Han surgido versiones sobre un posible “autogolpe”. Ese relato se basa en las declaraciones del militar golpista que fue detenido luego de que se posesionara una nueva cúpula militar. Ello se explica por cuanto el gobierno necesita generar apoyo popular ante las fuertes presiones políticas que enfrenta tanto de las derechas como de sectores de su propio partido (MAS). Esas fuerzas opositoras aprovechan la grave situación económica que vive ese país andino con caída de las reservas, déficit fiscal, escasez de dólares y de combustibles y el auge del contrabando.
¿Qué es lo que realmente ocurre en Bolivia y qué lecciones sirven para Colombia y América Latina? ¿Cuál es la causa del enfrentamiento entre el presidente Arce y el expresidente Evo Morales? ¿Cuál ha sido la evolución de la lucha de clases en ese país? ¿Qué sectores sociales representan esos dirigentes? Si Arce fue el artífice de la estabilidad y crecimiento económico durante el gobierno de Evo… ¿Por qué ahora el manejo de la economía es el talón de Aquiles de su gobierno? ¿Cómo influye el pulso entre China y EE.UU. por el control del litio boliviano?
Brevemente intentaremos aportar algunas ideas y respuestas. Hay que tener en cuenta que, a pesar de las diferencias que existen entre los pueblos y países de América Latina, nuestras sociedades tienen muchos elementos en común. El pasado indígena y afrodescendiente, el impacto de la colonización europea, la generación de un capitalismo dependiente y la aplicación de las políticas neoliberales, han generado dinámicas comunes y similares. No es casual que lo que ocurrió en Ecuador ahora pareciera repetirse de alguna manera en Bolivia.
Algo de historia reciente de Bolivia
En la primera década del siglo XXI, el pueblo boliviano impulsó un proceso constituyente después de derrocar a Gonzalo Sánchez de Lozada en 2003, por entonces, el presidente más neoliberal y pro-estadounidense de la región. Fue liderado por el dirigente campesino, de origen indígena, Evo Morales, en compañía del intelectual revolucionario Álvaro García Linera, quienes se colocaron a la cabeza del Movimiento al Socialismo – Instrumento Político por la Soberanía de los Pueblos (MAS–IPSP).
En coordinación con organizaciones de los trabajadores, indígenas, campesinos, cocaleros y, en parte, mineros de Bolivia, se fortaleció el MAS. Evo fue elegido como presidente de la república en 2005. Desde entonces ha sido la principal fuerza política de esa nación andina que no tiene acceso al mar, pero que cuenta con la mayor reserva de litio del mundo. En 2009 entró en vigencia la Constitución que declaró a Bolivia como Estado Plurinacional.
A lo largo de un período de 15 años se lograron avances democráticos que garantizaron la participación política de importantes sectores sociales históricamente excluidos. Se avanzó en soberanía nacional, la redistribución de recursos del Estado y justicia social, la renegociación de los contratos con empresas transnacionales de hidrocarburos y otras (“nacionalización”), fortalecimiento de los ingresos del Estado y se inició un proceso de industrialización del aparato productivo (que no ha avanzado gran cosa).
Evo y García Linera lideraron el MAS y a una la amplia coalición que construyó una hegemonía política que se reivindicó como ejercicio de los pueblos indígenas y campesinos cocaleros. Derrotaron en elecciones consecutivas a las “derechas” reaccionarias y conservadoras que representan los intereses de los capitalistas agroindustriales y de la burguesía burocrática que se enriqueció con la explotación y entrega al capital extranjero de los principales recursos naturales (gas, petróleo, minerales, tierras, turismo, etc.). No obstante, esa “hegemonía” mostró en 2019 las fisuras y debilidades que se acumularon durante las últimas dos (2) décadas.
La burguesía emergente y burocrática y el “momento administrativo”
A pesar de los logros económicos del gobierno “socialista” que aprovechó la bonanza de los precios internacionales de los hidrocarburos para fortalecer las finanzas del Estado, garantizar estabilidad y crecimiento económico sostenido durante su gestión gubernamental y aprobar una serie de programas sociales de beneficio para amplios sectores sociales, los esfuerzos por superar la economía extractivista (base real del neoliberalismo) han sido insuficientes.
En realidad, los recursos que se han invertido y redistribuido por parte del Estado fueron canalizados por la burguesía emergente (“chola”) que, aunque no se ha organizado formalmente, reclama espacio político tanto dentro del MAS como dentro de otras organizaciones políticas. Igualmente, los “profesionales precariados” que buscan empleo en grandes empresas transnacionales o que organizan diversas clases de emprendimientos, exigen políticas que les garanticen condiciones óptimas para fortalecer su desempeño e ingresos.
Paralelamente, surgió un fenómeno de cooptación y burocratización al interior del MAS y de las organizaciones sociales que apoyaban el “proceso de cambio”. Los líderes sociales se transformaron en gobernantes y se convirtieron en el germen de una “nueva burguesía burocrática” que se aferra a poder del Estado. El “momento administrativo”, como lo llama García Linera, absorbió la dinámica de los dirigentes dejando de lado la lucha por fortalecer “desde abajo” al movimiento social. La formación de cuadros, el desarrollo del pensamiento crítico y la construcción de autonomía y soberanía popular, base de la “plurinacionalidad” planteada en la Constitución, dejó de ser atractiva para los activistas sociales. El resultado está a la vista.
Así, en ese ambiente fueron surgiendo los diferentes bandos que hoy se expresan alrededor del presidente Arce y del expresidente Morales. Al abandonar la lucha por construir una “hegemonía social y política” que impulse un consistente “proceso de cambio” que enfrente las bases coloniales y capitalistas del neoliberalismo, la lucha ideológica y cultural pasó a un segundo plano. Lo que se observa ahora es que el simple indigenismo, las luchas identitarias (étnicas, de género, edad, etc.), y la visión lineal y estática de la lucha de clases, no sirven para enfrentar las contradicciones que la sociedad boliviana está mostrando en la actualidad.
En el fondo, se hizo evidente que el “instrumento político” (MAS) era un partido eminentemente electoral y clientelar. No existían en su interior dinámicas verdaderamente revolucionarias, democráticas y participativas. Así, los liderazgos individuales fueron construyendo camarillas que respondían a prácticas “amiguistas” y de clanes familiares o sectoriales. El discurso no se correspondía con la práctica social. El “comunitarismo indígena” es cosa del pasado y las relaciones de producción capitalistas (incluyendo el consumismo) han impactado a toda la sociedad boliviana.
El enfrentamiento entre el presidente Arce y el expresidente Evo es consecuencia del fraccionamiento y la lucha por el poder gubernamental entre cúpulas burocráticas surgidas dentro de las organizaciones sociales y las instituciones estatales. La lucha de clases en Bolivia se mueve en nuevos escenarios y tiene como protagonistas principales a las diversas burguesías emergentes que, temporalmente, se pueden aliar con los sectores populares (trabajadores, indígenas, campesinos, pequeños productores) pero que, finalmente, cuando las contradicciones se agudicen, se unirán con los grandes capitalistas “proimperiales”, que se mueven tanto dentro de los imperios occidentales (USA, UE) como a los orientales (Rusia, China).
¿Cómo influye el pulso entre China y EE.UU. por el control del litio boliviano? Tal parece que en el supuesto golpe de estado contra el gobierno de Arce este conflicto geopolítico no se expresó en concreto. No obstante, si se agudiza la división de las fuerzas sociales y políticas que representaban en el pasado inmediato a los intereses populares, es indudable que los grandes capitalistas agroindustriales y otros sectores poderosos aliados de los EE.UU., van a aprovechar esa oportunidad para restablecer y fortalecer sus alianzas con ese imperio.
Las lecciones para Colombia y América Latina
Lo que ocurre en Bolivia (y en Ecuador, Venezuela, Brasil, etc.) es el resultado de que no hemos sido capaces de construir verdaderas organizaciones políticas que canalicen los liderazgos individuales hacia causas colectivas y emancipatorias; que estén en permanente evaluación, estudio, crítica y autocrítica; y que estén atentas y en sintonía con las transformaciones socio-económicas que operan en el mundo por efecto de las crisis del capitalismo, los desarrollos tecnológicos, los cambios migratorios y culturales y la respuesta de la naturaleza a la crisis socio-ambiental que hoy estamos viviendo.
Se ha demostrado, como lo estamos presenciando en Colombia, que el “momento administrativo” (acción “por arriba”) exige que las fuerzas populares nunca abandonen el “momento del estallido social” (acción “desde abajo”) para lo cual se requieren formas de organización socio-política y cultural muy diferentes y, hasta contrarias, a las que están reguladas por el “Estado heredado”. Detrás del “partido electoral” debemos tener un consistente y efectivo instrumento político de alto nivel que esté en permanente conexión con los trabajadores y los pueblos. Hacer lo “uno” sin lo “otro”, nos lleva al fracaso y a la derrota.
Y a la sombra de esas derrotas, que en verdad son “autoderrotas”, crecen y se fortalecen las derechas, y ahora, las derechas neo-proto y súper fascistas que aparecen por todas partes. Ahí estamos y no podemos esquivar esa realidad.
Fernando Dorado
Foto tomada de: Agencia EFE
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