Estas dos ideas, la defensa de la umma y el internacionalismo proletario, son mecanismos y no necesariamente justificaciones de cualquier cosa. Son métodos de lucha que deben pasar por el rasero del análisis político. Por lo menos, así lo entendí.
Por favor, donde digo “izquierda” léase la izquierda que todavía defiende a Bashar Al-Asad. Los demás, espero, no es sientan aludidos. Esto no es una perorata contra la izquierda como un todo (la verdad es que hay muchas izquierdas, así, en plural), sino una invitación al debate sobre cómo estamos viendo la situación de Siria.
¿Es Siria un tema vedado?
Parte de los problemas de publicar lo que se piensa es que (una parte de) los lectores de izquierda no logran distinguir los textos de un analista de los de un militante. Aplica para Siria, Venezuela, Ucrania y Colombia.
En el caso de Siria, muchas personas plantean interpretaciones de a caballo entre los dos conceptos: la umma y el internacionalismo proletario. Pero incluso van más allá de la defensa del bien común, es la defensa de ciertas banderas aceptadas como válidas. Ese algo que justifica el sacrificio de los pueblos se llama, pomposamente, “geopolítica”.
Otros lo llamarían “ajedrez internacional”, juego en el cual el pueblo que sea (puede ser el sirio o el palestino) no cuentan per se, no tienen agenda, sino que están supeditados al rey y la reina del ajedrez en cuestión. Y así los pueblos convertidos en peones, no tienen intereses propios, sino que están llamados a sucumbir para garantizar los avances de la estrategia geopolítica.
Para aceptar lo anterior, era y es necesario convencernos de varias premisas. Una de ellas es que lo que se libraba en Siria era un capítulo más de la guerra contra el terror. Es curioso que la izquierda adopte la misma categoría con la cual se descalifican muchas protestas en el mundo contra el poder. Esta categoría niega el contexto y reduce los conflictos a unas tensiones entre la sociedad y unos desadaptados llamados “terroristas”.
Bashar Al-Asad ha hecho saber que todos sus opositores eran terroristas y que la única salida para salvar el país era “destruir el país”. En el caso de la izquierda, tal lectura necesita afirmar que el Gobierno sirio era un gobierno justo y antiimperialista, que es atacado por los amigos del imperio y que no tiene ninguna contradicción interna de clases, ni de otros menesteres. Toca negar que el Gobierno cayó en autoritarismo y en políticas neoliberales.
Eso obliga a reescribir lo que Bashar y su padre hicieron durante 54 años en Siria. Por supuesto, eso requiere de un gran mecanismo de negación y el establecimiento de “narrativas” (palabra tan horrorosa) y un gran énfasis desde la teoría de la conspiración, sin la cual no sería posible salvar el gobierno sirio. Vale subrayar que estamos frente a una izquierda tan posmoderna que su disputa es por la narrativa y no por la realidad.
Lo cierto es que el gobierno sirio puede y debe ser materia de escrutinio, como cualquier otro gobierno, por lo menos, desde el periodismo serio y desde la ciencia política. Esto no implica de ninguna manera negar el avance en el estado de bienestar que haya podido lograr Hafez Al-Asad, ni tampoco que, efectivamente, Siria pertenecía al grupo de países que no aceptaban a Estados Unidos. Pero ¿esas dos cosas son suficientes para la izquierda?
Vale preguntarse, haciendo el juego a la “geopolítica” como valor único, ¿por qué los rusos no intervinieron en diciembre de 2024? decir que estaban ocupados en la guerra de Ucrania no es un argumento suficiente. Algunas fuentes rusas me decían que ellos insistieron en que Al-Asad debía escuchar a su pueblo. Irán y Hizbollah tampoco actuaron.
Y dicen fuentes iraníes que hasta el mismo general, ya mártir, Qasem Soleimani le insistió varias veces a Al-Asad que escuchara a su pueblo. Yo me quedo, en eso del internacionalismo, con los vietnamitas que no dudaron en entrar a Camboya y detener el genocidio que Pol Pot hacia su pueblo a nombre del comunismo. ¿Podríamos dejar de mirar a Camboya porque lo importante es la contradicción principal?
Obviamente, no voy a detenerme sobre algo en lo que creo estamos de acuerdo: Israel trata de ganarse el sur, Turquía de ganarse el norte y Estados Unidos de posicionarse en el territorio de los kurdos. El problema es creer que esas son las únicas agendas cruzadas en el territorio y que el pueblo sirio es menor de edad, que no tiene opinión y deben ser “los adultos” (léase los actores externos) los que tomen las decisiones. Esa infantilización de los pueblos es parte de los grandes errores de la izquierda.
El islam visto por la izquierda estalinista
Vamos a dar por sentado, en aras del debate, que la izquierda sabe algo del islam, que no dicen “mahometanos”, que no creen que el Corán llama a la violencia y que son capaces de entender lo que encierra la palabra islam y sus derivados. Digo “démoslo por sentado” para no alargar el debate; pero temo que es más lo que se sospecha del islam que lo que se sabe por parte de muchos camaradas.
Claro que cuando les llega la alegría al cuerpo, los musulmanes dicen “Allah es grande”; por supuesto, no van a gritar “proletarios de todos los países, uníos”, porque es su realidad concreta en un momento concreto la que están celebrando.
Uno de los problemas de la izquierda es que cuando ve un musulmán con un fusil concluye que es igual a otro musulmán con un fusil y es incapaz de distinguir (y mucho menos de aceptar) las tensiones entre, por ejemplo, Al-Qaeda y el Daesh. Eso es tan torpe como decir que Sendero Luminoso es igual al movimiento zapatista porque son “latinos con fusiles”.
Recordemos que el movimiento armado Tupac Amarú de Perú, en muchos de sus comunicados, se desmarcaba de manera constante de Sendero Luminoso. ¿Podemos aceptar (como hecho, no como deseo) que el Daesh y varios de los grupos sirios se enfrentaron a tiros? Hay una izquierda que peca de generalizar y se suma a la idea del imperio de que todo musulmán (incluso desarmado) es un terrorista.
Se discute también el papel que juega la religión en Oriente Medio, tan así que una de las banderas que se usa para defender a Al-Asad es que tenía “un gobierno laico”. Pero el que sea laico no es garantía de respeto a los Derechos Humanos, como ser religioso no implica mayor o menor desatino político.
Ha habido en América Latina organizaciones armadas que se han inspirado en la Teología de la Liberación, pero ese hecho no nos puede llevar a concluir que estamos frente a una Cruzada. De la misma manera, los grupos armados en Oriente Medio, de mayoría musulmana, invocan a su Dios (Allah) y a su libro sagrado (el Corán) porque es parte de su cultura y de su sociedad. ¿Qué esperamos que invoquen? ¿Un texto de Mao?
Sería terriblemente torpe pedirles que coloquen la religión a un lado a la hora de enfrentarse a una guerra; tan torpe como pedirle a Hamas en Gaza que se vuelva laico en medio de un genocidio y que no recurra a la religión como un elemento de apoyo.
Claro, los que han leído de Marx solamente la frasecita de que “la religión es el opio del pueblo” son incapaces de leer la frase siguiente donde el mismo Marx reconoce que la religión es también el espíritu en una época carente de espíritu. Ese es el espíritu que permite a Hamás, a los demás grupos de la resistencia y al pueblo palestino aguantar; es el mismo espíritu que tuvieron muchos combatientes religiosos en América Latina; es el mismo ejemplo del que echaron mano en la resistencia durante la Segunda Guerra Mundial.
¿Podemos descartarlos porque no son laicos? El culturalismo, el localismo, la inclusión, la diferencia y el particularismo le importa mucho a la izquierda, hasta cuando se topan con los musulmanes.
La solidaridad de Siria con Palestina
El otro argumento que se suele utilizar para defender a Al-Asad es que hace parte del “eje de la resistencia” y, por tanto, es parte del bloque antisionista, que debe ser visto como un todo; lo tenemos que tomar o dejar, sin reflexión alguna. Entonces, la pregunta pertinente e indispensable es: ¿Qué tan antisionista eran Hafez y Bashar?
Ya no hablo de la masacre de palestinos en el Líbano, en 1974, ni de la destrucción de los campamentos palestinos de Yarmouk y en Latakia, sino de la política general de los Al-Asad. Todo indica que fueron funcionales a Israel. Como declaró Netanyahu en 2018: “No hemos tenido ningún problema con el régimen de Asad. Durante 40 años, no se disparó ni una sola bala en los Altos del Golán”.
Permitir el paso de insumos militares desde Irán hasta el Líbano para Hizbollah es plausible, pero no es argumento suficiente. Valdría la pena escuchar a los propios palestinos quienes vivían como refugiados en Siria y que pueden dar fe de que no era una actitud propalestina lo que caracterizaba a los gobiernos de los Al-Asad.
Sin estos elementos de discusión (qué tan funcional era Al-Asad al sionismo) es absolutamente imposible hacer una reflexión y un debate serio. Todo indica que ese gobierno no era el gran defensor de la causa Palestina.
Parte del oportunismo y la “solidaridad selectiva” es decir que solamente se puede estar con Palestina si, por ejemplo, se es antiimperialista. Luego suman que se tiene que ser laico. Después nos dijeron que tocaba ser antipatriarcal. Y hay algunos (no todos) que nos dicen que si no aceptamos al gobierno de Siria no podemos ser propalestinos. Para todos ellos, la causa Palestina tiene tan poco peso específico que sirve como moneda de cambio de manera rastrera.
La mejor forma de resolver el debate sobre lo que pasa en Siria con los palestinos es hablar con ellos, no con sus vecinos en la región. De la misma manera que la izquierda debería escuchar a los kurdos, a quienes demonizan como traidores y oportunistas, desconociendo la cantidad de debates internos que tienen los kurdos (pero ese es otro debate que la izquierda estalinista también se niega a dar).
Cuando compartí con algunos compañeros lo que me dijeron los palestinos en Siria, dolorosamente saltaron a preguntar qué pudo justificar esos ataques de Al-Asad. El sector de Yarmouk pasó de tener medio millón de personas a solo 8.000. Muchos desplazados, otros asesinados, desaparecidos y en la cárcel. Buscar justificación (que a lo mejor allí había terroristas) es lo mismo que dice Netanyahu para destruir Gaza.
Uno de mis entrevistados fue un miembro del Buró Político del Frente Democrático para la Liberación de Palestina (FDLP) que lleva décadas aquí: Mutasem Hamada. Supongo que su testimonio tendría algún valor, máxime cuando esta organización ha bebido del marxismo y cuando han estado en Siria desde hace muchos años.
Bueno, pues la evaluación de Hamada era contundente: los palestinos eran objeto de observación permanente por parte de la policía secreta siria. Entre otras cosas, tenían restricciones para hacer actividades propalestinas. ¿Le damos algún valor a su testimonio o decimos que eso de que ande tan tranquilo dando entrevistas en Siria es prueba de que es del enemigo? Dicho de manera resumida: la causa de Palestina tiene vida propia y sería un insulto poner un genocidio como una pieza en la dinámica geopolítica al servicio de actores externos.
Sobre el tema palestino se suele insistir en la coincidencia entre la firma del cese al fuego entre Hizbollah e Israel y el ataque en Siria. Si las tropas de HTS estuvieran al servicio de Israel era mucho más benéfico haber atacado cuando Hizbollah estaba ocupado en una guerra abierta con Israel y no esperar una tregua, ya que una tregua permitiría (si así lo hubiera decidido Hizbollah) enviar tropas a Siria.
Por tanto, no hay un argumento militar que permita unir esa coincidencia temporal. Ahora, que Israel aplaudió la derrota de Bashar Al-Asad es cierto; pero, de nuevo, aplaudir la derrota de un actor no significa aprobar la llegada de uno nuevo. A mí me alegró la derrota de Estados Unidos en 2021 en Afganistán, pero no celebro el retorno de los talibán.
De hecho, a la semana siguiente de la caída de Al-Asad, lo que hizo Israel fue atacar muchos de los arsenales e instalaciones militares sirias para evitar que cayeran en manos del HTS y ocupó más territorio, yendo más allá de la línea del acuerdo de 1974. Es innegable que Israel no está cómodo con una nueva Siria, especialmente cuando ya estaban acomodados en la lógica de que era mejor un Bashar conocido que HTS por conocer.
Hubo amigos de izquierda que, incluso, sugirieron que la ofensiva de HTS había sido una consecuencia buscada por Hamas cuando atacó a Israel para desestabilizar Oriente Medio y, entonces, entregarle Siria al imperialismo. Eso desconoce por completo la lucha palestina que es desde mucho antes de Bashar Al-Asad, desconoce por completo la lucha local de los sirios y reduce las agendas de estos pueblos a los últimos años.
Hay un sentimiento cruzado en varias personas entrevistadas sobre Hizbollah: apoyan la solidaridad de Hizbollah con los palestinos, pero no terminan de entender su apoyo a Al-Asad o, abiertamente, lo rechazan. Tratar de vender la causa palestina “como un todo”, que incluye, por igual, la resistencia palestina en Gaza y el Gobierno de Al-Asad, es bastante tramposo.
Stalin vive
Recordemos la incapacidad de la naciente Revolución Rusa de leer a sus comunidades en el sur de lo que sería más adelante la Unión Soviética; recordemos ese mismo error cometido cuando intentaron leer Afganistán desde la lógica binaria de “burguesía y proletariado” sin entender la cultura. Todo eso es entendible si recordamos que en la Unión Soviética el llamado joven Marx y sus manuscritos de 1844 fueron prohibidos.
No se trata de hacer un culto aquí de ninguna manera a la cultura como eje central y más importante que la economía; se trata de que, como diría su querido Lenin, “el análisis concreto de la situación concreta” y esa situación va más allá de burguesía y proletariado. Pero algunos, desde el dogma, se dedican a hacer citas fuera de contexto sin entender quién es el enemigo de las masas o quién las oprime o quién las asesina.
Es entendible que la nostalgia exista, pero la nostalgia es mala consejera. La Unión Soviética, para bien o para mal, ya no existe. Y Putin tampoco es la reencarnación de los líderes de los soviets, sino un actor más dentro del capitalismo. Tratar de ver con nostalgia lo que “ya no fue” tiene algo de patético.
Es paradójico lo duro que se juzga a las luchas contra el poder que no son en esencia marxistas (los kurdos, los sirios y hasta a Hamas), pero se reivindica una supuesta esperanza en bloques capitalistas de poder como son los BRICS. Entiendo que la coyuntura mundial nos debe llevar a mirar más la táctica que la estrategia y que nos tenemos que conformar con algunas medidas y remiendos socialdemócratas, pero ¿por qué, entonces, sí le exigimos a los pueblos de Oriente Medio que sean puros e inmaculados?
Otra de las trampas del debate con la izquierda es la comparación. Por ejemplo, como Irak no tenía armas de destrucción masiva en el año 2003 (sí las tuvo en los años 1980 y las usó contra los kurdos en 1989, dejando 182 mil muertos), entonces, obviamente Siria no las tiene. Esta premisa es tramposa, especialmente cuando el mismo Gobierno de Siria aceptó que las tenía, poco después del inicio de las protestas de 2011.
Otro ejemplo de la comparación: como algunos de los que estaban levantados en armas contra el Gobierno de Siria pertenecían al Daesh, entonces, todos los opositores pertenecen al Daesh. Eso es negar las tensiones, a veces mediadas por combates, entre diferentes grupos porque entendían de manera diferente lo que se debía construir en Siria. El Daesh, por ejemplo, fue expulsado de Alepo por otros grupos.
Revisemos un poco la agenda de lo que hoy llamamos izquierda. La izquierda de hoy está centrada en la lucha contra el autoritarismo y contra el neoliberalismo (dejo aparte la izquierda woke que no solamente divide, sino que hace retroceder las luchas sociales).
La realidad, no la narrativa
Preguntémonos honestamente si ese autoritarismo y si ese neoliberalismo hacía parte de las políticas de Bashar Al-Asad. Eso implica un debate riguroso, serio y objetivo. Decir que el problema económico era por culpa del bloqueo económico es desconocer las brechas sociales que había y se mantenían bajo los Al-Asad. La brecha entre ricos y pobres no es explicable por el bloqueo. ¿Cómo podemos defender un gobierno que está implementando aquello que queremos combatir? ¿Cuál es nuestra coherencia? ¿hay espacio para la crítica y la autocrítica?
Numerosos son los testimonios que he recogido en Jordania, Líbano, Turquía, Irak y la propia Siria del uso de barriles con explosivos arrojados desde helicópteros contra zonas densamente pobladas. El único que tenía capacidad aérea para hacer eso era el gobierno de Al-Asad; ni Al-Qaeda, ni Daesh. ¿Será que todos esos sirios mienten? ¿Todos esos testimonios, recogidos en diferentes años y en diferentes sitios son una narrativa pagada por la CIA?
Si los crímenes de guerra que testifican las personas civiles son creíbles cuando los comete Estados Unidos en Afganistán, los paramilitares de Colombia o el ejército de Sudán ¿también lo son cuando los denuncian los civiles sirios? Las manifestaciones en América Latina son un ejemplo de lucha, pero ¿qué decimos frente a la marcha de un millón de personas en Hama en 2011 contra el Gobierno sirio?
Hay quienes defienden el derecho a la rebelión de los pueblos y la autodeterminación, pero se creen con derecho a decirle a los sirios que ellos no tienen derecho a rebelarse, porque lo importante es “la geopolítica”. Me resulta difícil decirles a las familias que entrevisté en el norte de Siria, en Selmah, que encontraron sus casas destruidas más de una década después de ser desplazados, que solo importa “la geopolítica”, y que ellos no tienen ni siquiera el papel de un peón.
Entiendo la teoría de la contradicción principal, pero el pecado está en creer que esta se puede convertir en la “única contradicción” y negar las otras potenciales contradicciones. Esa contradicción principal se expresa en la cotidianidad de las personas y es, en esa cotidianidad, donde se puede invitar a las masas a luchar contra las contradicciones del caso, pero poniendo en contexto también sus agendas locales que cuentan porque en últimas son las que movilizan.
Fue la agenda local la que contribuyó a la creación de los talibán en los años 90 en Afganistán, en medio del caos de los numerosos grupos armados; también fue la agenda local de los pescadores de nororiente de Nigeria la que favoreció la creación de Boko Haram; así como la agenda local de los suníes de Irak, luego de la invasión de Estados Unidos, impulsó la creación del Daesh. Recitar que esos grupos fueron “creados” de manera mágica por el imperialismo desconocer la historia.
Ningún grupo armado (y eso lo sabe bien la guerrilla latinoamericana) puede sobrevivir sin cierto apoyo de la población civil. Y, para bien o para mal, la forma de proto-Estado que desarrollaron en Idlib durante años los grupos armados sirios, dio sus resultados: la gente los apoyó y por eso pudieron tumbar a Al-Asad. Esto es un hecho, no una calificación moral.
Vale preguntarse hasta qué punto la defensa del Gobierno de Siria contribuyó a la lucha contra la contradicción principal (por ejemplo, con el sionismo o con el capitalismo) porque es discutible hasta qué punto realmente el gobierno de Bashar y de su padre, durante 54 años, ayudaron a la construcción de un mundo mejor.
Volvamos a lo observado. Estuve en la famosa cárcel de Sednaya, pocas semanas después de que cayera Al-Asad. Las condiciones de reclusión muestran el trato indigno e inhumano al que eran sometidos los detenidos, incluyendo torturas. ¿Está bien porque eran enemigos del Gobierno? Tenemos una izquierda que ha convertido a los luchadores en víctimas y que reivindican la voz de la víctima como algo sagrado, pero rechazan si esa víctima manifiesta algo contrario al dogma de la izquierda.
Recordemos que la izquierda, dentro del capitalismo, acepta como paradigma los Derechos Humanos; es más, algunos de los derechos civiles es lo único que se ha ganado a la burguesía. ¿Los botamos a la basura para salvar lo insalvable? ¿Decimos que son una creación europea y con eso cerramos el debate sobre las torturas? Esa cárcel muestra una realidad que cualquier izquierdista decente debería tener en cuenta
Algunos descalifican mi postura porque, según ellos, no conozco suficientes sirios y ellos sí han hablado “con los sirios de verdad”. Tampoco validan las visitas al terreno porque, para ellos, eso “no es argumento”, ni lo es la revisión académica porque “todos los libros están escritos por los poderosos”. Pero tampoco cuentan las voces de los sirios en Siria. Pude hablar con alawíes, con soldados del ejército de Al-Asad, con comerciantes de poca monta y hasta con miembros de la policía del nuevo Gobierno. ¿Eso cuenta? Si el estudio teórico, la observación directa y el uso de fuentes primarias no sirve, entonces, ¿cómo se estudia la realidad?
Que viene el lobo
Así como Palestina no es solo Gaza y Gaza no solo Hamas, el grupo Hayat Tahrir el-Sham (HTS) es una de las tantas 47 expresiones armadas de la Siria actual. Pero, además, es una de las muchísimas otras que ha habido a lo largo de esta guerra desde el 2011. Pensar que HTS fue, es y será siempre el mismo es desconocer una dinámica que me llama poderosamente la atención en el caso de Siria: las organizaciones son un medio y no son un fin; tienen un altísimo nivel de mutación, de fragmentación y de reagrupamiento.
Entiendo que los que tienen como referente el Partido Comunista (en sus diferentes vertientes) ven un actor formado y que permanece en el tiempo. Lo que yo he observado es que los grupos que ha habido en Siria se pueden contar por cientos, con una gran dinámica de alianzas, de rupturas, de reacomodación y de cambio de nombre.
¿A qué se debe? Mi hipótesis es que lo importante no es el nombre ni la organización, sino lo que se persigue. Por tanto, el que se llame HTS o de otra manera realmente poco importa; de hecho, algunos de ellos rehusaban a seguir siendo llamados HTS porque consideran que esa organización ya cumplió su tarea y se disuelve en el Gobierno.
El argumento descalificador es que los que llegan al poder en Siria “son los malos” y, por tanto, es mejor “el mal menor”. La teoría del mal menor fue profundamente criticada por la izquierda luego del derrumbe de las Torres Gemelas porque llevaba a la resignación de escoger entre el terrorismo o un capitalismo autoritario y sangrante.
En la discusión de la izquierda sobre Siria estamos exactamente frente a lo mismo: como los que llegaron son muy malos no tienen derecho a gobernar. La primera trampa es hacernos creer que la crisis siria empezó en noviembre de 2024, o en marzo de 2011. No, los datos comprobables nos llevan al siglo anterior, al balance de un gobierno de 54 años hereditario y déspota. A la izquierda se le olvida qué pasó en esos 54 años para que se diera lo que se dio.
Otro elemento del debate es que esos grupos reciben apoyo de Arabia Saudita y de Turquía y que los kurdos reciben apoyo de Estados Unidos. Aceptemos que eso es cierto en aras de la discusión, pero seguimos confundiendo los medios con los fines: el hecho de que alguien reciba ayuda de una potencia extranjera no lo convierte en un títere.
Recordemos que Simón Bolívar recibió ayuda del Imperio británico para pelear contra los españoles y la resistencia francesa recibió apoyo de Estados Unidos para pelear contra el nazismo. ¿Por qué asumimos que Bolívar si era brillante en el análisis y no se vendió a su financiador, pero los sirios son incapaces? Claro que nadie invita a almorzar gratis, que Turquía, por ejemplo, tiene su agenda, pero ¿eso justifica el autoritarismo de Al-Asad?
Una discusión seria debe, por supuesto, revisar qué pasa con el nuevo gobierno, con las acusaciones que hay de persecución a intelectuales y con algunos hechos que han sido denunciados contra minorías. Es más, los entrevistados lo reconocen, pero como casos aislados. Habrá que ver si son realmente casos aislados (dolorosos, pero comunes en estas circunstancias), o se trata de una política sistemática.
Para finalizar
Como parte de su propio culto a la personalidad y el afán de leer todo desde un modelo vertical, la izquierda concluye que lo que está pasando en Siria es obra de un único grupo y que ese único grupo tiene un único representante que es Al-Yulani. ¿Cuba es solamente Fidel Castro? Creo que no.
Pero esto es mucho más alejado de la realidad cuando el escenario del nuevo gobierno es tan heterogéneo y con muchas contradicciones internas que no se han resuelto y que deben resolverse para, ahí sí, poder decir con algo de certeza cuál será el futuro. Reducir el futuro de Siria al pasado de Al-Yulani es limitado.
Así como en el caso de Palestina siempre he sostenido que “quien no hable de ocupación no tiene derecho a hablar de terrorismo”, esto parafraseando a Max Horkheimer, nos llevaría a decir que quien no esté dispuesto a discutir del autoritarismo y la dictadura de los Al-Asad poco podría decir del islamismo que se denuncia.
Por supuesto que nadie aplaude la guillotina de Robespierre en la Revolución Francesa, pero reducir la Revolución Francesa a la guillotina es injusto. ¿Habrá guillotina? No creo que ninguna revolución violenta haya estado exenta de una, ni en la cubana, ni en la nicaragüense. ¿Es justo? No lo sé; pero tampoco podemos negar que hay grupos pro Al Asad que se resisten y muchas, pero muchas, deudas sin pagar.
A propósito, estuve en una entrega de armas de exmilitares y lo que primaba no era el revanchismo, pero sí la búsqueda de criminales de guerra. También es obvio que todos queremos ver cambios inmediatos, pero sería irresponsable esperar que, en unas pocas semanas, los nuevos líderes de Siria cambien 54 años de gobierno.
Finalmente, considero que las guerras las libran y las ganan (o las pierden) quienes están ahí y no son guerreros ideales. Esperar que viniera el Che Guevara a liberar Siria sería una torpeza. Los liberadores de acá (o los nuevos dictadores de acá, si así los quieren llamar) son sirios y son árabes, porque esa es su cultura; y son musulmanes porque esa es opción religiosa, y son sunitas porque esa es la mayoría. Por tanto, estar esperando un ser laico, democrático, socialista, antimperialista, antipatriarcal (y no sé qué más cosas) para recibir la bendición de Occidente para luchar por el pueblo sirio me parece un exabrupto.
Les queda el ataque personal: (ad hominem) la idea heredada de la cultura woke y adaptada por la izquierda purista que dice quién tiene autoridad moral para hablar de qué tema. El asunto en todo esto no tiene que ver con que genere “suspicacia” que yo pueda entrar a Siria; de hecho, entré en 2013 a un pedazo de Siria en la zona de Qusayr con Hizbollah y eso no me hace militante de ellos.
El debate sobre la libertad de expresión no es una cosa menor; de hecho, es de los poquísimos derechos que hemos ganado a la burguesía dentro del capitalismo. Pero hay una tendencia, en una parte de la izquierda, a creer que el periodismo alternativo equivale a hacer publicidad acrítica de los gobiernos progresistas.
Hay muchas cosas en común entre el macartismo, los woke y el estalinismo. El problema es que yo diga aquello que los dogmáticos de izquierda no quieren oír. Menos mal que el futuro de Siria no se va a resolver en los grupos de WhatsApp de la izquierda latinoamericana.
Así que, queridos camaradas y compañeros de todas las tonalidades de la izquierda, les invito a un debate responsable. Asumir que la verdad está en los manuales de una izquierda ortodoxa que ni siquiera ha sido capaz de superar el estalinismo como dogma y como práctica no es políticamente sano. Yo espero que a Siria le vaya bien; esperar que les vaya mal para comprobar una hipótesis desde la conspiración es ruin.
Una izquierda que aprende de la cultura woke la cancelación, que repite como el imperio la teoría de la guerra contra el terror y que pretende desconocer las voces de los sirios que están en Siria y que han vivido por años la guerra, no es precisamente una izquierda que haga honor a los teóricos en los que dice inspirarse.
Para terminar, cuando me atrevo a proponer que estudiemos el caso de Siria para ver cómo un proyecto terminó hundido entre clientelismo, corrupción, exclusión y autoritarismo, en medio de una pésima gestión, eso no significa de ninguna manera nada diferente a invitar a que otros gobiernos progresistas o de izquierda sean conscientes del desgaste de legitimidad y de que ese desgaste pasa factura. Y eso lo digo hablando desde la crítica necesaria que debe hacerse a los gobiernos teóricamente progresistas y cuya gestión es discutible. Llamar a aprender desde la observación de la realidad no es una actitud contrarrevolucionaria, sino todo lo contrario.
Víctor de Currea-Lugo
Fotos tomadas de: Victor de Currea-Lugo.
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