Podemos leer un artículo reciente de Andrés Gil (2024), que refiere algunos detalles del comportamiento de las ideologías de extrema derecha[1] que están íntimamente ligadas a este fenómeno neoliberal. Estas expresiones, además, de las contundentes agendas publicitarias en todos los medios masivos de (des)información, se vienen rodeando de organizaciones con ideologías fuertemente neonazis, fascistas y capitales provenientes de economías o estructuras ilícitas; también, combinan sus luchas con los ya famosos impeachment (al respecto podemos leer sobre control político y responsabilidad política en Latinoamérica[2]), intentos de desestabilización, golpes blandos y juicios políticos que han tenido éxitos en algunos países de América Latina. Estas ideologías y políticas neoliberales ya no necesitan dictaduras militares o civiles para mantenerse en el poder. Secuestraron las débiles democracias poniéndolas al servicio de un modelo que enriquece a unos cuantos, sí, que genera mucha riqueza, pero es un modelo pésimo para distribuir la riqueza y, por ende, vemos como aumenta sistemáticamente el empobrecimiento de la clase media, sin mencionar a todos aquellos que históricamente han sido marginados ni acceden a las migajas que la débil democracia podría proveerles; un modelo que niega el acceso y cobertura universal a la salud y a una educación inclusiva y de calidad, que niega un empleo digno con salarios honestos, y una cultura que fomente la vida, el humanismo, la paz, el crecimiento y el desarrollo del país, entre otros muchos derechos.
Entretanto, las pocas democracias liberales que quedan en el mundo, han sido cooptadas por este poder político y económico, porque sus estructuras ideológicas, corruptas y mafiosas subyacen en todos los niveles del Estado. Ha sido difícil acceder e implementar en todas las frágiles democracias una verdadera política de reformas y la idea de un capitalismo de rostro humano; por ello, los gobiernos verdaderamente democráticos, progresistas y reformistas, son un freno a estas banales y crueles políticas económicas del neoliberalismo que, aunque no favorecen a las mayorías de la sociedad, por cuanto sus resultados son nocivos, por cuanto benefician a los grandes sistemas o conglomerados financieros e industriales, en detrimento de las grandes mayorías.
En consecuencia, esta ideología y fenómeno político-económico y social perverso, llamado neoliberalismo, es un sistema que fomenta las desigualdades sociales, económicas y culturales; establece como ‘derecho’ la precariedad de las prestaciones salariales de los trabajadores (contrae los ingresos de la gente trabajadora); posiciona el capital privado para dirigir los intereses de la salud (en Colombia entró en su recta final la crisis de la salud manejada en su gran mayoría por el sector privado[3]), la educación y los servicios públicos domiciliarios; agravamiento de la modalidad de sobreendeudamiento, generalmente para socorrer el capital industrial y financiero y la crisis económica generada por las malas administraciones tanto del capital como del Estado; y es uno de los grandes responsables de la crisis ambiental que vive el planeta Tierra. El neoliberalismo, fomenta el hambre y la muerte.
Colombia no es la excepción. La caricatura de democracia que ha sobrevivido a la fecha, ha permitido sin mucha presión ni fricción, que las organizaciones políticas del bipartidismo (dirigentes liberales y conservadores), en un primer momento de la historia, y las estructuras partidistas políticas que nacieron después (Centro Democrático, la U, Cambio Radical y otras con influencias regionales), abrieran las puertas públicas del Estado, no solo a un capitalismo violento, despiadado y deshumanizador, además de ser el responsable de la destrucción de la vida y del cambio climático en el planeta, sino a todo aquel que trajera beneficios en bien de la causa usurpadora y predadora de los bienes y recursos públicos, y por otro lado, en un momento anterior, por allá a mediados del siglo XX, las mafias del bipartidismo organizadas bajo la egida del Estado, orquestaron el periodo (1946-1966) que algunos “historiadores llaman desatinadamente la época de la violencia en Colombia”[4], que desplazaron, desaparecieron y asesinaron a millares de campesinos hurtándoles sus bienes e inmuebles. De este episodio trágico de la historia de violencia en Colombia, surgieron nuevos “empresarios de bien” y también nacieron organizaciones insurgentes, como las FARC, tiempo después el ELN y una década más tarde el M-19, el movimiento guerrillero donde militó el hoy presidente de Colombia, Gustavo Petro Urrego. Todas estas ideologías han estado presentes en la historia de Colombia en los últimos sesenta años, y es tan fuerte la presencia de las ideologías de los partidos políticos de la derecha que han permeado la voluntad y la conciencia de individuos que militan en las organizaciones democráticas, progresistas, reformistas y de izquierda.
Como lo advierten muchos documentos e investigaciones[5] nacionales e internacionales[6], en Colombia, las mafias del narcotráfico y de la corrupción; grandes empresas privadas nacionales y multinacionales; dirigentes nacionales y regionales de los partidos políticos que han gobernado, y el establishment en general, promovieron y fortalecieron la corrupción y el narcotráfico y, “durante más de cinco décadas, el paramilitarismo (propuesta contrainsurgente) se afianzó como política de Estado en Colombia, logrando acomodarse a diversas situaciones legales, pero manteniéndose como eje de un modelo represivo que logra venderse a sí mismo como modelo ‘democrático’”[7]. Hemos estado a merced del crimen organizado y legitimado por el Estado. Y nunca han reivindicado, claro, por su naturaleza transgresora y deslegitimadora no pueden, que la caricatura de democracia colombiana ha estado al servicio de las mafias del narcotráfico, de las organizaciones paramilitares y de todo el abanico de posibilidades que brinda la corrupción y la delincuencia en general. En cambio, las organizaciones insurgentes, en su mayoría, han salido adelante y dado un pie al costado abandonando la violencia y en muchos casos la relación con bandas dedicadas al narcotráfico, y, por otro lado, han reconocido actos barbáricos que han conmovido a la ciudadanía colombiana y mundial. ¿Cuándo será que todas esas familias políticas y económicas que han gobernado a Colombia darán un pie al costado y dan a conocer todas sus barbaridades?
Como puede observarse, sin mucha profundidad y análisis crítico, la violencia en Colombia ha estado muy ligada a los dirigentes de los partidos políticos de la oligarquía y al capitalismo con rostro de violencia y totalmente deshumanizador, que ha cooptado toda la vida pública y privada de la caricatura de democracia colombiana. Por ello, y como acertadamente lo advierte el documento de UNIOS No. 111, la gran marcha hacia la transición democrática en Colombia será larga y conflictiva y durante este proceso hay que ayudar a formar y autoformar la conciencia individual y social de los progresistas y demócratas, como proposición hacia la conformación de una organización política que avance en esta etapa histórica de transición democrática. Esta organización, con la ayuda colectiva del pueblo trabajador deberá ayudar a crear las bases políticas y sociales del cambio y su durabilidad. En este sentido viene trabajando el Pacto Histórico y todas las organizaciones que hacen parte de este proyecto político-histórico, preparando reuniones, asambleas y seminarios.
Finalmente, los destinos y conducción de este proyecto de organización política unitaria del cambio histórico, debe contar con una asamblea democrática consciente que esté al frente de la gran marcha hacia la transición democrática en Colombia. Sólo así, podemos avanzar en erradicar las economías ilícitas y las inequidades que se manifiestan en los territorios que han sido el resultado o consecuencia de la toma violenta por parte del Estado y del ejercicio de la débil democracia en la que hemos vivido.
Postdata: Acerca del periodo llamado La Violencia (1946-1966). “Campesinos, terratenientes, empresarios, trabajadores urbanos, periodistas, académicos, intelectuales, jóvenes y viejos, todo el mundo se refería a “la Violencia”. Los políticos también, por supuesto. La popularización de la expresión no se debió a razones fortuitas, a la simple “casualidad”, a cosas del “azar”. Por el contrario, existían motivos de peso. La Violencia es una denominación vaga, abstracta. Frases repetidas por miles de campesinos, como “’la Violencia’ me mató la familia”, “’la Violencia’ me quitó la tierra”, “’la Violencia’ me hizo huir del campo”, no aludían a nadie en concreto, no se referían a personas que pudiesen ser identificadas; remitían, más bien, a una especie de “fatalidad histórica”, similar a un terremoto o a cualquier otra calamidad provocada por la naturaleza. Por la naturaleza, no por los hombres, no por el entorno social. Es decir, se trataba de un fenómeno surgido de repente, imprevisible, sin relación alguna con la acción de los hombres, ajeno por completo al contexto de la época. Si todo se debía, en última instancia, a “la Violencia”, los verdaderos protagonistas de la confrontación se esfumaban, quedaban hábilmente ocultos, al igual que sus intereses y sus motivaciones. Además, la misma denominación tenía la ventaja adicional de presentar esos episodios como algo esporádico, como una interrupción, circunscrita a un corto período. Lograr que la sociedad hablara no de la “guerra civil”, sino de “la Violencia” obedecía, por consiguiente, a los intereses ideológicos de aquellos que, una vez finalizado el conflicto, querían, por una parte, borrar toda huella de su responsabilidad y, en segunda medida, presentar ese triste paréntesis como una disrupción pasajera de una historia no violenta. [Arias, 2011:89].”[8]
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[1] Consultado en https://vientosur.info/miguel-urban-la-extrema-derecha-crece-siendo-cada-vez-mas-radical-mientras-la-izquierda-es-cada-vez-mas-moderada/
[2] Consultado en https://revistas.uexternado.edu.co/index.php/derest/article/download/484/463/1557
[3] Consultado en https://www.youtube.com/watch?v=7Zg5nNrKLDQ y
https://www.adres.gov.co/sala-de-prensa/noticias/Paginas/Comunicado-a-la-opinion-publica.aspx (29/05/2024).
[4] Anaya Arrieta, A. L. 2014. UN DIOS QUE SE REVELA EN LA HISTORIA COMO EMMANUEL Pertinencia de una propuesta de acompañamiento en un contexto de conflicto armado. [Tesis de Maestría, Universidad Pontificia Universidad Javeriana].
[5] Edgar de Jesús Velásquez Rivera. 2007. Historia del paramilitarismo en Colombia. https://doi.org/10.1590/S0101-90742007000100012 (Consultado 10/04/2024).
https://centrodememoriahistorica.gov.co/mas-de-13-mil-desmovilizados-de-grupos-paramilitares-han-contribuido-a-la-verdad-historica/ (Consultado 10/04/2024).
https://elpais.com/america-colombia/2024-02-28/el-retorno-de-salvatore-mancuso-el-paramilitar-que-no-quiso-callar.html (Consultado 10/04/2024).
Centro Nacional de Memoria Histórica (2018), Paramilitarismo. Balance de la contribución del CNMH al esclarecimiento histórico, Bogotá, CNMH. https://centrodememoriahistorica.gov.co/descargas/informes-accesibles/balance_paramilitarismo_accesible.pdf (Consultado 11/04/2024).
[6] Se revela la lista negra de Jimmy Carter en Colombia https://nsarchive.gwu.edu/briefing-book/colombia/2024-04-15/jimmy-carters-colombia-blacklist-revealed (Consultado 16/04/2024).
CAMBIO revela la verdad del memorando que vincula a Turbay y al gobierno de López Michelsen con el narcotráfico. https://cambiocolombia.com/poder/la-verdad-memorando-vincula-turbay-y-gobierno-de-lopez-michelsen-con-narcotrafico (Consultado 21/04/2024).
[7] (Anaya 2014a).
[8] (Anaya 2014a).
Alberto León Anaya Arrieta, Teólogo y economista.
Foto tomada de: Revista Alternativa
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