La pandemia de coronavirus y el shock de los precios de la energía tras la invasión de Ucrania hicieron que el Estado volviera una vez más, con lo que el neoliberalismo perdió dos vidas más. Sin embargo, tras los programas de estímulo económico masivo y los fondos especiales, la política de austeridad volvió a la escena política incluso antes de la sentencia de Karlsruhe. El ministro de Finanzas del FDP, Christian Lindner, presentó un riguroso presupuesto de austeridad y el SPD y los Verdes le siguieron sin oponer resistencia. También a nivel de la UE, las normas de endeudamiento, anteriormente relajadas, volvieron a endurecerse.
El alarmismo sobre la deuda surje efecto
Lo vivo que sigue estando el neoliberalismo puede verse en el actual debate sobre el freno de la deuda. Es cierto que hay una verdadera sublevación por parte de los primeros ministros de los Land de la CDU contra la regulación actual, e incluso las empresas se pronuncian a favor de las reformas. Al fin y al cabo, los miles de millones en subvenciones deberían proteger sus beneficios. Sin embargo, la dirección de la CDU y el FDP se aferran al freno de la deuda, mientras el canciller Olaf Scholz jura a la población que se avecinan tiempos duros.
Los principales medios de comunicación y en las tertulias hablan sin pudor de financiar futuras inversiones con ahorros en el presupuesto social. Incluso en noticiarios aparentemente neutrales se sigue contando el cuento de hadas de que el endeudamiento público será a costa de las generaciones futuras. También pueden contar con el apoyo de la opinión pública: como muestran las encuestas, tras cuarenta años de propaganda neoliberal, la mayoría de la población alemana teme más a la deuda que a destrozar el clima y al desmoronamiento de las infraestructuras públicas.
Por tanto, el debate sobre el freno de la deuda proporciona sobre todo información sobre lo lejos que han llegado las luchas contra el neoliberalismo en los quince años transcurridos desde la crisis financera. En algunos casos ni siquiera hasta la esquina.
Karlsruhe agudiza el conflicto
La sentencia de Karlsruhe remueve ahora el asunto. Sin embargo, el resultado también podría ser una posición de partida aún peor para las fuerzas de izquierda. Lo que hace la situación tan delicada: Además de la izquierda social, los actores políticos y económicos de la nueva política industrial también están en contra de la política de “cero negro”.
En vista de la nueva competencia mundial en torno a las denominadas tecnologías verdes – baterías, hidrógeno, coches eléctricos- y la competencia geopolítica por la producción de microchips, las facciones relevantes del capital (con los Verdes como portavoz) también están a favor de reformar las normas de endeudamiento para poder seguir contando con el Estado para salvaguardar su situación competitiva. Por ello, las propuestas de reforma (también de la CDU) giran siempre en torno a las “inversiones de futuro” y omiten deliberadamente los gastos “improductivos”, como los destinados a la economía asistencial. Los hospitales, las residencias de ancianos y las escuelas no se beneficiarán de los miles de millones adicionales. Lo que está en juego aquí no es un proyecto socioecológico, sino una política post neoliberal de focalización de ciertas actividades económicas en interés de las grandes empresas.
A pesar de estos dudosos aliados, ahora debemos declarar decididamente la guerra al freno de la deuda. Por un lado, no se puede descartar que una nueva doctrina de austeridad se imponga en Alemania, corazón del ordoliberalismo, a pesar de las circunstancias geopolíticas. El capital es oportunista: Si miles de millones en subvenciones solo son posibles a costa de recortes sociales drásticos, porqué no? En segundo lugar, la nueva política industrial abre un campo estratégico en el que se puede luchar en dirección hacia un control público de la economía. No necesitamos una fábrica de chips en Magdeburgo que inyecte dinero en las arcas de Intel. Pero si el Estado puede decir simplemente: “Fábrica aquí, por favor”, se abre un margen para una comprensión post neoliberal de la política que puede aprovecharse.
Un espacio para algo nuevo
Aunque economistas, asociaciones y partidos se posicionan aquí y allá contra el freno de la deuda, se ha buscado en vano una amplia alianza del espectro progresista a favor de la eliminación del freno de la deuda y de un proyecto alternativo socioecológico. El debate sobre el freno de la deuda es tan central porque aúna la lucha contra el neoliberalismo y a favor de un futuro digno de ser vivido.
El argumento de que para ello se requiere una mayoría de dos tercios y por lo cual hay que conformarse con objetivos menos ambiciosos, es erróneo. Precisamente porque en este momento una modificación constitucional está en debate, los progresistas deberían concentrar sus energías en ella. Porque la idea de que la constitución puede cambiarse -como se cambió en el neoliberalismo de la década de 2000, o en el giro a la derecha de la década de 1990- abre un margen para interpretaciones y cambios progresistas de la Constitución. Porque éstos serán necesarios para la transformación socioecològica como tal vez para la nacionalización de industrias clave.
Samuel Decker, es economista y activista en movimientos sociales.
Fuente: https://sinpermiso.info/textos/alemania-la-lucha-contra-el-freno-de-la-deuda-es-el-conflicto-central-de-nuestro-tiempo
Foto tomada de: https://sinpermiso.info/textos/alemania-la-lucha-contra-el-freno-de-la-deuda-es-el-conflicto-central-de-nuestro-tiempo
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