De otro lado, se podría pensar que una alta votación en blanco en la segunda vuelta lanzaría un mensaje en favor de una candidatura de centro para las presidenciales de 2022, aun cuando Fajardo haya manifestado que no se presentará. Nada menos seguro. Téngase en cuenta que un gobierno de Duque-Uribe y un Congreso con una importante bancada de derecha, también de la mano de Uribe, en alianza con sus nuevos mejores amigos, harán todo lo posible por continuar en el poder en el siguiente cuatrienio. Petro ha expresado, en cambio, conocidos los resultados de la primera vuelta, su deseo de ver a Fajardo presidente en el 2022.
De todas maneras, cualesquiera que sean las razones que tenga un elector para votar en blanco, está en todo su derecho y debemos respetar su decisión: son las reglas de la democracia en nuestro país y hace parte de la cultura de tolerancia y convivencia que requiere nuestra sociedad.
Pero seamos claros. Teniendo en cuenta los resultados de la primera vuelta en donde Duque le sacó algo más de dos millones setecientos mil votos a Petro, el voto en blanco jugará en la práctica en favor del candidato del expresidente Uribe. En efecto, aun cuando el voto en blanco no aumentará ni disminuirá la diferencia entre ambos candidatos, al final de cuentas beneficiará a Duque en la medida en que le sustrae piso electoral a Petro. Tanto más, ante el anuncio de los partidos Conservador, Cambio Radical, de la U y Liberal, de sumarse a Duque, luego de los resultados del pasado 27 de mayo.
En el otro escenario, por el camino de la convergencia propuesta por Petro, que sigue creciendo día a día con las más diversas ciudadanías, sectores de centro izquierda y el respaldo de liderazgos tan importantes como los de Antanas Mockus y Claudia López, un gobierno de coalición nacional de nuevo tipo, si Petro es electo, podría sacar adelante las políticas y reformas en las que coinciden los programas de unos y otros, cuyos votos sumados fueron mayoría en la primera vuelta (Petro, Fajardo y De la Calle obtuvieron en su conjunto 50.87%).
Implementar a cabalidad los acuerdos de paz entre el Estado y las FARC; cero corrupción, erradicar la actitud del más vivo y de que todo vale; resguardar y fortalecer el equilibrio de poderes entre las instituciones; hacer de la educación la base del progreso individual y colectivo; un Estado eficiente en la planeación y ejecución, con funcionarios por meritocracia; promover la industria y la agroindustria como fuente principal de riqueza en el marco de una economía de mercado; superar la pobreza en pro de una sociedad de clases medias; garantizar los derechos de las minorías y LGTB, y al aborto legal; tratar el consumo de drogas desde una política de salud pública; mejorar el sistema de salud con énfasis en la prevención; y actuar decididamente desde el Estado y la sociedad frente al cambio climático, son todos temas en los que hay coincidencias.
Los colombianos anhelamos superar la subcultura del enfrentamiento descalificador entre la derecha y la izquierda, e incluso al interior de las mismas colectividades políticas. Que unos y otros no se vean como enemigos sino como adversarios en democracia, y el debate serio y constructivo sea la forma de hacer política, no la pendencia. Queremos un Jefe de Estado que sepa escuchar y trabajar en equipo, que tenga espíritu de concertación y gobierne con la Constitución de 1991 sin sobresaltos. Eso esperamos del futuro presidente.
Así las cosas, el voto en blanco ¿para qué? Reflexionemos. El país lleva décadas gobernado por las mismas élites políticas, más allá de sus diferencias visibles. Cierto, hemos avanzado en algunos frentes, pero estamos rezagados en muchos otros y nos rajamos en múltiples campos: los índices de desigualdad, desempleo, pobreza, informalidad, exclusión, violencia, corrupción, ineficiencia pública, entre otros, están entre los más altos de la región e incluso del mundo en algunos. Démonos una oportunidad de cambio, necesitamos un gobierno de inclusión y progreso en beneficio de todos. Con nuestro voto por Petro todos somos Colombia.
14 de junio de 2018
Foto tomada de la Misión de Observación Electoral (MOE)
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