación, y buscando mercados para vender las que hace dos años – a penas el primer tanque ruso puso sus orugas en Ucrania -, se volvieron obsoletas. A Ucrania le envían aviones de penúltima generación, los F-16, que Zelenzky no puede usar porque no tiene pilotos para subirlos al cielo. Los mismos que Estados Unidos quiere venderle a Colombia y a otros países en desarrollo.
La OTAN, creada hace setenta y cinco años para apoyar guerras aquí, allá y más allá, busca la manera de atacar a Rusia desde Ucrania y desde cualquier otro lugar del mundo de su órbita ampliada: Suecia y Finlandia son los nuevos países miembros. Lo que pasa es que ninguno se atreve a bombardear a Rusia desde su territorio, sino del territorio de cualquier país con gobiernos enemigos del Kremlin y genuflexos a las potencias occidentales. Estados Unidos y la Unión Europea, bajo el manto de la OTAN, saben que Ucrania jamás derrotará a Rusia, pero sí la usan para desgastar a Putin, sin saber en qué convertirán al gigante euroasiático, porque al final habrá un desenlace, que no será una Rusia destruida, sino una Ucrania desaparecida.
Por supuesto que el rechazo a Rusia no es gratuito. Están frescos los sufridos años de cuando hicieron parte, a la fuerza, de la Unión Soviética, y lo dura que fue su independencia una vez cayó el muro de Berlín.
La guerra de Ucrania es un coletazo, un residuo, consecuencia de la segunda guerra mundial desatada por un nazi del mismo corte de Netanyahu. De alguna manera esos países le están pasando a Rusia la cuenta de cobro, incluso, muchos han ingresado a la Unión Europea.
La tercera guerra mundial posiblemente está en sus primeras escaramuzas. La OTAN tiene perfectamente estudiado como desatarla, lo que no creo que sabe es cómo ganarla, cuando no quedaría nadie para enarbolar la bandera de la victoria. Putin ya ha hablado de las consecuencias y hasta dónde llegaría esa confrontación: a los territorios de Estados Unidos.
América Latina hace bien en separarse de la agenda de la muerte global por epidemia nuclear. Debe aprovechar este momento de locura en occidente y el medio oriente para construir un camino común con base en la soberanía política, energética, alimentaria, ambiental, en salud y agua, y en ciencia tecnología y educación.
En cualquier circunstancia, así se esté reacomodando la geopolítica mundial, todavía hay una superpotencia, en crisis total, claro, pero es la superpotencia de occidente, Estados Unidos, el que mueve los hilos de la OTAN y que la Unión Europea desafortunadamente acompaña.
Jaime Acosta Puertas
Foto tomada de: France 24
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