Entre otros hechos sobresalientes se destacan los siguientes: La constatación y reafirmación científica del calentamiento global de la tierra como causa del desequilibrio climático. La guerra comercial y digital, entre China y EE.UU., que se hizo más visible con la detención de una alta ejecutiva de Huawei en Canadá. La rebelión de los denominados “chalecos amarillos” en Francia. La elección de Bolsonaro en Brasil y el relativo triunfo (no-derrota) de Trump en las elecciones legislativas. La victoria de AMLO en México y el avance de la izquierda progresista (Petro) en Colombia. El ascenso de la derecha “nacional-populista” en Europa que se enfrenta –a su manera– a la oligarquía financiera global. Las migraciones masivas y organizadas desde Centroamérica hacia EE.UU. El auge de la postverdad, las noticias falsas (“fakes news”) y el uso del poder judicial como arma política frente a la crisis de legitimidad de la democracia representativa. La mundialización de la política con la interferencia de poderes mediáticos de potencias globales en la política interna de otros países. El destape político de las iglesias cristianas (pentecostales).
Detrás de estos y otros acontecimientos existe una intrincada historia de acumulación de causas y factores; contradicciones y variaciones; líneas de fuga y agenciamientos; choques, superposición y flujos de estratos y segmentos; que ofrecen pistas hacia dónde cambia o se metamorfosea la sociedad global y local. Tratar de conectar con esos devenires aparentemente contradictorios e inexplicables, es un ejercicio que nos puede ayudar a orientar nuestras luchas y movimientos. Es evidente que “se mueve”, todo se mueve, aunque con ritmos y pulsos diversos.
Tres grandes fenómenos atraviesan y son atravesados por los sucesos señalados: 1. El colapso del modelo de globalización neoliberal y el fortalecimiento de “nacionalismos de gran potencia” (China, Rusia, EE.UU.) que generan toda clase patrioterismos en los demás países y regiones (Reino Unido, Italia, Hungría, Polonia, Croacia, Cataluña, etc.); 2. La violación de la institucionalidad y legalidad “democrática” por parte de las élites plutocráticas que tienden a adoptar el capitalismo “asiático” (“libre mercado” + gobiernos despóticos) como régimen político ideal; y 3. El relativo fracaso de la estrategia estatista (“desde arriba”) desarrollada por los pueblos latinoamericanos para derrotar el neoliberalismo (gobiernos de izquierdas y progresistas) que obliga –necesariamente– a impulsar estrategias y poderes transversales y “desde abajo”.
No trataremos cada uno de estos temas, fenómenos y sucesos. Ya se ha escrito bastante sobre ellos. Lo interesante del momento es que el piso de la sociedad basado en el poder del capital financiero (ficticio) se desliza, se corre, se hace resbaladizo. La ganancia se obtiene –más allá de la sobre-explotación del trabajo– del despojo violento, la apuesta, la estafa, el crimen y la descomposición moral a todos los niveles. El relativo “orden de la globalización neoliberal” se desmorona. La falsa democracia muestra su esencia despótica. El “capitalismo con rostro humano” no existe.
No significa el colapso del capitalismo porque éste no se derrumba solo. No existen aún las fuerzas organizadas para ayudar a tumbarlo. Pero el “viejo topo” sigue horadando y empieza a reconocerse en otros animales, redes sensibles y ambientes creativos. El velo del Estado heredado y sus trampas (leyes) empieza a caer y el terreno socavado ofrece enormes potencialidades. En las profundidades subterráneas no hay fronteras y los túneles digitales permiten cavar de nuevas maneras. Tiene que seguir horadando, es su naturaleza. El 2019 lo espera con expectación y esperanza.
Fernando Dorado
Foto tomada de: El Diario Vasco
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