Se debe empezar por decir lo inaudito de las posiciones de la empresa y el sindicato, alimentadas en medios de comunicación y en redes sociales. Se juega al desprestigio y se recurre a la desinformación. Mal comienzo para un tema que necesita de la sensatez y un diálogo franco y respetuoso de las partes. Esto ha tenido puntos álgidos, como la salida desafortunada, para decir lo menos, del señor Efromovich descalificando en términos bastante fuertes al proceso y sus actores. El otro, que se convierte en un irrespeto a las mayorías en el país, es la carta de la esposa de un piloto intentando responder al señor Efromovich. En esta misiva, divulgada por los medios e incluso replicada por importantes organizaciones sociales (http://wp.me/p89eac-1fv), la señora esposa, sin entender mucho de economía, se va lanza en ristre no contra Avianca, como fue su pretensión, sino contra un poco más del 99% de la población que no tiene, y no lo tendrá jamás, las condiciones de bienestar que ella posee.
Luis Ospina Vásquez, el gran historiador económico, potentado antioqueño que legó parte de su fortuna a los estudios sociales en el país, contaba y así fundamentaba la necesidad de enseñarle economía a la gente, que su esposa se lamentaba por los altos precios de la leche, sin darse cuenta que ellos, su familia, eran dueños del negocio y que de esos precios derivaban su fortuna. La huelga y las reivindicaciones de los pilotos, así como la carta, dejan de manifiesto la injusta distribución del ingreso en este país. Tal y como hace un siglo con la esposa de Luis Ospina.
Hay algunas cifras que permiten empezar a dimensionar lo que se está negociando en la huelga de pilotos. Estos aspiran, y de entrada no está mal, a ganarse lo mismo que los pilotos peruanos, quienes según los trabajadores de Avianca ganan 10.000 dólares al mes, mientras ellos llegan a 6.000. Ya esto representa un salario promedio de 18 millones de pesos, la esposa hace las cuentas con 15 millones que, es lo que aseveró Efromovich, y ella no sabe de dónde salen (su esposo es copiloto), pero a lo último en su carta dice que la empresa en el año 2016 le certificó ingresos por 170 millones (14.16 millones, que a precios de 2017 le da más de 15 millones) y se queja porque la empresa no cotiza por todo este salario a la seguridad social. Bondades que permite la ley para que empleados y empresas disminuyan sus aportes. Ganan ellos, perdemos todos.
Últimamente en el país se hacen unas cuentas bastante extrañas por lo demás (son ilógicas pero sirven de comparación), ya que, de acuerdo con el Banco Mundial, se considera a una persona rica si gana alrededor 3 millones de pesos (esto da cuatro salarios mínimos mensuales). Pues bien, se calcula que cerca del 2.4% de la población tiene esta posibilidad. El Copiloto que sirve de ejemplo se gana 20 salarios mínimos mensuales, con lo que se puede inferir que hace parte de una élite económica de suficiente privilegio, incluso para tener los lujos que la señora lamenta no poder adquirir porque no les dan las cuentas al final de mes.
Aparte de esto los trabajadores pretenden obtener mejoras o mayores prebendas, que en economía se llama aportes al salario real, en tanto aumenta el ingreso por vías diferentes a las monetarias, tales como tiquetes aéreos ilimitados, Ipad, notificaciones personales, primas mensuales, descansos extendidos, entre otras. Esto se podría entender como una lucha radical contra las altas ganancias del capital, una posición ideológica que creo no es la de los Pilotos, con certeza se trata de unas aspiraciones humanas entendibles pero que dejaron a este sector de los trabajadores en evidencia ante el país como un sector codicioso.
La cara contraria es que esto lo presencia atónito el país, el mismo que ha visto marchar a sus campesinos quienes cada vez pierden más en su labor o a sus maestros quienes solo después de muchos años de trabajo y de formación académica hasta obtener el grado de doctor y tras pasar difíciles pruebas de escalafón, llegarán a obtener la mitad de ese salario. O el 63% de la población que no tiene un empleo formal y debe salir diariamente al rebusque. En un país donde sólo el 27% cotiza a una pensión y donde la tasa de sindicalización es supremamente baja (4%), soportada esencialmente en el sector público, porque posiciones como estas, de codicia, y otras de corrupción (sin hablar de la violencia contras los sindicalistas) han llevado a la quiebra a las empresas y han dejado al sindicalismo y a las convenciones colectivas de trabajo como mecanismos dañinos, cuando, en realidad, deberían ser un instrumento posible que garantice mejores condiciones de vida tanto para trabajadores como para las empresas.
Esta codicia, esta intransigencia, solo dejará la presión que la Empresa Avianca y los gremios hacen al gobierno para convocar un tribunal de arbitramento y con él, lo más seguro, la pérdida de los beneficios ganados hasta hoy.
Con la huelga, muchos sectores están perdiendo, no es solo Avianca, esto se resolverá después vía el precio de los tiquetes, el turismo y en general la cotidiana gestión de las empresas y entidades que requieren el movimiento masivo de pasajeros. Ganan las otras aerolíneas y el transporte terrestre, a quienes les llegó una inesperada oportunidad de especulación con los precios.
En definitiva, una huelga donde perdemos todos como país, uno esperaría que de esto se salga al menos, con una mejora salarial a los pilotos, pero vuelve y juega, queda el desprestigio y la rabia concentrada de la población que tiene que reducir su consumo básico mientras ve como otros sectores se pelean para concentrar cada día más el ingreso. Este es amigos, parodiando a García Márquez, el tamaño de nuestra injusticia, de nuestra desigualdad,
JAIME ALBERTO RENDÓN ACEVEDO: Director Programa de Economía, Universidad de La Salle
Septiembre 28 de 2017
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