¿Por qué hacerlo? Para impedir que la Europa de las armas, la deseada por las von der Leyens y los Macron, se presente como la única Europa existente.
Para manifestar la existencia de otra idea de Europa: la que, con toda seguridad, ve en Europa el lugar de las democracias constitucionales, de la separación de poderes, de la «unidad en la diversidad» según la máxima adoptada en 2000 por la Unión, es decir, de la igualdad y, sobre todo, de la coexistencia pacífica.
Es justo participar también por muchas otras razones importantes: porque Europa, no sólo la nuestra, sino también la de las von der Leyen y los Macron, se ve hoy atacada por todos los reaccionarios y fascistas de Occidente, que quieren destruir su identidad democrática residual; porque contra los fascistas, que están en auge en todo el mundo, cualquier alianza es justa; porque manifestarse en defensa de la Unión Europea, incluso con todas sus gravísimas limitaciones, significa hoy manifestarse contra Trump, contra Musk, contra Milei, contra Meloni y contra todos los soberanismos y derivas autocráticas y parafascistas que se están produciendo en todo Occidente; porque Europa, gracias a la extraordinaria convivencia pacífica que ha logrado entre 27 países con 23 lenguas diferentes y un pasado de guerras e imperialismos enfrentados, ha demostrado que es posible una integración entre pueblos diferentes, incluso para toda la humanidad; porque por ello, en la Unión Europea, vemos una etapa ejemplar en el proceso de unificación del género humano que persigue la Tierra Constituyente, sobre la base de los dos valores que ella -como la ONU, igualmente atacada- puso en los cimientos de su fundación: la paz y la igualdad.
Sabemos bien que, desde hace muchos años, Europa ha renegado de sí misma, negando y violando estos dos valores constitutivos: la paz, con su insensata política belicista y la absurda carrera de nuevos armamentos, y la igualdad, con sus políticas inhumanas contra los inmigrantes y el racismo alimentado por la reaparición en Europa de la figura de la persona ilegal y clandestina por la única culpa de existir.
Pero precisamente por eso, para defender esos dos valores y, al mismo tiempo, los valores de la legalidad, de la separación de poderes, de los límites y las cortapisas a los poderes salvajes de los nuevos amos del mundo, es necesario hoy manifestarse en defensa de Europa, que nació sobre esos valores, y a esos valores queremos que vuelva a anclarse.
Sólo esa otra Europa, opuesta la que expresa la insensata opción por en favor de armamentos cada vez más nuevos, puede hoy emanciparse de su subordinación a los Estados Unidos y promover una iniciativa autónoma de paz frente a Rusia, basada no en el rearme sino en el desarme y las garantías recíprocas de seguridad, con vistas a un progresivo retorno de Rusia a su hogar europeo.
Ha sido el obsceno chantaje de Trump el que ha demostrado, junto con el fracaso de tres años de políticas europeas, aquello que es de una obviedad absoluta: que la garantía de seguridad no viene del rearme, que señala hostilidad, desconfianza y agresividad hacia Rusia, concebida de manera apriorística como enemiga, sino de la disponibilidad a un progresivo desarme, que, por el contrario, testimonia la voluntad de paz e insta a análoga voluntad e idéntico interés de la otra parte.
En efecto, es evidente que la carrera ulterior por nuevos armamentos -una carrera ininterrumpida desde hace más de 20 años-, si bien nunca podrá igualar las 6.000 cabezas nucleares que posee Rusia, sólo tendrá como efecto substraer a la sanidad, la educación y la subsistencia los 800.000 millones que se quiere destinar a esa carrera.
Manifestarse por Europa significa también, por tanto, manifestarse en apoyo del Estado social que sólo en Europa se ha realizado en nombre de la igualdad, y que hoy Trump y las derechas de todo el mundo quieren destruir.
Significa oponer al rostro feroz y hostil de las armas y a la destrucción del Estado social del bienestar que persiguen las políticas neoliberales de nuestros gobiernos, el rostro benéfico y civilizada de la Europa de la paz, la igualdad y la garantía de los derechos y la dignidad de las personas.
La Europa del primer rostro está destinada a disgregarse, no sólo porque está más expuesta a la amenaza de la guerra, sino también por la inevitable conflictividad entre soberanismos opuestos y la pérdida del consenso popular.
Sólo si asume el segundo rostro, financiando instituciones europeas que garanticen los derechos sociales subsidiarios de los nacionales y promoviendo un desarme global y total que haga imposible toda guerra, Europa está destinada no sólo a sobrevivir y a hacerse popular entre los ciudadanos europeos, sino también a proponerse como modelo de civilización para el resto del mundo y a demostrar que una Federación de la Tierra es posible, además de necesaria y urgente.
Pero este segundo rostro no puede permanecer oculto, cubierto, ausente, inexpresado. Debe, en efecto, manifestarse y exhibirse con las banderas de la paz. Para demostrar que sólo de él, y no desde luego de un ilusorio poder militar, dependen el prestigio y la autoridad política de Europa.
Luigi Ferrajoli
Fuente: Sin Permiso
Foto tomada de: France 24
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