Lo cierto es que mientras pasan los días el Gobierno del presidente Duque muestra su debilidad. Los estudiantes, de manera valerosa, lograron arañar recursos importantes que se le habían negado en la ley de presupuesto. Duque e incluso su partido, han hecho evidente el temor a la calle, a las críticas, al debate político. Sus pretendidos ministros técnicos no solo han sino inoperantes ante el Congreso, sino ante el propio devenir de sus carteras. Hoy la lentitud y el retraso en las actividades es evidente y la cotidianidad de los ministerios se ha visto afectada casi al punto de la parálisis. La pretensión de ser nuevos y técnicos los ha llevado a revisar todos los procesos, generando zozobra e incertidumbre. Es un Gobierno que hoy después de casi seis meses, difícilmente despega.
El año económico empezó con escándalos como la devolución del manejo de la parafiscalidad ganadera a Fedegan, pasando por encima los organismos de control y el Consejo de Estado que determinaron la necesidad de que la adjudicación se hiciera a través de licitación pública. Con esto el Gobierno se congratula no solo con José Félix Lafaurie y los ganaderos que él representa, sino con la Senadora María Fernanda Cabal y con ella al ala dura del Centro Democrático, molesta con Duque por no haber recibido, en apariencia, las dádivas suficientes.
La premura por ahora está en el plan de desarrollo, que debe ser presentado en dos semanas, en los 16 pactos que el gobierno le propone al país y que se caracterizan por su falta de correspondencia con las urgencias que tiene la nación frente a una reestructuración productiva, una reindustrialización y una ruralización que conduzca a la generación de mayores valores agregados y por ende a un mayor dinamismo y expansión de la economía. Las discusiones por ahora han sido selectas, es decir, el Gobierno ha discutido cada uno de los temas con agentes afines a sus causas. Tocará esperar su presentación pública y de nuevo, como ya le ha sucedido, esperar a ver qué pasa en el debate parlamentario donde el Presidente tendrá de mediar con las fuerzas no solo de los partidos de la oposición sino, lo que ya va siendo peor, con las negaciones a sus iniciativas de los partidos que le siguen.
Ante este panorama, que el propio Gobierno ve como áspero, ha decidido aplazar lo que tal vez era el principal propósito de la legislación económica para el año que comienza. El Gobierno trasladó para el año 2020 la presentación de la reforma pensional, el proyecto más esperado por el país económico y en particular por los intereses de los grandes conglomerados financieros en un sector que ya les permite gestionar recursos por 240 billones de pesos y de la cual esperan restarle fuerza a quien se ha convertido en su principal competidor: Colpensiones.
El aplazamiento, en el caso de hacerse efectivo, esto porque siempre hay que dudar de las prioridades cambiantes del Gobierno, tiene otra explicación: En este año, el 27 de octubre, se realizarán las elecciones en los territorios y de estas necesariamente dependerán las correlaciones de fuerzas de los partidos no solo para la presencia en los distintos territorios del país sino para las próximas elecciones presidenciales. Así que el Gobierno no hará nada raro que conduzca a alterar los ánimos de la ciudadanía y mantendrá un espíritu neutro, en apariencia, que le permita a su partido tomar posiciones territoriales o también impedir que la oposición lo haga mejorando sus alternativas para los años venideros.
Así las cosas, la debilidad del Gobierno Duque seguirá siendo la característica, aspecto que para nada va a beneficiar la economía, que se mantendrá, como ya es histórica la constante, creciendo a unas tasas moderadas.
A todo esto, a la prevalencia de la política (la politiquería) sobre la economía, se suman los execrables hechos de violencia que han conducido a que cada día sea asesinado una o un líder popular en el país, ligados fundamentalmente al tema de restitución de tierras, lo cual tristemente no ha pasado de ser indignación de segundo o tercer orden, hasta el carro bomba puesto por el ELN, un acto de guerra miserable que merece todos el repudio posible del país, aunque el Gobierno lo ha utilizado para generar una favorabilidad en torno a él, la misma que se desvanecerá con el pasar de los días.
Duelen los muertos. Todos sin distingo. Duele la paz del país que apenas comienza a estrenarla pero que se diluye para darle paso a posiciones guerreristas, las mismas que siempre han pedido la guerra, o mejor, que han hecho de ella su fortín económico y político. Los asomos de mayores libertades en las regiones han quedado sumidos en el miedo de las víctimas, de las comunidades que ya temen por sus propias vidas si intentan reclamar sus derechos. Un país que vuelve y se desencuaderna porque esa es la forma expedita que le permite a una élite económica y política mantener sus privilegios.
Se suman además los hechos de corrupción y cada vez más hondas las implicaciones del Fiscal y poderes económicos como los del Grupo Sarmiento. Con las reacciones del establecimiento frente a la muerte de los líderes, con la muerte de los jóvenes cadetes, ha quedado manifiesta la gran debilidad de las instituciones del Estado, cooptadas plenamente por poderes económicos absolutos.
Como en la época de Samper, las instituciones, el Estado están al albedrío de unos intereses perversos que harán todo lo posible por salir avante sin importar lo que pase con el país. En aquel momento el Gobierno sobrevivió, aún con escaramuzas de destituciones o golpes militares. El Gobierno Duque, como se ha dicho, ha mostrado una gran debilidad, pareciera que su gran proeza fue evitar la elección de Petro, lo demás ya poco importa y terminar el período se constituye en una gran aspiración.
Jaime Alberto Rendón Acevedo, Universidad de La Salle
Fuente: Kienyke
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