Aunque no entra en mucho detalle en las dos opciones, hace énfasis en la visión de Vargas y Uribe, lo cual obviamente permite deducir la visión alternativa. Señala que Uribe y Vargas nunca hablan de igualdad y su preocupación es el crecimiento económico; reivindican todo el tiempo el principio de la autoridad y rechazan el diálogo, les importa más la eficiencia que el Estado de derecho; han concedido a los cristianos la restricción de derechos para promover una especie de orden moral. Además, según Riveros, Uribe y Vargas subordinan la política ambiental a las metas económicas.
Y cierra la enumeración con la afirmación de que “Uribe y Vargas compiten por representar los intereses del establecimiento y el statu quo.” Nos preguntamos, ¿los otros candidatos acaso representan intereses contrarios al establecimiento? ¿Se refiere a Humberto de la Calle o a Sergio Fajardo?
Es innegable que existen diferencias entre los partidos, movimientos y candidatos, lo que permite establecer una escala de derecha a izquierda, en diferentes aspectos. Y efectivamente, tienen relevancia dichas diferencias por cuanto afectan condiciones de vida de grupos sociales concretos: la puesta en marcha de ciertos programas podría conducir a un mayor gasto social a favor de la población más pobre o a un mayor respeto por las opciones religiosas y sexuales de las personas.
Pero lo que no se plantea usualmente en la mayoría de analistas es a cuál contenido político y social se aplica la escala de izquierda, centro o derecha. Esta clasificación puede existir al interior tanto de un partido de derecha o de izquierda; incluso existió dentro del partido comunista de la Unión Soviética. La escala en sí misma no nos informa sobre el contenido dentro del cual existe.
En el caso de la elecciones 2018 en Colombia, en un aspecto fundamental, todos o casi todos los partidos y candidatos tienen una cosa en común: todos ellos son pro-capitalistas. Se trata de una clasificación de izquierda-centro-derecha, dentro del capitalismo, de partidos, movimientos y candidatos que consideran necesario sostener el capitalismo y respetar la propiedad privada de los medios de producción.
Con la excepción del partido comunista, que no tiene personería jurídica, que cuenta con una base electoral mínima y un número reducido de militantes, ningún otro de los partidos o movimientos en competencia para las elecciones al Congreso y a la presidencia de 2018, plantea como objetivo el socialismo y por tanto la superación del capitalismo. En consecuencia, el 99% de ellos son partidos pro-capitalistas. Incluso Rodrigo Londoño de la FARC sostuvo en reciente entrevista que: “Pensamos en un modelo en el que se respeta la propiedad privada, pero se amplía a la solidaria, la social y la comunitaria. Nosotros vemos la proyección en términos de desarrollo económico humano y no de crecimiento económico[2]”
Después de luchar 50 años a favor de la revolución socialista, las FARC anuncian su respeto a la propiedad privada. Es tan sorprendente la afirmación de Rodrigo Londoño que el periodista de Semana le dice a continuación “con esa frase está de acuerdo hasta Álvaro Uribe.” De otra parte, Gustavo Petro, supuesto representante del “castro-chavismo”, respeta también a la propiedad privada y se enfoca en idear alternativas más humanas de desarrollo capitalista, muchas de las cuales se acercan a la utopía. La propiedad privada no es otra cosa que el derecho a apropiarse del trabajo de quienes no tienen medios de producción y en las elecciones actuales ni la FARC plantea la necesidad de su superación.
La distinción entre izquierda y derecha se ubica por tanto dentro de un espectro limitado por la conformidad con una organización social fundamentada en la desigualdad económica y social en la producción, en el acceso a los medios de producción, y en la existencia de situación de desigualdad cualitativa que conduce el sometimiento de la gran mayoría de colombianos al designio de un puñado de ellos.
Dentro de los partidos y movimientos pro capitalistas hay diferencias en cuanto al grado de distribución de la riqueza social; entre más a la derecha, son partidarios principalmente de beneficiar a los capitalistas y de reducir al mínimo la parte correspondiente a los trabajadores asalariados y por cuenta propia. Entre más a la izquierda, se plantea una intervención estatal más fuerte a favor de aumentar la participación de los trabajadores, especialmente de los más pobres y marginados, en la torta nacional, mediante acceso a servicios como educación, salud, vivienda, etc. Pero aún en el caso de los más izquierdistas dentro de los partidarios del capitalismo, no ponen en cuestión que deben continuar existiendo los esclavos asalariados y que buena parte de ellos deben depender de la caridad privada o la pública (el gasto social).
Las diferencias son de grado no son cualitativas; incluso los partidos de derecha reconocen la necesidad de un cierto gasto social del Estado que compense las deficiencias del ingresos de grandes masas de la población con el fin de combatir el descontento y ganar lealtades para el sistema. Más aún, casi todos los partidos y movimientos denuncian los males sociales, lamentan la profunda desigualdad del ingreso (rara vez se refieren a la desigualdad en la propiedad de los medios de producción y la desigualdad en los lugares ocupados por las personas en el proceso de producción) y se indignan por la existencia de la desnutrición infantil. Pero ninguno aborda las causas fundamentales.
Más de lo mismo
Las diferencias programáticas más fuertes se concentran por tanto en el papel del Estado como redistribuidor de parte del producto social. Para los sectores tradicionalmente dueños del aparato del Estado es preocupante que pueda llegar a la presidencia un candidato como Petro que sin ser socialista, como tampoco lo es Venezuela, pueda afectar seriamente los intereses de los capitalistas y su clase política. Pero en una perspectiva más amplia, la aparente variedad de posiciones no se traduce en diferencias con respecto a lo fundamental. Aun los reformistas más radicales son conscientes de las enormes limitaciones para los cambios dentro de las condiciones capitalistas.
No es de extrañar por tanto la enorme apatía de buena parte de la población y la ausencia de esperanza, acompañada en muchos casos de la vinculación a las prácticas electorales clientelistas o corruptas, o simplemente en la abstención y alejamiento de la política. El sentir popular consiste en que simplemente nada va a cambiar con las elecciones.
En 1872 Marx afirmó en La Guerra Civil en Francia que las elecciones consisten en un evento que ocurre cada tantos años ( 4 o 6) donde las clases trabajadoras eligen quien va a explotarlas y oprimirlas. La experiencia electoral colombiana parece comprobar esta afirmación de Marx. Los partidos políticos han llegado a confrontaciones violentas históricamente, las diferencias entre Uribe y Santos parecen irreconciliables, las críticas de Fajardo y Claudia López a los partidos tradicionales son profundas, etc., etc., pero todos siguen defendiendo un sistema económico donde la mayoría trabaja en beneficio de unos pocos. En este aparente ambiente de polarización fundamental los reformistas de buena fe, que creen posible un capitalismo humano, terminan jugando un papel de idiotas útiles contribuyendo a generar ilusiones en la población.
ALBERTO MALDONADO COPELLO
8 de febrero de 2018
NOTAS
[1] http://lasillavacia.com/opinion/el-destape-de-vargas-64387
[2] http://www.semana.com/nacion/articulo/entrevista-rodrigo-londono-timochenko-como-candidato-de-la-farc/554946
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