La elección presidencial en Colombia produjo una nueva situación: la amplia movilización ciudadana en apoyo a la candidatura de Gustavo Petro de Colombia Humana y su alianza con sectores sociales, de izquierda y progresistas, las élites políticas y gremiales tradiciones y emergentes se agruparon bajo la hegemonía del uribismo en apoyo a Iván Duque, candidato del uribismo sin experiencia ni alto perfil, quien logró el triunfo electoral. Se instalará entonces un gobierno de derecha bajo el influjo determinante del expresidente Uribe, que se propone mantener el estatus quo, obstaculizar el acuerdo de paz, favorecer el gran capital y desatender las demandas sociales y de protección ambiental. Pero también existirá una fuerte oposición de diversas corrientes políticas, sociales y ciudadanas que podrá ser liderada por Gustavo Petro. Así, por primera vez la izquierda y sus aliados son alternativa de gobierno, lucharán contra los proyectos gubernamentales regresivos, buscarán ganar un referendo con medidas contra la corrupción este año y disputarán con posibilidades de éxito los gobiernos territoriales en 2019.
La elección presidencial configuró una nueva situación política
De los 36 millones de posibles votantes en ambas vueltas de la elección presidencial participó por primera vez en la historia reciente la mayoría del potencial electoral, el 53%, cuando con anterioridad los presidentes han sido elegidos en elecciones de participación minoritaria. El pasado 18 de junio fue elegido por el uribismo Iván Duque con más de diez millones de votos, el 54%, frente al candidato de centro izquierda Gustavo Petro que logró más de ocho millones de votos, un 42%. El voto en blanco por el cual se pronunciaron los excandidatos progresistas Sergio Fajardo de Compromiso Ciudadano y Humberto de la Calle del Partido Liberal y que contó con importante apoyo de medios de prensa y comunicación no llegó al millón de votos, con el 4%. De tal manera, en estas elecciones presidenciales por primera vez un candidato de izquierda aliado con vertientes progresistas llega a la segunda vuelta, consigue un alto respaldo y se forja como opción real hacia el gobierno nacional.
Es de recordar que Álvaro Uribe fue elegido presidente en primera vuelta en 2002 con cinco millones de votos y reelegido en 2006 también en primera vuelta con siete millones. Juan Manuel Santos fue elegido presidente en segunda vuelta en 2010 con nueve millones mientras su contendor Antanas Mockus del partido Verde obtuvo tres millones; y en su reelección en segunda vuelta Santos en 2014 obtuvo siete millones en una alianza entre el centro derecha y la gran mayoría de las vertientes de izquierdas en aras de lograr el proceso de paz, mientras que su contendor Oscar Zuluaga, del uribismo, en oposición a los acuerdos de paz, obtuvo seis millones. El voto en blanco en elecciones presidenciales recientes ha estado en un margen normal entre el 3% y el 4%. Y la mayor votación que un candidato de la izquierda había logrado con anterioridad era la de Carlos Gaviria del PDA, en la primera vuelta en 2006, con casi dos millones seiscientos mil votos.
Entre primera y segunda vuelta de elección presidencial Gustavo Petro creció más -tres millones ciento sesenta y ocho mil votos-, mientras que Iván Duque creció menos -dos millones ochocientos tres mil-. En la segunda vuelta Duque se impuso en 24 departamentos y 19 capitales departamentales, mientras Petro lo hizo en la capital nacional, en ocho departamentos y en trece capitales departamentales. Así, Petro ganó en Bogotá Distrito Capital y en otras capitales como Cali, Barranquilla, Sincelejo, Santa Marta, Cartagena, Popayán, Pasto, Quibdó, Tunja, Mocoa y Mitú. Si bien Duque fue notable mayoría en Antioquia, el Eje Cafetero y los santanderes, Petro registró notorios repuntes en estas regiones, de manera que entre las dos vueltas, por ejemplo, prácticamente triplicó votación en Medellín -de setenta y siete mil a doscientos ocho mil votos- y en Bucaramanga -de cuarenta y cuatro mil a ciento siete mil-.
De manera general lo sucedido entre las dos vueltas para la elección presidencial configuró notorios cambios en el panorama político nacional, en las regiones y en lo local. Destacamos dos circunstancias: La primera que el uribismo con su partido Centro Democrático que apenas tiene cinco años, en alianza con parte del Partido Conservador, ganó con amplitud la primera vuelta y en consecuencia obtuvo la adhesión casi que incondicional de los otros partidos de las élites, dado que sufrieron una fuerte derrota electoral (los tradicionales partidos Conservador y Liberal y sus recientes disidencias de conveniencia la U y Cambio Radical). Elemento determinante en tal derrota además de sus propuestas regresivas -excepción del candidato oficial del Partido Liberal que no tuvo el respaldo general de esta colectividad-, fue el ascenso de la lucha contra la corrupción y las denuncias y el rechazo ciudadano creciente a los métodos electorales fraudulentos y corruptos como la compra de votos. De tal manera, el candidato uribista Iván Duque obtuvo la Presidencia de la República en la segunda vuelta con amplio respaldo, soportado en el reagrupamiento de todas las vertientes de derecha que representan al conjunto de las élites del poder político y gremial. Es decir, se integraron o reconciliaron con el uribismo representaciones de élites tradicionales, incluidas las que apoyaron al saliente presidente Santos, es decir se reencontraron en tal candidatura sectores de élites tradicionales y las emergentes derivadas del fenómeno paramilitar, el narcotráfico y de redes mafiosas, a través de los diversos partidos tradicionales de derecha, sus disidencias recientes y el Centro Democrático[1].
La segunda circunstancia, fue la creciente movilización ciudadana y social registrada en respaldo tanto al proyecto Colombia Humana liderado por Gustavo Petro y su fórmula vicepresidencial Ángela María Robledo, con fuerte impacto en el ámbito popular y en territorios afectados por la pobreza y el conflicto, como a la Coalición Colombia (PDA, Alianza Verde y Compromiso Ciudadano), con influencia importante en sectores urbanos y medios que reclaman una cultura política democrática en rechazo a la corrupción, de forma que en la segunda vuelta se aliaron Colombia Humana y la mayoría de los integrantes y simpatizantes de Coalición Colombia, de manera que aunque no consiguieron la presidencia obtuvieron muy alta votación. Estas dos circunstancias llevaron a una disputa política para la elección de la presidencia inédita en el país: un representante de las élites de poder tradicional y emergente reunificadas bajo la hegemonía del uribismo y su proyecto de extrema derecha frente a un representante de la convergencia de diversas vertientes de izquierda, movimientos sociales y redes ciudadanas del ámbito popular y progresista.
El hecho es diciente en perspectiva histórica por cuanto en el país el bipartidismo liberal conservador de manera excluyente, arbitraria y violenta copó el poder político durante las décadas anteriores, apoyado en la legislación, en prácticas institucionales y el contexto de conflicto armado y recurrente violencia política y prácticas de estigmatización y persecución contra la izquierda, los movimientos de protesta social y las voces críticas entre la ciudadanía, la intelectualidad y los sectores de opinión. Soló a partir de la Asamblea Nacional Constituyente de 1991, en el contexto de los procesos de paz con el M19, el EPL y otras guerrillas o milicias regionales, se empieza a quebrar tal situación, pero de forma que no se logra superar de manera definitiva, siendo las vertientes de izquierda y progresistas muy afectadas hasta el presente en sus derechos y posibilidades. Así, si bien la Constitución Política expedida ese año consagró derechos y garantías fundamentales y demandó el Estatuto de la Oposición, sólo ahora con el cierre definitivo del conflicto armado con el acuerdo con las FARC y el posible de conseguir con el ELN, puede darse la posibilidad de un marco de garantías efectivas en todo el territorio nacional.
Opiniones desde diversas orillas coinciden en reconocer que por primera vez en las últimas cinco décadas las elecciones presidenciales no se realizaron en contexto del conflicto armado y la violencia política recurrente, ni giraron en torno a los dilemas a adoptar de paz o de guerra frente a la insurgencia guerrillera. Pues si bien sigue al centro el tema de la paz lo es ahora en el sentido su consolidación, a la vez que en esta elección presidencial se presentó un amplio debate programático que incluyó una nutrida agenda temática y el afloramiento de posturas diversas en contienda política. Además, se reconoce el hecho positivo de haber realizado las elecciones al Congreso y a la Presidencia este año en un contexto de superación de la guerra en muchos territorios y de la declaratoria de treguas unilaterales por parte del ELN durante los comicios electorales, en medio del desarrollo de conversaciones con el gobierno nacional hacia el logro de la paz, siendo esta la última guerrilla en mantenerse en alzamiento.
“Parece claro que el fin del conflicto armado no solo hizo posible que se votara en un marco inédito de tranquilidad, sino que también permitió que el debate adquiriera nuevos ejes. Y tal cambio condujo a una reacomodación de las fuerzas y corrientes en el espectro político…”[2].
Duque: un nuevo mandato uribista, Petro: podrá liderar un amplio bloque opositor
En lógica política la primera vuelta presidencial permite que cada partido o bloque de partidos aliados presente su proyecto político: programa, políticas, estrategias, programas y acciones gubernamentales a realizar en su eventual mandato, mientras que en la segunda vuelta las dos candidaturas que fueron mayoritarias en la primera afinan, complementan o introducen variaciones a su propuesta de gobierno, en consonancia con posibles alianzas y la con la búsqueda de ampliar el espectro del respaldo ciudadano para la elección definitiva. Así, las dos candidaturas, la del Centro Democrático y parte del Partido Conservador y la de Colombia Humana y sus aliados, variaron o ampliaron en distintos grados propuestas, moderaron posiciones y buscaron incorporar expresamente posturas y propuestas de los sectores aliados.
Si bien Iván Duque del Centro Democrático con su fórmula vicepresidencial la conservadora Martha Lucía Ramírez no realizaron para la segunda vuelta negociaciones que dieran lugar a coaliciones formales con variaciones expresas en el programa, aunque de hecho adoptó un viraje notorio en el discurso, en el sentido de incluir mensajes matizando posiciones y buscando las adhesiones. Fue evidente que entonces su matización a la oposición al acuerdo de paz y ante el alto posicionamiento que consiguieron las demandas sobre no corrupción, atención a derechos sociales y ambientales, que precisamente cobraban mucha relevancia desde la candidatura de Colombia Humana y desde sus acuerdos y alianzas con sectores políticos, sociales y de agrupaciones ciudadanas y personalidades, en el curso de la primera y la segunda vuelta. Así mismo, Gustavo Petro y Ángela Robledo desde la Colombia Humana flexibilizaron el programa e introdujeron aportes como el referendo anticorrupción, la meritocracia en los cargos públicos, mayor énfasis en la cultura política democrática y la no convocatoria de una Constituyente por los riesgos que podría entrañar sino el énfasis en acuerdos de gobernabilidad y de agenda parlamentaria, por propuestas por los Verdes.
“Cualquiera que gane hoy las elecciones tendrá que acercarse al centro político si quiere gobernar con alguna probabilidad de éxito. Si es Duque, deberá traicionar a quienes quieren bloquear la implementación del acuerdo de paz y abrir el gobierno a la concertación popular, para liderar un cambio social que se volvió inatajable por las presiones de los indignados con la corrupción, los jóvenes, las víctimas, las minorías y los sectores de la periferia excluidos del bienestar”[3].
La gran paradoja con Iván Duque es que el uribismo ante la dificultad que tuvo en la elección de su candidato presidencial, dado que otros opcionados tenían investigaciones o procesos judiciales vigentes por hechos de paramilitarismo o corrupción o no tenían el talante o perfil suficiente, Duque, siendo un personaje sin mayor perfil, ni experiencia en gobierno ni en administración, solo conocido en círculos políticos por una juiciosa labor parlamentaria reciente y cierto conocimiento de algunos temas económicos, resultó el ganador en la consulta interna del Centro Democrático. Luego, en calidad de representante del uribismo ganó la consulta del 11 de marzo entre vertientes de derecha y luego en la segunda vuelta como lo referimos recibió la adhesión antes inesperada de todas las vertientes de derecha. Por tanto, un punto débil en la campaña de Iván Duque fue el cuestionamiento que se le hace por la falta de perfil de estadista, la inexperiencia y la reconocida incidencia y autoridad que sobre él ejerce el expresidente Álvaro Uribe, a quien debe su posicionamiento político.
“Es disciplinado y tiene buena memoria, dotes de cantante y bailarín, pero escasa formación rigurosa en economía o en ciencias sociales. A lo que voy es que será muy dependiente del arquitecto de la coalición de extrema derecha que lo llevó al poder, el expresidente Uribe”[4].
La debilidad del perfil de Duque llevó en su campaña a enfatizar una profusa estrategia mediática y a eludir el debate político y programático directo, al punto de que contrariando la ley y con respaldo en la inconsecuencia de la mayoría de los integrantes del Consejo Electoral y de su presidencia, se rehusó a asistir a los debates previstos con el candidato Petro en la segunda vuelta, ante el hecho que estaría ante éste en desventaja ante su alto perfil, trayectoria, inteligencia y capacidad dialéctica en defensa de su programa.
“La decisión de Duque de eludir un debate televisivo en segunda vuelta con su rival Petro pudo ser astuta, pero, es antidemocrática, pues un cálculo electoral lo llevó a sacrificar un importante bien público: los beneficios colectivos de una discusión pública de las propuestas de los dos candidatos…”[5].
Al ser elegido Iván Duque se discute ahora hasta dónde será capaz de asumir con autonomía su mandato y hasta dónde será la influencia que ejercerá sobre él el expresidente Uribe en la toma de posiciones y en las decisiones. Se interroga en la discusión hasta dónde la apertura en su discurso en la segunda vuelta en razón del matiz hacia una postura de centro derecha que haga posible acuerdos nacionales, que le permita adoptar posiciones flexibles frente a la postura original de extrema derecha, en función de responder también a la realidad política de las adhesiones conseguidas y de conseguir posibilidades estables de gobernabilidad. Esto además ante la existencia de la fuerte oposición desde la izquierda y los sectores progresistas que estarán vigilantes ante sus actuaciones y cuando se han registrado grupos parlamentarios y de líderes nacionales y regionales disidentes de las posturas oficiales de entrega al uribismo en el Partido Liberal y en cierto grado en Cambio Radical, la U y los propios conservadores.
“Llega usted hasta aquí como resultado de una suma de errores de sus contendores y del apoyo del expresidente Uribe. Y he aquí otra paradoja: sin Uribe usted no existiría, pero bajo Uribe usted no podrá gobernar”[6].
Es predecible que la retoma del gobierno por el uribismo con Duque buscará preservar los asuntos claves de su programa propuesto. La rebaja de impuestos a los grandes empresarios, el debilitamiento de lo público, la reticencia a las garantías en derechos sociales, la revisión para inaplicar asuntos claves del acuerdo de paz, especialmente en lo referido a las competencias de la JEP, las garantías para acceder al Congreso por parte de integrantes de las FARC y la negación de la búsqueda de acuerdos con el ELN, al pretender la fracasada fórmula de exigirles que unilateralmente cesen el fuego, se concentración y se entreguen, política fracasada por dos décadas en el tratamiento de la insurgencia. Buscará reformar la justicia en detrimento de logros constitucionales con la propuesta de reducir las altas cortes, en aras del marco de impunidad requerido por Álvaro Uribe y de muchos de quienes lo rodean, dados sus compromisos con graves violaciones y delitos. Mantendrá el enfoque de desarrollo minero-energético en beneficio de las multinacionales y hacia una regulación que neutralice las demandas de defensa del agua, el ambiente y los territorios a través de consultas populares locales. Buscará retornar la política de erradicación forzada de cultivos de uso ilícito con aspersión aérea de glifosato. Y adoptará una política agresiva, de tensión y apoyo a sanciones y bloqueos contra Venezuela.
“Se trata de un gobierno que buscará reducir el tamaño del Estado, todavía cruzado por el clientelismo y la corrupción endémica, devolviendo impuestos a los ricos, impidiendo que se actualicen los avalúos catastrales de los 1.100 municipios del país que permanecerán en la inopia presupuestal; dejará caer más todavía los bienes públicos que tanta falta nos hacen. Se debilitarán las universidades públicas que se volverán fuentes de resistencia al régimen”[7].
Aunque si se juzga a partir de su discurso el día del triunfo electoral, Iván Duque habla de unidad nacional, concertación, consensos y búsqueda de un acuerdo nacional. De “pasar la página de la polarización”, “no gobernar con odios ni venganzas”. Habla de “lucha frontal contra la corrupción, la politiquería y el clientelismo” y respaldo al referendo anticorrupción. Lucha contra la pobreza y defensa de la sostenibilidad ambiental. Anuncia la seguridad como el reto más grande, destaca la justicia y en materia de paz se refiere a la “atención a las víctimas” y a “garantizar la reinserción de la base guerrillera”. “Debe ser una paz que ante todo preserve ese deseo de permitirle a la base guerrillera su desmovilización efectiva (…) Esa paz que añoramos reclama correcciones”[8]. Es decir, plantea entonces formalmente positivas medidas contra la corrupción, por el medio ambiente y contra la pobreza, las cuales de hecho se contradicen con medidas de su programa, de forma que estaría por verse hasta dónde podría mover su postura en beneficio de ellas o de si se trata sólo de un discurso de conveniencia. A la vez, reduce la paz a la reintegración guerrillera a la vida civil y reitera la decisión de revisar para pretender cambiar compromisos sustanciales pactados.
De otra parte, por primera gracias a una de las medidas del acuerdo de paz con las FARC se implementa el Estatuto de garantías para la oposición, demandado a adoptar por la Constitución Política de 1991, pero que habían fracasado sus proyectos en el Congreso por once ocasiones durante las dos últimas décadas. Hecho que ahora podrá ofrecer mayores posibilidades para la oposición liderada por Gustavo Petro y Ángela María Robledo con el proyecto Colombia Humana y con demás vertientes democráticas y progresistas. Pues es de tener presente que si bien la Colombia Humana consiguió a su favor los más de ocho millones de votos, que ahora representan un potencial significativo nivel de la oposición ciudadana posible, ellos representan a la vez la convergencia política, social y ciudadana en la cual han concurrido de manera particular e importante también como parte de la coalición construida la UP, MAIS, Fuerza Ciudadana, el PDA, la mayoría del Partido Alianza Verde, Todos Somos Colombia y con diversas vertientes sociales, redes ciudadanas y personalidades.
El programa de la Colombia Humana y sus aliados propone cambiar el modelo económico extractivista petrolero y carbonífero por el estímulo a la economía agropecuaria e industrial diversa. El cambio hacia las energías limpias en defensa del agua y del ambiente. Estímulo al saber, la educación con base en la gratuidad hasta el nivel universitario, la tecnología, la ciencia y la cultura. Acabar con la salud como negocio. Recuperar derechos laborales afectados. Cumplir el acuerdo de paz con las FARC, buscar conseguir un acuerdo de paz con el ELN y superar los otros factores de ilegalidad y violencia persistentes. Apoyar el Referendo anticorrupción y rechazar las formas clientelistas de hacer política, en demanda de una cultura política democrática y la construcción de ciudadanía autónoma. En lo internacional favorecer el multilateralismo, la lucha contra el cambio climático y adoptar el tratamiento político diplomático en un marco amplio y diversificado de relaciones orientado a preservar la paz. Todos son propósitos a promover en múltiples espacios institucionales, de políticas, de medidas y con la actuación de movimientos de exigibilidad e incidencia.
Gustavo Petro en su discursó tras la divulgación oficial de los resultados electorales finales para la presidencia afirmó: “no estamos derrotados, seguiremos con la movilización ciudadana, falta poco para ganar”, “la corrupción está herida de muerte y la clase política tradicional ha muerto”. Llamó a Iván Duque a asumir con consecuencia su expresión de compromiso de lucha contra la corrupción y el clientelismo, de manera que lo llamó a “separarse radicalmente de todos los políticos corruptos”, en alusión a aliados y adherentes de su campaña con reconocida trayectoria de corrupción, relación con las mafias y adopción de la política como práctica “clientelista”, a partir del uso ilegal e indebido en su beneficio particular de cargos, presupuestos y contrataciones con recursos públicos. “Tuvieron que juntarse todas las maquinarias corruptas, pobre Duque”. También le expresó: “no estamos de acuerdo en que se le pongan trabas a la paz”, “esperamos que sea cierto que no va a hacer fraking, porque ocho millones de colombianos vamos a cuidar el agua”[9].
En el actual contexto, han cobrado fuerza nuevas demandas que han resultado definitivas en el proceso político y electoral. Entre ellas vale destacar en primer término el rechazo a la corrupción y con ello a las prácticas del clientelismo y compraventa de votos, lo cual potenció las vertientes de izquierda y democráticas y castigó a los partidos Liberal, Conservador, Cambio Radical y la U. Se reconocen de manera especial hechos como las denuncias y las luchas de Gustavo Petro contra el paramilitarismo, el narcotráfico y las redes de corrupción y mafias con incidencias en el Estado y la exitosa iniciativa del partido Alianza Verde sobre el Referendo contra la corrupción. En segundo término, las demandas sociales, las demandas territoriales y las demandas ambientales, que han implicado una amplia y diversa movilización ciudadana que se potencia. En tercer término, la demanda de coherencia con la construcción de la paz, defensa del acuerdo con las FARC, no reactivar la guerra con el ELN, superar los factores persistentes de violencia e ilegalidad, sin lo cual no podrá haber de manera general el tránsito requerido a un escenario posbélico, bajo un marco de garantías y derechos suficiente y con presencia garantista del Estado en todo el territorio nacional.
En estas condiciones, el reto político general del país es acceder a una democracia moderna con base en un Estado que recupere su carácter y posibilidades garantistas de derechos bajo el precepto de Estado Social de Derecho. Recuperar el ejercicio de la política en sus valores y prácticas en ruptura con la corrupción. Modernizar, transparente y depurar de prácticas corruptas al régimen electoral. Atender las justas demandas por derechos sociales, colectivos y ambientales. Respetar en su integridad los compromisos del acuerdo de paz y avanzar hacia una paz integral y sostenible. Proyectar al Estado de Colombia en materia de relaciones, de cooperación, bajo preceptos de multilateralidad y tratamiento pacífico, político y diplomático de los asuntos en el ámbito internacional.
En tal perspectiva, la sociedad y el conjunto de la ciudadanía están expectantes frente a las política y medidas que adopte el nuevo gobierno del uribismo a través de Iván Duque, así como se prevé que será muy activa la fuerte oposición que podrá liderar Gustavo Petro, junto con el amplio bloque social, político y ciudadano que podrá adoptar un rechazo efectivo a las políticas y medidas regresivas que pretendan imponerse, pero que también como se ha expresado desde la primera vuelta por Colombia Humana, podrá ser sensible y constructivo ante posibles escenarios de concertación y acuerdos, bajo la propuesta del posible logro de un acuerdo nacional sobre lo fundamental.
Álvaro Villarraga Sarmiento[10]
Bogotá, DC., 21 de junio de 2018.
[1] Ex preciso aclarar que de estos nexos con sectores mafiosos y emergentes tras el fenómeno narco-paramilitar como lo demuestran numerosos estudios académicos e investigaciones y fallos judiciales implican a partidos como el Centro Democrático, el Conservador, el Liberal, Cambio Radical y la U. No así sucede con el partido cristiano MIRA, que también adhirió a la candidatura uribista de Iván Duque.
[2] “Democracia viva”, editorial de El Tiempo, 17 de junio de 2018, página 1.16.
[3] “Duque, Petro y el Centro”, Alejandro Reyes, El Espectador, 17 de junio de 2018, página 56.
[4] “Un gobierno de Duque”, El Espectador, 18 de junio de 2018, página 30.
[5] “Una elección sin debate”, Rodrigo Uprimny, El Espectador, 17 de junio de 2018, página 55.
[6] “¿Quién es usted, señor presidente?”, revista Semana, edición No. 1885, junio 17 de 2018, página 20.
[7] “Un gobierno de Duque”, El Espectador, 18 de junio de 2018, página 30.
[8] “No tengo ni tendré odios contra ningún colombiano”, El Tiempo, 18 de junio de 2018, página 1.4.
[9] “No nos hemos preparado para ser oposición, sino para ser gobierno: Petro”, El Tiempo, 18 de junio de 2018, página 1.4.
[10] Politólogo, integrante Fundación Cultura Democrática, catedrático.
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