La primera originó un fuerte ciclo especulativo que desencadenó un crecimiento descontrolado del valor de las empresas vinculadas a internet. Su estallido provocó una grave crisis mundial. La segunda ha sido la más grave desde la Gran Depresión (1929). Las instituciones financieras de Estados Unidos (EEUU) asumieron riesgos excesivos al ofrecer préstamos abusivos a compradores de viviendas de bajos ingresos y provocaron su estallido. De la tercera, aún quedan huellas. La actual sigue agravándose si no cambiamos su orientación.
Características comunes de las cuatro crisis y sus consecuencias
La velocidad creciente a la que se producen y la reiteración con que se presentan —demasiadas en solo veinticinco años—nos hacen vivir en un estado de incertidumbre y angustia permanente.
¿Qué factores nos indican que estamos ante una crisis muy grave?
El primero y más importante, la subida de precios más elevada de los últimos sesenta años. Podría derivar en una crisis económica, dada la situación actual —pandemia derivada de la COVID-19, varios conflictos bélicos, golpes de estado en África y cambio climático—, muy difícil de prever, de consecuencias catastróficas.
¿Qué está ocurriéndole a la economía mundial y por qué es de una trascendencia insólita la última crisis? ¿Por qué debemos seguir fiándonos de los enfoques del Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial (BM) y el Banco Central Europeo (BCE) si han sido muy poco efectivos en las últimas décadas? ¿No deberíamos recabar informaciones más sólidas?
Los diagnósticos de los «gurús» de la economía mundial
La última crisis ha disparado los precios de todos los productos. Aunque economistas solventes han declarado que esa subida y las dificultades para recuperarse son males de fondo, los «gurús económicos tradicionales» continúan apuntando diagnósticos irreflexivos.
A lo largo de 2021 y principios de 2022 dichos «gurús» cambiaron de opinión más de una vez. El presidente de la Reserva Federal de los EEUU, Jerome Powell, dijo primero que las subidas eran temporales y no se incrementarían los tipos de interés; después, que la inflación era transitoria. La presidenta del BCE, Christine Lagarde, aseguró que la inflación era temporal y debida a la pandemia; a finales de año, que era improbable que subiesen los tipos de interés, que la inflación era coyuntural y que caería en 2022. El FMI aseguró que llegaría a su nivel máximo a finales de 2021 y bajaría en 2022. El Gobernador del Banco de España (BdE), Pablo Hernández, dijo primero que la inflación era temporal y más tarde que se iría moderando. El economista jefe del BCE, Philip Lane, declaró en enero de 2022 que la inflación caería ese mismo año. ¿Se equivocaron o mintieron?
Cuando Putin invadió Ucrania en 2022, la inflación seguía subiendo. Los «gurús» decidieron culpar a Rusia de esa escalada. Entonces, ¿a qué se había debido la inflación anterior a la invasión? ¿acaso pretendían tapar su primer vaticinio erróneo?
El FMI anunció una situación muy sombría: inflación superior a la esperada en EEUU y la Unión Europea (UE), desaceleración del crecimiento económico en China y continuación del conflicto ucraniano, ralentización del crecimiento económico, crisis alimentaria y recesión de las siete economías más potentes. Su solución consistía en controlar la inflación mediante una política monetaria muy restrictiva y establecer una política fiscal que amortiguase el impacto negativo en los más vulnerables.
El BM, que tiene como objetivos reducir la pobreza mediante préstamos a bajo interés, créditos sin intereses y apoyo económico a las naciones en desarrollo, acusó a Rusia del problema y aconsejó conceder préstamos muy restrictivos.
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) —reúne a los 38 países más ricos del planeta— corroboró lo dicho por los restantes organismos y acusó a Rusia de ser la causante de la crisis económica actual y de provocar una catástrofe humanitaria que ha obligado a millones de personas a abandonar sus hogares. Asimismo, achacó a China una política de «COVID CERO», porque había frenado el crecimiento económico mundial.
El BdE enunció las causas de la crisis: repunte de la inflación mundial, rigidez financiera de los bancos ante la subida de precios y crisis energética provocada por Putin. CaixaBanc insistió en la crisis energética y su agudización a causa de la guerra en Ucrania. El gobierno español incidió en la pandemia y la guerra de Ucrania.
Dictamen de los grandes centros de poder político y económico
Toman las grandes decisiones económicas y nos las imponen a pesar de sus grandes errores. Ante la actual crisis provocada, según ellos, por la subida de precios, han decretado:
- Que los bancos centrales suban los tipos de interés para que disminuya el consumo de los hogares y la inversión de las empresas. Así se reducirá la demanda y los precios bajarán.
- La subida de precios es consecuencia del aumento del precio de la energía, las materias primas y los alimentos. Acelerada por la guerra de Ucrania.
- La oferta de bienes está bloqueada a causa del confinamiento provocado por la COVID-19 y la guerra de Ucrania.
- Como, al subir precios y tipos de interés, aumenta el número de pobres y vulnerables, se producen importantes crisis humanitarias. Solución: subir los impuestos o reducir el gasto público.
- Las ralentizaciones económicas solo se producirán en economías aisladas.
¿Se equivocan o mienten los centros de poder?
Su diagnóstico no ha tenido en cuenta factores fundamentales para conocer los auténticos problemas del trasfondo y hacerle frente a una inflación que va en serio, no es baladí, no es lo que parece ni lo es todo.
La única constatación compartida por todos es que han subido los precios de materias primas, bienes de consumo e industriales. Según la OCDE, los precios de las materias primas se han disparado, sobre todo a partir de la guerra de Ucrania.
Estas importantes subidas de precio descargan en las empresas costes de aprovisionamiento más elevados que se desplazan a los precios industriales y de bienes y servicios, que son los que consumen las familias. El problema se agrava porque muchas empresas son tan frágiles que quiebran antes de poderlos desplazar. En Europa, por ejemplo, la quiebra ha pasado de enero a agosto de 2022, del 3% al 21,2%
La subida de precios de los bienes de consumo en los primeros meses de 2022 ha sido enorme: 7,9% Alemania, 78,5% Argentina, 11,3% Bélgica, 7% Canadá, 9% España, 8,3% EEUU, 23,7% Estonia, 15,6% Hungría, 9% Italia, 21,6% Letonia, 14,5% Países Bajos, 16,1% Polonia, 9,9% Reino Unido, 9,8% Suecia y 80,2% Turquía.
En septiembre de 2022, el índice de precios al consumo fue del 10% para la zona euro, la subida interanual de los precios de la energía 40,8% y de los alimentos un 11,8%. Son los índices más elevados de las últimas décadas.
¿Es la inflación el principal problema de la economía mundial?
Si así fuese, ¿solo lo han originado la COVID-19 y la invasión de Ucrania? y ¿solo se resuelve con subidas de tipos de interés?
La inflación mundial es un problema grave, pero no el único, aunque sí el más amenazador para la población mundial si los centros de poder continúan equivocándose al no querer ver lo que hay detrás de la inflación y, por tanto, aplicar soluciones erróneas que crean más problemas de los que resuelven.
La teoría de la inflación a corto plazo ha resultado ser falsa
La teoría económica convencional dice que el aumento de empleo provoca inflación a corto plazo. No en la presente ocasión. Es cierto que ha aumentado el empleo por dos causas: reformas laborales que han perjudicado al trabajador y han disminuido su poder de negociación y globalización laboral, que ha multiplicado los salarios bajos.
Al no haber, pues, salarios mínimos dignos, la inflación no puede depender de subidas salariales inexistentes. Justamente, los países con más empleo desde 2021 son los que han tenido inflaciones más bajas.
La teoría monetarista de la inflación también es falsa en el caso actual
El «gurú» Milton Freedman dictaminó que la inflación siempre era un fenómeno monetario, porque los precios subían cuando aumentaba la cantidad de dinero en circulación. Para frenar su subida, proponía subir los tipos de interés. Eso encarecería el dinero, por lo que disminuiría el consumo privado y el gasto de inversión de las empresas.
Ha resultado ser una teoría errónea con frecuencia. Por un lado, tenemos la crisis financiera de 2007-2008. La cantidad de dinero aumentó en EEUU y la UE, pero los precios no subieron. Por otro lado, el economista Richard Vague, ejecutivo bancario e investigador académico, realizó un estudio empezado en 1960 que engloba a 47 países. Constató que el aumento de dinero no va necesariamente seguido de una subida de precios.
El único caso en que es cierto: cuando los bancos que reciben el dinero lo prestan a hogares y empresas que no lo ahorran ni disminuyen con él la deuda, sino que lo gastan en consumo o inversión, no habiendo, además, suficiente oferta de bienes y servicios.
En conclusión: ¿suben los precios porque aumenta la cantidad de dinero? o ¿aumenta la cantidad de dinero porque los precios suben?
Teorías descaminadas (¿o interesadas?) contra la inflación
La teoría que asegura que la inflación detiene el crecimiento económico —de 1961 a 1994 los precios subieron muchísimo— y la que dice que se acelera una vez desencadenada son falsas. Si las aceptamos, se priorizarán políticas deflacionistas, aunque las subidas de precios sean moderadas, y se frenarán la actividad económica y el empleo, con lo que se disparará el endeudamiento.
La teoría que afirma que los precios se han mantenido estables gracias a la independencia de los bancos centrales es simplista. La realidad es que la inflación no creció a nivel mundial durante décadas porque la globalización instauró una producción a bajo coste que derivó en una moderación salarial, aunque los márgenes de beneficio no bajaron.
La teoría que asegura que las expectativas de consumidores y empresas sobre la inflación futura son determinantes es «pura tontería» según el economista Jeremy B. Rudd, de la Reserva Federal. Sugiere que se revise y analice críticamente por las graves consecuencias que pueden derivarse.
Los bancos centrales defienden que la política monetaria es neutral a largo plazo. Eso implica que sus decisiones son técnicas y no políticas y que, por tanto, no afectan a la economía real. Se trata de otra falsedad, porque la política monetaria sí que influye a largo plazo en la economía real: afecta al crecimiento potencial y a la distribución del ingreso. Así lo constató el BM al analizar, entre 1982 y 2018, 75 economías. Demostró que las recesiones provocan una pérdida de producto potencial de más del 6% después de 5 años. Si esas recesiones son consecuencia de un aumento de los tipos de interés, tiene efectos reales. Ergo, la política monetaria no es neutral.
Los bancos centrales argumentan que sus propuestas justifican y legitiman sus políticas y las de los grandes organismos internacionales. Sin embargo, no entran en el fondo de las causas de la inflación y las confunden, y la presentan con una gravedad mayor de la que tiene en realidad. Además, argumentan que introducen políticas deflacionistas porque tienen una base científica que nunca desarrollan. ¿No llevan equivocándose demasiado tiempo? ¿Por qué no les paramos los pies?
¿A quiénes beneficia la subida de los tipos de interés?
Subir el tipo de interés para combatir la inflación es solo uno de los muchos errores cometidos por los bancos centrales y resulta vergonzoso que los Gobiernos les obedezcan aplicando políticas deflacionistas desde 1970.
Al centrarse solo en la inflación y desentenderse de los restantes problemas económicos —generación de actividad, desempleo, equilibrio exterior, deuda, equidad…— los objetivos de política económica se desvirtúan.
En realidad, si el «gran objetivo» económico es estabilizar los precios, dejamos el control absoluto de la economía en manos de los bancos centrales. Ahora bien, ¿la «salud» de toda la economía pasa por «curar» solo una parte sin intentar salvarla holísticamente? ¿No es más inteligente hacerle un «chequeo» a «toda la economía enferma» y aplicar una terapia global? ¿Por qué y quiénes tienen tanto interés en «curar» solo mediante la bajada de precios sabiendo que eso destrozará toda la economía? Es lo que ha venido haciendo EEUU desde 1945…
Además, si se quiere frenar la inflación, hemos de recordarles a los «gurús» que imponen sus teorías que la subida de precios no afecta por igual a todos los bienes y mercados. ¿Significa lo mismo que suba un 10% un coche de lujo que una barra de pan? Antes de subir el precio del dinero, deberían ponderarse los precios para saber cómo han variado a lo largo de un periodo de tiempo determinado.
Combatir de verdad la inflación significa considerar aspectos estructurales, no solo monetarios, porque se trata de un tema polémico que ha originado múltiples teorías. Es el motivo por el cual los poderes económicos y políticos han dejado su ejecución en manos de los bancos centrales.
Obsesionarse en aumentar el precio del dinero como única medida impide conocer los factores reales y estructurales del mundo, muy conectados entre ellos. Precisamente, al mismo tiempo que el BCE —imitando a la Reserva Federal de EEUU— notificó en septiembre de 2022 la mayor subida de tipos de interés de la historia, los Gobiernos anunciaron planes de gasto público multimillonarios. Hay que evitar errores así o más graves porque afectan a toda la ciudadanía. Hay que actuar sobre todos los factores y contemplar los efectos de una política monetaria determinada sobre la vida económica.
La política económica no debe ser autónoma y entrar en el debate político, porque no es una cuestión técnica sino política que afecta a la ciudadanía mundial. Es antidemocrático y poco transparente que los poderes dejen toda la responsabilidad en los bancos centrales para evitar la «veleidades» de la voluntad soberana a través de los parlamentos democráticos.
Insisto: la política monetaria ni es objetiva ni técnica y sus «veleidades» podrían ser más acusadas por depender tan solo de grupos de poder muy específicos y poco democráticos. Es una tomadura de pelo decir que la «política monetaria» no es «política»… En realidad, se trata de una política que funciona al margen del pueblo soberano. Por tanto, ¿se trata de una anomalía democrática o de un «error» inteligente?
¿Quiénes sufren la subida de los tipos de interés?
La población mundial, porque cae la actividad económica y aumenta el desempleo y, si aumenta el desempleo, los trabajadores se empobrecen y sus condiciones laborales son más desfavorables, pero no las de las empresas, que aumentan sus márgenes de beneficios… En conclusión: el desempleo es muy deseable para algunos grupos de presión y para aquellas empresas que tienen clientelas muy fieles que no perderán aunque aumente el desempleo.
Asimismo, decir que la subida de los precios se debe a la subida de los costes salariales favorece la moderación salarial, porque las empresas prometen aumentar la demanda de empleo cuando se recuperen. Luego, nunca ocurre…
Para terminar, tipos de interés elevados benefician sobre todo a los propietarios del dinero y a las grandes empresas —que disponen de gran liquidez— y a los acreedores, pero perjudica a deudores, compradores e inversores con menos recursos.
¿Seguimos hablando de «error» o sería más acertado hablar de enriquecimiento de sectores muy minoritarios?
En los países donde se aplican políticas deflacionistas crece más la desigualdad. En efecto, la política monetaria deflacionista de las últimas décadas ha concentrado más riqueza en menos manos y ha desequilibrado la distribución de la renta. Múltiples estudios lo indican.
El ortodoxo economista James Tobin ha afirmado que, al subir el precio del dinero, se redistribuyen la renta, la riqueza y el poder del Estado a las empresas privadas, de los trabajadores a los capitalistas y de los pobres a los ricos.
10 He consultado el libro Más difícil todavía de Torres López, Jua (Deusto).
Pepa Úbeda
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