Hasta hace pocos años, que Estados Unidos pueda vivir una nueva guerra civil parecía solo una hipótesis académica. Ya no. La creciente tensión en el país hace que suene cada vez más verosímil. El 43% de los estadounidenses cree que es posible en los próximos diez años. Tres generales retirados publicaron una columna en el Washington Post en diciembre de 2021 advirtiendo de que unas elecciones disputadas podrían provocar un conflicto armado. Algunos políticos estadounidenses incluso proponen dividir el país. La idea también ha saltado al campo cultural: este año se ha estrenado una película, Civil War, que trata el tema. Nosotros, por cierto, le hemos dedicado un episodio de nuestro podcast.
Turchin ha aplicado estos patrones a Estados Unidos y su conclusión es pesimista: el país se encamina al desastre. Se hizo famoso por anunciarlo ya en 2010, cuando publicó un artículo en el que afirmaba que EE. UU. entraría en una crisis política en la siguiente década. Diez años después, Donald Trump perdió las elecciones y se produjo el asalto al Capitolio. Ahora Turchin publica un nuevo libro, Final de partida: élites, contraélites y el camino a la desintegración política (editado por Debate), en el que explica su método y trata de advertirnos de la crisis que viene. Hablamos con él por videollamada.
PREGUNTA – La tesis principal de su libro es que Estados Unidos va camino de sufrir un colapso violento. ¿Por qué piensa eso?
¿Has visto el número de disturbios violentos, terrorismo, tiroteos masivos, manifestaciones antigubernamentales…? También hay luchas en la élite: la brecha entre los dos grandes partidos políticos es cada vez más grave.
Le preguntaré sobre eso más tarde. Pero antes me gustaría que explicara su método. Usted y su equipo trabajan recopilando y analizando una cantidad ingente de datos históricos. ¿Cómo pueden la Francia medieval o la China del siglo XIX ayudarnos a entender lo que está sucediendo ahora en Estados Unidos?
En muchos aspectos nuestras sociedades no son muy diferentes de las medievales o antiguas. Las sociedades complejas a gran escala, los Estados, aparecieron hace unos 5.000 años. Son un sistema con tres elementos: la población, que compone la mayoría; las élites, que concentran el poder; y el aparato estatal. Nuestro enfoque mira a las sociedades desde un punto de vista estructural. Sirve para analizar tanto la antigua Roma como los Estados Unidos modernos.
¿Qué factores nos llevan a esa situación revolucionaria? Antes ha mencionado la lucha entre las élites.
La lucha entre las élites es el factor principal. Hay varios condicionantes para que surja una crisis. Uno es el empobrecimiento del pueblo, la caída del nivel de vida de la mayoría de la población. El otro es la sobreproducción de élites, que es el factor más frecuente, el que vemos en prácticamente todos los escenarios que hemos analizado.
¿Qué es la sobreproducción de élites? Yo lo explico con el juego de las sillas musicales, excepto que aquí el número de sillas no cambia, lo que aumentan son los jugadores. Las sillas no aumentan porque la cantidad de puestos disponibles en la élite no suele hacerlo: solo puede haber un presidente, cien senadores [en el Senado de Estados Unidos], etc. Pero el número de jugadores sí puede aumentar: podría haber el doble, el triple, el cuádruple de personas que aspiran al poder. Entonces la competición se vuelve tan intensa y hay tantos aspirantes frustrados que algunos estarán tentados de hacer trampas.
¿Cómo crece esta élite? Por seguir con su analogía, si las sillas no cambian, ¿cómo aumenta el número de gente que aspira a una silla y se frustra al no conseguirla?
Sea como sea, en un periodo de calma las élites activarán la bomba. Tal vez hayan pasado dos o tres generaciones desde la última rebelión popular seria, así que los poderosos habrán olvidado por qué hacer eso es mala idea. Y a medida que la riqueza fluye hacia arriba, cada vez hay más individuos amasando una enorme riqueza mientras el pueblo la pierde.
Esta es una de las dos rutas hacia la sobreproducción de élites: muchas personas con poder económico tienden a querer convertirlo en poder político. Ahí tienes a Trump o Michael Bloomberg. La segunda forma, que puede ser simultánea a la primera, es la acreditación: la bomba incentiva a las personas más activas, inteligentes o trabajadoras de la población a hacer lo posible para escapar de la miseria. Estudian, se cualifican. Esto crea una sobreproducción de individuos bien formados que aspiran a acceder al poder…
¿Las bajadas de impuestos son otro mecanismo de la bomba de riqueza?
Sí, la tributación está relacionada. Antes dije que las sociedades tienen tres componentes principales: población, élites y el Estado. Hablemos ahora del Estado. A medida que una sociedad se encamina hacia la crisis, la miseria hace que la población sea menos capaz de pagar impuestos y los ingresos del Estado disminuyen. Ha sucedido una y otra vez: antes de la Revolución francesa, la guerra civil inglesa o ahora en Estados Unidos.
Pero, al mismo tiempo, debido a la sobreproducción de élites hay demasiados aspirantes al poder. El Estado, para evitarse problemas, intentará proporcionarles algún sustento. En la época medieval la nobleza enriquecida tendría segundos, terceros hijos. Demasiados aspirantes. El Estado trataría de darles empleo en el Ejército, la Iglesia o la Administración, pero esto solo aumentaría los gastos.
¿Y qué pasa cuando el Estado no puede pagar? Ese fue uno de los desencadenantes de la Revolución francesa. Ocurrió lo mismo durante las guerras de religión en Francia del siglo XVI: el Estado estaba quebrado. Los militares que no recibían su paga buscaron otros empleos y fueron contratados por los comerciantes hugonotes protestantes. Surgieron ejércitos privados hugonotes. Al final estalló la guerra civil. Una crisis fiscal del Estado es una condición muy frecuente para que se produzca la descomposición del sistema.
Sí, aunque permíteme mencionar que en 2010, años antes de que surgiera Trump, los indicadores ya nos decían claramente que Estados Unidos estaba en camino hacia la crisis. Así lo expliqué ese año en un artículo en Nature. En aquel momento nadie sabía que sería Trump. Pero no se trata realmente de él. Trump no es la causa de la crisis, solo una manifestación de problemas estructurales más profundos.
Antes de Trump, el Partido Republicano era un partido sistémico. Pero se está volviendo cada vez más trumpista: han cruzado muchas líneas rojas en términos del respeto a la democracia o las instituciones. ¿Se puede decir que el Partido Republicano es una amenaza para la democracia en Estados Unidos? ¿Qué pasaría si ganan las elecciones en noviembre?
Todo el mundo habla sobre las amenazas a la democracia. Pero nuestra teoría se aplica tanto a sociedades democráticas como a las no democráticas. Para que un sistema sea estable necesitas una condición básica: consenso entre las élites. Se supone que las élites deben seguir las reglas y hacerlas cumplir. Pero tan pronto como se pierde ese consenso, las élites empiezan a competir y a romper las reglas, y empiezan los problemas. No pasa solo en las democracias.
De todas formas, no quiero adoptar una postura partidista ante la crisis en Estados Unidos. Los demócratas acusan a los trumpistas de ser una amenaza para la democracia. La derecha hace lo mismo con los demócratas: les acusan de censurar sus ideas, de fomentar la cultura de la cancelación… Ambos bandos se acusan de algo, es normal en una crisis. Cuando los historiadores de dentro de un siglo estudien nuestra época, adoptarán un enfoque mucho más imparcial del que tenemos ahora. Quiero decir, ¿quién tenía razón en las guerras de religión en Francia, los católicos o los hugonotes? No miramos al siglo XVI de esa manera, solo analizamos qué pasó.
Pero volvamos a tu pregunta. ¿Qué ha pasado para que la democracia de EE. UU. esté en declive? Durante la década de 1850, antes de la guerra de Secesión, también había dos partidos, pero el sistema político colapsó: surgieron hasta quince partidos diferentes. Ahora estamos en una situación parecida. El Partido Demócrata está fracturado: el ala izquierda se ha rebelado contra el establishment, sobre todo por la guerra de Israel en Gaza. En el Partido Republicano, el establishment está desapareciendo. Los populistas han tomado el control y Trump es tan poderoso que nadie puede oponerse a él. Es la fragmentación de las élites, esa condición tan típica antes de una crisis.
Hablemos del otro gran condicionante: el empobrecimiento de la población. Usted insiste mucho en que la clave no es la desigualdad objetiva sino cómo percibe la población su propia miseria. ¿Por qué es tan importante hacer esa distinción?
Todo el mundo trata de superar, o al menos igualar, el nivel de bienestar de sus padres. Durante las manifestaciones en Atenas por la crisis financiera, hace unos años, los estudiantes gritaban: “No es justo que los niños vivan peor que sus padres”. No se trata de algo material, sino de la sensación de injusticia. Las personas, si sienten que están sufriendo una injusticia, son capaces de hacer cosas violentas para corregirlo. La rabia es un factor revolucionario mucho más importante que las condiciones reales de vida.
Por eso el empobrecimiento es tan importante: la gente siente que está perdiendo terreno y no entiende por qué. Los ricos cada vez son más ricos. La sensación de injusticia es tremenda. Las personas brillantes que intentan ascender, cuyos padres les han mandado a un buen colegio y han hecho un esfuerzo por pagarles las mejores universidades, no alcanzan el bienestar que creen merecer. Son gente formada para estar en la élite pero que no puede llegar. Pero están motivados y tienen las herramientas: son quienes acaban liderando el descontento popular que derroca al régimen.
Así es. No es seguro que ocurra, pero hay una probabilidad muy alta de que Estados Unidos viva una guerra civil en el futuro cercano. La mayor amenaza son, por supuesto, las elecciones, sobre todo las presidenciales. Las próximas se celebran en noviembre y ambos partidos han dicho ya que no van a aceptar los resultados si pierden…
Disculpe, ¿los dos partidos han dicho eso?
Sí, tanto los republicanos como los demócratas. Muchos republicanos y demócratas han anunciado que no van a aceptar los resultados si su partido pierde. Los republicanos dicen que la votación será un robo. Los demócratas dirán que Trump manipula los resultados… ¿Y qué pasa cuando los resultados de las elecciones no son aceptados? Ocurrió en 1860, así es como empezó la guerra de Secesión.
La situación actual es distinta, claro, el país es muy diferente. Pero sigue habiendo divisiones regionales: ya no es el Sur contra el Norte, sino entre el interior contra las costas. Entonces el tema más divisivo era la esclavitud; hoy, lo es la inmigración. Recuerda, cuando Trump fue elegido en 2016, California, un estado demócrata, se negó a ampliar las medidas migratorias del nuevo Gobierno. Ahora Texas, un estado republicano, le está diciendo a la Administración Biden que no acepta su política migratoria y que quieren aprobar una ley propia. El componente regional es uno de los que amenazan con provocar una ruptura.
Sea como sea, el camino hacia la crisis es mucho más predecible que lo que sucede una vez llegas allí. Hay muchos, muchos escenarios posibles. En alrededor del 10-15% de los casos que hemos estudiado las sociedades lograron salir de la crisis de una forma relativamente pacífica. Aunque me estoy volviendo cada vez más pesimista. Nuestras élites están demostrando que no entienden las causas profundas del colapso. En vez de eso, se culpan mutuamente…
Como si estuvieran alimentando al monstruo en lugar de combatirlo, ¿no?
Exactamente. No se dan cuenta. Los católicos y los hugonotes en el siglo XVI en Francia se estaban matando en duelos. Se enfrentaban, básicamente, por si leías la Biblia tú mismo o te la leía el sacerdote. Podrías pensar que ese no es motivo suficiente para que estalle una guerra civil. Pero, por supuesto, las causas de la crisis eran más profundas.
¿Se enfrenta Europa al mismo riesgo que Estados Unidos?
Europa es muy heterogénea. Algunos países han logrado evitar en gran medida el camino hacia la crisis y otros, por el contrario, han avanzado mucho. Depende de la naturaleza de las élites y el pacto social de cada país. En general, Europa continental va al menos de diez a veinte años por detrás de Estados Unidos en esta espiral revolucionaria. Todavía hay tiempo para tomar medidas. Esta es una de las razones por las que escribí el libro: tratar de que la gente entienda todo esto antes de que las cosas se pongan más feas.
¿Hasta qué punto se ha desmoronado en Europa el pacto social que es la base de la democracia? Suecia, por ejemplo, vive una crisis muy seria porque durante los años noventa abandonaron el modelo de democracia social que les convirtió en un país tan exitoso. Un indicador de esto es la creciente desigualdad: en los últimos veinte años el número de multimillonarios suecos aumentó de 4 a 39, se ha multiplicado por diez. Esa es solo una de las muchas señales de alerta. En Dinamarca, un país similar, la crisis ha avanzado mucho menos porque el dogma económico neoliberal no ha penetrado tanto.
Hasta ahora solo hemos hablado de factores internos. ¿Qué papel juegan los factores geopolíticos en la espiral de crisis? Hablo de guerras, pandemias, la migración, el cambio climático…
Los factores geopolíticos son secundarios pero pueden ser muy relevantes. Las grandes potencias como Estados Unidos o China ahora, o el Imperio romano o la dinastía Han en la antigüedad, son países extensos y poderosos, menos expuestos a las influencias externas. Pero los países más pequeños son mucho más vulnerables a los vaivenes geopolíticos o económicos. Por ejemplo, la inflación. Lo que realmente le importa a la gente, lo que afecta a su bienestar, es el precio de los alimentos, el combustible, la vivienda, y todos están subiendo mucho de precio.
Otro factor es lo que yo llamo influencias geoculturales: los flujos de información, ideas, modas. Lo vimos durante las revueltas árabes de 2011: la revolución en un país, Túnez, se propagó por toda la región. Ocurrió algo similar hace doscientos años, durante la llamada Primavera de las Naciones de 1848 en Europa. Las ideas se pueden contagiar a través de las fronteras.
Sin embargo, la cultura política de un país puede ser muy resistente. En China el poder lleva siglos en manos de la clase burocrática, antes durante la época imperial y ahora con el Partido Comunista. ¿Qué tendría que pasar para que cambie el régimen chino?
Una de las razones por las que China parece mucho más resistente a estos problemas es porque vivió una crisis mucho más recientemente que Estados Unidos y Europa. Desde que acabó la última época de revoluciones y guerras en Europa, el continente ha vivido un periodo de gran prosperidad. Los treinta años entre 1945 y 1975 fueron asombrosos. Pero China sufrió un siglo de descomposición entre 1850 y 1950, y después la Revolución Cultural. Las cosas solo empezaron a arreglarse a partir de mediados de los años setenta.
Por tanto, los chinos no han avanzado tanto en la espiral de la crisis como Occidente. Tienen algunos problemas. Por ejemplo, aumenta el porcentaje de graduados universitarios que no encuentran trabajo, lo que es una mala señal. Pero al mismo tiempo tienen una tasa de fertilidad muy baja, así que hay poca gente joven. Esto ayuda a evitar una crisis política: ya sabes, muchos jóvenes frustrados es el mejor caldo de cultivo para una revolución.
Además, en China no hay divisiones serias dentro de la élite. Insisto, lo que permite que las sociedades sean razonablemente pacíficas y funcionales, independientemente de si son democracias o autocracias, es el consenso entre las élites. Y en China, la clase dominante, que es el aparato burocrático, el Partido Comunista, ha controlado muy bien al otro actor poderoso: la élite económica. Cuando algún multimillonario ha amasado demasiado poder, le han cortado las alas.
Ahora bien, los chinos no son invulnerables: acabarán sufriendo una crisis a menos que entiendan sus causas y las eviten. China ha sido un imperio poderoso la mayor parte de sus más de 2.000 años de historia. Y sin embargo su sistema ha colapsado cada dos siglos más o menos. La última vez fue en el siglo XIX, con una crisis demográfica estructural de libro: había demasiados aspirantes a élite y mucha miseria, y la dinastía Qing se derrumbó. Podría pasar otra vez.
¿Qué me dice de Rusia?
En este momento las posibilidades de una revolución en Rusia son muy pequeñas o nulas. Por varias razones. Primero, el bienestar de los rusos está aumentando. Subió muy rápidamente durante los años 2000 y, a pesar de las sanciones y de que ha habido altibajos, no están tan mal.
Otro factor, el más importante, es que hay un gran consenso en las élites. La guerra de Ucrania, o lo que en Rusia llaman “la guerra contra la OTAN”, ha provocado una fuerte consolidación de las élites. Una parte de estas, los llamados oligarcas, han sido expulsados en los últimos veinte años. Han perdido todo el poder. Pero el núcleo de la élite, el sector militar-administrativo, está muy unido.
Hay un factor más: hace veinte años Rusia vivió un gran descenso de la natalidad. La cohorte de veinteañeros, que es la materia prima para la revolución, tiene hoy la mitad del tamaño que en la generación anterior. Además, muchos de estos jóvenes se han ido del país por la guerra. Por tanto no hay ningún motivo, ni a nivel popular ni en las élites, para pensar que el sistema vaya a desmoronarse pronto.
¿Y Ucrania? Me llamó mucho la atención lo que dice sobre este país en su libro. Argumenta que es probable que el régimen acabe convirtiéndose en una militocracia, un régimen controlado por los militares, incluso aunque gane la guerra.
Lo que está sucediendo en Ucrania es muy interesante. Antes de la guerra era una plutocracia, un sistema en el que los ricos tienen el poder. Ucrania era una plutocracia hasta extremos increíbles. Pero la guerra ha terminado con eso. El número de multimillonarios ucranianos está disminuyendo. Los que siguen en la lista Forbes han perdido terreno. El oligarca Rinat Akhmetov ha perdido dos tercios de su riqueza porque buena parte de ella estaba en Mariúpol, ciudad hoy en ruinas. Otro gran plutócrata, Íhor Kolomoiski, está en prisión y el Estado le ha quitado su banco. La plutocracia en Ucrania está siendo desmantelada, lo que era previsible, porque las plutocracias son extremadamente frágiles, no son una buena forma de gobernar un país.
La pregunta entonces es si Ucrania se convertirá en una militocracia. Pero ahora lo dudo. He desarrollado un modelo predictivo sobre la guerra de desgaste en Ucrania. Según este modelo, no está en absoluto claro que Ucrania pueda ganar: Rusia es superior en población, artillería y producción industrial militar. Según algunas estimaciones, los rusos están disparando diez veces más proyectiles que los ucranianos. Por supuesto, hay otros factores: Ucrania ha sido muy buena usando drones. Pero aun así no les veo ganando la guerra.
¿Entonces Ucrania desaparecerá como Estado?, ¿cree que ese es el escenario más probable?
No soy profeta, solo hablo de números y probabilidades. Nuestro modelo predice que Ucrania será derrotada en un año o dos. Puedes forzar el modelo para que diga que Ucrania ganará, pero solo si haces suposiciones muy poco realistas… No puedo decir qué pasará. Quién sabe, quizá los marcianos lleguen mañana a la Tierra. Pero mi disciplina, la cliodinámica, consiste en estudiar las tendencias y usarlas para hacer predicciones sobre los posibles resultados.
¿Podemos usar la cliodinámica para influir en el resultado? ¿Puede servirnos para evitar que estalle una crisis en Estados Unidos?
Sí, porque nosotros no queremos predecir la llegada de una crisis, queremos anticiparnos para evitar que esta se produzca. Estados Unidos es un enorme reto. Exige que la clase política se ponga de acuerdo, colabore. Lo más importante es parar la bomba de riqueza. Necesitamos que los salarios crezcan al mismo ritmo que la economía para que se revierta el empobrecimiento de la población y la élite deje de aumentar.
Pero esto no se logrará en seguida. EE. UU. es como un transatlántico y ya está rozando el iceberg. Hacer que cambie de rumbo es difícil: exigiría unas élites que sepan alejarse de sus motivaciones partidistas y trabajen por el bienestar del país en su conjunto. No veo ninguna señal de que eso esté pasando ahora. También haría falta tiempo. Según nuestro modelo, sacar a un país de este aprieto, parar los condicionantes que llevan a una crisis y volver al camino de la prosperidad, suele llevar dos o tres décadas. Puede que ya sea demasiado tarde.
Si el gran problema es el crecimiento de la élite, ¿cómo la reducimos de manera pacífica? Porque la alternativa es que suceda como en la Revolución francesa… ¿Cómo evitamos llegar a esa solución violenta?
Para hacerlo de manera pacífica necesitas parar la bomba de riqueza. Los ingresos de la población empezarán a aumentar y la gente ya no sentirá que necesita unirse a la élite para escapar de la precariedad. Aumentando los impuestos a los ricos, las grandes riquezas se reducirían y la sobreproducción de élites se detendría. El Estado recaudaría lo suficiente para mantenerse y proporcionar trabajos a esas personas bien formadas que de otra manera se frustrarían con el sistema.
Algo así fue lo que pasó durante el New Deal: entre 1929 y la década de 1950, el número de millonarios en Estados Unidos disminuyó en un tercio. El país crecía pero el número de millonarios se redujo. Fue doloroso para muchos de ellos, sí. Pero en mi opinión es mejor perder algo de tu riqueza que ser asesinado en una revolución o una guerra civil.
Blas Moreno
Fuente: https://elordenmundial.com/entrevista-peter-turchin-politica-guerra-civil-estados-unidos/
Foto tomada de: https://elordenmundial.com/entrevista-peter-turchin-politica-guerra-civil-estados-unidos/
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