Así, bellamente, describe en su portentosa obra, Trabajadores de tierra caliente, Medardo Rivas, a la Villa de San Juan de Guaduas (1572), vivo retrato de nacionales y extranjeros que tras la tala de selvas y la ocupación de tierras baldías montaron sus haciendas e industrias en el centro del pais, sin embargo, conserva su encanto natural, verde y biodiverso, su carácter de ciudad patrimonio del pais, y de, lugar de paso, se convirtió en el lugar de los regresos.
Guaduas se fundó en territorio del camino real que conducía de Santa Fe al puerto de Honda que fue habilitado, siguiendo la huella prehispánica, por el capitán y conquistador Alonso de Olaya y el comerciante Hernando de Alcocer, a finales del siglo XVI, que permitió el tránsito de gentes y cargas que viajaban entre Cartagena y Santa Fe, convirtiéndose en uno de los más importantes para la dinámica social, económica, cultural y política de la Nueva Granada, de un pais inventándose en la algarabía del trópico.
El río Grande de la Magdalena fue el ancla, el imán. Guaduas no se explica sin el río, sin Honda, sin el camino indígena. La Villa de Guaduas había estado habitada por indios Panches donde existían sauces y bambúes. De allí su nombre. El territorio municipal es un surtidor de aguas y de biodiversidad alimentado por los ríos Cambrás, Guadero, Negro, Magdalena, Seco y San Francisco.
Guaduas fue la placenta donde incubaron varios personajes de nuestra historia. Los niños guadenses aprendieron, aprenden, a decir Pola antes de decir mamá porque están amamantados por la historia. Allí nacieron Policarpa Salavarrieta en 1797; Francisco Javier Matís, 1774, pintor y botánico de la Expedición Botánica; Tomás Joaquín de Acosta, 1800, el agudo político y empresario Miguel Samper Agudelo en 1825; José Joaquín Bohórquez, pionero de la industria petrolera colombiana, 1869; Juan Nepomuceno Corpay, celebre médico y diplomático en 1885.
Fue frecuentada por el Virrey José de Ezpeleta, entre 1789 y 1796, quien solía pasar largas temporadas en la villa y fue escenario de las actividades de la Real Expedición Botánica, dirigida por José Celestino Mutis. José Antonio Galán agitó las ideas de la independencia, proezas y arrojos que lo convirtieron en mártir de la patria. Ejecutado en 1872 en la capital de la Nueva Granada, su cabeza fue expuesta en Guaduas para ahogar en sangre las semillas de la libertad. De Guaduas puede decirse que por sus tierras pasó la Conquista, la Colonia, la Revolución y la Independencia, cada época dejó su huella y las escribió, entre el arado y la piel, la razón de su destino.
La modernidad no la ha tratado bien y las vicisitudes de la economía colombiana y la guerra que persiste han tocado su territorio y hoy es un municipio de categoría seis, sin muchos medios pecuniarios para impulsar su desarrollo a pesar de sus enormes posibilidades. Por esa prolífica historia, Guaduas, junto a Honda, Mariquita, Ambalema, Falán, hace parte de la denominada Ruta Mutis, un esfuerzo institucional liderado por el Ministerio de Cultura para preservar, recuperar invaluables tesoros de nuestro devenir y en salvaguardia de su construcción económica, social y política de la cual en la región hay abundantes registros.
Por los ires y venires de nuestra historia, la Villa de Guaduas terminó perteneciendo al departamento de Cundinamarca, más exactamente a la provincia del Bajo Magdalena a la que pertenecen los municipios de Caparrapí y Puerto Salgar, separado este último absurdamente de La Dorada, en el departamento de Caldas, por el rio Magdalena y unido al Puerto por el viejo puente que se levanta al lado de la base aérea Germán Olano. La cobertura de acueducto y alcantarillado en la provincia es muy baja: 31.7% y 18.2% respectivamente.
Casi en los límites de sus 76.352.81 hectáreas, en Puerto Gallote, en el corregimiento de Puerto Bogotá, uno de los tres corregimientos de Guaduas, al frente del hondano puerto de Caracolí, se pierde, entre el monte de una finca cuyo límite es el río, un verdadero tesoro, un vasto anclaje de Bodegas, armerías, aduanas, que son testigo vivo, pero en ruinas, del intenso intercambio colonial entre el viejo mundo y la Nueva Granada y donde empieza el Camino real de Honda a Bogotá que definió la suerte de la economía de la nación desde el siglo VVI y que después perdió fuelle con algunos adelantos en la infraestructura de la nación, muchos de los cuales se han perdido como la dinámica fluvial del río y el abandono infame de los ferrocarriles que el gobierno nacional se empeña en recuperar.
Allí, en Honda, Guaduas, Mariquita, Ambalema, Armero, se puede construir un distrito turístico de índole nacional a 130 kilómetros de Bogotá. En Puerto Gallote se puede levantar un teleférico que siga el camino real de Puerto Gallote a Guaduas y que se podría unir a la proyectada recuperación del cable aéreo Manizales-Mariquita que a principios del siglo XX sirvió para transportar el café por encima de la cordillera buscando el río para enviar el grano a los mercados internacionales.
En Puerto Gallote, o en Guaduas, o en Honda se puede construir, en alianzas público privadas, complejos hoteleros, centros comerciales, parque temático con énfasis cultural e histórico, planes de segundas viviendas con amplios espacios verdes, que le den un gran impulso económico a la zona un poco venida a menos por las vicisitudes de la república en los últimos tiempos. En Honda, bordeando el río hasta el puerto de Caracolí, se puede erigir, construir, un malecón-paseo peatonal que con un puente peatonal sobre el río una a Honda con Puerto Gallote buscando a Puerto Bogotá y que retorne a Honda por el puente José Ignacio Andrade, completando un circuito a la orilla del agua que dignifique al río y confunda en un haz de progreso a Honda y Guaduas, vía turismo, la gran apuesta del gobierno nacional.
Para Guaduas y las ciudades que conforman la Ruta Mutis es fundamental la terminación sin dilaciones de la doble calzada Villeta-Guaduas que conectaría a Bogotá y al flujo de sus 12 millones de visitantes a un destino turístico cultural, histórico y de naturaleza a menos de dos horas de la capital. Este Distrito Turístico abarcaría un área de posibles demandantes de alrededor de doce millones de habitantes que incluye Ibagué, Medellín, Cali, la zona cafetera, en un proceso de reconversión similar a la del viejo Caldas que ha sido tan exitoso, o como el del municipio de Ricaurte, en Cundinamarca, que en veinte años convirtió los eriales de su zona rural en un emporio turístico que superó a Girardot y Melgar bajo el dinamismo que imprime Bogotá.
Muchas de las economías de esta zona de Colombia tiene dificultades y pueden encontrar en el turismo una redención para sus comunidades y el progreso local tal y como lo plantea el Plan Nacional de Desarrollo:
“El turismo contribuye a la reducción de las desigualdades territoriales a través de la promoción del desarrollo económico local en destinos estratégicos. Cuando se planifica y gestiona adecuadamente, el turismo sostenible puede contribuir a mejorar los medios de vida, la inclusión y la protección del patrimonio cultural y los recursos naturales, es altamente intensivo en mano de obra, facilita el desarrollo de nuevas infraestructuras y revitaliza las ciudades modernas e históricas. Esto es particularmente relevante en las zonas más afectadas por el conflicto interno del país, que ya están viendo cierto dinamismo, aunque frágil, en sus economías”.
Fernando Guerra Rincón
Foto tomada de: Acuarela de una vista de la villa y el valle de Guaduas. Tomado del Boletín Cultural del Banco de la República
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