Sin embargo el panorama político no es complejo y menos incierto, a pesar de las variadas candidaturas, quienes tienen reales posibilidades de competir por la presidencia son cuatro candidatos: Vargas Lleras que ya inicio su campaña y que ha decidido ir por firmas para intentar recoger adhesiones más allá de su partido Cambio Radical; El candidato que surja del centro democrático en alianza con el partido conservador; El candidato que resulte del liberalismo y la coalición de gobierno; Y el candidato que resulte de la coalición de centro izquierda. Alrededor de estas opciones orbitaran las otras veintitantas candidaturas, que buscaran obtener una buena posición en primera vuelta para negociar las alianzas en segunda.
El centro del debate será nuevamente el acuerdo de La Habana, incluso por encima del tema de la corrupción, este ha sido definido por el acento que la derecha representada en Vargas Lleras, Uribe, Pastrana y quienes los rodean, le han dado al proceso de implementación del acuerdo, poniendo obstáculos y férreas resistencias a su concreción en los distintos temas desde la participación política, la reforma rural integral, la política de sustitución de cultivos, la Justicia especial para la paz, e incluso las comunidades étnicas y las victimas. La diferencia con las elecciones del 2014 es que en esta oportunidad con el acuerdo firmado la batería se centrara en impedir su implementación, a través de dos estrategias ya usadas en el pasado: la primera no oponerse directamente a la implementación del acuerdo, sino centrarse en la exigencia de estándares o condiciones que lo hagan inviable o al menos entorpezca su implementación y la segunda acudir al miedo de la población reeditando el terror del comunismo con el ropaje del castrochavismo y valiéndose de la crisis Venezolana como el espejo de lo que le espera al país en caso de que el castrochavismo triunfe –no olvidemos que para la derecha el castrochavismo son todos menos ellos, desde Santos hasta Petro.
La posibilidad de convertir el tema de la corrupción como un tema central de las elecciones del 2018 quedo eclipsado por la defensa del país para que no caiga en manos del castro chavismo, en esto la derecha fue más hábil en definir y posicionar el tema de debate, que se ve ampliamente favorecido, porque la implementación del acuerdo pasa por la participación de las Farc en política y como era de esperarse de sus principales líderes, la noticia de que Rodrigo Londoño será el candidato presidencial de las Farc, le dio argumentos a la derecha para afianzar su estrategia comunicativa hacia el miedo de que el comunismo y los terroristas lleguen al gobierno. En el plebiscito la estrategia de difundir miedo sobre algunos contenidos del acuerdo, especialmente con el tema de genero dio grandes frutos y es una lección que la derecha espera aprovechar, para el 2018, como ya se insinúa en sus primeras propagandas.
En este contexto la segunda vuelta queda prácticamente anunciada, para disputarse entre quienes se siguen oponiendo a la implementación de los acuerdos y quienes se la juegan por respetar el acuerdo y brindar las garantías para su implementación. Y la primera vuelta será el escenario para asegurar las alianzas necesarias para la segunda vuelta, pero aquí también hay enseñanzas que ponen de manifiesto la necesidad de ir a la primera vuelta con una gran coalición que por lo menos asegure participar en la segunda ronda, las probabilidades muestran cuatro candidaturas posibles distribuidas en las dos orillas con lo cual se hace factible que puedan pasar las dos de oposición al acuerdo o las dos de apoyo al acuerdo, ello demandara grandes esfuerzos estratégicos de las campañas y porque no decirlo una férrea voluntad de acercamiento y concertación en ambos lados.
A diferencia de algunos medios de comunicación que dan como ganador a Vargas Lleras argumentando que salto en punta con su oposición a la JEP y otros temas del acuerdo, que tiene la maquinaria y que contaría con el respaldo del NO, el panorama no es tan claro como pareciera mostrarse. En primer lugar el tema del acuerdo ha dividido al país y aun cuando la oposición al acuerdo este ubicada en la derecha más radical, quienes apoyan el acuerdo representan muchos más sectores: de derecha, de centro y de izquierda y algunos de ellos también cuentan con una maquinaria aceitada que demostró ganar elecciones como sucedió en el 2014, a pesar de la derrota en primera vuelta. En segundo lugar al estar firmado el acuerdo, ya no representa un anhelo de la sociedad, sino que representa un compromiso del Estado y dado que el acuerdo no solo habla de las FARC, sino de campesinos, indígenas, victimas, de participación, de política de sustitución de cultivos, de reforma integral, de justicia especial de paz, de reparación en fin, la oposición al acuerdo representa la oposición a amplios sectores de la sociedad que incluso en este momento han iniciado protestas demandando el cumplimiento de lo acordado, por lo tanto aunque la derecha gano el golpe de mano colocando el tema electoral en el acuerdo con énfasis “odio a las FARC”, les será muy difícil navegar entre el Si a ciertos contenidos, para mantener el apoyo popular y el No a otros para atajar a las Farc.
Lo anterior no quiere decir que quienes apoyan el acuerdo la tengan fácil, pues si bien pueden aprovechar los avances del acuerdo y el apoyo de varios sectores, también tienen grandes desafíos, como lidiar con el odio hacia las Farc que gran parte de la sociedad expresa, resolver el dilema de que la participación política de las Farc implica efectivamente que Rodrigo Londoño puede ser candidato y ser elegido y que una agrupación política marxista si logra el respaldo de la sociedad puede llegar a gobernar y realizar cambios. El reto de quienes apoyan el acuerdo es lograr que la ciudadanía entienda que el acuerdo no se reduce a las Farc, que defender las garantías para que participen en política no es estar alineados con las Farc sino con la posibilidad de ampliar el canon democrático de la sociedad colombiana, prácticamente es un reto de formación política ciudadana, que se enfrentara a las estrategias efectistas de la derecha que recurren a la emocionalidad para movilizar sentimientos de odio y capitalizar votos.
Sin lugar a dudas las elecciones las ganara la fuerza política que pueda realizar mejores alianzas y como el tema que parte las aguas esta puesto en la mesa, y en él es más fácil infundir terror, los resultados dependerán de un trabajo muy serio y fuerte que realicen las fuerzas democráticas para no dejarse encerrar en el miedo que producen los muertos socialistas y hacer florecer la esperanza que trae, la reconciliación iniciada con el acuerdo de La Habana, el avance en la negociación con el ELN y las iniciativas para acabar con el fenómeno del paramilitarismo y de las bandas criminales.
CARLOS ALBERTO LERMA CARREÑO: Director Ejecutivo Corporación Latinoamericana Sur
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