Esa condición paradojal marca el drama del conflicto en esta región, también de todo su devenir: Así como exalta al trabajo también rinde culto al ladrón; es tierra de emprendedores que industrializaron el país, y de negociantes acechando un descuido para birlar dinero; con rezanderos de salón que mienten, roban, y matan, mientras es la patria chica de la única santa colombiana, la Madre Laura, quien en vida fue perseguida por la misma sociedad que hoy le pide milagros. Ha sido comunidad que desprecia el arte y la cultura, pero que ha dado cumbres en la literatura, la música, el cine, y las artes plásticas; tierra de godos de donde salió María Cano a soliviantar proletarios, o Rafael Uribe Uribe a desfacer entuertos… Antioquia debió inspirar la cláusula que puso el coterráneo Gonzalo arango a su manifiesto nadaista: “Se es nadaista dejando de serlo”.
Antioquia transita de la Violencia bipartidista de los años 1950, a nuevas dinámicas desde la insurgencia a las pandillas urbanas y el narcotráfico, y de este al paramilitarismo.
De tal paso surge un liderazgo entre los protagonistas de estas estructuras, cuando en la conformación de las Farc hay una fuerte presencia antioqueña, el mismo Manuel Marulanda Vélez es cultura paisa, que usa el nombre de un dirigente sindical oriundo de este departamento asesinado por la policía en un primero de mayo; hay antioqueños en la fundación del ELN, en la del M-19, hasta surge el EPL que tenía una composición mayoritariamente antioqueña. De ahí que la ruralidad del departamento se vaya poblando de frentes guerrilleros desde la década de 1960, y Medellín y sus municipios cercanos de desplazados desde diez años antes. Hoy es el departamento más afectado por el desplazamiento forzado con 1.480.596 víctimas (19 % del total), seguido de Bolívar con 631.276 víctimas (8 %), según el Informe Final de la CEV.
Y es el departamento que más muertos aporta con 125.980, 28 % de 450.664 que arroja el país, seguido por Valle del Cauca con 41.201 víctimas (9,1 %). Una diferencia enorme en la participación de Antioquia comparada con los demás departamentos. Así es en el caso de las desapariciones forzadas: 28.029 víctimas, el 23 % de 121.768 desaparecidos (1985-2016), seguido de Valle del Cauca con 8.626 víctimas (7 %).
De 50.770 víctimas de secuestro que contabilizó la CEV, 9.308 fueron en Antioquia (20%), le sigue Cesar con 3.353 (7%). De las 4.237 masacres, entre 1958 y 2019, este departamento tiene la mayor participación; así como en las alertas tempranas que se producen por megaproyectos que atropellan comunidades y medio ambiente. Acaso la tradición de iniciar una megaobra con una masacre tenga patente antioqueña. En el reclutamiento de menores se pasa al segundo lugar, pero puede ser por falta de datos.
Los aportes antioqueños a la tragedia nacional son muchos, desde la constitución del Cartel de Medellín, el sicario de la moto, las casas de pique, las oficinas de cobro, el lavaperros, la bancarización del narcotráfico, el plan pistola, el gota a gota, los gaitanistas… Además de subproductos culturales como la estética traqueta, la labilidad moral, y el parlache que se extendieron a toda Colombia, y están fijos en la vida cotidiana.
De la presencia arrolladora de Pablo Escobar surgió la narcopolítica cuando, asesorado por un primo suyo, decidió dejar de sobornar políticos y convertirse él en uno de ellos, hasta pretender ser presidente de la república, sueño que materializó un sucesor suyo.
A la sombra de la estructura armada de Pablo de Antioquia, este departamento fue un laboratorio contrainsurgente, no sólo Urabá y el Magdalena medio, hasta Medellín y el valle de aburrá lo fueron. Y el epicentro de una estrategia de terror con diseño internacional. Así se funda el MAS, Muerte A Secuestradores, que es un paramilitarismo diferente al de los años 1960. Luego, compinchado con militares, políticos, y hasta la misma DEA, dará paso a los PEPES, Perseguidos por Pablo Escobar, que se toman el Cartel, y establecen el paramilitarismo de los antioqueños hermanos Castaño, con mito fundador incluido: las ACCU (Autodefensas de Córdoba y Urabá), y la AUC (Autodefensas Unidas de Colombia). Luego el proyecto se expande a toda Colombia.
De la narcopolítica se deriva la parapolítica, porque cuando el terror va dejando territorios conquistados, población controlada, fincas y empresas cautivas, se dirigen a tomar el control de organizaciones sociales, como acciones comunales y sindicatos, hasta llegar a capturar las administraciones locales y departamentales. Esta cooptación criminal del Estado posibilita dominar territorios, con sus gentes, controlar y mejorar la cadena de valor de la cocaína, así como incursionar en la minería ilegal, para terminar monopolizando todas las formas de ilegalidad, y muchas de las producciones informales. De paso inmovilizan al sistema judicial para asegurar su impunidad.
Decir cooptación mafiosa en Antioquia se refiere a algo más que un gamberro en una esquina sometiendo a unos pobladores, que los hay, sino a un dominio en distintos ámbitos de la sociedad antioqueña que es militar, y político, y social, y económico, y también cultural. Eso puede explicar el ascendiente de partidos fascistas en el departamento, que candidatos sin proyecto ni presencia saquen altísimas votaciones, o que se derrote el plebiscito por la paz, con activismo de las pandillas barriales por el no.
Afortunadamente el sujeto es una realidad irreductible. Siempre ha habido resistencia antioqueña al sometimiento criminal, tan fuerte como la alta cifra de víctimas, porque no toda la sociedad fue seducida por la mafia, y la juventud antioqueña profesa valores diferentes a levantar dinero de cualquier modo. En los momentos más críticos del terrorismo de Pablo Escobar se lanzaron múltiples propuestas de paz, y aún con riesgo de sufrir un atentado trescientas mil personas se congregaron a clamar paz. Igual cuando el No ganó el plebiscito.
Hoy los herederos del terror paraestatal no gobiernan en la alcaldía de Medellín, ni en la gobernación de Antioquia, y con su propuesta de separarse de Colombia sólo hacen el ridículo. Siguen siendo peligrosos gracias a la impunidad conquistada, pero cuando la justicia sea efectiva su peligrosidad se acaba.
Antioquia debe superar la dialéctica del puñal y la herida, así como la del vivo y el bobo, donde a veces se es el vivo y todas las otras el bobo, y donde por un victimario se ponen miles de víctimas. Hay una deuda con Colombia victimizada, por eso, ahora que se propone la Paz Total es el momento para que la región asuma liderazgo en el tema, no para traficar intereses de ilegales maquillando como política a la delincuencia vulgar, sino para diseñar propuestas audaces, innovaciones que nos permitan reivindicarnos con Colombia y con las víctimas.
José Darío Castrillón Orozco
Hernan Pizarro says
Una descripción de la triste realidad que ha vivido Antioquia, con esa dualidad de avivatos y de campesinos honestos y puros. Hay que acoger el llamado que se hace en este artículo, para construir un país en paz.
Blanca Echeverri says
Sin palabras, excelente artículo.
Claudia Judith Navas Barrera says
En la pedagogía de la verdad para rescatarnos desde el valor civil para el contrato social y defensa de lo público. Excelente artículo. Abrazos