Por otro lado, veíamos a Jorge Londoño y a Juan Manuel Santos, tomándose una cerveza en la casa de la paz; lugar hoy convertido en símbolo de la reintegración de los ex combatientes. Allí han logrado emprender mediante la producción de su propia cerveza, artículos de ropa, jabones, botas, mochilas y alimentos. Mientras otros rememoran con nostalgia las épocas en las que se intercambiaban balas y donde la fungible vida de los pobres les servía como activo político, millones preferimos ver a quienes fueran enemigos conversando. La paz en una sola foto.
Pero la jornada de celebración tuvo su máximo punto de atención con la visita del secretario general de las Naciones Unidas a la JEP. Asistieron su presidente, también el padre de Roux, la directora de la Unidad de Búsqueda de Personas Desaparecidas y el mismo presidente Duque. Entre los asistentes e intervinientes se destacan algunas víctimas del conflicto armado, el ex presidente Santos y Rodrigo Londoño. En un conmovedor encuentro ambientado por el cuarteto de la sinfónica de Bogotá, se hizo un balance del proceso. Quedó claro el apoyo de la comunidad internacional y la confianza en el proceso y las instituciones. Así lo hicieron saber Antonio Guterres, el primer ministro de Noruega y el presidente de Cuba.
A pesar de su particular mezquindad con el proceso y su importancia, el presidente Duque parece cada vez más montado en el tren de una paz que es imparable. Algunos dirán que más vale tarde que nunca; otros seguirán observando con atención y desconfianza las múltiples jugaditas que hasta la fecha le ha tendido a la paz. Lo que no se puede negar es el histórico momento. Un encuentro en la casa de la justicia transicional en donde se reunieron todas las ramas del poder público, ex combatientes, víctimas, protagonistas del proceso. Todos, absolutamente todos, elevaron una nota de consciencia sobre la trascendental importancia de este enorme e histórico reto.
Ahora bien, el balance de estos 5 años sigue siendo agridulce. En parte por las dificultades mismas que encarna la implementación de un proceso tan ambicioso; pero también por la incapacidad y la desidia del gobierno Duque de no tomarse enserio la integralidad de los acuerdos. Ha optado por implementar de manera selectiva aquellos puntos que menos roces políticos le comportan. Como por ejemplo el de la desmovilización y el de la formulación de los planes PDETs. Allí no se pueden negar ciertos avances. Lo dice el mismo instituto Kroc que le hace seguimiento a cada uno de los compromisos adquiridos por el Estado.
Sin embargo, en materia de tierras, protección de ex combatientes y líderes sociales, participación política y lucha contra las drogas, este gobierno ha fracasado de manera contundente. Son aún muchas las deudas con las víctimas del conflicto. La reparación avanza lentamente, en parte también, porque parece que los antiguos combatientes no han demostrado un compromiso pleno bajo este aspecto.
Lo que se viene en adelante para que no marchite ese sueño y la esperanza de un país en paz, depende no sólo de la voluntad política del próximo gobierno y de la solidez institucional de las entidades creadas por vía del acuerdo. Urge también una reactivación de la consciencia social. Una apropiación pública de la paz y el enderezamiento colectivo del rumbo, que no puede ser otro, que el necesario acuerdo de que el mayor y único activo para el futuro de Colombia descansa en la paz, en la no violencia y en el respeto por la vida.
Hace falta también ir amilanando las narrativas de odio que con un milimétrico cálculo político manipulan algunos sectores retardatarios. Al proceso de paz hay que verlo como lo que es: el más importante plan de desarrollo del último siglo; una hoja de ruta clara para poner en marcha las promesas de la constitución de 1991. Es, en últimas, nuestra carta de salvación social.
Hoy más que nunca, al unísono y con plena convicción, debemos entonces decir: por la paz, ni un paso atrás. Por la vida todo, por la violencia nada. La paz es nuestra, debemos protegerla y cuidarla. Allí descansa nuestro futuro.
Gabriel Cifuentes Ghidini
Fuente: Pulzo
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