En 2018 hemos asistido a una nueva expresión internacional de las crisis cíclicas de fuerte disminución de precios del grano en las bolsas y sus inevitables consecuencias sociales.
Se estima que la industria mundial del café genera casi 250,000 millones de dólares en valor de consumo anual gracias al aporte de 25 millones de caficultores y trabajadores agrícolas, la gran mayoría de los cuales son pobres.
La caída de los precios internacionales del café a menos de un dólar la libra en las bolsas donde se especula con el producto, mantiene encendidas las alarmas de los productores de la franja mundial cafetera, de sus organizaciones gremiales y de los gobiernos. Lo que se pagó por libra de café a fines de agosto pasado es el precio que se recibía por el mismo producto hace 40 años.
En este modelo de comercialización de café verde, en manos de los monopolios de tostadores, mientras una taza de café en Nueva York puede costar cinco dólares los productores difícilmente reciben dos centavos por el grano necesario para hacer ese café. Esto fue lo que, en resumen, sostuvo el presidente de Honduras ante la asamblea general de la ONU el mismo día en que la libra de café cerró con un valor de 97,75 centavos de dólar, 25 % menos que en 2017.
En Colombia el 26 de septiembre pasado, el precio interno bajó a $664.000, al tiempo que los costos de producción se estiman, conservadoramente, en $760.000. Una cifra que pudo haber sido más catastrófica si no hubiera sido porque el precio del dólar, producto de la recuperación petrolera, se situó por el orden de los tres mil pesos. Con esas cifras, ni en Colombia ni en el resto de países productores, la caficultura puede llegar a ser una actividad rentable.
Aunque con menor fuerza, el tema ya antes se había ventilado en el Foro mundial cafetero realizado en Medellín el año pasado en el marco de la celebración de los 90 años de la Federación Nacional de Cafeteros. En dicho Foro se reconoció que la cadena de valor de café es una y sus resultados pueden ser positivos en conjunto. Sin embargo, es claro que algunos de los eslabones son extremadamente rentables, mientras que otros, en particular los productores de café, lo están haciendo a pérdida.
Conviene aclarar por lo tanto que el café es una de las materias primas que se negocian en las bolsas del mundo. Hay vendedores, intermediarios y compradores, que pueden ser, por ejemplo, tostadores y fondos de inversión. Lo que se comercializa son los contratos de futuros, esto es papeles o instrumentos financieros que les apuestan a los precios del café en los meses o semestres siguientes.
Los principales mercados en los que se transan los contratos de futuros son el BM&F de Brasil, en donde solo vende el café arábigo (como el de Colombia); el SICOM de Singapur, que se especializa en robusta, y hay bolsas como la de Tokio (TGE) y la de Europa (Euronext), en las que se pueden comercializar ambos tipos de grano. Uno de los mercados con mayor impacto sobre los precios es el de Nueva York con su bolsa de valores.
Los orígenes más cercanos de esta forma de negociación se remontan a 1989 cuando, bajo las banderas del libre comercio, se dio por terminado el pacto mundial de café. Desde entonces, bajo la fórmula de comprar lo más barato posible y vender lo más caro que se pueda, con Suiza a la cabeza, la Unión Europea, Estados Unidos, Japón y Canadá le han estado causando pérdidas anuales a los caficultores de todo el mundo por varios miles de millones de dólares. De esta forma, son las grandes compañías multinacionales las que mediante su control total del mercado terminan fijando los precios y pagando en fechas que ellas deciden.
Los efectos sociales de este modelo de especulación en bolsa son realmente devastadores y empobrecen a decenas millones de cultivadores de café en África, Asia, centro y sur América. En Colombia el impacto directo se vive en no menos de 541 mil familias que habitan en la zona andina.
Es claro entonces que estamos ante un fenómeno mundial: sus expresiones traspasan las fronteras nacionales y cambiar sus coordenadas obliga a conseguir acuerdos, como mínimo, entre los países productores. Las soluciones individuales, por país, no tienen posibilidad de éxito. También debe notarse que no se trata de un hecho ocasional, sino de un fenómeno estructural de la economía cafetera mundial.
El precio de café a un dólar o menos la libra no asegura, en lo absoluto, la educación de los niños y jóvenes, genera pobreza extrema, humilla a las familias cafeteras y violenta sus derechos humanos.
Algunas respuestas
El 15 de septiembre, once países de la región mesoamericana y del caribe (México, Guatemala, Honduras, El Salvador, Honduras, Nicaragua, Costa Rica, Panamá, Perú, República Dominicana y Jamaica), organizados en el Programa Cooperativo Regional para el Desarrollo Tecnológico y la Modernización del Sector Cafetalero Regional (PROMECAFE), reunidos en Londres en el marco del 122 periodo de sesiones de la Organización Internacional del Café, suscribieron una declaración que, en resumen, consigna su compromiso para:
- Desarrollar una campaña de concientización dirigida al consumidor final con el objetivo que conozca y favorezca el consumo de café que proviene de un esquema de producción sostenible donde se reconoce y compensa económicamente el valor real de la materia prima necesaria para producir cada taza de café que se consume en el mundo.
- Establecer un diálogo proactivo donde representantes de los productores y líderes de la industria mundial del café, trabajen e identifiquen mecanismos claros para asegurar un precio justo, que cubra los costos de producción y genere un margen de utilidad, que permita al productor cubrir sus necesidades básicas, invertir en la finca y avanzar en el desarrollo de su familia y comunidad.
- Desarrollar un sello de garantía que permita al consumidor final identificar el café cuya materia prima ha sido adquirida bajo un esquema de sostenibilidad económica, particularmente asegurando la sostenibilidad de los pequeños productores que caracterizan a nuestra región.
- Establecer como tema central de la agenda de la Organización Internacional del Café (OIC) el análisis e identificación de medidas inmediatas que permitan superar la crisis económica que enfrentan los productores de café en el mundo.
Se reconoce la premisa de que todos los eslabones de la cadena de valor del café son indispensables y corresponsables del bienestar mutuo, y que bajo las condiciones actuales está en grave riesgo la producción de café en el mundo y seriamente comprometida la seguridad de la industria cafetalera en su conjunto. De no mejorar los precios del café, será más vulnerable la estabilidad de la cadena como resultado del desabastecimiento de la materia prima a corto y mediano plazo.
A su turno, desde la OIC, que aglomera a los países que representan cerca del 98% de la producción en el mundo y 67% del consumo le piden a su director dialogar con los principales tostadores del mundo para que apoyen los esfuerzos del organismo para mejorar los precios. Algo similar se había dicho desde el Foro de Medellín en 2017.
Más recientemente asociaciones de caficultores que representan más de 30 países de América Latina, África y Asia enviaron una carta[1] a las principales compañías compradoras de café, en la que advierten sobre la actual crisis de precios y la urgencia de buscar soluciones conjuntas inmediatamente ante la volatilidad del precio. Entre los destinatarios de la misiva figuran empresas como Starbucks, Nestlé, Joh Johannson, Gustav Paulig, Folgers, Keurig y JDE.
La carta expresa la preocupación por la situación actual del mercado de café que está generando una profunda crisis económica, social y potencialmente política. Es claro que los precios pagados no cubren sus costos de producción, y mucho menos permiten obtener utilidades para ganarse el sustento decente de los productores y sus familias. Otros efectos de esta situación son inmigrantes indocumentados de África y Latinoamérica cruzando las fronteras para encontrar un mejor futuro, así como el aumento de cultivos de uso ilícito en algunos países, con Colombia a la cabeza.
En la carta citada se indica que una delegación de líderes de las asociaciones de café espera reunirse con los directores de estas grandes empresas compradoras para explorar las mejores vías de cooperación.
Esta y otras iniciativas similares resultan interesantes, pero quizás no produzcan los efectos esperados. En consecuencia, será necesario incorporar en la agenda de los productores y sus organizaciones nuevas alternativas, incluidas las relacionadas con las movilizaciones sociales y un proceso encaminado a conquistar la opinión favorable de los consumidores de café en el mundo.
En Colombia una de las alternativas que se defendieron semanas atrás fue la de no vender el café en la bolsa de Nueva York mientras los precios continuaran tan bajos. El 27 de agosto fue la fecha fijada para no llevar el café a las cooperativas. Se trató de una iniciativa orientada a que en el futuro no se debería exportar ni un solo saco por menos del precio del café de 1983, ajustado a la inflación, más impuestos.
Aunque no existe una evaluación del impacto de esta forma de protesta, ella en sí misma indica las dimensiones de la crisis por la que atraviesan los productores cafeteros[2].
En cualquier caso, todo indica que se requiere un gran acuerdo internacional de gobernantes, gremios y productores, iniciando por los países de centro y sur América, para actuar como bloque y cambiar la relación de fuerzas de tal manera que sea posible modificar sustantivamente el esquema mundial de negociación, y transformar la política cafetera.
Este pacto debe proponerse evitar que las instituciones cafeteras del mundo terminen o se mantengan cooptadas por el interés de las multinacionales, de los exportadores o de países importadores.
El acuerdo también debe impedir que las denominadas “ayudas para el desarrollo” se mantengan como el pretexto para que permanezca en el tiempo un negocio donde los productores terminan empobreciéndose. Los países cafeteros no necesitan obras de caridad sino garantías para el ejercicio de los derechos de los productores.
En este empeño los gobiernos tienen una alta cuota de responsabilidad y no pueden permanecer indiferentes ni sentirse satisfechos con declaraciones generales mientras las multinacionales siguen fijando precios infames, beneficiándose de la explotación del trabajo infantil y de otras formas de violación de los derechos humanos y de los derechos laborales.
Los gobiernos y los congresos de los países cafeteros están en la obligación de concertar una política que establezca reglas de negociación internacional donde las familias productoras puedan efectivamente superar su condición de pobreza.
La política cafetera colombiana
Entre tanto, a nivel doméstico, para mitigar esta problemática el gobierno colombiano autorizó el desembolso de $100.000 millones bajo la modalidad de Incentivo Gubernamental para la Equidad Cafetera -IGEC.
El incentivo se reconocerá al productor al momento de la venta del grano, y será pagado cuando el precio de compraventa se encuentre por debajo del precio interno del café publicado por la Federación Nacional de Cafeteros -FNC.
El valor será determinado al cierre de la Bolsa de New York, y será equivalente a la diferencia entre el disparador del IGEC ($700.000 ppr carga café pergamino seco -c.p.s) y el precio de referencia por carga de 125 kilos de c.p.s o su equivalente en café cereza, pergamino húmedo, excelso, Producto de Colombia o café tostao. En ningún caso el valor del IGEC será superior a $25.000 por carga.
Según la reglamentación adoptada, podrán beneficiarse del incentivo los productores de café registrados en el Sistema de Información Cafetera al 31 de agosto de 2018, que vendan su grano a los compradores autorizados para realizar operaciones de compraventa en el marco del programa. El periodo de vigencia del IGEC va hasta diciembre de este año.
El incentivo ha sido seriamente cuestionado por los caficultores por cuanto estiman que los reales costos de producción están por el orden de $760 mil y no de $700 como dice el gobierno. En la orilla opuesta, el columnista Guillermo Trujillo critica el monto y la forma de adopción del subsidio, al cual juzga de chantaje[3].
De manera adicional, el gobierno tiene pendiente la aprobación de un nuevo documento Conpes para implementar un plan de renovación de cafetales, con el fin de aumentar la productividad. Este plan tendría un período de siete años, del 2019 al 2024.
Ahora bien, la nueva representación gremial (comités municipales y departamentales) elegida en las urnas los pasados 8 y 9 de septiembre, se posesionará en noviembre próximo, para asistir luego al primer congreso nacional en diciembre.
En el país, un total de 358.208 caficultores estaban habilitados para votar y el 56%, acudió a las urnas. En Risaralda la participación fue del 64%. A nivel nacional fueron elegidos 4.596 representantes en 383 Comités Municipales y 180 miembros de los 15 Comités Departamentales.
Esta nueva dirigencia y el próximo Congreso Cafetero deben ocuparse tanto de temas de coyuntura como de los referidos al mediano y largo plazo.
En primer lugar, se reclama una política cafetera que efectivamente estimule la conformación de cadena productiva, fortalezca los cluster de cafés (en el país ya se cuenta con cinco experiencias departamentales de este tipo), genere valor agregado, atienda las demandas específicas de los cafés de alta calidad, avance en la estrategia de las denominaciones de origen y articule el conocimiento científico, tecnológico y la innovación a los requerimientos de un mercado cada vez más sofisticado.
“En estos momentos, donde la crisis de precios tiene seriamente amenazada nuestra industria, y donde el agro colombiano no presenta opciones para la sustitución, debemos especializar el único cultivo que conocemos bien y para el que están hechas estas tierras. Reinventemos lo que conocemos y encontremos el mecanismo “productivo-asociativo-comercial” por medio del cual podamos capturar valor en la cadena: es la única solución… abrir el abanico a variedades de alto potencial para enriquecer el portafolio”, es la propuesta del empresario cafetero Rodrigo Peláez[4].
El segundo reto es político y busca impedir que la estructura general de la FNC termine sirviendo sólo intereses partidistas de quienes ahora están en el gobierno y disponen de una importante bancada en el Congreso.
El tercero es garantizar que efectivamente en la agenda cafetera incorpore, de manera prioritaria, los intereses de los pequeños y medianos productores.
En cuarto lugar, el Congreso cafetero de diciembre debe acordar una ruta más amplia para conseguir un aumento progresivo del consumo interno de café, en general y de los cafés especiales, en particular. Debería contarse con una política que oriente las decisiones institucionales al respecto.
Por otra parte, dicho Congreso también debería incorporar en su agenda el punto relacionado con la decisión, prácticamente adoptada, de permitir que en Colombia se siembre café robusta. Una decisión de este tipo recoge la recomendación que en 2015 hizo la Misión de Estudios para la Competitividad Caficultura en el sentido de valuar la posibilidad de que el país introduzca dicha variedad.
Si bien se anuncia que en los próximos tres años se profundizará en los estudios del caso, todo indica que se trataría de una determinación irreversible y que el potencial negocio de unos empresarios con la Nestlé contaría, sin mayores dificultades, con el aval de Agrosavia (antigua Corpoica) y de la propia FNC. Incluso ya se mencionan que los primeros puntos de siembra estarían en el municipio de Tumaco, en el denominado Caribe Húmedo, ubicado al occidente del río Magdalena y en Puerto Gaitán, en el piedemonte llanero.
La siembra y potencial crecimiento de café robusta en Colombia debería, sin duda, desencadenar a una amplia deliberación iniciando en el próximo Congreso cafetero, y llevando luego el debate a todos y cada uno de los municipios productores del grano.
En fin, debe reconocerse la importancia específica que para la construcción de la paz en Colombia tiene el café. Son varios los proyectos productivos de café que se adelantan en territorios donde antes hizo presencia el conflicto interno armado y de prolongarse en el tiempo la crisis cafetera se pondría en riesgo la implementación del acuerdo de paz en esos municipios.
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Oscar Arango Gaviria: Profesor Universidad Tecnológica de Pereira, Coordinador proyectos regionales, SUEJE
Foto obtenida de: las2orillas.co
[1] Ver https://www.larepublica.co/analisis/guillermo-trujillo-estrada-505837/chantaje-cafetero-2772116
[2]En http://m.lapatria.com/opinion/columnas/rodrigo-alberto-pelaez/cafe-especial-para-empresariales
[3] Citada en http://www.eldiario.com.co/seccion/ECON%C3%93MICA/productores-de-caf-exigen-soluciones-a-los-precios1810.html Entre las principales asociaciones de productores de café firmantes de la carta figuran; la Federación Nacional de Cafeteros de Colombia (FNC); la Agencia de Cafés Robusta de África y Madagascar, Asociación Africana de Cafés Finos (AFCA), Asociación de Cafés Especiales de Brasil (BSCA), Consejo Nacional del Café (Brasil), Organización Interafricana del Café (IACO), India Coffee Trust y Promecafé (que agrupa México, Guatemala, Honduras, El Salvador, Nicaragua, Costa Rica, Panamá, Perú, República Dominicana y Jamaica).
[4] Una pista al respecto la entregó La Patria de Manizales al informar que las ventas del grano cayeron en 52% como resultado de dos días de protesta. Ver http://m.lapatria.com/economia/compras-de-cafe-se-redujeron-en-un-52-422785
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