No es una buena conclusión. Pareciera que el dirigente progresista no desea evaluar con cierto detalle no sólo su gestión gubernamental que hasta ahora ha realizado, sino también, analizar y caracterizar los antecedentes que lo llevaron a ser el primer gobierno de izquierda.
La “revolución que hace el pueblo” ya había ocurrido antes, con el “estallido social” que se inició en octubre de 2019 y tuvo su mayor auge entre mayo y junio de 2021.
El gobierno Petro, en realidad fue una continuación de ese proceso social y político que vivió Colombia, algo muy similar a lo que ocurrió en Chile, y que había sucedido con mayor nitidez en Bolivia y Ecuador durante la primera década del siglo XXI.
Hemos insistido en que en ese “estallido social” participaron activamente diversos sectores sociales que rechazaron no sólo la reforma tributaria que impulsaba Duque y Carrasquilla, sino que expresaron su inconformidad frente a un gobierno desconectado de la realidad que vivían millones de colombianos que aspiran a cambios de verdad.
No obstante, las fuerzas democráticas y de izquierda no realizamos un balance serio de esas luchas populares que venían acumulándose desde hacía varias décadas, entre las que se deben destacar la Minga Social y Comunitaria y el Paro de los Corteros de caña de azúcar de 2008, los paros agrarios y campesinos de 2013, y las movilizaciones estudiantiles de 2011 y 2018.
Algunos sectores políticos interesados y otros, desinformados, centraron todo su análisis en la llamada “primera línea”, distorsionando el sentido de la amplia movilización popular que ocurrió en esas fechas y en diversos espacios y territorios del país.
Hicieron todo lo posible por visibilizar, sobre todo, la acción de una parte de la juventud citadina (parte de la cual fue infiltrada por toda clase de grupos armados ilegales), pero invisibilizaron la participación de otros sectores sociales como los pequeños y medianos productores agrarios y los “profesionales precariados” de las ciudades.
Estos últimos fueron fundamentales en ese proceso, pero no tienen una organización formal que los represente ante la “institucionalidad de la protesta” (comandos de paros y demás), y las “izquierdas” ni siquiera los reconocen porque los ubican como parte de las “clases medias”.
No obstante, esa juventud fue la que se expresó en 2013 en algunas ciudades en solidaridad con los campesinos cuando Santos lanzó su famosa frase de “El tal paro nacional agrario no existe” y en noviembre de 2019 se habían manifestado en favor del proceso de paz con la consigna de “no queremos tumbar un gobierno, queremos cambiar la sociedad”.
De acuerdo a nuestra perspectiva y enfoque, el gobierno progresista que elegimos en 2022 tenía que conectarse con esa realidad y esas luchas sociales, no para hacer la “revolución” sino para ayudar “desde arriba” a que los diversos sectores sociales que se expresaron en ese “estallido social” fortalecieran su organización, identificaran con mayor precisión sus aspiraciones y reivindicaciones, y construyeran formas de organización propia para gobernar “desde abajo” en sus espacios y territorios.
Se necesitaba un serio y consistente gobierno progresista, sin ilusiones insurreccionales y sin “afanes constituyentes”, que tuviera paciencia y eficacia para “crecer y avanzar con el pueblo”. Desgraciadamente nuestro presidente se ilusionó más de la cuenta y nosotros, no fuimos capaces de aterrizarlo a tiempo.
Ahora, se quiere retomar el impulso y recuperar la mística de la mano de quienes no saben hacer sino más de lo mismo: “reformas cosméticas” logradas con base en el clientelismo y la politiquería, haciéndonos creer que la gran amenaza es el uribismo y el fascismo cuando el gran peligro son los políticos que se camuflan y visten de “progresistas” para tratar de detener el verdadero Cambio.
Hay que hacer todos los esfuerzos por impedir esas pretensiones. “¡No todo está perdido!”
Fernando Dorado
Foto tomada de: El País
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