Lo que dice Gaviria
Nos dice en primer lugar que le ha gustado siempre resolver problemas concretos, para lo cual es necesario entender una parte de la realidad y sacar adelante soluciones puntuales, proyectos. Según esto, es una persona que soluciona problemas. Sin embargo, no dijo por qué, cuando fue subdirector de planeación del gobierno de Uribe, no resolvió problemas como la desigualdad, el desempleo, el trabajo indigno y la miseria y la pobreza.
Luego informa que su vida de académico ha estado centrada en los problemas colombianos de siempre: la pobreza, la desigualdad y la violencia, en fin, en las familias excluidas, las ilusiones perdidas y en las vidas truncadas. Aquí ya comienza a revelar algunos aspectos de su forma de entender la realidad: se refiere a problemas colombianos, como si la pobreza o la desigualdad fueran un problema de todos.
Aspira a la presidencia porque tiene un compromiso con el bienestar colectivo. Y reitera que tomó la decisión de presentarse como candidato porque su abordaje de los problemas social y su visión de la vida pueden ser unificadores, pueden ayudar a buscar caminos de reconciliación, a juntar a quienes piensan distinto y a darle a nuestra sociedad un poco de esperanza y de inspiración.
Su vocación es la unidad y la armonía: “liderar pasa necesariamente por cambiar los modos de pensamiento, por crear un sentido de propósito colectivo, compartido”.
Afirma que tenemos que aceptar que Colombia pudiera entrar en un tercer pico de violencia. Hay un momento difícil, complejo, de enormes dificultades para el país. Sostiene que en los picos anteriores de violencia los responsables fueron la guerrilla, los paramilitares y los narcotraficantes (no menciona para nada el Estado). Su explicación de la violencia se enfoca en aspectos subjetivos: “una violencia alimentada en parte por quienes creían tener siempre la razón y justificaban y deshumanizaron al otro, a quienes pensaban distinto”.
Afirma que en esta coyuntura crítica y de devastación social, agudizada por la pandemia, “tenemos que generar oportunidades para millones de jóvenes”, enfrentar la crisis climática y evitar la violencia.
Nos dice que ha trabajado en estos temas muchos años. Sabe que el gobierno no va a resolver todos los problemas, pero si puede desatar una fuerza transformadora. Y plantea que deberíamos dejar atrás la idea absurda de que este país, de que Colombia es un fracaso sin atenuantes. Necesitamos un relato esperanzador.
Sostiene que su campaña no va a ser contra nadie, es una invitación a un trabajo colectivo. El mundo es algo que inventamos entre todos. Podríamos entre todos hacerlo diferente, hacerlo mejor. El miedo y la rabia hacen parte de la política, pero él prefiere otra emoción, una incierta pero más constructiva, el sesgo por la esperanza, la incitación desde el discurso y desde el ejemplo a ser mejores. Pero si plantea que es necesario luchar contra los poderes que impiden el cambio social.
Señala que su visión de la política incluye tres partes: el respeto como principio, siempre el respeto; el empoderamiento de la gente; y la lucha contra la acumulación de poder, la lucha contra los poderes paralizantes.
Si la conquista del poder implica agredir a quienes piensan distinto, el poder ya conquistado será estéril, terminará agotándose en sus propias contradicciones. Manifiesta que quiere hacer pedagogía democrática. La única victoria que vale la pena es la que se hace sin palabras violentas. La política, reitera, no tiene que ser cruel, no tiene que ser oscura.
Quiere trabajar de la mano con las distintas comunidades de este país, un país definido por su diversidad y por su diversidad cultural, una diversidad cultural que enamoró al mundo. Manifiesta que cree en la cultura como un camino transformador, cree en los libros, en la música, en el teatro, en el cine, los cuales nos humanizan.
Y se muestra optimista con respecto al sector privado: “Creo además que las empresas de nuestro país, el sector privado, está listo para cambiar, no quieren seguir en lo mismo, están listos para ser mejores, para construir otras historias, mejores historias.”
Su objetivo es liderar la construcción de un país más justo, mas decente, más digno, más sustentable. Invita a buscar juntos la forma de hacer un mundo mejor para todos. Y termina señalando que “Colombia, estoy seguro, tiene futuro. Colombia tiene que tener futuro”.
Un discurso vacío propio de un Duque Linares
A pesar de ser un académico con mucha trayectoria su diagnóstico es bastante pobre. ¿A qué se deben la pobreza, la desigualdad y la violencia? Apenas enuncia estas situaciones, sin profundizar en las causas. Parecería que la violencia se debe, principalmente, a actitudes y lenguajes “violentos” que la pobreza y la desigualdad se debe a falta de oportunidades de los jóvenes. Se refiere a problemas de Colombia, como si fueran “problemas” iguales para todos, cuando es apenas evidente que un pequeño grupo de colombianos se beneficia claramente con la desigualdad, que es un rasgo inherente del capitalismo, y se enriquece pagando bajos salarios a sus trabajadores.
En vez de un ingeniero y un economista el discurso parece más el de un cura, un predicador o un motivador de eventos de integración del personal en una empresa. Su propuesta se concentra en motivación, esperanza y buenos modales. No es muy profundo para alguien con una trayectoria académica tan larga y con tanto reconocimiento como intelectual en la sociedad colombiana[1]. Parecería que dentro de sus asesores se encuentra Jorge Duque Linares, el de la “actitud positiva”.
No es cuestión de ignorancia o ingenuidad: es una posición consciente
Este tipo de enfoques aparentemente superficiales tiene un sustento teórico de fondo: negarse a profundizar en el conocimiento de la realidad, por una parte, y pensar que puede haber una armonía, una unidad entre las distintas clases, por la otra. Más aún, se fundamenta en la negación de la existencia objetiva de clases, de diferencias entre los seres humanos en aspectos fundamentales; la negación de las relaciones asalariadas y la existencia de explotación. En últimas, se trata de un diagnóstico que no mira lo fundamental.
Gaviria hace parte de la escuela neoclásica en economía que hace todo lo posible por esconder la realidad de la economía capitalista. El papel intelectual, y ahora político electoral, de Gaviria es ocultar, engañar y generar falsas expectativas. Su objetivo de fondo es mantener el sistema que causa todas las consecuencias negativas a los trabajadores.
Gaviria se presenta como un liberal, como un acérrimo defensor de la libertad, incluyendo la libertad de pensamiento y expresión, así como el derecho a disentir. Predica, pero no practica. La facultad de economía de la Universidad de los Andes es un lugar en el cual se enseña solamente una visión del mundo, la economía neoclásica con algunas variantes keynesianas también defensoras del capitalismo, y se excluye el estudio sistemático de la teoría crítica del capitalismo y de la economía superficial, específicamente El Capital de Marx[2]. Por definición se suprime el disenso. La facultad de economía de los Andes es un centro de enseñanza e investigación totalitario ideológicamente, en el cual no se estimula el pensamiento alternativo. Alejandro Gaviria fue decano de esta facultad y luego rector, y no hizo nada por promover la libertad de pensamiento en esta perspectiva. ¿Cómo pretende aspirar a juntar a quiénes piensan distinto si no permite que se genera un distinto pensamiento?
Gaviria ha estado cerca del poder económico, político y mediático, Gaviria conoce el poder, nunca ha hecho nada por oponerse al poder. Gaviria ha estado en cargos donde podría haber hecho o promovido cosas para resolver supuestos problemas como el desempleo, la miseria, la pobreza y la desigualdad, pero no ha hecho mayor cosa. Gaviria ha hecho parte del grupo de economistas que han liderado esta visión. Su defensa de Carrasquilla es espontánea y honesta. Gaviria hace parte de la misma escuela donde además de Carrasquilla están Mauricio Cárdenas o Juan Carlos Echeverry.
Es un militante activo de la defensa del capitalismo, de un sistema que condena a 21 millones de personas a la pobreza, a 7.5 millones de personas al hambre, a más del 30% a no poder tener tres comidas al día, a millones a la humillación del desempleo y a trabajos precarios, a la desnutrición. Es defensor de un sistema en el cual millones de personas se han convertido en mercancías. Frente a la violencia cotidiana de la explotación de los trabajadores, de los bajos salarios, del desempleo, del trabajo por cuenta propia en condiciones precarias, sumada a la violencia política contra líderes sociales, ambientalistas, sindicalistas, defensores de derechos humanos, etc., Gaviria predica la esperanza, la creencia sin fundamento en un futuro mejor para todos y un cambio de actitud.
Si no llega a la presidencia por lo menos ya tiene las ideas y el discurso para hacer campañas de promoción turística del país o de propaganda institucional de Claro o de Bancolombia.
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[1] Este artículo se enfoca en el video. En el documento programático, el ideario de 60 puntos hay un mayor desarrollo, en su gran mayoría superficial, a lo cual me referiré en posteriores notas.
[2] Con la excepción de algún curso aislado que ya quisieran suprimir.
Alberto Maldonado Copello
Foto tomada de: https://www.eltiempo.com/
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