Todo parece indicar que esta es la última elección presidencial donde se postulan candidatos por firmas o mediante la creación de grupos significativos de ciudadanos, así lo deja ver el consenso construido por los partidos mayoritarios en el Congreso de la República, durante el trámite del proyecto de acto legislativo de reforma política, surgida de los acuerdos de paz entre el Gobierno Nacional y la ex-guerrilla de las FARC, transformada ahora en el partido político “Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común”.
Una reforma que según lo pactado en el “Acuerdo final para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera”, pretendía “ampliar la democracia” para hacerla más incluyente y participativa; pero que por cuenta de los intereses de unos congresistas que se acostumbraron a legislar para garantizar y ampliar sus privilegios; está en vía de convertirse en un proceso de recorte a los escasos derechos de los sectores independientes y de las minorías que desde la promulgación de la Constitución de 1991, se han expresado por fuera de los escenarios partidistas tradicionales de las derechas y las izquierdas.
Cada vez es más claro, que se convierte en otra frustración para los grupos significativos de ciudadanos, su aspiración en esta coyuntura de ampliación democrática de convertirse en partidos políticos, así lo manifestó “Compromiso Ciudadano” liderado por Sergio Fajardo; “Colombia Humana” de Gustavo Petro; “Todos Somos Colombia” de Clara López; “Fuerza Ciudadana” de Carlos Caicedo; “Poder Ciudadano” de Piedad Córdoba, pues la adquisición progresiva de derechos, como va quedando reglamentada los convierte a lo sumo en movimientos políticos regionales, que para llegar a ser partidos políticos nacionales deben cumplir unas condiciones que ni los partidos que tienen más de un siglo podrían cumplir.
La expectativa creada de eliminar el umbral para conservar o adquirir las personerías jurídicas de los partidos, también se convirtió en una frustración, pues entre el primer acuerdo (el de La Habana) y el segundo (el del Teatro Colon), se hecho marcha atrás y se mantuvo el umbral del 3% para la asignación de curules en el senado, lo que va en contra de los intereses de las minorías, incluido el partido de las propias FARC, una vez superado el periodo especial de 8 años.
La tan anhelada reforma política, se tramitará para cumplir con el compromiso del acuerdo de paz, como un mero requisito o formalidad, pero la clase política que hoy conforma el Congreso no tiene la menor intención de recortar sus privilegios, y menos permitir que otros sectores les compitan en igualdad de condiciones por el poder nacional y en las regiones.
Una reforma que se desdibujó, cuando el propio gobierno nacional desechó el 80% de las recomendaciones presentadas al país por la Misión Electoral Especial, limitará el proceso de apertura democrática a la creación del partido Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común, de garantizarles representación parlamentaria y financiación durante 8 años, así como crear 16 circunscripciones especiales de paz, lo más raquíticas y endebles, para que después de los 8 años, no les puedan competir a los partidos mayoritarios por las curules en sus respectivos departamentos.
Frente a esta nueva frustración se impone construcción de una gran coalición alternativa.
Se percibe especialmente en las redes sociales, que se viene posicionando entre la opinión que lidera el voto libre, independiente y alternativo, la necesidad de buscar la mayor unidad posible para no dejarnos robar la esperanza de la clase política tradicional (sostenida por el clientelismo y la corrupción) y una ultraderecha agresiva que quiere reconquistar el poder para hacer trizas los acuerdos de paz.
Cada vez con mayor fuerza y vehemencia a los candidatos independientes y de la izquierda, se ven compelidos por sus seguidores a buscar caminos de unidad, que permitan de manera cierta constituir una alternativa de poder capaz de arrebatarles el poder a quienes de triunfar en el 2019, estarían próximos a cumplir 200 años gobernando el país en beneficio de sus mezquinos intereses y privilegios.
Una democracia se caracteriza por permitir la alternancia en el poder de las diferentes opciones políticas, y en Colombia solamente han gobernado unas elites que primero fueron de los partidos del Frente Nacional y luego de los partidos de la Unidad Nacional; pero que en esencia pertenecen a unas pocas familias que han gobernado en beneficio de los mismos intereses, llevándolos a construir unas redes de corrupción y clientelismo que buscan perpetuarlos en el ejercicio del poder.
La posibilidad de realizar una renovación en las elites que dirigen el país, en los últimos 50 años se produjo en las elecciones presidenciales del 2010, cuando la “ola verde” obtuvo el 21.5% en la primera vuelta, y el Polo Democrático obtuvo el 9.1%, lo que significa que existe evidencia empírica que el 30% de los electores en esa primera vuelta, se expresaron separándose de las clientelas y las maquinarias políticas, demostrando que sí es posible llegar a la segunda vuelta, como efectivamente sucedió en ese año con la formula Mockus + Fajardo.
Existen situaciones que permiten predecir que ese porcentaje puede incrementarse de manera importante, incluso pudiendo llegar a ganar en primera vuelta con el 51%, pero deben cumplirse algunas condiciones, de las cuales ya se vienen dando algunos pasos, que en otras circunstancias serían impensables. Esas condiciones favorables son:
- La corrupción política en el plano nacional y regional se ha vuelto tan evidente, que los ciudadanos del común están cada vez más cerca de acompañar un candidato independiente que le ponga freno a esta práctica cotidiana de desangre del erario público.
- La defensa de la paz como una condición para mejorar la calidad de vida de todos los colombianos es un factor que unifica a un porcentaje importante de la sociedad colombiana, que ve en las elites tradicionales la posibilidad de un retroceso a la confrontación y al odio.
- Hoy como nunca, se están expresando con mucha vitalidad liderazgos desde los sectores alternativos que permiten visibilizar o pensar en que son una opción real de poder, si logran encontrar un común denominador que los potencie como una fuerza plural y diversa pero cohesionada y alternativa.
- Existen sectores que desde los partidos tradicionales que no representan los vicios y las practicas clientelistas y politiqueras, que pueden acompañar un proceso de unidad de los sectores alternativos, como es el caso de Humberto de la Calle.
- La coalición debe ser liderada desde el centro por los sectores independientes, pues el pasado congreso fundacional del partido de las FARC, dejo una gran lección, a pesar de invitar a todos los candidatos presidenciales a expresarse en dicho evento, fueron muy pocos los que se atrevieron a tomarse esa foto.
Constituye un avance en la dirección indicada la coalición que han acordado realizar los candidatos del Partido Polo Democrático Alternativo, del Partido Alianza Verde, y de Compromiso Ciudadano. Pero esa coalición no es suficiente para ganar en primera vuelta.
Se requiere proactividad y creatividad para crear un mecanismo que permita cohesionar al resto de la izquierda, mediante una coalición con Colombia Humana, Todos somos Colombia, Fuerza Ciudadana y Poder Ciudadano, a la que se junten la Unión Patriótica, la Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común, incluso el Congreso de los Pueblos.
Estas dos coaliciones deben buscar un mecanismo para unificarse, y de esa forma se podrían convertir en alternativa de poder real para transformar el ejercicio de la política en Colombia en 2018, erradicando la corrupción y consolidando la paz como camino para construir una mejor Colombia para todos.
Con seguridad, a estas apuestas de unidad se sumarán los partidos de minorías étnicas como MAIS, ASI y AICO, y podrían ingresar expresiones como el Movimiento MIRA.
Tengo la percepción que el candidato que pretenda jugar en solitario en esta particular apuesta a la presidencia de la república, corre el riesgo de quedarse como el artífice que propicia la derrota de los sectores alternativos, y será castigado por la opinión pública y por el voto independiente.
Este proceso puede verse dinamizado por los esfuerzos de construir una coalición de las derechas que pretenda ganar en primera vuelta, obligando a todos los sectores alternativos a juntarse.
Una expresión de la unidad de estos sectores se puede potenciar en la construcción de una lista en coalición al Senado de la República, que recoja el sentir y la expresión de todos los sectores minoritarios en el Congreso y de aquellos grupos significativos de ciudadanos que aún no tienen representación parlamentaria.
Creo que ha llegado la hora de crear un partido de segundo piso, que permita la existencia y la expresión de todos los partidos y los grupos significativos de ciudadanos, en una gran coalición que garantizaría tener una presencia unificada y fuerte en el Congreso en marzo y en mayo gobernar a Colombia, generando una segunda independencia, ya no de la corona española, sino de las casta y familias criollas que nos ha gobernado durante 200 años de vida republicana.
Esto que parece una utopía, no lo es, basta con mirar las experiencias de “Frente Amplio” de Chile y Uruguay, que supo anteponer los intereses individuales y de grupo, por los intereses de toda la sociedad y ser gobiernos progresistas, democráticos e incluyentes, frente al riesgo de consolidarse expresiones antidemocráticas, retardatarias y conservadoras. #LaUnidadEsPosible
MIGUEL GALVIS: Consultor y analista político independiente.
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