Los testarudos datos, sin embargo, muestran que España es uno de los países en la Unión Europea donde las familias (desde las tradicionales hasta los nuevos tipos de familia) están más olvidadas y desatendidas. En un estudio reciente, que tiene gran interés (y que, como siempre, es desconocido o ignorado por los grandes medios de información españoles), publicado y resumido por sus autoras Maria Alessandra Antonelli y Valeria de Bonis en la revista Social Europe (‘How Do European Welfare States Perform?’, 19.07.17) las autoras muestran cómo son precisamente los países mediterráneos (España, Portugal, Italia y Grecia) y los países del este de Europa que tienen más en olvido a sus familias, con un muy limitado desarrollo de las intervenciones del Estado (sean éstas centrales, regionales o municipales) en atención a las familias. En todos ellos el porcentaje de mujeres integradas en el mercado de trabajo es bajo, y en todos ellos (y parece sorprendente a primera vista) la tasa de fertilidad (el número de niños y niñas por mujer fértil) es baja. En estos países las medidas públicas para ayudar a que la mujer compatibilice sus responsabilidades familiares con sus proyectos personales son muy limitadas. Las escuelas de infancia abiertas y disponibles casi todo el día (accesibles como derecho social) y los servicios domiciliarios para ayudar a las familias a cuidar de personas con dependencia (entre otras medidas públicas) son muy limitados. Es también en estos países donde el hombre participa menos en sus responsabilidades familiares.
Es en los países nórdicos en Europa, por el contrario, donde tales servicios están más desarrollados, donde el porcentaje de mujeres en el mercado de trabajo es mayor, donde la fertilidad es mayor, y donde los hombres participan más en las tareas familiares.
El cuidado de los dos polos etarios, infantes y ancianos
Esta atención diferencial a las familias aparece también no solo en los servicios educativos (escuelas de infancia para niños y niñas) y domiciliarios (predominantemente para ancianos y personas dependientes), sino también en las transferencias públicas, como en las ayudas familiares y en las pensiones. En los países mediterráneos, donde las familias supuestamente representan el eje central de la sociedad, tales transferencias son bajas, de las más bajas de la Unión Europea. De especial interés es la baja cantidad de las pensiones en comparación con las pensiones de los países nórdicos y céntricos de Europa, dato que sorprenderá al lector, que habrá leído extensamente que las pensiones en España son muy elevadas por la tasa de reemplazo del salario que tienen dichas pensiones, que es muy elevado, ignorando en este argumento que el porcentaje de reemplazo del salario es alto, pero los salarios son muy bajos, con lo cual la cantidad recibida es muy baja. En 2016 la mitad del total de pensionistas estaban recibiendo pensiones que los mantenían por debajo del umbral de la pobreza, mientras que las pensiones no contributivas eran incluso más bajas (369 euros al mes, mucho más bajas que las contributivas). No así en los países nórdicos donde las transferencias públicas y las pensiones son más elevadas que en el sur de Europa.
¿A qué se debe este diferencial entre norte y sur de Europa?
La respuesta a esta buena pregunta es fácil de ver, aunque raramente la verá en los medios. Y tiene que ver con dos variables. Una es el poder de clase y la otra es el poder de género. Se preguntará el lector qué es el poder de clase. Tal poder es el poder que tienen las clases pudientes del país (que pagan muy pocos impuestos y odian que se apliquen políticas redistributivas y políticas fiscales progresistas que aumenten su contribución a las arcas del Estado). Como consecuencia de la pobreza del Estado (que tiene unos ingresos menores a los que España debería tener por su nivel de desarrollo económico), el gasto público, incluyendo el gasto público social, es muy bajo. De nuevo, los países mediterráneos (que han sido gobernados por dictaduras de ultraderecha durante muchas décadas, y más tarde, en el periodo postdictatorial, por partidos de tradición conservadora y neoliberal, y también por partidos socio-liberales que, aun cuando expandieron el gasto público social, no corrigieron el déficit de este gasto) tienen un gasto que continúa siendo muy bajo. El más bajo de la UE, después de los países del este de Europa.
En tales países las clases populares tienen poco poder. Sus izquierdas, próximas al mundo del trabajo, han estado divididas y han gobernado poco tiempo (esto es, por cierto, también la causa del gran retraso social en Catalunya, realidad ocultada por aquellos que intentan explicar tal subdesarrollo social por su pertenencia a España). En los países del norte, por el contrario, han gobernado durante la mayor parte del periodo posterior a la II Guerra Mundial partidos que han sido instrumentos del mundo del trabajo.
Además de poder de clase, hay que entender el poder de género como causa del subdesarrollo social de España (incluyendo Catalunya)
Pero dentro del Estado del Bienestar, los servicios menos financiados en España son los servicios y transferencias del Estado a las familias, y ello es debido predominantemente a la debilidad de la mujer en España. En este país, familia quiere decir mujer. Esta es la raíz del escaso desarrollo de los servicios de la llamada economía de los cuidados.
Y es este escaso desarrollo lo que explica también el escaso desarrollo de la economía española. Sé que esta afirmación creará un revuelo en este país. Pero los datos son muy claros. En España hay un enorme déficit de puestos de trabajo en este sector tan importante de la economía. Si España tuviera en lugar de un adulto de cada diez trabajando en los servicios del Estado del Bienestar (como servicios sociales, escuelas de infancia, servicios domiciliarios, servicios sanitarios, prevención de la exclusión social y de la pobreza, integración de los inmigrantes, educación y formación profesional, formación de educación continuada, entre otras), uno de cada cinco como en Suecia, en España se crearían unos 3,5 millones de puestos de trabajo, eliminando gran parte del desempleo.
Ahora bien, la estructura del poder político y mediático en España está conformada por hombres de clase alta y media-alta que creen que es más importante construir AVEs que escuelas de infancia. Lo sé por experiencia, porque cuando yo he tenido la oportunidad de hablar con ministros de Economía y Hacienda españoles y consellers de Economía de Catalunya y aconsejarles que inviertan mucho más en lo que se llama el Cuarto Pilar del Bienestar que en el AVE, me miran como si no pudieran creer lo que les estoy sugiriendo (ver “El cuarto pilar del Estado del Bienestar”, Público, 15.10.09). Se requiere una revolución cultural en este país para que se perciba la economía de cuidados, o lo que las feministas llaman, con acierto, la economía reproductiva, como una actividad central del país, tanto por razones sociales como económicas. El conservadurismo que domina la derecha y amplios sectores de las izquierdas están obstaculizando que se resuelva uno de los mayores problemas que existen hoy en España, incluyendo Catalunya, que es su crisis social. Así de claro.
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