En un país de regiones, como es conocida Colombia, la disparidad de ingresos, acumulación de capital y bienestar, como de oportunidades para el desarrollo colectivo e individual, fue y continúa siendo una de sus marcas sustanciales. Algunos intelectuales apologéticos del establecimiento y el capital nos hablan de la historia del país como un caso exitoso en el mundo de convergencia, pero la realidad es bien distinta. Una realidad que tratan de superar los planes de desarrollo de diferentes gobiernos, con distintos enfoques e instrumentos, sin alcanzar el cometido. El actual no se sale de esa constante ¿A qué se debe todo ello?
Desigualdad y concentración estructural y tendencial.
Históricamente, en Colombia los planes nacionales de desarrollo repiten, como un “mantra”, el propósito del desarrollo equitativo, equilibrado y convergente entre las distintas regiones, para que asuman con autonomía el liderazgo en la solución de sus propias necesidades.
El pretendido dista de la realidad. Aún en el año 2023, Bogotá, Distrito Capital, concentra el 15 por ciento de la población y participa con el 25 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB). En el país, cinco unidades territoriales (Antioquia, Bogotá DC, Cundinamarca, Santander y Valle del Cauca) aportan las dos terceras partes del Producto Interno Bruto (PIB). Las cinco más pobres (Caquetá, Choco, La Guajira, Quindío y Sucre)[1] contribuyen apenas con el 3,7 por ciento de la producción económica. La relación entre el valor producido por las 5 entidades más ricas y las 5 más pobres es de 17 veces. El PIB por habitante más alto (Bogotá DC) es 6 veces superior al más bajo (Vichada).
De otra parte, la reciente publicación de la Superintendencia de Sociedades de la “Información Financiera” con corte a 31 de diciembre de 2022, presenta los siguientes resultados: i) los activos de las 1.000 empresas más grandes totalizaron $1.552 billones, $88 más que el PIB de 2022 que se ubicó en $1.464 billones; ii) el crecimiento de los ingresos operacionales de las 1.000 empresas fueron superlativos (30.3 %), representando casi 2 veces el crecimiento nominal de la economía (17.8 %) en 2021; iii) en total se reportaron $1.217 billones en ingresos operacionales, lo que equivale a 83% del PIB, mientras que las ganancias alcanzaron $137 billones (9% del PIB); iv) en la región Bogotá – Cundinamarca se domicilian 535 empresas, estas aportan 65,5% ($797 Billones) del total de ingresos operacionales. En Antioquia se domicilian 185 empresas que aportan 15% ($182,1 Billones) de ingresos operacionales; v) los activos de las empresas de Bogotá – Cundinamarca y Antioquia suman $1.303 billones (84% del total de las 1.000 empresas más grandes del país); vi) el 70% de las sociedades que hacen parte de las 1.000 empresas más grandes pertenecen a un conglomerado societario y reportan ingresos operacionales equivalentes a $941 billones de pesos (77,4% del total de ingresos operacionales de las 1.000 empresas más grandes). La generación de matrices o controlantes permite crear economías de escala, y por consiguiente reducir los costos de transacción, simplificando de esta manera el actuar societario en Colombia.
Ante esta realidad, “Convergencia regional” es uno de los cinco ejes de transformación comprometidos en el Plan Nacional de Desarrollo 2022-2026 “Colombia potencia mundial de la vida”. Este objetivo “hace referencia a la promesa de reducir las brechas sociales y económicas entre hogares y regiones en el país”. El voluntarismo e idealismo político, estatal y tecnocrático desconoce las dos leyes fundamentales del capitalismo y de la historia humana: la concentración y centralización del capital, de una parte, y la ley del desarrollo desigual y combinado, de otra; leyes que son amplificadas política, social, ambiental y económica-financieramente por el modo de producción capitalista y sus relaciones político-económicas.
Compulsión de repetición.
La historia social, económica, política y ambiental de Colombia está enmarcada en seis regiones geográficas que la dividen: Caribe, Insular, Pacífica, Andina, Orinoquía y Amazonía. La productividad física del trabajo es afectada por las condiciones ambientales, que a su vez forman la base material de la división social del trabajo. La trascendencia de las diferencias ambientales y espaciales es relativizada al tener en cuenta que la mayor parte de la naturaleza geográfica es un producto social e histórico. Las capacidades productivas (fertilidad) y las relaciones espaciales (transporte, comunicaciones) son construidas mediante la circulación del capital. Marx lo llamaba «aniquilación del espacio por el tiempo». Las relaciones y la organización espacial se producen bajo los imperativos del capitalismo. La geografía del capitalismo es autogenerada.
Al caracterizar la historia de la dimensión espacial del país, el economista e historiador Antonio García Nossa (1912-1982) señala que hasta bien entrado el siglo XX, la insularidad fue la característica del desarrollo nacional: “Cada región es una isla, encerrada con su sangre y sus alimentos: en sus fronteras termina el mundo, las migraciones, las mezclas raciales, la cultura, el mercado. Por eso cada “región” mantiene su hirsuta independencia, dentro del régimen de Estados Federales o de Estado Central: esa construcción insular se proyecta culturalmente en la formación de tipos, hábitos, caracteres y formas idiomática regionales”[2].
Dando cuenta de lo anterior, uno de los primeros diagnósticos del desarrollo del país, con fundamento lógico y evidencia empírica, fue el informe de la misión “Bases de un programa de fomento para Colombia”, dirigido por Lauchlin Currie y auspiciado por el Birf, presentado al alto gobierno el 27 de julio de 1950. El documento argumenta que “Es tentador considerar a Colombia como cuatro países separados, unidos políticamente, pero ello sería incurrir en un exceso de simplificación. En realidad, las zonas no están completamente demarcadas y es de esperarse que con la mejora de los trasportes y las comunicaciones, se pueda obtener una mayor especialización y más movimiento intersectorial. Sin embargo, este concepto de subdivisión por zonas, facilita la comprensión y el estudio de los problemas colombianos”[3].
Este diagnóstico conlleva obligaciones para futuros gobiernos, y es así como a partir de la década de 1960, sin excepción, los planes de desarrollo nacional incluyen dentro de sus objetivos el desarrollo equitativo, equilibrado y convergente entre las distintas regiones del país. Los títulos de los planes son indicativos de este propósito: “Para cerrar la brecha” (1974-1978); “Plan de Integración Nacional” (1978-1982); “Cambio con equidad” (1982-1986); “La revolución pacífica” (1990-1994); “El salto social” (1994-1998); “Cambio para construir la paz” (1998-2002); “Todos por un nuevo país” (2014-2018), entre otros. Para cumplir con este objetivo se emplean los instrumentos fiscales, financieros, impositivos, transferencias presupuestales y regalías de la explotación de recursos naturales, la descentralización política, administrativa y fiscal, la asociación regional de los municipios y departamentos, la integración física y el impulso de programas de desarrollo territorial. Todos estos planes invocan la colaboración y coordinación entre el gobierno, el sector privado y la sociedad.
Así, por ejemplo, el documento “Planes y programas de desarrollo” (1966-1970) de la administración del presidente Carlos Lleras Restrepo dedica el capítulo II al “complicado asunto de los desequilibrios regionales, de las fuertes corrientes migratorias a que dan lugar esos desequilibrios y al agudo y desordenado proceso de urbanización que, como consecuencia de lo anterior, se está produciendo en varios centros importantes del país. Representa sin duda, uno de los aportes más nuevos y originales a la política de desarrollo y en él se hace uso de instrumentos modernos de análisis y programación sobre los llamados «polos de desarrollo» y «metrópolis de equilibrio», dirigidos a reorientar esos flujos migratorios y establecer vías de progreso para regiones que se han mantenido tradicionalmente al margen de la economía nacional”.
Las investigaciones académicas también dan una importancia y realce especial al tema de “la convergencia regional”. En Colombia, al igual que en la mayoría de los países del mundo (incluyendo los latinoamericanos), en los años de 1990 se produjo un renovado interés por los temas de la geografía (en su dimensión económica) y el desarrollo regional. Los estudios sobre Colombia toman como referencia temporal más temprana los años 20 del siglo XX, por carencia de datos confiables previos.
El primer trabajo en aplicar el enfoque de Crecimiento económico propuesto por Robert J. Barro y Xavier Sala-i-Martin (orientado por la teoría neoclásica del crecimiento) al estudio de la convergencia regional en Colombia fue el de Mauricio Cárdenas, realizado a principios de la década de 1990. Cárdenas concluyó que, entre 1950 y 1989, Colombia es un caso exitoso de convergencia. El autor argumenta: i) desde la colonia, pasando por los siglos XVIII y XIX, y hasta comienzos de siglo XX, el país tuvo una configuración espacial basada en compartimentos estancos con escasas conexiones entre sí; ii) el federalismo político, que llevó el país a adoptar una constitución federal en 1863, reforzó este patrón de fragmentación y alta heterogeneidad regional; iii) El proceso de integración espacial y de conformación de un mercado nacional se inicia desde principios del siglo XX (bajo la égida de la Constitución Centralista de 1886); iv) el ciclo integrador se extendió hasta el decenio de 1960 inducido por el cultivo y la exportación de café, por las inversiones públicas en infraestructura, el proceso de urbanización, la verticalización de la agricultura y, muy especialmente, por la industrialización sustitutiva de importaciones; v) en la cúspide de la jerarquía urbano–regional estaban las cuatro grandes ciudades, configurando un modelo conocido como cuadricefálico, caracterizado, además, por una gran estabilidad o inercia del conjunto del sistema; vi) En parte por la concentración de la industria y los servicios en Bogotá y por el auge de la actividad minero-petrolera (vía IED) en algunos departamentos, pero también por la acción de fuerzas que no han sido suficientemente identificadas, entre los decenios de 1970 y 1980 comienza a revertirse la tendencia de los treinta años anteriores hacia la convergencia en el ingreso per cápita interdepartamental. Toma la posta un ciclo de polarización que se prolonga hasta hoy. Es en este contexto que se inicia, a mediados de los años ochenta, el movimiento hacia la descentralización (transferencia de recursos fiscales a las regiones); vii) por su parte, el modelo aperturista entronizado a principios de los años 1990, no genera consecuencias muy dramáticas, desde el punto de vista espacial.
El trabajo de Jaime Bonet Morón y Adolfo Meisel Roca, del Banco de la República, “La convergencia regional en Colombia: una visión de largo plazo, 1926–1995”, es otra referencia importante. Los autores concluyen que en Colombia se dio un proceso de convergencia (1926-1960) y otro de polarización (1960-1995). Durante el período 1926-1960: i) hubo un mayor número de departamentos con tendencia a la convergencia (Atlántico, Boyacá, Cauca, Cundinamarca, Huila, Magdalena, Nariño, Norte de Santander, Santander, Territorios Nacionales, Tolima y Valle) que divergentes (Antioquia, Bolívar y Caldas); ii) la convergencia en los niveles de ingreso observada entre 1926 y 1960 se explica por: a) durante la década de los años 1920 el país recibió un enorme influjo de ingresos externos: 25 millones de dólares por la indemnización de Panamá y 160 millones de dólares más en préstamos externos; b) La gran mayoría de los recursos se invirtieron en infraestructura y sobre todo en ferrocarriles; a partir de los treintas se desarrolló la malla vial del país; c) el modelo de crecimiento tipo Solow establece que la integración, al acelerar la migración de capital y trabajo hacia las regiones donde hay mayor remuneración, lleva a la convergencia en los niveles de ingreso; d) el modelo de intercambio Heckscher-Ohlin predice que la integración lleva a la convergencia ya que al incrementarse los intercambios comerciales ocurre una igualación en los precios de los factores.
Respecto al período 1960-1995, Bonet-Meisel afirman: i) se dio un cambio en el mapa de convergencia del país: se pasa de un patrón convergente a uno divergente; ii) la dinámica de crecimiento regional colombiano del período 1960-1995 se ajusta más a los modelos de crecimiento endógeno y a los de la nueva geografía económica, en la cual los rendimientos crecientes a escala pueden conducir a la aglomeración espacial de la producción y a la persistencia de niveles de desarrollo desigual entre las regiones; iii) los factores que contribuyeron al incremento de las disparidades regionales durante este período fueron: a) Los efectos de las políticas de fomento de la industrialización por sustitución de importaciones; b) La consolidación de Bogotá como la gran metrópoli colombiana; c) el empobrecimiento relativo de la Costa Caribe a lo largo del siglo XX. En general, los autores afirman que la evolución de las disparidades inter-regionales depende de fuerzas económicas (como las economías de escala), políticas (como las inversiones públicas) y geográficas (como los cambios en materia de acceso a vías de comunicación y transporte).
En síntesis, la compulsión de repetición es un concepto que el psicoanalista Sigmund Freud definió para fundamentar el impulso de los seres humanos a repetir actos, pensamientos, sueños, escenas o situaciones desagradables o dolorosas.
En efecto, pasados 55 años, el tema es recurrente. La Convergencia regional es un objetivo central en el actual Plan Nacional de Desarrollo, 2022-2026. Como se mencionó, esta convergencia es el proceso de reducción de brechas sociales y económicas entre hogares y regiones, que se logra al garantizar un acceso adecuado a oportunidades, bienes y servicios. Para garantizar esta convergencia, según el gobierno de la coalición política “Pacto Histórico”, es necesario fortalecer los vínculos intra e interregionales, y aumentar la productividad, competitividad e innovación en los territorios. Así mismo, se requiere transformar las instituciones y la gestión de lo público, llevando al ciudadano al centro de su accionar y construyendo un relacionamiento estrecho, mediado por la confianza, entre las comunidades y entre éstas y las instituciones, para responder de manera acertada a sus necesidades y atender debidamente sus expectativas, a partir de marcos regulatorios consistentes (Artículo 3°. Ejes de transformación del PND).
Ley del desarrollo desigual y combinado.
Hasta finales de la última glaciación, hacia el año 11.000 antes de nuestra era, los seres humanos de todos los continentes eran nómadas y seguían viviendo como cazadores-recolectores. Las desigualdades existentes son consecuencia de las distintas velocidades de desarrollo cognitivo, económico, político, social, cultural y ambiental en los distintos continentes. El concepto de evolución está asociado con una gradualidad implícita que la distingue de la revolución. Lo más importante con respecto a las proporciones de evolución es que varían enormemente. Además de ser un paso de lo homogéneo a lo heterogéneo, la evolución es también un paso de lo indefinido a lo definido; a la par que un progreso de lo simple a lo complejo, se verifica un progreso de lo confuso a lo ordenado, de lo indeterminado a lo determinado.
La desigualdad es la “ley más general del proceso histórico”. Estas desigualdades son la expresión específica de la naturaleza contradictoria del progreso social y de la dialéctica del desarrollo humano.
El desarrollo es la historia de las fuerzas sociales, económicas y políticas en pugna de la sociedad. La historia del capitalismo lo es también de la subordinación del campo a la ciudad, del antagonismo entre clases sociales y de la desigualdad del desarrollo económico, político y social. El desarrollo geográfico desigual resultante es tan variado como inestable. La intrincada geografía física y humana lleva el sello de los procesos sociales y políticos de los que deriva y de las luchas activas que la produjeron.
El real curso de la historia, el pasaje de un sistema social a otro, de un nivel de organización a otra, es mucho más complicado, heterogéneo y contradictorio que el que se puede dar en un esquema histórico general. Diásporas de todo tipo forman redes intrincadas que se anudan con la dinámica espacial y poblacional de la acumulación de capital. Se crean así paisajes humanos marcados por las diferencias geográficas en los que las relaciones sociales y los sistemas de producción, el estilo de vida, las tecnologías y formas organizativas y las relaciones con la naturaleza se entrelazan con los dispositivos institucionales para producir lugares particulares con diferentes cualidades, marcados a la vez por distintas políticas y estilos de vida . En paralelo, las instituciones jerárquicas utilizan el territorio y el hábitat para organizar a las poblaciones y consolidar las relaciones de poder. El contubernio Estado-corporaciones constituido en el seno del modo de producción capitalista promueve y financia las tecnologías y formas organizativas que aseguran el dominio del espacio, del movimiento y las relaciones espaciales por el Estado y el Capital.
Es necesario fusionar la comprensión de la producción de espacio y geografía con la circulación y acumulación de capital. Las regiones que presentan cualidades superiores se convierten en grandes imanes de nuevas actividades capitalistas, de forma que lo que el economista sueco Gunnar Myrdal llamaba «causalidad circular acumulativa» hace aún más prosperas las regiones ricas, mientras las más pobres se estancan y declinan. Las configuraciones regionales de la división del trabajo y los sistemas de producción dependen, pues, en resumen, de la conjunción de fuerzas económicas y políticas más que de las llamadas ventajas naturales. La reproducción del capitalismo implica la construcción de nuevas geografías, muchas veces mediante la destrucción creativa de las antiguas.
La riqueza y la pobreza, el desarrollo y el subdesarrollo están entrelazados. En todas partes aparece una falta de uniformidad característica entre localidades, regiones y naciones, así como a lo largo de diferentes tiempos, en forma de auges, caídas y desintegraciones. La desigualdad en el desarrollo es inherente al régimen capitalista en todas las etapas de su existencia.
La desigualdad del desarrollo económico y político es una ley ineluctable del capitalismo. Si bien Trotsky suscribe esta tesis, la perfecciona al afirmar que «la desigualdad del desarrollo es desigual en sí misma». En efecto, Trotsky amplió el concepto de desarrollo desigual (utilizado con frecuencia por Marx y Lenin) para abarcar un fenómeno más complejo, el del desarrollo desigual y combinado. Mientras los países relativamente retrasados bajo el capitalismo liberal recorrieron etapas de desarrollo parecidas a las que los países avanzados atravesaron unas décadas antes, esto ya no sucedió con el imperialismo. En lugar del desarrollo orgánico, la mayor parte de los países menos desarrollados experimentan una combinación de «desarrollo y subdesarrollo». Sus economías se muestran como la combinación de un «sector moderno» (dominado muchas veces por países extranjeros y sus transnacionales o desarrollado por el Estado o una combinación de éstos) y un sector tradicional (ya sea primitivo, como en la agricultura o la minería, o sometido a las clases dominantes precapitalistas o capitalistas comerciales, rentistas y extractivistas). Como resultado de esta combinación peculiar, no puede haber ningún desarrollo acumulativo, generalizado, equitativo, equilibrado y convergente entre las distintas regiones de un país. No obstante, cada país, aunque atrasado, es llevado a la estructura de las relaciones capitalistas y está sujeto a su hegemonía y leyes de funcionamiento.
En síntesis, la ley del desarrollo desigual y combinado es una ley científica de la más amplia aplicación en el proceso histórico, y con raíces en acontecimientos comunes a todos los procesos de crecimiento en la naturaleza como así también en la sociedad. Tiene un carácter dual o, mejor dicho, es una fusión de dos leyes íntimamente relacionadas. Su primer aspecto se refiere a las distintas proporciones en el crecimiento de la vida social. El segundo, a la correlación concreta de estos factores desigualmente desarrollados en el proceso histórico.
Estas dos leyes no actúan al mismo nivel. La desigualdad del desarrollo precede cualquier combinación de factores desarrollados desproporcionalmente. La segunda ley crece sobre y depende de la primera. Y a su vez esta actúa sobre aquella y la afecta en su posterior funcionamiento.
Cada nación tiene sus propios rasgos distintivos. Pero estas peculiaridades surgen como consecuencia de la modificación de leyes generales por los recursos naturales específicos y las condiciones socio-históricas. Son, en última instancia, la cristalización individual de un proceso universal. Las peculiaridades nacionales son el producto más general del desarrollo desigual histórico, que se nos presenta como una mezcla particular de elementos atrasados con los factores más modernos. La ley del desarrollo desigual y combinado es una herramienta indispensable para analizar el desarrollo colombiano y para precisar su crecimiento y crisis a través de sus complejas fases conflictivas de convergencia y divergencia regionales.
Finalmente, y no menos importante, la validez universal de la ley del desarrollo desigual y combinado se articula sinérgicamente con otra ley igualmente objetiva del sistema mundo capitalista: la tendencia a la concentración (aumento del volumen de capital como resultado de la capitalización de la acumulación de plusvalía) y centralización (crecimiento del volumen de capital por la unión de varios capitales en uno solo o por la absorción de uno de ellos por otro) del capital, con efectos e impactos directos en la organización del espacio geográfico local, nacional y global.
Evidencia histórica y empírica 1980-2023.
Colombia es un país de ingreso medio y periférico al capitalismo mundial. El ingreso promedio por habitante para el año 2023 es de COP 30,2 millones. Por encima de este promedio se encuentran ocho de las 33 unidades territoriales del país (7 departamentos y Bogotá DC). Diez departamentos registran un ingreso por habitante medio, esto es, entre 20 y 30 millones de pesos. Con ingresos per cápita bajos (inferiores a $20 millones) se encuentran 15 entidades territoriales (Ver mapa 1 y gráfico 1).
Fuente: cálculos del autor con base en DANE-Cuentas Departamentales.
Las entidades territoriales de alto ingreso por habitante concentran cerca de la mitad de la población del país (24,9 millones del total estimado en 52,7 millones de personas para 2024); estas combinan importantes centros agrícolas, industriales, financieros y de servicios (Bogotá DC, Antioquia, Boyacá, Santander y Valle del Cauca) con departamentos dedicados principalmente a las actividades extractivas minero-energética, agroindustriales y ganaderas (Casanare, Meta) y el turismo (Archipiélago: San Andrés, Providencia y Santa Catalina).
En Colombia, una parte cada vez mayor de los medios de producción, de la fuerza de trabajo, de la elaboración de mercancías y del flujo financiero se centra en consorcios o grandes conglomerados empresariales. Adicionalmente, en el país, las divergencias y desniveles económicos entre regiones son estructurales e históricos; el desarrollo es desigual y combinado; los aportes a la generación de riqueza, su distribución y apropiación son asimétricos. En esta dinámica, los ingresos operacionales de las 1.000 empresas no financieras más importantes (0,05 por ciento de las 2.161.000 unidades económicas que operan en el país y están registradas en Confecámaras) equivalen al 83 por ciento del PIB. El 70 por ciento de éstas 1.000 sociedades pertenecen a conglomerados, bien como empresas matrices o como subordinadas.
Es una evidencia de concentración del poder económico y financiero en la cual las cinco principales compañías bancarias concentran el 72 por ciento de los activos del sistema crediticio, más del doble de lo que representaban a comienzos de la década de 1990, cuando se adoptaron las medidas de liberalización de sistema financiero. Asimismo, esta medida subestima los grados efectivos de concentración, debido a la conformación de conglomerados empresariales. En efecto, solo cuatro grupos económicos (Aval, GEA, Bolívar y BBVA) controlan tres cuartas partes de los activos del sector financiero.
De las 1.000 empresas más importantes registradas, sólo 50 concentran el 44 por ciento del total de los ingresos operacionales y obtienen 56 por ciento de las ganancias. Las características de estas 50 sociedades es la siguiente: i) La suma de sus ingresos operacionales equivalen al 36,7 por ciento del PIB nominal de Colombia; ii) 38 empresas (76%) se encuentran en la región Bogotá-Cundinamarca; seis tienen como sede el departamento de Antioquia (12%); cuatro están localizadas en la Costa Atlántica (8%); una se ubica en la Costa Pacífica (2%); una en el Eje Cafetero (2%); iii) Por macrosectores, 17 (34%) de ellas son de servicios; 16 (32%) de comercio; 9 (18%) desarrollan actividades de Minero-hidrocarburos; 8 (16%) son de manufactura; iv) Generan 294.659 puestos de trabajo (1,35 de la población ocupada); v) Por el origen del capital, 29 (58%) son multinacionales; 7 (14%) son mixtas o públicas; 14 (28%) son privadas nacionales; vi) En Colombia el 70 por ciento de la explotación minero-energética está en manos de multinacionales.
El ingreso por habitante aumentó en Colombia 5,9 por ciento en 2023 respecto al año anterior (gráfico 2). De las 33 entidades territoriales, una tercera parte registró aumentos superiores al 8 por ciento anual: Amazonas (9,5%), Atlántico (9,1%), Bogotá DC (8,3%), Bolívar (8,7%), Caquetá (10,1%), Chocó (9,5%), Guainía (8,8%), Risaralda (9,5%), Archipiélago (9%), Sucre (8,1%) y Vaupés (9%). En Contraste, 5 departamentos registraron tasas negativas en la evolución del PIB per cápita: Arauca (-5,2%), Casanare (-4,4%), Cesar (-15,7%), La Guajira (-13,8%), Meta (-4,9%); estas entidades territoriales dependen principalmente de la explotación minero-energética o, en general, de actividades extractivas.
El análisis de las tendencias convergentes o divergentes en el desarrollo regional colombiano para el período 1980-2023 se realizó con base en las cuentas departamentales elaboradas y publicadas por el Dane. El grado de convergencia o divergencia se midió a partir de la evolución anual del valor del Coeficiente de Variación (CV) en la asignación departamental del Producto Interno Bruto (PIB) nacional[4].
Fuente: Elaboración del autor con base en Dane, Cuentas Departamentales
Los resultados del análisis muestran que durante el sub-período 1980-1992 se registró una tendencia hacia la convergencia en el desarrollo regional. En el sub-período 1993-2007 se pasa de un patrón de desarrollo convergente a uno divergente. De 2008 a 2019 se registra un proceso de retorno a la convergencia. De 2020 a 2023, la convergencia regional en Colombia es altamente inestable y sin tendencia lineal, al igual que el crecimiento anual de la economía (gráfico 3).
Esta convergencia-divergencia regional está correlacionada negativamente con el crecimiento económico: a mayor crecimiento anual del PIB se registra una tendencia hacia la convergencia en el desarrollo territorial (mayores transferencias de recursos de las unidades territoriales ricas hacia las pobres y efecto expansivo del crecimiento) , pero cuando cae la actividad económica, o se registra una recesión o crisis, la desigualdad en el desarrollo se acentúa (afecta más a las entidades territoriales pobres y marginales). El coeficiente de correlación es la medida específica que cuantifica la intensidad de la relación lineal entre dos variables en un análisis de correlación; en el análisis de correlación entre la convergencia regional y el crecimiento económico, el coeficiente de correlación es negativo y poco significativo: -0,20, por la importancia que tiene la intervención y regulación estatal en materia de inversión, distribución de ingresos, políticas fiscales, monetarias y de transferencias (gráfico 3).
Fuente: Elaboración del autor con base en Dane, Cuentas Departamentales
Se denomina movimientos migratorios al desplazamiento humano de un lugar a otro, tanto rural-urbano, regional, nacional o internacional. Las migraciones humanas son un fenómeno constante a lo largo de la historia de la humanidad. El cambio espacial puede ser de manera temporal o definitiva, generalmente con la intención de mejorar su situación laboral y económica, así como su desarrollo personal y familiar. Pero también, en sociedades de alto riesgo, debido a los conflictos armados internos, la migración se realiza con el propósito de salvaguardar la vida y por el desplazamiento forzoso. Estas causas subyacen en la explicación del amplio y persistente proceso migratorio en Colombia desde finales de la década de 1940.
Según un informe del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), Colombia alberga en su territorio 6,8 millones de personas desplazadas internas (PDI), esto es, siete de cada 100 connacionales. Durante el 2023 en Colombia, cerca de 121.000 personas fueron víctimas de desplazamiento forzado masivo y confinamiento. En el país hubo 154 eventos de desplazamiento forzado, lo cual representa un incremento del 7% en comparación con el 2022, cuando sucedieron 144 hechos de la misma naturaleza.
La migración, tanto interna como internacional, es uno de los tres componentes demográficos que determinan el volumen, estructura y distribución de la población en un territorio (los otros dos son los nacimientos y las defunciones).
En Colombia la migración se registra de las zonas rurales a las urbanas y de estas hacia la concentración poblacional en las áreas de mayor desarrollo, un proceso con efectos en el análisis de convergencia-divergencia regional: cuando se analiza únicamente la evolución de la participación del PIB por departamento la desigualdad en el desarrollo regional aumenta más significativamente, pero cuando la homogeneidad o heterogeneidad se analiza de acuerdo con los cambios en el PIB departamental por habitante la desigualdad del desarrollo regional es menor.
Dentro de este proceso, la densidad poblacional (habitantes por Km²) es más alta en las entidades territoriales de mayor desarrollo respecto a las más pobres o estancadas. El valor promedio de la varianza del PIB departamental en el período 2005-2023 es de 138 por ciento, esto es, 81 puntos porcentuales por encima del valor promedio de la varianza del PIB departamental por habitante que registra un valor de 57 por ciento. A partir de 2012 el proceso migratorio de las zonas pobres a las ricas es creciente y sostenido; por tanto, la brecha entre las convergencias del valor de la producción y del ingreso por habitante aumenta de 61,9 puntos porcentuales en 2011 a un pico de 94,1 en 2020. Durante el período 2005-2023, la desigualdad en el desarrollo regional se reduce en 7,7 puntos porcentuales según el PIB departamental; la reducción es de 14,5 puntos porcentuales según el ingreso por habitante en las entidades territoriales: la migración humana es más rápida que el crecimiento económico (gráfico 4). La población que habita las regiones más pobres o estancadas emigran continuamente hacia las regiones más ricas, prosperas o con potencialidad de desarrollo. Es una ley de la vida: los débiles son atraídos por los fuertes.
Fuente: Elaboración del autor con base en Dane, Cuentas Departamentales
Vigencia de las leyes del desarrollo capitalista.
Las leyes económicas rigen la producción, la distribución, el cambio y el consumo de los bienes y servicios en los diferentes estadios de desarrollo de la sociedad humana. Expresan los nexos y relaciones más esenciales, estables, causalmente condicionados entre los fenómenos y los procesos de la vida económica y política de la sociedad. Las leyes económicas, como las de la naturaleza, poseen carácter objetivo, es decir, expresan nexos y relaciones independientes de la voluntad y de la conciencia humana.
Las leyes del desarrollo desigual y combinado, de una parte, y de la concentración y centralización del capital, de otra, tienen plena vigencia en un país de ingreso medio y periférico al capitalismo mundial, como es el caso de Colombia. Es un destino ineluctable en el desarrollo del país, independiente de los deseos y elucubraciones de políticos y tecnócratas, como también de la ideología que empaña los trabajos académicos de la intelectualidad apologética del capitalismo y funcional al establishment. La constitución del mundo común y significativo de la experiencia humana no es el logro de los deseos, la conciencia, las fantasías o de las ideologías sino el resultado histórico de las fuerzas naturales-sociales y las actividades materiales prácticas.
La convergencia regional en Colombia, a partir de la evidencia empírica, histórica y analítica de largo plazo, 1980-2023 muestra una tendencia estructural con pequeñas y efímeras variaciones (gráfico 5). Al clasificar las regiones en grupos según estratos de concentración del PIB nacional, se registra que las cinco entidades territoriales más ricas (aportan más del 5% PIB nacional) mantienen una participación promedio de 63,2 por ciento; el coeficiente de variación es de apenas 2,5 por ciento lo que refleja una significativa estabilidad estructural; el rango de variación es de 5,9 puntos porcentuales con un valor mínimo de 59,7 por ciento en el año 2012 y un máximo de 65,6 por ciento en 1998.
Fuente: Elaboración del autor con base en Dane, Cuentas Departamentales
Las quince entidades territoriales de ingreso medio (aportan entre el 1 y el 5% del PIB nacional) registran una participación promedio de 30,8 por ciento; el coeficiente de variación es de 5,1 por ciento; el rango de variación es de 5,2 puntos porcentuales con un valor mínimo de 28,5 por ciento en el año 1998 y un máximo de 33,7 por ciento en 2013.
Las cuatro entidades más pobres (contribuyen con menos del 1% del ingreso nacional) producen en promedio el 2,5 del PIB colombiano; el coeficiente de variación es de 9,5 por ciento (a mayor pobreza mayor inestabilidad económica); el rango de variación es de 1,2 puntos porcentuales con un valor mínimo de 2,2 por ciento durante los años 2002 a 204 y un máximo de 3,4 por ciento en 1980.
Para el análisis de convergencia en el período 1980-2023 se clasificaron como un grupo independiente los llamados “Nuevos departamentos”, denominación alcanzada con la Constitución de 1991. Corresponden a este grupo: Amazonas, Arauca, Casanare, Guainía, Guaviare, Putumayo, San Andrés, Providencia y Santa Catalina (Archipiélago), Vaupés y Vichada, antiguamente organizados como intendencias y comisarías. La mayoría de estas entidades territoriales concentran su actividad económica en actividades extractivas y en el turismo. Las nueve entidades territoriales clasificadas como “Nuevos departamentos” mantienen una participación promedio de 3,6 por ciento; el coeficiente de variación es el más alto entre los diferentes grupos de análisis: 22,3 por ciento lo que refleja una significativa inestabilidad económica y comportamiento cíclico; el rango de variación es de 3,5 puntos porcentuales con un valor mínimo de 2,4 por ciento en el año 1980 y un máximo de 5,8 por ciento en 2000.
Un caso emblemático de este último grupo lo constituye el departamento de Arauca, que por compensación del total de la explotación de hidrocarburos multiplica sus ingresos. En septiembre de 1983, mediante la alianza entre Ecopetrol y Occidental de Colombia Inc. (subsidiaria de Occidental Petroleum Corporation), se descubrió el Campo Caño Limón, en el departamento de Arauca, un yacimiento con reservas estimadas inicialmente en 1.500 millones de barriles de petróleo. La “Bonanza petrolera” presentó un comportamiento cíclico de explotación, ingresos, distribución, inversión y consumo, con origen y expansión en la década de 1980, apogeo en los años 1990 y declinación en lo transcurrido del siglo XXI. Históricamente, hasta 2023, el total de petróleo extraído de los campos araucanos se aproxima a la cifra de 1.800 millones de barriles. En el año 1996, las empresas petroleras que explotan el petróleo en Arauca alcanzaron el máximo de producción promedio: 252 kpdc; posteriormente el declive fue continuo e imparable. El departamento de Arauca ha recibido en regalías, por compensación del total de la explotación de hidrocarburos, cerca de 6 billones de pesos, esto es, el 2,9 por ciento respecto a los ingresos y el 6,4 de las utilidades del valor total explotado por las empresas petroleras. En 2023, el PIB por habitante del departamento de Arauca cae, con relación a 2022, en -5,2 por ciento. Occidental Petroleum Corporation vendió hace cinco años sus derechos de explotación del petróleo araucano a SierraCol Energy Arauca, LLC, (multinacional financiera de inversiones dedicada a la especulación), para que acabara de “raspar la olla”.
La desigualdad en aumento es una característica general del capitalismo a escala mundial y tiende a acelerarse con el desarrollo capitalista. En la gráfica seis se muestran las correspondientes razones para el período 1980-2023: i) cinco entidades territoriales más ricas respecto a las cinco más pobres; ii) cinco entidades territoriales más ricas respecto a las nueve que integran los “Nuevos departamentos”. La divergencia promedio de la razón ricos-pobres es de 17,7 veces; el coeficiente de variación es de 8,9 por ciento; el rango de variación es de 6,5 puntos porcentuales; la mínima divergencia es de 14,8 veces en el año 1990 y el máximo de 21,3 veces en 2002. La divergencia promedio de la razón ricos-Nuevos departamentos es de 18,5 veces; el coeficiente de variación es de 23,1 por ciento; el rango de variación es de 16,6 puntos porcentuales; la mínima divergencia es de 10,9 veces en el año 2000 y el máximo de 27,5 veces en 1980.
La divergencia rico-pobre registra un comportamiento más estructural respecto a la divergencia rico-Nuevos departamentos; la explicación es sencilla: de una parte, las unidades territoriales pobres no cuentan con potencialidades para su desarrollo autónomo (la competitividad del territorio debe basarse en aprovechar el capital acumulado dentro del territorio: físico, humano, tecnológico, institucional, social, cultural, ambiental y natural, y potenciarlo de acuerdo con las propias sinergias que territorio-sociedad-instituciones sean capaces de dinamizar, tanto en su propio contexto como en su relación global); de otra, los Nuevos departamentos dependen del extractivismo el cual genera serios conflictos socio ambientales y, pese a sus aportes en términos de ingreso, la desigualdad se mantiene, las bonanzas son efímeras y la actividad económica registra mayores turbulencias. La relación de divergencia entre los ricos-pobres y ricos-Nuevos departamentos es asimétrica: cuando la divergencia es mayor en la primera razón tiende a ser menor en la segunda y viceversa (aparentemente pobres y Nuevos departamentos compiten por la misma bolsa de recursos, conformando un juego de suma cero, porque se gana exactamente la cantidad que pierde el oponente).
Fuente: Elaboración del autor con base en Dane, Cuentas Departamentales
La intrincada geografía física y económica colombiana lleva el sello de los procesos sociales y políticos históricos de los que deriva y de las luchas activas que la produjeron. El desarrollo geográfico y económico desigual y combinado resultante es tan variado como inestable y conflictivo. El derecho a participar en la geografía del capitalismo y a intervenir en los procesos de convergencia-divergencia del desarrollo regional está sometido a una continua pugna: aunque las relaciones de poder favorecen a la combinación entre Capital y Estado frente a cualquier otro agente social, hay fuerzas de oposición significativas, y tanto el Capital como el Estado se sitúan actualmente a la defensiva, sus proclamaciones de actuar en beneficio de todos se ven cuestionadas y lo mismo puede decirse de sus aseveraciones de ser benefactores de toda la humanidad mediante una acumulación sin fin de capital basada en el mercado y la concentración del poder en la oligarquía hegemónica[5].
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[1] Sin considerar, para efectos de este análisis comparativo, a los “Nuevos departamentos”. Estos corresponde a Amazonas, Arauca, Casanare, Guainía, Guaviare, Putumayo, San Andrés, Providencia y Santa Catalina (Archipiélago), Vaupés y Vichada, antiguamente organizados como intendencias y comisarías.
[2] García Nossa, Antonio. (2015). Gaitán y el problema de la revolución colombiana. Ediciones desde abajo, Colombia, p. 170.
[3] Currie, Lauchlin. (1951). Bases de un Programa de Fomento para Colombia. Banco de la República, Colombia, p. 4.
[4] En estadística, cuando se desea hacer referencia a la relación entre el tamaño de la media y la variabilidad de la variable, se utiliza el CV. Su fórmula expresa la desviación estándar como porcentaje de la media aritmética, mostrando una interpretación relativa del grado de variabilidad: CV= DE/M donde “DE” es la desviación estándar y “M” es la media. Se puede dar en porcentaje calculando: CV= DE/M * 100. A mayor valor del coeficiente de variación mayor heterogeneidad de los valores de la variable; y a menor CV, mayor homogeneidad en los valores de la variable. Si el CV es menor o igual al 30 por ciento, significa que la media aritmética es representativa del conjunto de datos, por ende el conjunto de datos es “Homogéneo”. Por el contrario, si el CV supera al 30 por ciento, el promedio no será representativo del conjunto de datos (por lo que resultará “No Homogéneo”).
[5] Harvey, David. (2012). Óp. Cit., p. 152.
Libardo Sarmiento Anzola, Economista y filósofo. Investigador, consultor y escritor independiente.
Foto tomada de: Ministerio de Transporte
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