Al parecer, las elecciones regionales que tendrán lugar el 27 de octubre serán las más disputadas de los últimos años en un ambiente polarizado, una sociedad fragmentada, unos partidos tradicionales desprestigiados y unas fuerzas emergentes cada día más conscientes de su fuerza electoral pero desunidas. En este contexto, el enfrentamiento entre las fuerzas conservadoras y las huestes progresistas impone una política de alianzas distintas a las que usualmente se dan en el plano nacional. Como suele suceder, en las contiendas locales entran en juego actores e intereses diferentes a los de las elecciones nacionales, lo que obliga a profundizar en las particularidades de cada caso para entender su dinámica propia. Es así como, mientras en las regiones el asunto de la paz y la reproducción del poder local es lo que más une y divide, en las grandes ciudades el tema de la seguridad es el más impactante.
En Bogotá la composición del poder ha sido desde hace unos años heterogénea, producto de alianzas entre fuerzas políticas con débiles adhesiones ideológicas, en las que el voto útil y volátil predomina. En el día de hoy, el clima electoral indica que las preferencias de las mayorías capitalinas se inclinan hacia posiciones de centro lo que elimina de entrada tanto a los candidatos de la derecha y extrema derecha como a los petristas, pero nada está escrito todavía. En las regiones el vínculo de los poderes locales con el Gobierno nacional es un factor importante, no así en la capital donde el voto depende más de coaliciones locales que en otros sitios.
Al día de hoy, los “verdes” tienen casi asegurada la alcaldía de Bogotá con Claudia López, su candidata, quien encabeza las encuestas y cuenta con el apoyo del electorado que respaldó a Sergio Fajardo en las pasadas elecciones presidenciales. Además, es posible que logre un acuerdo programático con partidos de izquierda, ansiosos de darle un vuelco al giro que le imprimió Enrique Peñalosa a la ciudad, de apostarle a una candidatura única y a un gobierno de coalición. El Centro Democrático probará una candidatura joven con Ángela Garzón quien piensa contar con el apoyo de conservadores y liberales pero el rechazo de las mayorás populares a las políticas del Gobierno nacional no parece favorecer “al que diga Uribe”, contrariamente a la que sucedería en las regiones donde el escenario es más favorable a la estructura tradicional de la política.
Mientras en las regiones el recrudecimiento de la violencia política y los ataques a la implementación de los acuerdos de paz serán factores determinantes de los resultados, en Bogotá lo que está en juego es el modelo de ciudad y su futuro social e institucional. En razón de los cambios bruscos que ha conocido la capital, es difícil vaticinar el resultado. La inseguridad, los niveles insospechados de corrupción, la pérdida de vigencia de los viejos liderazgos políticos y las nuevas correlaciones de fuerzas políticas indican que nada se ha jugado todavía y que el resultado dependerá de lo que se decida a última hora.
En las pasadas elecciones la participación de la izquierda en el Concejo Distrital retrocedió debido a los malos resultados de las alcaldías anteriores. En esta ocasión, la popularidad de Peñalosa es muy baja y el descontento ciudadano por sus condiciones de vida muy alto, pero el alcalde ha sabido presentar una imagen de eficacia administrativa fuertemente consolidada por medio de la propaganda oficial. El dato es importante por cuanto cabe recordar que no solamente cuenta el voto a favor de tal o cual candidato sino, también, el voto en contra, el que emite un electorado que decide apoyar en las urnas a un determinado aspirante, no tanto por su programa de gobierno, sino para evitar que su rival llegue al poder. Hoy, ningún partido o movimiento está en capacidad de ganar por sí solo unas elecciones regionales y menos en la capital. Se imponen las coaliciones para no perder terreno y con ellas una recomposición de las fuerzas políticas que puede desplazar el centro de gravedad de la dinámica vigente.
En síntesis, es evidente que el mapa político de la Bogotá de hoy pude volver a cambiar radicalmente porque no se circunscribe a los resultados de las pasadas elecciones cuando no existía una tercera fuerza distinta a la derecha tradicional y a un oponente caracterizado como de izquierda. En la capital el dilema no se plantea entre un uribismo en retroceso y un Polo lastrado por los escándalos de su administración sino entre viejas fuerzas políticas y fuerzas emergentes en un escenario en el que las alianzas y las coaliciones interpartidistas dan lugar a resultados imprevisibles. La batalla electoral ha comenzado, pero queda todavía un buen trecho por recorrer en el que cada día es clave para consolidar candidatos y propuestas.
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Rubén Sánchez David: Profesor Universidad del Rosario
Foto obtenida de: Wikimedia Commons
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